lunes, 19 de diciembre de 2011

Qué verde era mi valle

Lo que la ralentización del dólar macroeconómico no va a cambiar es la propiedad inflamable de la reacción social bonaerense ante ciertos hechos (que en un silencioso corredor subterráneo se acumulan como un pasivo político) que pincelan el mapa de la inseguridad pública en ese territorio provincial que cada dos años, instituye o revoca las bases mínimas de una hegemonía nacional. Ahí (y no en otros lugares que suelen adjudicarse la politicidad consciente de sus acciones), en ese conglomerado electoral que un tipo como Marcelo Sain no se cansa de considerar como lombrosianamente conservador, aparece el conflicto concreto de la demanda por el servicio de seguridad pública, que, una vez roto el vallado estatal realpolitiker (aka intendentes), se empieza a comer a la política. Lo cierto es que Daniel Scioli inaugura su última gobernación con un acuartelamiento policial que se origina en un error político grave, porque hay un momento que Scioli no maneja bien: el de la política propiamente dicha, por encima y por el costado de todo aquel sentido común de la gestión gubernamental que Scioli puede surfear mejor porque ahí los errores son más fácilmente disimulables. Pero el error no forzado de Scioli no es un problema que surja de la relación administrativa entre el poder ejecutivo y la policía, del “deber ser” sainiano de esa relación, sino de la política como esa percepción intuitiva del que “va leyendo” todo el tiempo para tomar las decisiones políticas. Leer la calle para tomar las decisiones políticas. Las decisiones políticas (la intuición) son el antídoto contra el amateurismo. Al otro día del acuartelamiento policial, si vos ibas a un Bapro o pasabas por la puerta de alguna casa de cambio del conurbano (donde los que siguen haciendo cola al rayito del sol para comprar dólares no son, precisamente, de clase media, no, no, son los padres de los wachis), ibas a escuchar a los guardias policiales charlando del acuartelamiento. Y eso es un problema. Para Scioli. Para la conducción estable del estado provincial. Es un problema para los que gobiernan, para los que tienen que desarrollar alguna clase de coordinación con las fuerzas policiales; para que el estado funcione todos los días.

La posición del estado nacional frente a la seguridad pública debe ser colocada en el lugar que objetivamente le corresponde: en el de un estado que no tiene jurisdicción sobre la política de seguridad de las provincias sino a través de la colaboración secundaria de las fuerzas nacionales de seguridad (federal, gendarmería y prefectura) y que por lo tanto tiene un alcance más declarativo que operativo sobre la acción territorial concreta (que es lo que aparece en el radio de visibilidad cotidiana del trabajador que reclama más seguridad). Es interesante ver como Scioli incurre en el error a causa de una lectura política distorsionada: Daniel piensa que está obligado a sobregirar lealtades allí donde nadie se las está reclamando, ni se las reclamará nunca. Que sé yo, después de jugar un fulbito con los pibes de Villa La Ñata Fútbol Club, ¿va Scioli y se encierra a mirarse todo El Padrino? Porque hay un estado gaseoso de la política (que no es lo sólido y lo líquido de los votos y la gestión) que requiere una autorreflexión sobre el poder: no para escribir un libro sobre eso. Tan sólo para gobernar un poco mejor.

Como dijimos varias veces, el problema de la inseguridad y la institución policial en la provincia de buenos aires no tiene nada que ver con los discursos ideológicos antagónicos que existen en la materia. La discusión ideológica es la del 6% de los votos, aun cuando sea planteada adentro del peronismo, y es antipolítica en cuanto a la función de conducir el estado. Scioli patina sobre una superficie hibridada que mixtura los clásicos bolsones de financiamiento parainstitucional con una reforma Arslanian efectivizada en más de un 60% y que (como reconocen los “especialistas” en seguridad del progresismo realpolitiker) está estructuralmente vigente en el sistema de seguridad pública de la provincia. Esto lo reafirma el informe Vanderbilt, que destaca la existencia de niveles aceptables de intervención y actuación civil en el sistema policial bonaerense, lo cual no hace más confirmar la necesidad de revisar conceptos como “autogobierno policial” que están más cerca del consignismo y del 6% de los votos que de aportar las soluciones al complejo problema policial. Menos posgrados sobre “seguridad latinoamericana”, y más realismo barrial-policial.

Lo que viene a obstruir un debate un poco más honesto sobre la inseguridad, y que pueda estar más conectado con las palimpsesticas demandas concretas que la gente policlasista le hace al gobernador y a los intendentes es una idea distorsiva (que el kirchnerismo tampoco debería comprar): considerar, equivocadamente, que la problemática policial y de seguridad es una continuidad de lo que fue la problemática del partido militar en otro tiempo argentino. A diferencia de las fuerzas armadas (que con el consenso menemista quedan esterilizadas en la vida política y civil del país), las fuerzas policiales son parte constitutiva del orden democrático, y detrás de esa idea hay un consenso popular al que las autoridades políticas deben responder en la continuidad de la gobernanza (que nunca cesa para el partido del orden); por eso la política de “fojas cero” es inviable para el saneamiento policial: no sólo porque la represividad está ínsita en la función estatal, sino porque puede reflejar una huida muy poco weberiana de las funciones políticas que inocule el malestar policial (el malestar del poli que se tiene que comprar el chaleco antibalas con su salario); si el problema queda reducido al drama de la represividad de la fuerza policial y se distancia de la idea de servicio de seguridad pública que, con sus claroscuros, se alberga crecientemente en todos los sectores sociales demandantes de nuestra provincia, nos hundimos en el terreno del verso, las mandolinas y las solicitadas.

Scioli tiene que encarrilar una política de seguridad que incluya una propuesta política clara hacia la policía. Hay muchos intendentes (que ya no son barones, que clavan %s más altos que los de Daniel) que vienen desarrollando cierto tipo de relación con las conducciones policiales departamentales que merece estudiarse, porque son la realidad efectiva de cómo se trata de encarar un trabajo policial eficaz y que esté en sintonía fina con los reclamos de los vecinos. Esto está pasando ahora, en muchos distritos: ninguno de esos intendentes tiene una visión ideológica de la seguridad, pero sí tienen una clara visión política de lo que hay que hacer. ¿Habrá visto Scioli El Padrino?

viernes, 25 de noviembre de 2011

2500 frigorías

Hoy me levanté almidonado, con una polucha disecada que luce como brillantina plateada sobre la tela interior, con ganas de comerme un budincito marmolado, con ganas de leer este lindo poema sobre la idiosincrasia personal de Cristina Elisabet Fernández Wilhelm (no la Presidenta, no, no), con ganas de dedicarle unos párrafos al angostamiento distributivo que llegó para quedarse.

No sabemos como va a entablar el cristinismo su relación con los bloques de poder del peronismo realmente existente en esta etapa que arroja cuentas equilibradas en el modelo de acumulación, y que por lo tanto no puede sostener las variables fundantes sobre las cuales se basó la ecuación acumulatoria durante la década kirchnerista. La complejidad del problema radica en las autoherencias que debe tramitar Cristina. Esto no le pasó a ningún otro presidente del período democrático, y ahí se refleja otro problema: con qué discurso se va a ornamentar la cuestión decisoria, cuando verificamos que la rigidez argumental (que mientras había dólar macroeconómico para solventar el ritmo del gasto el gobierno se podía dar el lujo de sostener) induce a una diagnosis que termina haciendo fallar la toma de decisiones. Lo que sucedió con la tensión cambiaria es un ejemplo menos económico que político de esas confusiones que dilatan la resolución del problema. Una lectura política intuitiva (y lo dijimos en aquel momento) pedía salir rápido de esa situación (del tema cambiario siempre hay que salir políticamente rápido, como Kirchner en el 2009) llenando la plaza de dólares, lo que se terminó haciendo con algunas semanas de demora innecesaria. Cuando hay angostamiento distributivo, no hay margen laxo para testeos de ensayo y error que sí son posibles cuando las brisas del viento de cola ayudaban a realizar las correcciones con el costo político absolutamente dosificado. Luego de la muerte de Kirchner, Cristina pudo recomponer su liderazgo político en el marco del planchismo preelectoral, con el eficaz aditivo estético del estilo Grosman durante el cual la arquitectura de la toma de decisiones permaneció aletargada en espera del requisito electoral. La labor destajista con la que irrumpió Julio De Vido (dejando en una elocuente invisibilidad al resto de los ministros) a agarrar los primeros fierros calientes es la prueba cabal de que Cristina todavía no alcanzó a definir la microfísica de la toma de decisiones en el vértice del p.e.n., ni ha terminado de hacer una valoración de la eficacia política que le pueden aportar los nombres propios que la rodean.

Cristina surfea hoy sobre el 54%. Pero cualquiera que manye un poco de política sabe que una hegemonía no se construye ni se sustenta sobre la nominalidad de los votos; el sistema político argentino tiene particularidades que conviene incluir en la estrategia política. Tiene entonces importancia la manera en que se va construyendo el consenso cristinista: ¿con qué parte de ese 54% se privilegia asumir una alianza política que debe responder a las necesidades de gobernar en tiempos de angostamiento distributivo? Dicho de otro modo:¿hasta donde puede llevar Cristina su discurso antisindical sin resentir una alianza peronista de poder que no puede ser reemplazada operativamente por un sentido común antisindical en el que indudablemente Cristina se está apoyando (como parte de la cosecha de 54%) para encarar una nueva etapa económica?

Por otro lado, Cristina pega allí donde Moyano permite que se le pegue: el mejicaneo de afiliados, una propuesta de reparto de ganancias empresarias que beneficiaría a la aristocracia obrera, y que el sindicalismo moyanista podría plantear mejor exigiendo una revisión real de la estructura de costos de las empresas. El principal problema que afronta el mercado laboral es hoy la fragmentación salarial, que va de la mano del 40 % de informalidad; después de eso, el hecho de que el sistema ya no incorpora más empleo (aunque sostiene lo que ya está según PEA): la pileta está llena de agua, pero la desigualdad salarial es un problema latente sobre el cual las medidas angostadoras van a impactar. Esa fragmentación laboral conspira contra la construcción política y de agenda del sindicalismo peronista, pero también dificulta la política restrictiva del gobierno; la renuncia épica al subsidio no está verificada en ninguna sensación popular, por lo tanto es de una inconducencia política que no conviene zarandear mucho como una aparente “toma de conciencia ciudadana”; quien sabe mejor que nadie esto es el peronista Julio De Vido, que se reunió con los intendentes de la Primera y la Tercera para medir el impacto de la quita de subsidios sobre poder adquisitivo y sobre la recaudación tributaria de cada municipio del conurbano. El sólo hecho de que todos los intendentes hayan evacuado alguna clase de preocupación por este tema no hace más que confirmar que fuera de los casos de asimetría desbocada verificados en la ciudad de buenos aires, el desmonte de los subsidios necesita de un criterio gradual y quirúrgico de parte del Estado para por lo menos diferir los efectos sobre el asalariado blanqueado-en negro- o miti y miti que cobra 3000 pesos y no cobra planes o jubilaciones, y al que probablemente el Estado no considere digno de subsidiar. El criterio que se establezca para fijar el corte hablará mucho de la mejor o peor capacidad instalada a demostrar por el Estado después de una década kircherista.

Capturar renta (no hay mucho para manotear), tomar deuda selectiva (como hizo Kirchner, sí, sí, chicos, Néstor tomó deuda y nadie le dijo noventista): acá la única épica es la de conseguir dólares genuinos que se agreguen a los que nos da el agro, y que la inversión sea una decisión política del gobierno: tener claro qué plantearles a las empresas. Interesa mucho en este contexto, qué tipo de explotación política hará Cristina de su 54%, porque la inversión y la competitividad son necesarias, pero la gobernabilidad en estos bellos tiempos de estrechez distributiva se gestiona en mostradores políticos que están más allá de la volatilidad del voto popular posmoderno.

domingo, 30 de octubre de 2011

Quema de guitarras eléctricas en el barrio obispo Novak

El 54% consume en pesos y compra dólares. Lo que quedó cancelado el 23 de octubre a la noche a partir del aval electoral más alto para un presidente de la democracia (pos) moderna nacional, fue esa eficaz estrategia planchista, el bilardismo cristinista que se expresó como un viento de cola político que la propia Cristina construyó con éxito sobre la base de algunos retaceos discursivos que la coyuntura pedía como la forma más pacífica y menos riesgosa de llegar al evento electoral.

La demanda de dólares que realiza desde hace tres meses ya en forma más acentuada el chiquitaje se puede relacionar más consistentemente con el hecho de que se visualiza una situación de dólar barato. La masa asalariada se decide por recorrer los lugares que conoce. Políticamente, se trata de diferenciar al interlocutor, y en ese sentido las declaraciones del vicepresidente del BCRA fueron erradas al calificar de malos inversores a los asalariados que se van al dólar, porque pueden generar irritabilidad y efectos contrarios al buscado, que podrían evitarse hablando menos y tomando decisiones más concertadas (gobierno – equipo económico – autoridad monetaria).

La presión sobre la demanda admite varias causas: la expectativa devaluatoria de sectores financieros, la lectura de que en algún momento se haga una actualización monetaria para recuperar competitividad, la falta de canales de ahorro que permitan desahogar el fogoneo del consumo como única vía de circulación del modelo económico. Lo cierto es que este combo surge menos del conspiracionismo gótico que de una situación concreta de la economía que muestra esperables (pero no graves) inconsistencias que el gobierno, tomando decisiones claras, puede controlar con bastante margen. Las medidas de blanqueo administrativo en el mercado de cambios (liquidación de divisas, y compra de dólares con venia de afip) son positivas. Pero no tienen impacto relevante sobre la demanda de dólares. La liquidación de divisas de petroleras y mineras es una medida de proximidad hacia otra que coincide con la necesidad de dólares que el gobierno tiene (no sólo para sostener el tipo de cambio ahora, sino para graduar cualquier aterrizaje forzoso que solicite la política cambiaria): fijar retenciones adecuadas para dos sectores productivos históricamente privilegiados como parte de la alianza político-económica con la que el kirchnerismo llegó al poder. Las medidas de blanqueo que impactan sobre la masa cuentapropista-asalariada (en este caso, la compra de dólares) tienen que pensarse con una implementación adecuada para no herir sensibilidades: las sensibilidades que lógicamente pueden emerger cuando tenés una economía informal (y real) cercana al 40% y un empleo ennegrecido equivalente.

¿Cómo se frena la demanda de dólares? El blanqueo y los controles están bien, pero no calzan como la respuesta justa a esa pregunta, y si la decisión del BCRA de subir la tasa de interés se trata de una medida aislada, es pan para hoy y hambre para mañana (aún cuando no impacte en el corto plazo sobre la economía real). La política monetaria requiere de mucho timming coyuntural, y cuando Redrado dice “siempre vendí fuerte sin consultar en cada momento de tensión cambiaria”, le está enviando un pequeño pijazo conceptual a Marcó del Pont. Para tener eficacia, la intervención sobre el mercado cambiario tiene que ser agresiva y sobre los grandes compradores, como hicieron NK y el niño dorado durante la crisis de 2009. Hasta ahora el BCRA no tuvo una política monetaria clara: alternó compras pasivas para alcanzar lo demandado (el patrón Mercedes) y luego y aisladamente salió agresivo sobre las operaciones a futuro para mover el tipo de cambio hacia abajo. A diferencia del 2009, ahora hay una percepción más notoria de la relación desfasada entre dólar e inflación: no alcanza sólo con inundar la plaza de dólares para frenar la demanda, se necesitan respuestas más integrales que incluyan alguna decisión de política económica.

Desde 2003, la economía kirchnerista se pensó en las circunstancias que dieron origen al modelo fraguado por Duhalde-Lavagna-Kirchner: se llenaba capacidad instalada ociosa como se llena de agua clorada una pileta olímpica recién arreglada y pintada. Era lógico que se pensara casi todo desde la perspectiva estricta del consumo. Pero sobrevivir “con lo nuestro” también es pensar la cosa desde la inversión, desde la infraestructura que el país tiene, y de la que le falta. La economía cristinista tiene el desafío político de incorporar otras perspectivas para sostener la autoherencia de la reparación social.

jueves, 27 de octubre de 2011

Fiesta cervezal

Entre los efectos del 54%, aparece desde lo político-partidario (y desde las exigencias de una nueva hegemonía aún más obligada a desplegar el lenguaje del poder) la necesaria actualización de las alianzas y los armados del partido de gobierno, claramente dominado por el fortalecimiento del PJ en sus tres estamentos territoriales.

En la provincia de Buenos Aires, la elección arrojó resultados que obligan a pasar por el tamiz ciertas “verdades” del sistema de acumulación política kirchnerista, menos relacionados con la empatía ideológica que con las exigencias y responsabilidades de gestión nacionales, provinciales y municipales.

En la PBA, Cristina sacó 1,2% más que Scioli, verificando una tracción pareja de la boleta completa del FPV (también en las categorías legislativas) que se ahondó en las elecciones ejecutivas municipales. Como sucedió entre los intendentes peronistas más votados, Scioli absorbió todos los votos de las otras listas del FPV-PJ (Ishii) presentadas a la primaria y Cristina no necesitó tracción adicional de la colectora provincial para galvanizar sus números.

La elección confirma la terminación de la mecánica defensivista de gestión que desarrollaron los barones del conurbano ante un contexto de reflujo estatal que comenzó a fines de los ´80 y que concluye a mediados de la década kirchnerista, y que fue la respuesta política posible a una coyuntura de retracción presupuestaria. Hoy esa retracción, aunque atenuada, continúa, pero el Estado tiene más guita en las arcas y el derrame intraestatal reduce la inviabilidad económica estructural de muchos municipios, por lo menos mientras no haya un reflujo de divisas en la macroeconomía.

De los barones a los intendentes premium: la caída en desgracia de los capítulos estancos del manual del alumno sabbateliano se refleja en los votos: en la Primera, Sergio Massa fue el intendente más votado del conurbano con el 73% con un perfil de gestión muy expansivo que excede largamente el alumbrado, barrido y limpieza para entrar en terrenos más complejos como la inseguridad, la educación, la salud. El efecto Massa mostró su poder de fuego territorial más allá de Tigre: en San Fernando Andreotti (con boleta corta) desbancó al gallego Amieiro, y en San Martín Katopodis sacó a los Ivoskus para que el peronismo recupere un distrito clave de la sección. En Mercedes también se verificó la tracción massista: Selva revirtió el resultado desfavorable de las primarias y derrotó a Juani Ustarroz, conductor de la udai mercedina.

En Vicente Lopez la pobrísima gestión del Japonés García fue castigada y Jorge Macri se alzó con la intendencia., y en Malvinas Cariglino destruyó a Vivona en base a un corte de boleta fenomenal. El Vasco Othacehe, Curto y Toti Descalzo estuvieron en el rango de los 40-45 % (lo mismo que el sabbatellismo en Morón) lo que demuestra la progresiva amortización de los barones, pero también su extrema capacidad de eficacia gestiva para sostener territorio y poder dentro de márgenes aceptables: los que los hereden deberán ser mejores políticos que ellos, algo que parece difícil.

En la Tercera, Giustozzi clavó 71% y remixa encuadramiento cristinista con discurso propio para amplificar su base electoral: hace algo similar a lo de Massa, y las urnas lo avalan. Granados confirma que es el barón más moderno en términos de gestión y saca 66,6% en Ezeiza. Los Mussi confirman lo que se ve en las calles de Berazategui y el estilo cuerpo a cuerpo que tienen con los vecinos y las entidades: 67,5%. Con solo dos años de excelente gestión en Lomas de Zamora, Insaurralde se alzó con 66,1%, unificó al peronismo local y terminó con el fraccionamiento electoral que durante los últimos años había puesto al distrito al borde de la ingobernabilidad. En Quilmes, el Barba Gutiérrez repitió los números de la primaria (37%) pero el anibalismo no pudo polarizar la elección y Daniel Gurzi quedó a diez puntos. Díaz Pérez, sin oposición en Lanús, se impuso con un porcentaje bajo en comparación a los intendentes vecinos.

Lo cierto es que con este panorama ¿quién querría hablar de colectoras exógenas para el 2013?

miércoles, 26 de octubre de 2011

Una larga lista de teléfonos útiles

La épica era ésta: votar a Cristina senadora para desbancar a los Duhalde de la zona simbólica del poder. Reacomodar el doblez justicialista a los designios de una nueva etapa de estabilización económica: hacer del derrame una realidad efectiva, ajustar el sistema de poder peronista al ritmo de respiración que proponía Kirchner. Después de eso, Kirchner pudo hacer muchas cosas, pudo avanzar, y también tuvo un jergón defensivo donde tirarse cuando volvía con el maxilar dañado. Era tan sólo una elección de medio mandato, quizás un round administrativo de aquella batalla de alta peluquería, “el pejotismo definiendo sus miserias en la escena obscena de la interna general permanente”, dos barriobajeras esposas de, la formalidad electoral para que el poder político definiera el pase del sello partidario (porque estas cosas nunca se resuelven en la paz de los comités), lo cierto es que en ese 45 % que clavó Cristina en 2005 estaba la profecía bonaerense de los 45% nacionales de 2007 y de todo aquello que el peronismo transitó como parte de la década kirchnerista. En ese tránsito, también pasaba otra cosa: germinaban los perfiles políticos del informe Vanderbilt, se empezaba a morir la estricta lógica defensivista que marcó a los barones del conurbano, la gestión pedía mayores despliegues y prestaciones. Quiero decir: era más épico (más decisivamente político) aquel voto del 2005, que el que acaba de consagrar a Cristina como la más votada de la democracia. El 54% fue un voto lleno de pacífica continuidad, el voto palmariamente lógico de una sociedad resiliente (esa resiliencia social que define no solo el voto sino conductas políticas y agrupamientos que las intelligenzias se resisten a comprender) que nunca vota para atrás: el pasado se analiza en las bibliotecas, y en el territorio político se piensa hacia adelante.

No podría decirse que la mayoría cristinista sólo se explica desde esa resiliencia (que muchos opositores entienden equivocadamente como conformismo), porque el voto a Cristina tuvo toda la potencialidad política que se puede pedir a una sociedad que experimenta una etapa de estabilidad económica y política en un orden democrático nacido en 1983 pero que tiene sus orígenes reformulatorios en 1975-76. Datos de esa politicidad del voto a Cristina: 83% de participación en el conurbano, cartelitos de Cristina en alguna pizzería o casa de lotería, carteles chicos pero visibles en la periferia del comercio minorista, sobre los que sólo estaba depositado el silencio. El 54% que votó a Cristina el lunes se levantó temprano para ir a laburar, y pidió, respetablemente, que no le hincharan las pelotas.

Como es lógico, hubo una minoría intensa (intensísima) que consideró que el resultado electoral ameritaba el exilio o el velatorio de la nación o encarar una increíble “resistencia al régimen”, y desde el lado opuesto consideraron que llegaba la liberación o se embarcaron en la ansiosa repetición del sintagma “momento histórico” e hicieron un uso abusivo y malentendido de la palabra “gorila” (algo muy propio de los recién llegados no ya al kirchnerismo, sino al cristinismo). Estas minorías fuertemente instruidas y sobrepolitizadas comparten una idiosincrasia psicoanalítico-política, una impronta que en las cartas de Walsh a la conducción montonera es lo que establece la diferencia entre desbande y retirada para calificar los comportamientos de los intelectuales y profesionales en un caso, y el del populacho en el otro. Esas pulsiones distorsivas aparecen en el actual minorismo intenso, pero lo que no alcanzan a comprender ellos mismos es que la etapa cristinista no tiene asignada centralidad política para sus debates: jugarán en el lugar de la cancha donde no se disputa la pelota, porque se necesita cal y arena para hacer política con angostamiento distributivo. Dejemos las tribulaciones de Werther y Frederic Moreau para la literatura, porque la política no las necesita. Hay que dejar de estudiar ciencias sociales y humanidades por cuatro años.

La estabilidad económica kirchnerista induce al derrame por la vía de los poros paritarios, el subsidio al consumo y la amplificación reparatoria del grifo estatal a través de la AUH, las jubilaciones y las netbooks (las netbooks llegan más al pobrerío que los derechos humanos); la sostenibilidad de estos parámetros depende de cambios en el modelo económico. La profundización del modelo es pasar del motomelismo volátil al crédito hipotecario real La era cristinista va a estar barnizada (tanto para definir los nombres propios de la sucesión política como para definir las agendas de gestión) por aquella otra frase de la carta de Walsh (uno de los pocos textos políticos del irlandés que valen la pena) a la aristocracia monto que decía que las masas están condenadas al uso del sentido común.Cada vez más informe Vanderbilt. La marchita que la canten los recién llegados, los políticos van a pensar en la inversión. Yo siempre recuerdo que cuando se terminó la etapa revolucionaria, en 1951, Evita se olvidó de todo lo que había dicho, y empezó a hacer realpolitik. Eran tiempos de angostamiento distributivo. Los tiempos que necesitan de más política, los tiempos en que sin fracturarse, hay que doblarse como un junco, porque hay un 54% que vota, pero que espera.

martes, 16 de agosto de 2011

La formidable cartografía atrapatodo del voto a Cristina, de profunda estructura policlasista, confirma todas las hipótesis de voto cruzado que se leyeron en las elecciones locales de las provincias con densidad electoral, y un cierre de ciclo discursivo que sirvió para sostener poder y gobernabilidad durante la etapa que llamamos década kirchnerista, y una revisión (no urgente pero sí requerida por el propio sostén de gobernabilidad solicitado por la nueva etapa) del esquema de alianzas políticas cuya centralidad ocupa el PJ que desde 1983 es algo más que la herramienta electoral descripta por la doctrina peronista para explicar una coyuntura política anterior, ya completamente fenecida respecto de lo que requiere hoy una construcción de poder y política de mayorías. Hoy el voto peronista no es lo que se asocia a los símbolos históricos de esa identidad política, por lo menos a la hora de trazar la relación con el electorado. Creo que eso es claro: desde 1983 el voto peronista no es el de “los peronistas” y así lo han entendido la Renovación, Menem, Kirchner y ahora Cristina.

La cesación de sentido de palabras como antipolítica (que sirvieron para recomponer poder político en un momento leído oportunamente como refundador de hegemonía) cruza hoy casi transversalmente a todos los partidos que se prometen una construcción de poder y mayorías. ¿Quién es antipolítico? ¿Macri, Boudou, Scioli, Cristina? Que esta pregunta haya perdido pimienta, interés, que se haga inocua para el 80% del padrón nacional, nos da la certeza de un cierre de época en el que los datos nos dicen que el consenso político se elabora, no se obtiene. Cristina ganó por afano, y todos los niveles de la estructura del PJ recuperaron caudales de votos tranquilizadores (algunos fueron “más peronistas” y saltaron la media, porque los hay más bonustrackeros, y los hay menos). En la oposición, el único que leyó con profesionalismo la coyuntura electoral fue Macri (ojota ahí, eh). Gobernanza o llano, ese es el lema más épico que se me ocurre para estos cuatro años, pero en realidad, ¿cuándo fue de otra manera?

lunes, 15 de agosto de 2011

A mí que soy medio paja, se me facilita mucho que el intendente me mande la boleta a casa con la dirección de la escuela y el número de mesa mixta que me toca. Los muchachos la suelen traer con tiempo, para esas tareas el aparato es un relojito, para otras no tanto.

Voto en una escuela periférica desde Cristina senadora 2005 (cuando la progresía esclarecida todavía no votaba a “los Kirchner”), y me molesta votar tan lejos de mi órbita residencial, ya me fatiga bastante trasladarme a una zona que no reconozco como mi barrio, a una escuela que hasta Néstor diputado 2009 (cuando la progresía esclarecida ya empezaba a votar a “los Kirchner”) estaba perimetrada por inconcebibles calles de tierra, y donde si llovía entrar era un quilombo. Pero ayer tocó día peronista, climáticamente propicio para sufragar, y con las arterias pavimentadas que facilitaban el ingreso de sectores medios y populares a ese colegio electoral policlasista custodiado por la amada gendarmería. Adentro mucho cuerpo amuchado, mucho “permiso capo, ¿ésta que mesa es?”, era fácil notar que estaba votando mucha gente, mucha más de lo habitual a esa hora, y cuando empezaron a caer ciegos, tullidos, discapacitados y ancianos de toda índole, pensé: acá hay premio o castigo. Señoras ciegas que entraban con la presidenta de mesa de lazarillo, abuelos en muletas que se arrastraban por sus propios medios (y que pedían que no los ayuden, que podían solos) hasta el cuarto oscuro, y hasta una gorda que llevaba un barbijo rosa y ojos desmejorados y parecía emular al rey del pop, al propio Michael, entre otros barbijistas históricos. El conurbano clavó presentismo por arriba del 80%, y cuando pasa eso, todo puede pasar. Los que estamos en este palo (este arte menor que es la política) cuando entramos al cuarto oscuro miramos las pilas de boletas, y ya sabemos. Sólo hay que mirar. Miramos, y sabemos que boletas se mueven y cuales no. La que se movía era la lista 2.

No parece difícil rastrear la etimología del voto en estas primarias. Cristina por arriba de las previsiones, y los principales retadores por debajo de las suyas. La gente votó con la nervadura realpolitiker a flor de piel, ni siquiera hubo votos útiles ni estratégicos, se votó a los que pueden gobernar el país, y lo hizo casi desproporcionadamente, donde el subsistema panperonista se lleva el 70% de lo válidamente emitido, partido de gobierno y de oposición. Y dentro de la distribución del voto, las distancias entre Cristina y el resto (entre el FPV-PJ y el resto), documentó que la gente vetó sin asco a los políticos que no tienen ni representan un proyecto de poder para domar las tensiones que el Estado tiene que administrar todas las mañanas. Con estos resultados queda cerrada la discusión electoral de octubre (el voto realpolitiker de la gente cerró una discusión que sólo sobrevivía en algunos medios de comunicación y en la subclase hiperpolitizada) con una ecuación electoral similar a la del 2007 (Cristina claramente por encima del 45% y el que polarice levemente entre Binner, RA o Duhalde, en torno al 20%).

Este consenso electoral que ya se advertía, termina también con otras cantatas resistentes que se tejían en las hilanderías intelectuales: “gobierno en disputa”, “clima destituyente”, y otras excusas desconocidas para el peronismo que desde 1983 trabajó para intercalar política y poder en la construcción de la electorabilidad perdida y ser el movimiento de derecha que está a la izquierda de la sociedad realmente existente ante cada coyuntura democrática. Como lo fue el kirchnerismo. La cultura resistente ya no garpa ante un contexto de gobierno legitimado electoralmente que enfrenta su acción política a un terreno de angostamiento distributivo. No hay ningún himno del corazón que alcance para darle emotividad a la racionalidad presupuestaria: nadie lo tuvo tan claro como ese cavallista hormonal llamado Néstor Kirchner, ese apóstol del superávit fiscal, ese killer santacruceño que entendió que había herencias intocables del menemismo que ya no se discutían, como no se discuten otras de la década kirchnerista. Como escribió un amigo por ahí, es hora de dejar de hablar de Clarín por dos años.

También se puede hacer un rastreo anímico del voto (y del de octubre) y decir que el voto a Cristina 2011 es un voto Menem ´95. Un voto confirmatorio pero bolsilleado al mango, con bajas dosis de entusiasmo. Como me decía un turro el otro día “a Cristina la odio pero la voto” y se reía un poquito. La lectura anímica del voto “no me rompan las bolas” permitiría anticipar decisiones políticas y gubernamentales que contribuyan a armar un consenso político que el cristinismo necesitará cuando la inercia de los votos se empiece a frenar. Pero ese dilema cristinista no tiene por qué ser objeto de evaluación de los votantes lógicamente conservadores de Cristina: esa reflexión es una responsabilidad de los políticos. Hasta la ecuación numérica es asimilable: en el marco de una continuidad hegemónica exitosa, Menem fue más votado en el ´95 (49.9%) que en el ´89 (47%) y Cristina seguramente sacará más del 45% de 2007. Recordemos que en la Argentina el poder político no se solidifica por la estricta nominalidad del caudal electoral: se necesitan alquimias de poder y estructuras. Esa es la razón por la que el peronismo gobernó la mayoría de los años democráticos, y no sólo por los votos que sacaba.

En este blog hablamos casi nada de la oposición. Vista la cruda decisión del electorado en estas primarias, creo que no nos equivocamos. La discusión del poder, los nombres propios que van discutir las hegemonías que se vienen, surgirán de una nueva reconfiguración peronista que ya empieza junto con la nueva presidencia de Cristina: los que quieran jugar sus fichas deben saber que los clichés de la oposición (incluso de la peronista) fueron fuertemente rechazados por el electorado, y que lo nuevo deberá brotar de algunas verdades que deje el conservadurismo kirchnerista. Al esquivo pattern cristinista se agregan otras pinceladas retóricas (todavía no políticas): “amor y unidad”, como De la Sota, como Macri, como Scioli desde su bunker cítrico y teapartista.

lunes, 8 de agosto de 2011

"El triunfo de De la Sota significa el regreso -con gloria- del clasicismo político. En su flamante proyección, marca la ostensible diferencia. Le brinda cierta jerarquía al oficio. Con atributos que se destacan. No se trata de ningún comediante conocido, de los que se atreven a dar el salto. Tampoco se trata del empresario exitoso, que llega para “hacer su aporte al mejoramiento del país”. Ni es el deportista que decide invertir su popularidad, en otro ámbito de competencia.
Es -De la Sota- el político profesional. Sin pedir ningún perdón por la palabra. Procede de la política, que lo legitima. Y la enaltece. Entre sucesivas derrotas y victorias, su trayectoria le permitió protagonizar diversos tramos sustanciales de la democracia contemporánea. Surgió, al plano nacional, con ella. Es el único sobreviviente político del memorable trío de jóvenes turcos que signaron la Renovación Peronista de los 80. El eje Manzano-Grosso-De la Sota. Bajo el manto protector de Antonio Cafiero. Al que acompañó (para perder), en la última gran interna peronista de 1988."

Córdoba

Decía un político bonaerense hace unos días que la elección de Córdoba, si ganaba De la Sota, era importante para el peronismo. Creo que se refería a los ríos profundos en tránsito hacia el 2013 que el peronismo va a empezar a discutir mucho antes, y no necesariamente para definir una lejanía extrema como los candidatos del 2015. El reflejo singular de esa importancia es que De la Sota recibió un apoyo moral (porque los votos son propios) de todo el arco panperonista (Scioli, Duhalde, Reutemann, Cristina y el macrismo peronista) que hasta el momento no se había plasmado en los anticipos electorales. Resta saber si el Gallego cederá parte de los derechos de autor de la victoria a modo de gift electoral al gobierno nacional.

Provincialmente se consolida una hegemonía justicialista que irá para 16 años en una provincia adversa al peronismo por previos 16, justo cuando el debate porteñocentrista alude a un conformista “pasa que la ciudad es antiperonista, no hay nada que hacer”. De la Sota apostó a construir electorabilidad y hegemonía cuando todo era bonanza radical, y de acuerdo a la ambición renovadora, fijó un poder peronista en una tierra históricamente inhóspita a esa identidad política. Y casi como una creencia, nosotros le brindamos respeto a los tipos que armaron hegemonías, porque es lo más difícil de sostener en política. Cuando escuchamos frases estancas como “la clase media está en disputa” (ay, ese canto apeluchado de la sirena chachista), más conviene mirar la lógica acumulativa del armado frentista del peronismo cordobés que desbancó al radicalismo en 1999, donde la discusión peronismo-antiperonismo no tiene un lugar conducente a la hora de construir política y poder para gobernar. Si el PJ es el reemplazo democrático-popular del partido militar (entre muchas otras cosas, claro está), hay antinomias que hay que saber conducir con eficacia política. Porque hay que ganar. Menos Chacho y más Gallego.

Seguramente el 14 de agosto la historia se resuelva en otra secuencia, por eso Cristina levantó el tubito y congratuló a José Manuel. Paz y bilardismo hasta octubre, y en los ríos profundos…

Fotitos: la provincialización total de la campaña (DLS no habló nunca con medios nacionales, ni citó la coyuntura nacional) fue clave para extender los números; Juez está cerca de ser un cadáver político: a eso te condenan alianzas políticas improvisadas y hacer telepolítica frenética. El Gallego fue al cuerpo a cuerpo territorial con la gente, y los otros hablaban para estériles audiencias nacionales. Ah, y además ganó por esto.

jueves, 28 de julio de 2011

Venía con unos riachos de sangre que le armaban un delta en la parte blanca de los ojos, y hacía una solicitud desesperada de psicofármacos, decía que no podía dormir. Nosotros teníamos los medicamentos guardados en una caja de cartón que alguna vez embaló a un televisor philips, escondida en el baño. Se dejaba caer en la silla, resoplaba, sacaba un pañuelito roñoso del bolsillo del saco y se lo pasaba por la nuca negra para sacarse la transpiración. Cuando levantaba el brazo, el saco se le abría y dejaba ver el revolver en la sobaquera. El calor estaba afuera, pero en esa oficina del Concejo lideraba la frescura del contrafrente, de un edificio municipal de hormigón moderno que daba al pulmón de manzana. Le digo: Negro, venís muy seguido a pedir, así no va, nosotros no somos una farmacia. Y el Negro decía siiii, ya sé nene, y largaba el vómito habitual de excusas, era insoportable el Negro cuando balbuceaba el ruego medicinal, mezclaba temas, decía que se iba a separar de la jermu y no sé qué, me inventariaba quilombos cuya mitad eran verso, contaba anécdotas de los ´70 que no le interesaban a nadie.

Tenemos facilidad para hacernos creativos en tiempos de estrechez distributiva. La palabra ajuste nunca nos significó una tragedia que motivara ríos de tinta, sino el enésimo manos a la obra para hacer la contención social desde las limitaciones estructurales de una oficina estatal. Acá en el contrafrente, nadie tiene tiempo para conmoverse por nada. Somos autómatas de la función pública peor remunerada.

El Negro dice que lo que le doy no le hace nada, que quiere algo más fuerte. No jodas, Negro, esto es lo que hay. Lloriquea un poco, se pasa los dedos negros por el bigote gris, dice que se va a quejar con los concejales, que él necesita estar bien para el laburo. Sí Negro, andá a hablar con los ediles, pero yo sé que después no va, que se caga ante la autoridad política que lo emplea. Y sí, ser culata de un par de concejales es un trabajo estresante.

Cuando llega el recorte presupuestario, la oficina estatal legislativa se vuelve un polirrubro: la gente viene a pedir cualquier cosa, sobre todo remedios. Asesores legislativos se familiarizan con los genéricos: ibuprofeno, enalapril, ranitidina, amoxicilina, salbutamol. Las chicas de los planes caían a pedir el evanol, les daba vergüenza manguearlo, además de pobres eran tímidas, lo que pasa es que en el hospital no hay y me dijeron que acá…, decían a modo de disculpa. En realidad nosotros ya sabíamos todo lo que nos iban contando y también sabíamos quienes las mandaban, aunque a veces las chicas no nos decían, les daba timidez, y además para qué, si ellas sabían que nosotros sabíamos. Éramos creativos, y como la política nunca cesa, ya teníamos nuestro hombre en el departamento de compras del hospital. Nuestro dealer sanitario en tiempos de flaqueza distributiva.

A veces la oficina del contrafrente tenía sus jornadas relajadas, un gigantesco tiempo muerto de charlas, llamadas telefónicas, confesiones, el raje temprano al acto partidario y entonces todos los punteros hacían base ahí hasta la hora de ir a buscar los micros y levantar a la gente. En la oficina legislativa trabajaba también una especie de secretaria que atendía el teléfono y anotaba los mensajes. Una flaca muy simpática que había venido en comisión de la secretaría de gobierno. Uno de esos días vino un flaco que militaba por amor, pero que ya estaba lógicamente rentado (no hay otra militancia que la rentada, porque la única militancia que vale es la estatal) y lo pusieron como nexo oficial con los clubes y sociedades de fomento de un barrio. El pibe venía a hacer la catarsis, lo puenteaban por todos los wines, nadie le daba bola, las entidades le pedían directamente a los punteros o hablaban por teléfono con los funcionarios, el flaco estaba pintado y se daba cuenta, sufría, se estresaba, le salía un sarpullido, estaba contracturado, decía que estaba tan tenso que a veces no se le paraba, la flaca-secretaría lo escuchó y se rió en voz baja, el flaco estaba tan preocupado que no se dio cuenta, decía que si hubiera sabido que la militancia era así (y sí flaco, es así) se iba a la mierda, yo hojeaba una carpeta con las modificaciones de la ordenanza impositiva y cada tanto lo miraba, la flaca lo miraba desde su escritorio y le dice: acostate en el piso. Acostate boca abajo, que yo te camino por la espalda y te acomodo las vértebras, eso relaja mucho, lo hice varias veces y salió bien. El flaco me mira, le digo acostate boludo, que no pasa nada. Si la flaca le rompía la columna íbamos a estar jodidos, pero yo ese día ya estaba un poco cansado, y lo más probable era que no pasara nada. La flaca se levanta, tiene una pollerita de jean gastado, se baja de unos zuecos con los que hace toc-toc contra el piso todo el día, los acomoda al lado del escritorio. Levanta el pie y tantea la espalda del flaco como si probara la temperatura del agua de una pileta, y se sube. Tiene los talones un poco sucios, percudidos, y las uñas pintadas de negro, la flaca desliza los pies sobre la espalda del flaco, le surfea los omóplatos y el pibe resopla, evidentemente quiere que lo caminen todo, la flaca se ríe y lo camina haciendo equilibrio, un par de huesos crujen y se acomodan, el flaco casi gime con la boca contra el suelo y alcanza a decir que ya no le duele tanto, se ríe un poco y los tres nos reímos mientras ella lo camina con una mano apoyada en el armario, y yo espero que no entre en ese momento ningún concejal ni ningún ciudadano de la nación.

miércoles, 27 de julio de 2011

María Eugenia Bielsa

Dijo María Eugenia Bielsa: que ella no está afiliada al PJ, que cree que como frente, pero aun más como movimiento, el peronismo tiene mayor potencialidad electoral que como partido. Que le pueden decir peronista o kirchnerista y que ella no se desvela por esas etiquetas, porque un movimiento como el peronismo está más allá de los personalismos. Algo parecido a lo que dijo Urtubey cuando reeligió en Salta. Dijo La Bielsa: que el peronismo provincial realizó un cronograma de internas muy positivo que permitió afrontar la elección general con unidad partidaria. Que ella pudo comprobar que los cuatro sectores que participaron en la primaria, tanto en los niveles dirigentes como militantes, trabajaron territorialmente para los candidatos del frente justicialista. Dijo que la boleta única fidelizó la relación individual del votante con el candidato, la estrechó de una manera compleja, y que los partidos políticos tendrán que readecuarse a este hecho. Dijo que el resultado de la elección no diagnostica la necesidad de una reconstrucción del peronismo local, porque no se destruyó nada, pero que sí es necesario redefinir el camino político. No pronunció la palabra liderazgo, pero la cosa andaba por ahí. Dijo MEB: que pese al proceso político-territorial de unificación del peronismo, en los días previos a la elección percibió que existía una porción del electorado que no estaba contenido por el trabajo militante, ni podía estarlo, que había un voto independiente (o desideologizado, agrego yo) que decidiría por fuera de las coagulaciones que pueden fijar la militancia y las estructuras partidarias, y que ese voto no estaba yendo al peronismo. Dijo que hubo muchos votantes que no encontraron en la boleta una cara con la que se sintieran identificados. Dijo que Rossi hizo una buena campaña, pero que él partía de una situación compleja porque su función de jefe de bloque parlamentario nacional lo asociaba a una conflictividad y combatividad lógica que deriva de ese rol legislativo, pero que esa impronta lo perjudicaba para postularse a un cargo ejecutivo. Dijo que evidentemente los votos del peronismo habían fugado a la candidatura de Miguel Del Sel. Dijo que su triunfo en la legislativa se pudo deber al hecho de que los santafesinos en ella veían una figura local y no nacional, una figura más identificada con la cotidianeidad provincial (“La” Bielsa). Dijo que quizás su triunfo en los territorios más humildes y postergados se relacione con un imaginario que la asocia a su época de vicegobernadora (y de concejala), cuando hubo una presencia concreta frente a problemas muy complejos como la inundación, y se puso el cuerpo desde la gestión provincial de aquel entonces. Decía MEB para explicar su nivel de voto en la interna: “Cuando uno territorializa el voto, por ejemplo en el caso claro de la ciudad de Rosario, en los barrios donde más sufrieron la pedrea, donde más sufrieron la inundación y donde más sufrieron la postergación de la gestión socialista en cuanto a la cooperación en términos de acciones concretas, nosotros hemos estado siempre acompañándolos. Hemos estado en cada una de esas situaciones, a veces pudiendo resolver íntegramente la cosa, otras veces resolviéndola a medias y otras acompañando y poniéndole el cuerpo claramente a una situación en donde nosotros sentíamos que teníamos responsabilidad por nuestra función de gobierno. Creo que la gente votó, y esto lo digo con mucho pudor y una sensación de deuda inmensa, que siempre estuvimos a su lado y haberlos acompañado a pesar de no haber conseguido resolver el problema. Por lo tanto creo que, al menos para los cargos legislativos, deberá repensarse todo lo referente a las campañas y los gastos de las mismas, porque la gente no valora lo que decimos en los últimos 60 días; valora lo que hemos hecho en los últimos 60 meses”. Dijo la ex vicegorbernadora que ni el 35% de ella ni el 22% de Rossi marcan supuestos pisos o techos electorales para la intención de voto de Cristina en la provincia, que los votos de Cristina hay que analizarlos de otra manera, en una lógica nacional, y que el peronismo santafesino tiene que armar una propuesta política que esté en sintonía con las políticas de gobierno nacional y que también atienda a la cuestión productiva de la provincia. Todo eso dijo María Eugenia Bielsa, la candidata ganadora del peronismo en las elecciones de Santa Fe.

lunes, 25 de julio de 2011

Modo a prueba de fallos

La imposibilidad de una reducción de daños razonable (el escenario santafesino a gobernador ya era complejo a partir de los pisos reales que fijaron las primarias) y la turgencia del voto Del Sel-Bielsa, obligaría al peronismo provincial a algunos replanteos estratégicos para ser alternativa de poder en el 2015. Esas estrategias hoy se ven incompatibles con el criterio de acumulación política cristinista, y Rossi quedó en el fuego cruzado que implica ser un candidato legitimado en internas pero que no llena el formulario de candidato ganador. Por eso siempre se habló de reducción de daños para salvaguardar el bilardismo electoral de Balcarce 50. El peronismo provincial unificado garpa el costo de una paradoja que se huele en el ambiente: el hecho complejo de que existe un consenso electoral nacional (cuya justa medida quedará blanqueada en las primarias del 14 de agosto) que se nutre de un fin de ciclo discursivo, una naftalina retórica que no alcanza a medir ciertas señales que va entregando el escenario político. Se comprende: el cristinismo todavía no tiene nitidez política, la presidenta no considera oportuno, todavía, elaborar un discurso para el futuro.

Las respuestas erráticas ante lo que representan Macri o Del Sel con sus éxitos electorales a cuestas, son el síntoma de esa caducidad discursiva que a veces parece nutrirse de los libros de historia. Una transfusión lánguida de palabras sepias. Piezas de museología. La incomprensión brutal de que el menemismo, además de muchas cosas, también fue una gloriosa revolución cultural.

Una hegemonía peronista tiene que cerrar esa brecha para poder gobernar en épocas de angostamiento distributivo. En esas épocas, también conviene establecer alianzas de gobierno con sustentabilidad política propia. Un desafío infinitamente mayor a no haber garantizado la fiscalización de un comicio.

Lo que no se puede negar es que los encadenamientos CABA, Santa Fe y Córdoba (si la reducción de daños no cumple con parámetros razonables, los razonables para un partido de gobierno, es decir, con los niveles mínimos de electorabilidad que un partido de gobierno como el PJ reclama) pueden generar un clima político para la primaria del 14 de agosto. Y recordemos que esa elección define los pisos reales, y según los que obtenga cada candidato, el perfil de la estrategia de campaña para octubre. No hay margen de error.

El voto cruzado existe, pero no debe ser una profesión de fe: es sólo un difuso y volátil dato objetivo que si se transforma en una diaria oración vespertina, pasa a formar parte del catálogo de argumentos para ornamentar la derrota.

Si la reducción de daños no adquiere un rango razonable en los distritos electorales más grandes que son hostiles al cristinismo, nuevamente la PBA aparece como la bestia negra que deberá esforzarse para aportar más del 20% de votos al PJ nacional. A esta altura, una tarea insalubre que no siempre es bien remunerada. Qué lejos que estuvieron las elecciones de la CABA y Santa Fe del discurso del poder. Qué lejos.

jueves, 21 de julio de 2011

El progresismo real de ciertas medidas concretas que el Estado decide sólo se verifica en las estructuras de financiamiento e inversión, en la ruta racional en la que acaban los presupuestos. En ese sentido, los números cepalinos documentan una realidad efectiva en las obras de saneamiento (tendido de red de agua potable y cloacas) que se hicieron en estos nueve años en el conurbano con dinero del gobierno nacional, y que Cristina recuerde esos números cuando le habla al país es algo positivo para mensurar en cuánto se elevó el piso de infraestructura básica en las zonas de mayor concentración poblacional. El saneamiento sanitario se pudo mejorar porque Aysa es estatal, y el camino de la inversión se ve allanado por esa absorción de costos que hace el Estado, pero que dada la estructura de esos mismos costos en el sector privado, acogota el margen de inversión en otros servicios básicos de los que hoy carecen amplios sectores pobres que no tienen ni siquiera el bálsamo de la tarifa subsidiada. Mientras los municipios se muevan bajo las previsiones establecidas por Planificación Federal (que tiene buen timming para asignar planes de obra, cumplir plazos, y bajar la guita), la progresión de las obras no está en riesgo (salvo casos puntuales de stand by en el Plan Federal de Vivienda) en esos rubros planificados, que básicamente se refieren a obras de infraestructura sanitaria largamente incumplidas por la eyectada Aguas Argentinas. Un caso emblemático es el de la planta purificadora de Berazategui, que se inauguró durante el gobierno de Cristina aunque debió estar terminada a fines de los ´90.

El problema surge cuando las obras no están previstas por el paraguas financiero de Nación, dejando al descubierto la inviabilidad presupuestaria de muchos municipios, pero también y por ese déficit, poniendo a prueba la calidad política de cada intendente para hacerse cargo de su propio quilombo. En el conurbano los tipos de intendentes no se dividen ya tanto entre los peronistas y los que no son, sino entre los que bonustrackean gestión y los que no. Gobernanza, o no. Justamente lo que pide el votante argento según el megacenso de la Vanderbilt (¿los políticos que quieren gobernar la nación, las provincias, y los municipios hicieron el análisis político de esa encuesta?), y que también va a fijar los pisos de electorabilidad venideros. Hacia el interior del PJ, se marca la línea de corte entre los barones aburguesados, cansados, daltónicos, y los que quieren recuperar montos coparticipables y atribuciones político-administrativas.

El tendido de red de gas natural no figura, por ahora, en la agenda de Planificación Federal, y como se viven tiempos de bilardismo electoral, el tema no va a ser tocado hasta dentro de un año. El sistema de subsidios es como la torre del Jenga: las maderitas de abajo no se pueden tocar sin que caiga todo, y a medida que se agregan maderitas arriba la torre oscila y se inestabiliza cada vez más. La metáfora del Jenga puede usarse para describir bastantes variables del modelo económico, pero en los servicios subsidiados lo que se ve es la desigualdad rampante que impacta en las áreas sensibles del poder adquisitivo, la sustentabilidad productiva y la distribución territorial-tributaria-social (Jujuy subsidia a la CABA y el área metropolitana, el pobrerío subsidia a la clase media alta, etc). A modo de parche y referencia, el gobierno nacional lanzó los planes “para todos” en carne, pescado y cerdo, y celebró acuerdos acotados de precios (el más efectivo es el que se firmó con CIARA para aceites comestibles) que no llegan a incidir en la tendencia del mercado. Una racionalización del subsidio para hacerlo menos regresivo significa meter mano en la economía, porque falta mucho para que la Argentina tenga una política de crédito medianamente amplificada y estable. El pueblo quiere menos capitalismo asistido, y que las inversiones de impacto social (político) concreto las haga el Estado por la vía rápida. Es realmente llamativo que Cristina prefiera subsidiar el precio de la garrafa de gas en un mercado riesgoso y esquivo (y sin infraestructura competitiva) antes que acordar el financiamiento de obra pública con el concesionario privado para realizar las obras del tendido de gas de red, que el costo de inversión lo garpe el Estado (que tiene divisas para meter, ahora que el stop and go es una lejanía) y no el asalariado que padece el recalentamiento del consumo en el mercado perro de la garrafa y mira a través del vidrio el consumo calificado de los hogares residenciales. Ante la demanda popular concreta, algunos intendentes comenzaron a bonustrackear gestión en este tema urgente y de irritante desigualdad social, para cubrir el hueco que dejan la Nación y la Provincia. Porque con el alumbrado, barrido y limpieza ya no se ganan elecciones en los municipios del conurbano. La gente entrega electorabilidad a cambio de gobernanza, en un electorado cuyo 70% no suscribe ya a identidades políticas firmes. Ya no se gana con la camiseta, o con la declamación verbal de pertenecer a un “proyecto”, aunque el peronismo siga siendo el garante más nítido, todavía, para administrar gestiva y territorialmente las tensiones entre el estado y el mercado. Los gobernantes que enlacen política y poder para un silencioso progresismo real de las acciones de financiamiento (frente a los declamadores profesionales de la indignación sobreactuada) son los que miran hacia la neodécada que viene. Creo para mí que 1,6 millones de hogares (hogares, no habitantes) sin gas natural de red en el conurbano es mucha gente, y lo cierto es que ni Nación ni Provincia tienen previsto poner un peso para extender la red. Justo cuando meter inversión en infraestructura de red para que los pobres accedan a la tarifas subsidiadas es lo más progresista que hay. Cuidar el poder adquisitivo de la gente, porque una hegemonía política sólo se construye con gobernanza, con bonustrackeo estatal, con la épica del financiamiento. No tanto con relatos y literatura. Los buenos políticos ya lo saben hace rato.

miércoles, 20 de julio de 2011

Cristina 5 Néstor

La obsesión del político es la logística. Las horas de esa escalada empresarial en el poder son la obra que el político cuida entre algodones. Gobernar es parte de esa escalada. Kirchner fue un gobernador feudal y a diferencia de Menem, un primus inter pares en la mesa de los empresarios. Un hombre de estado, y de empresa. Daniel Hadad, un periodista y un hombre de empresa. Esa dualidad común mostraba al empresariado nacional posible que germinaba tras la máquina a vapor del ex modelo de tipo de cambio competitivo con inclusión social en la época en que todavía se llenaba capacidad ociosa, los verdaderos años dorados de Kirchner (2003-2007) de agroindustria pura y dura, de reestructuración de deuda y de moratoria previsional.

Cuando lanzó a Boudou, Cristina narró a la renegociación de deuda como la medida base de la década kirchnerista que murió el 25/6/11. Lo mismo opina Daniel Hadad. C5N es el canal de noticias que mejor captura el sentido común social emergente de la estabilización kirchnerista de la economía. Nacido en la mitad de esa década forjada por agrodólares salidos a mansalva del surtidor comercial externo y de la temperatura cálida de la Bolsa de Chicago, C5N fue la gran inversión productiva con sustentabilidad logística que le permitía a Kirchner abandonar el matrimonio con Clarín con las garantías de neutralidad antitestimonial que un canal de noticias requiere para tener poder de fuego. Porque antes de la lluvia y de la sobresaturación empalagosa de “sentidos y representaciones” que llegaría al promediar la presidencia de Cristina, la idea de Kirchner era jugar sobre terreno seguro, explotar esos espacios comunes de empresa en los que Hadad (o Brito, o Franco Macri, o el viejo Blaquier, o Werthein)) no era una idiosincracia extraña, es decir, insertar política como un líquido que se distribuye y gotea al ritmo del pistoneo propio de la lógica empresarial que tienen todos los medios de comunicación. Por fuera de las coyunturas políticas y de las ocasionales mesas en las que se pronunciaba la frase-oferta “te compro todo” como contracara impiadosa y realista de la grasa teórica, C5N fue el gran canal kirchnerista de la vida cotidiana de esa mayoría silenciosa que le hizo clavar un 46% a Cristina en 2007. C5N es la transmisión de todos los discursos de Cristina en vivo, y a continuación y sin intermediaciones el informe del caos de tránsito, esos cortes de calle que tanto nos rompen las bolas a los votantes de Cristina en la nación, de Macri en la ciudad, y de Scioli en la provincia. Hay que ver con que muñeca C5N surfeó las escenas más álgidas de la batalla mediática y se apartó de la línea de fuego que terminaría condenando al oscurantismo binarista a varios. Podríamos decir que el lema de Hadad siempre ha sido: la línea editorial no será negociada, así como Kirchner no negociaba su línea política. El encanto de los discursos del poder: eso es lo que la sociedad espera de sus liderazgos.

C5N es un canal de mayorías que no se hunde en las ansiedades autodestructivas de TN y “los medios militantes”, y es el telón de fondo informativo-tecnológico del modelo petro-sojero con reparación social. Didáctica del touch screen, plasmismo, planos tipo dogma 95, estética de la digitalización: C5N es la infraestructura audiovisual del orden que instauró Kirchner, y de una época. Y esas zonas de intimidad político-empresaria que Kirchner transitaba y trabajaba con furia y con experiencia están reflejadas en esa frase casi familiar que tiró Hadad hace unos meses a modo de deseo: si Cristina se animara a ser en público como es en privado…

Quizás lo que más moleste de Daniel Hadad (el tipo que tiene la virtud de estar siempre “a tiro de Nextel” para la muchachada de la Rosada) es esa autoridad implícita que tiene, ahora, para narrar al cristinismo, para detallar “el juego de las diferencias”, frente a una cierta intelligenzia progrekirchnerista que se siente con derechos adquiridos sobre las teorías y los usos de los medios de comunicación, pero que al mismo tiempo no paró de comerse todos los amagues que Néstor tiraba y de sufrir el daltonismo político que los hunde (por cualquier boludez) en los sucesivos estados de euforia, decepción, negación, depresión, euforia…, y que no se bancan admitir con alegría que a muchas reuniones políticas Kirchner no iba con “los mejores cuadros”, sino con sus testaferros. Porque los discursos del poder son la esperanza de la Nación.

Pero lo que más nos gusta de C5N es que lo miramos cuando queremos ver la noticia en bruto, como miramos a la Selección por Telefé con Niembro-Closs porque queremos ver el partido tranquilo y sin pensar en que hay que realizar la operación ideológica forzada de darle rating a canal 7. Y ver a Eduardo Feinmann retomar la poética de Pasolini para cargarse a los adolescentes hiperpolitizados del Pellegrini que tienen tiempo libre y necesidades básicas satisfechas es vernos en el espejo del voto cruzado para la paz social, un voto a los Partidos Políticos del Orden. Por C5N desfilan la sobrina cheta de Daniel Osvaldo, Domínguez y su ser de luz, Elio Rossi y su mansa carnicería deportiva, una milf de perfil bajo y alta solvencia profesional como Débora Plager que nos recuerda a las chicas de las películas de Silvio Bandinelli, un Novaresio picante que gasta en vivo a Doris Capurro (la princesa del saraseo y el humo sobre el agua) cuando le pregunta si ahora las encuestas tienen un margen de error de +20% o -20%, y que tiene a la gran Paola Juárez y su estilo minimalista para desplegar la crónica carveriana de la rosca con la sabiduría que surge de conocer bien el backstage diario de la política, de tener buenos teléfonos y lograr buena data. Paola es una de las pocas periodistas políticas que hace sonar en sus labios el sintagma “costo político” a la hora del análisis (¿alguna vez viste a uno de páginadoce hablar de “costo político”? y ese realismo árido nos copa mucho, por eso nos gusta C5N, y Política en vivo es mi programa favorito. Y mientras esperamos que llegue el 14 de agosto que va a fijar los pisos reales, nos preguntamos cómo va a construir Cristina el consenso político que le falta al consenso electoral que tiene.

viernes, 15 de julio de 2011

"Pero Macri, cabe aclarar, no solo es exitoso porque juega una estrategia ganadora y porque es capaz de sostenerla en todo momento. Ser un winner electoral requiere un talento y cualidades personales poco frecuentes, que la mayoría de los políticos no poseen. Son contados con las manos aquellos capaces de mantener popularidad y poder electoral propios, con independencia de las condiciones cambiantes. En ese sentido, Macri pertenece a un cuadro en el que también forman otros ganadores electorales natos como Daniel Scioli, Carlos Reutemann o Sergio Massa. Lo que lo diferencia de ellos es su impermeabilidad al peronismo, que lo mantiene confinado a la Capital."

lunes, 11 de julio de 2011

Hace una semana un familiar me preguntó por la elección citadina, que cómo veía las encuestas. Yo dije que no sabía, que las encuestas estaban todas operadas, que ya era joda. Para mí gana Macri por afano, le dije. Este familiar le tenía mucha fe a Solanas, no puede ser que se caiga tanto, Luciano, me dice. Sí puede ser, le digo, porque el electorado se colocó en situación de voto a intendente y la mitad del voto de Solanas pasó todo a Macri.Y la cortamos ahí, porque yo quería ver Río Bravo. Howard Hawks es un director que me gusta mucho.

De este lado del riachuelo, la ciudad es vista como un distrito menor. No creemos en la centralidad política nacional de lo que pase políticamente en la ciudad. No nos gusta que de una elección a intendente se haga un melodrama o un grito de alcorta. De este lado del riachuelo creemos que hay 364 días de pedaleo para ganarse el manguito, entre la lona y la oxigenación, y un día se vota. El día que se vota, solemos preferir al partido de gobierno, o aquel que garantice un orden para lidiar con algunas garantías en este bazar urbano hecho de instituciones deshilachadas y mercado. Nos gustaría que ese partido al que votamos se ocupe de saldar en algo el problema de la justicia social, pero casi nunca pasa, aunque estamos perfectamente esclarecidos de que si agarran la manija otros, seguro que nos va peor. No nos gusta mucho la palabra “modelo” o “proyecto”, nos suelen atraer más las medidas concretas. No sabemos cuantos libros escribió Torcuato di Tella, ni tenemos que acudir al coeficiente Gini para termometrar lo que le pasa a la gente. No nos parece que Scioli o Massa sean de derecha, y tampoco Cristina nos parece progresista.

Indignarse es un acto de escapismo, un houdini consignista que la política y la militancia no toleran. Acá hubo kirchneristas de lujo que se indignaron porque la negrada del 2º cordón votó al colorado De Narváez en 2009 para ganarle a NK, y hablaron de un término atrasado: la derecha. Hoy veo kirchneristas con paladar de ébano que predican un populismo de salón, muy mal entendido, para verduguear a una mayoría popular que votó a Macri.

Ganó Macri porque Filmus asumió como propia la gramática psicobolche que terminó de fracturar la tentativa de alumbrar alguna delgada línea entre el peronismo porteño y la conducción presupuestaria del Estado. Macri concretó la medida progresista que reclamaban los asalariados capitalinos: tener una policía distrital. Lo que diez años de centroizquierda gubernamental había evadido con todo tipo de mashupeos discursivos originados en el culpabilismo ideológico. Diez años que sedimentaron el erial administrativo hacia los 200 cuerpos “matados por la corrupción” y al defaulteo punteril en la toma del Indoamericano. En ese sentido el filmusismo siempre fue un ibarrismo y avivó continuidades allí donde se necesitaban las rupturas para cualquier hegemonía que quisiera desbancar a Macri. Quizá sin proponérselo, Filmus se fue declarando heredero forzoso de aquella década “anterior a la derecha”, sin comprender que ahí no había un clivaje que recomponer, sino barajar y dar de nuevo. El peronismo porteño kirchnerista pensó que había que llenarle el tanque a un consolidado progresista que sería la base de acumulación política hacia el manantial nacional y popular. Después de los resultados mellizos de las elecciones ejecutivas de 2007 y 2011, esa concepción saltó por los aires. Algunos reflexivos ya empiezan a decir, con remarcable lucidez, que el progresismo ya fue, hace mucho. Ahora le tienen que avisar a los dirigentes. La década progresista terminó por inmunizar a Macri como el hombre de Estado posible y razonable para la ciudad de la robustez impositiva por otros diez años propios. Es duro, pero es la realidad sobre la que se debe evaluar una construcción política que quiera gobernar la ciudad, y no sólo pajearse con “la batalla cultural”. Macri, votado en masa por el neoconurbano sur, para ridiculizar aquel cantito mesozoico que lo bestializaba bajo la rima facilonga entre “basura” y “dictadura”, ese cantito vacacional que corean los niños de clase media que tienen tristeza y sobrepolitización, ese cantito que lava y autorregula las culpas heredadas de un nostalgismo mercantil, pero que no reverbera en el cemento que trajinan los que buscan el pan en el tumulto diario de la democracia de mercado.

Cositas de la elección: la estrategia electoral de Durán Barba fue impecable, la del filmusismo, inexistente. El killer ecuatoriano planificó la masacre leyendo con mucha claridad la magnitud del voto cruzado Cristina-Macri, mientras Filmus iba a los programas a contestar sobre Schocklender. Macri inauguró el metrobús y Filmus hablaba del “rol del Estado”, parecía que el diccionario flacsista se le había venido encima y lo hundía en el pantano del saraseo. El voto Cristina-Macri perjudica a candidatos ideológicos y sin el perfil atrapatodo clásico peronista como Filmus o Rossi (que deberá armar una estrategia para sortear el voto cruzado Cristina-Binner y evitar fugas a la candidatura de perfil peronista de Miguel Del Sel), pero el dedazo que ungió a Filmus nos acerca al tema tabú del año (que ya he charlado con algunos blogueros peronistas off the record): el cristinismo eligió, por lo menos de acá a las presidenciales, establecer un criterio de acumulación política superestructural en el que los convalecientes o minusválidos electorales son tirados por la borda para aliviar la carga de la lancha que lleva a Cristina hasta octubre. Esta acumulación tiene un patrón estético que no es definible ideológicamente todavía, pero que está claramente legitimada por el consenso electoral del que parece gozar Cristina, y que busca reordenar los espacios de poder hacia el interior del peronismo realmente existente, pero (y esta es la novedad) poniendo en riesgo la sustentabilidad que una hegemonía requiere para generar un nuevo consenso político (que Cristina deberá construir para su gobierno). Esta paradoja es la que genera el malestar en el Partido Justicialista, y las imprevisibles consecuencias que ese criterio de acumulación generaría paulatinamente en los complejos dispositivos de gobernabilidad en una temporada de angostamiento distributivo. Recordemos que esa acumulación “por arriba” eligieron el macrismo y el kirchnerismo porteño, y no hubo interfase que amortiguara lo del Indoamericano. Tras bastidores, el llano: a los ojos del electorado citadino, estatalmente Filmus no garantizó más que Macri. Filmus no logra transmitir más gobernanza que un tipo tagueado como antipolítico. De la nación, ya reciben lo que quieren: tarifas de servicios públicos hipersubsidiadas para la clase media y media alta.

miércoles, 29 de junio de 2011

Harder better faster stronger

Y sí, fue un cierre de listas a todo culo, con mucho hematoma y mucha bandera blanca forzada. Nada nuevo bajo el sol, pero con una progresión que en la PBA puede ser explicada así: Menem dejaba que la provincia armara las listas, Kirchner armaba la de diputados nacionales, y Cristina-Zanini arman la lista nacional y las seccionales provinciales. Es decir, nada que no pueda ser narrado en un párrafo, pero que al parecer los medios gráficos hegemónicos y los del alternativismo militante nos necesitaron contar en insufribles artículos de una página, y en algunos casos destilando una prosa con olor a consolador argumental que mata, una fábula para chicos que a los que estamos en política hace rato nos causa, como mínimo, mucha gracia. Los rostros dostoievskianos en el piso 19 del Bapro existieron, pero lo que aquella progresión pueda representar para el peronismo bonaerense no modifica lo que aparece pendiente hace mucho: la revisión de una estrategia política del peronismo partidario mientras sea a la vez partido de gobierno. Que esto se haga o no en el mediano plazo, no altera la gobernabilidad, ni el encolumne de cara a agosto y octubre, ni la centralidad política de la agenda gestiva para los cuatro años ahora sí claramente cristinistas.

Últimamente me estoy acostando temprano, y dejo la lectura de los diarios para el otro día, dejo que el diario sea un pasado leve. Hay días que no leo el diario, porque con youtube alcanza y sobra. Uno se puede ir con youtube a una isla desierta. El problema es que la realidad política de este tiempo muerto preelectoral es leída progresiva y casi estrictamente a través del vidrio opaco de los medios, del espadeo vendehumista del editorialismo frenético (desde todos los wines, eh), y la lógica escriba-periodística se impone a la lógica política, abaratando el debate. Cuando alguien se me acerca sobreexcitado y me pregunta si leí lo que escribió Pagni, JMS, HV o Wainfeld, suelo contestar que no, que a mí me gusta la política. Quizá el corolario menos favorable de la “batalla cultural” es la nítida consolidación del pablollontismo como fase superior del lanatismo. Es decir, la construcción de un tinglado esquizo de conspiretas para el fogoneo de las profecías autocumplidas como forma perversa de leer la política. En realidad, no hay nada más lejano de la política. Nada más lejano de lo que se necesita pensar para una neohegemonía plenamente árida, que no puede repolitizarse más. Hay más lógica política en Cosecha Roja que en Clarín o páginadoce, y si sos paja como yo y no te gusta leer, te clavás The Wire y listo. Más política que ahí, no hay. Más agenda que la que requiere este cada vez más complejo mix entre democracia, instituciones y mercado, no hay. La política peronista empieza a trabajar sobre terrenos amesetados, sobre un empleo privado calificado formal que se parece mucho a una esponja llena de agua, sobre una política social paliativa que ya no tendrá rasgos inerciales. Si política y “batalla cultural” ya no son conceptos complementarios sino levemente antagónicos, la antipolítica ya no es lo que fue durante la década kirchnerista (esa década nestorista que acaba de morir luego del cierre de listas del sábado), la antipolítica ahora es otra cosa, pero no vamos a tirar hipótesis todavía, todavía no tengo timming para hablar de eso, dejemos que pasen algunos adelantos electorales y vemos, vamos ajustando los tiros para que no nos pase lo de las hermanas Williams en el césped londinense. Hoy el negro Tsonga vino de atrás y se cargó a Federer en cinco y esto nos da tristeza porque confirmamos que el gran Roger ya no volverá a ser número uno jamás. Si el cristinismo es alguna clase de neoperonismo blanco sin mayores precisiones, la elección de Boudou confirma la neoépoca. Boudou puede hablar con todos y de cualquier cosa, y además puede explicar cualquier cosa. Boudou es el dato de una nueva pragmática peronista. Cualquier otra definición que se quiera hacer del tipo ahora está de más, es inconducente. La elección del converso del cema es la metáfora compleja del trayecto peronista (menemismo-kirchnerismo-cristinismo-…) y es, paradójicamente, lo que muchos nunca quisieron que el peronismo fuera (las famosas “desviaciones”- ¿pero respecto de qué?) pero que fue. La equivalencia que se quiere hacer entre Boudou y la juventud kirchnerista es errada. Boudou es algo más complejo, otro adn, porque Amado es la potencialidad de situar el boudismo, en cualquier tiempo y espacio.

miércoles, 8 de junio de 2011

El oro que no reluce


“Fue un intento de golpe de estado y como tal ha sido tratado sin ninguna posibilidad de diálogo ni de parlamento. Se acabaron los carapintadas y toda esa payasada que tanto mal le hizo al país. Las sanciones serán lo más enérgicas posibles. Yo ya les había advertido a estos fascinerosos que ya no estaba Raúl Alfonsín, sino Carlos Menem, que es muy distinto.” (3 de diciembre de 1990)

Hay que leer desde ahí para que los datos duros de la década kirchnerista se solidifiquen como algo más que la disputa cultural (la neurosis) entre elites ilustradas. Si hay algo que no está presente en esa disputa son los derivados de la AUH, y sí las teorías circulares que Heriberto Muraro presentaba sobre el paño en los ´70. Hay aspectos del debate político-intelectual que atrasan, que no tienen mucho que decirle al fin de una hegemonía que hay que enlazar con otra: nadie de la política puede pensar que los próximos diez años van a ser como los diez últimos. Ningún hombre político piensa eso ahora. Es ahí cuando el aspecto rupturista de la vulgata kirchnerista se debilita al no poder aceptar al menemismo como capítulo complejo de la conquista democrática. Pero esa idea de “a los ´90, ni justicia” no es de Cristina muñequeando desde Olivos, resguardando la inercia hasta octubre. Ese nunca va a ser el problema de un hombre político. El problema actual para algunas minorías culturales que quieren marcar agenda política es (además del paso del tiempo) que si no reinterpretan al menemismo, el kirchnerismo va a chocar la calesita de su propio “relato”, y lo que quede en la superficie será una cosmovisión frepaso-lanatista balbuceante, inofensiva y fuertemente estigmatizante de lo que fue la relación entre el Estado y la economía desde 1989 hasta hoy. Y si esta larga etapa no puede ser leída (como dicen los compañeros Santiago Llach y Carlos Corach) como una constelación realista de continuidades entre menemismo y kirchnerismo para fraguar el orden democrático al estilo peronista según los reclamos de cada época, difícilmente se pueda leer el pedido social para la década entrante.

Menem, el padre realpolítico de la democracia, el que mató al partido militar, el que se bancó una hiperinflación y un par de corridas cambiarias con paz social, el que para una mayoría popular fue la representación de la estabilidad económica en un país que no podía ponerle el ancla al poder adquisitivo (un no país). Menem cerró (y los efectos sociales habrá que juzgarlos secundariamente) dos frentes que habían hundido cualquier básica noción comunitaria: el hiperinflacionario y el militar. No se trata de un panegírico, sino de no convalidar la historia oficial que vive fustigando la forma peronista de conducir el Estado. A little respect to Carlos, y a los que gestaron hegemonías populares con los márgenes que los predominios económicos mundiales permitían (¿cuándo fue de otra manera?). Menem y Kirchner hicieron lo mismo: reconstruir poder político para forjar el decisionismo estatal, y templar la economía. Ofrecer un bálsamo económico para una mayoría silenciosa, en épocas económicas diferentes. Derrame, distribución del ingreso, llamalo como quieras, no tengo prejuicios gramaticales. Dice Gonzalo: esa mayoría silenciosa procesó y digirió la década menemista hace mucho. Y yo agrego: y de modo mucho menos traumático que minorías que siguen cacareando y a las que no les fue (económica y editorialmente hablando) tan mal en esa “década infame”.

Y hay algo más: para el peronismo militante juvenil, repensar el menemismo es la condición de supervivencia de una postura política peronista que en esta década se identificó con Kirchner, y que quiera trascender autónomamente cuando en las boletas el apellido Kirchner ya no figure. Por eso muchos militantes rasos de La Cámpora o la JP Evita se hacen la pregunta por Menem: ¿qué hacemos con el Turco? Hay una percepción que flota: que hay una cantata deshilachada que ya no puede explicar la década política que arranca el 10 de diciembre de 2011, ni se acomoda a las nacientes expectativas mayoritarias, y que ya no es un relato práctico para la pragmática peronista que se viene. La pregunta por Menem ordena, acomoda. Con una década kirchnerista en el lomo, ya hay cosas que con el melodrama neoliberal no se pueden explicar, porque lamentablemente la sociedad no se conmueve tanto con la historia oficial: no es ni bueno ni malo, es tan sólo la realidad sobre la que el peronismo deberá actuar para constituir una hegemonía eficaz, y que en honor a los tremendos términos del intercambio, le va a pedir a los políticos algo que ni Menem ni Kirchner pudieron lograr: que el grifo estatal y el modelo económico abastezcan al pobrerío nacional y al monotributismo precarizado, en una etapa de angostamiento distributivo. Ampliar capacidad instalada para aumentar la inversión, aunque suene un poco menemista.

Hay algo peor que hacerle el juego a la derecha: hacerle el juego al óxido frepaso-lanatista. Hay un momento en el que el militante peronista-kirchnerista debe dejar de sentir culpa (porque la mayoría silenciosa que avaló los dos peronismos, nunca la sintió): cuando progresista o derechamente comparan a Kirchner con Menem. Políticos profesionales como Pichetto o Aníbal F. han preferido una desprejuiciada objetividad: Menem es un hombre de Estado. Punto. Habrá que prescindir de cierto folklore avejentado: dejar de decir Méndez, M***m, dejar de hablar de “genocidio económico” o de menemato (como si no hubiera habido consenso democrático), habrá que decir que Pizza con champán fue un librito tremendamente gorila y racista, habrá que reconocer que Menem permitió que se hicieran los juicios por apropiación de bebés, que la masa técnica cavallista sirvió como amortiguador (para) estatal contra los corporativismos que minaban la más básica capacidad administrativa de un Estado exangüe y que al menos pudo empezar a cobrar impuestos para no ponerse la economía de gorro, que hubo un consejo nacional de la mujer montonero que funcionaba bien, que Menem y Kirchner le dieron estabilidad a la economía. Que Menem terminó con el golpe de estado, y Kirchner con el de mercado. ¿Con qué va a terminar el peronismo en este nuevo ciclo?