domingo, 19 de diciembre de 2010

Carlitos Bettini Extended Mix

Hay una obsesión que no descansa sobre los certificados (papeles cuyo verismo lo firma el Estado) que le dan entidad a una summa política. Ya hay una década kirchnerista que luego de 2011 se heredará a sí misma. ¿Qué causa popular se le creará a ese camino que tendrá como espejo retrovisor a una neodécada a la que todavía no se ajustaron ninguno de los discursos políticos que hoy fatigan y hartan a los desideologizados que constituyen mayorías electorales?

Es sobre esta pregunta guacha (huérfana) donde se refleja la molestia del gobierno. Cuando se nota el descalce entre lo que se representó en tiempos de fortaleza hegemónica, y esta realidad novata que devuelve la imagen percudida de los claroscuros inherentes a un tiempo que pasa. Cuando el lubricante ideológico se gasta porque ya no explica lo que es(t)a neodécada va a dejar. Es decir: siempre se supuso que desde el ´83, la década anterior era peor. Y si ahora esto no es tan claro, no pensemos que las complejas valoraciones de la sociedad sean las opuestas a aquella tradición, tan sólo porque nosotros creamos que fuimos los mejores. No es una revelación: el que se sorprenda de esto, es un gil que se sometió voluntariamente a comerse todos los amagues, alguien que desconoció la admonición sanfilippista. Poca gente.

No es un buen momento para que la presidenta se debata entre el espasmo “de lo que fuimos” y la sensatez de “lo que debemos ser”. No es el momento de explicar quilombos sociales que no han perdido arraigo pese a las ventajas en los términos del intercambio como meras casualidades originadas en el fogoneo conspirativo. Al mediodía en José C. Paz, con esas fibras textiles negras que te deben acalorar mucho el cuerpo (el sol húmedo) decís una cosa, y cuando lo que quema en la noche es el balance decembrista que cuece el mezcladito lumpen del AMBA, cerrás el acuerdo de desactivación que pedían los intendentes del conurbano para salvaguardar los territorios de un verano violento. Para que la bomba de la neodécada no estalle. Lo que hubiera pedido cualquier tipo que tiene que sostener algún pedazo de Estado en el país socialmente precario.

Pero ese acuerdo (con restricciones duras, firmado con la pluma del miedo) imperativo ante el dominó de tomas, no tiene mayor viabilidad a mediano plazo. La toma de tierras es el sucedáneo del derecho a la vivienda desde mediados de los ´80. Lo hallado a mano ante el Estado taciturno. Mero acuerdo de descompresión para que Cristina y Macri alcancen el empate técnico en este surfeo de la coyuntura que ya va expresando los efectos desagradables de la neodécada. En este entrevero cupular que quiso narrarse como “dos modos de pensar el país” (y que costó 40 palos salidos de las arcas del monotributismo nacional), la pasada ideológica (ese costadito leve del tema) la ganó Macri por puntos, casi por la inercia que lleva ese consenso complejo que se teje en capas populares frente a discursos políticos que saltean temas (yo este tema no lo toco porque me molesta) y ante un Estado operativamente desbordado. La fallida lectura que se hizo de los hechos de Soldati explicados casi exclusivamente desde la xenofobia, contribuyen a la consolidación de ese consenso complejo. Cristina lo supo (y lo sufrió) en la noche postrera de la firma del acuerdo: creo que en este mes y pico sin Néstor, esa noche fue donde se habrá sentido más sola.

(No sabemos por qué Nilda Garré no baja a Lugano a desactivar. Meter la caripela para que los vecinos por lo menos dejen de gritarle a la flama televisiva ese Cristina hija de puta tan poco propicio. Para que la patología autista no sea percibida como marca en el orillo. Para demostrar que no le tienen miedo a un mano a mano verbal con la clase media baja de un barrio del sur. Mientras tanto, el seisieteochismo social se acuclillaba en la plaza de mayo para darse un duchazo nacionalista-revisionista en pantalla gigante. Es conmovedor ver cómo se dan con el inflador anímico, cómo tratan de creerse que en esos eventos módicos le están poniendo los ladrillos cruciales a la patria liberada. No ayudan a Cristina, pero ellos creen que son actores centrales de nuestro tiempo. No se dan cuenta de que lo único que expresan es un síndrome de la decadencia. También muy poco propicio.)

Como vemos, la desestabilización es el sueño húmedo de los que no se atreven a entrar a la última piecita del Estado, de ese modesto inconsciente colectivo que sueña con ser eyectado cuando la primera de las cosas que haga, no le salga. Manías de minoría intensa. Esa minoría que no ayuda, como habrá pensado Cristina mientras se firmaba el acuerdo. Esa minoría a la que dimos tanto, y que tan poco retribuye en términos de eficacia política.

Analizar este quilombo desde el prisma racial es una señora gorda que toma el té y dice “¡Qué barbaridad!” y listo. Indignación impostada. Verso inconducente. Progresía de salón. Pero, a ver, tensemos esa cuerda con la que juguetea el plateísmo politológico y extendamos el campo de batalla democrático, entremos en las aguas turbulentas de un plebiscito nacional y popular, con el territorio argentino como distrito único, una gran fiesta de la democracia, señores, en la que se ponga a consideración la política migratoria, los requisitos de la ley de ciudadanía y naturalización. Yo no quisiera saber los resultados, y me cuidaría mucho de que fuera una materia vinculante. ¿Qué hacemos con esa mayoría popular facha? ¿La subimos a un avión y …? ¿Los metemos presos en las mazmorras del Inadi?

La cosa es más compleja. Detrás de esto hay un consenso complejo, microdiscursos y microrrealidades. Si ese consenso no es abordado desde la política con respuestas concretas, ese consenso se termina comiendo a la política. Cristina lo padeció al cerrar este paquete con Macri. Macri, que hace dos días que está en política. Macri, loco.

Mientras la asistencia social la financie casi exclusivamente la categoría B del monotributismo (las dos caras de la moneda pobrerista, vecinos contra villeros), esta brecha social y cultural se va a ampliar. Peligrosamente. Irreversiblemente. Sin vivienda popular y sin crédito hipotecario no hay paz social. ¿Por qué no subsidiamos un poquito a los que nos traen los votos?

La neodécada está empezando a regurgitar efectos que antes estaban escondidos tras el biombo de la declamación. Ahora se necesitan políticas que admitan alguna dosis de largoplacismo si queremos mejorar en el empleo y la asistencia social; el volantazo no alcanza. Cristina tiene que hacer un trasvasamiento discursivo: encontrar la causa popular que saldrá de las cenizas de la neodécada. Quizás es pedir demasiado. Es lo que va a pedir mucha gente cuando esas telas negras que le cubren el cuerpo conmuevan menos. Yo creo que el esfuerzo que está haciendo Cristina para lograr esto es tremendo. Se nota. Cristina está perfectamente esclarecida de que necesita materializar una transición hacia 2011-2015. Sabe que los demás (la gilada) pueden estar diciendo todo el tiempo lo mismo, pero ella no. Porque cuando gobernás, la que estás sentada en el sillón de Rivadavia sos vos sola. Cristina necesita a alguien que le agregue dimensión intelectual al gobierno para sostener y blindar la línea de flotación; alguien de quien no deba recibir reportes ni a quién dar órdenes. Alguien que sea del palo, pero no de la familia. Un imposible. Marche un Tom Hagen para Cristina.

martes, 14 de diciembre de 2010

Mono Cromo

Está pesada la calle. Verbalmente. Aprieta. Se dicen palabras que repican contra los cordones que sellan el pavimento. Pueden ser los ramalazos del calor, o las fauces del conato navideño, el licuadito monetario, o la gráfica del Alto Palermo que nos presenta a Kim Basinger. La paz social del shopping, algo para valorar, aunque no alcanza.

 

Ha pasado otras veces. Hay huellas que se repiten en todos los ciclos políticos: con el crepúsculo viene el cansancio. La distracción. Un vaso que se nos cae de las manos, se rompe y no sabemos como. El accidente. La falta de timming. No se ganan las divididas. En tenis (el deporte más bello y más ingrato del mundo) es cuando no te corre la bola, perdés aceleración, se comienza a reiterar el grafitazo. Eso que nos fastidia cuando vemos que Federer empieza a enganchar con el revés, cada dos bolas una afuera. En el tenis, eso te puede hacer perder el partido. En política, perdés poder.

 

Nadie dijo que 2011 sería un año de transito rápido. Todos los que hacen análisis político saben que con los últimos días de enero se termina el boom estival, y también, el período de inmunidad por viudez. Y créanme, chicos, que Cristina no va sostener el viento de cola político creando el Ministerio para la Liberación, o la Secretaría para la Redistribución del Ingreso. Digo esto porque veo mucha indignación impostada. Mucho estómago sensible, mucha náusea intelectual ante el furibundo avance en oleadas de la realpolitik. Muchos que amenazan encadenarse a su ego, porque, no sé, porque Cristina unió su voz a la de Reutemann a través de una línea telefónica. Muchos que amenazan con cercenarse las venas si no “se profundiza el modelo”. Cercenatelás, macho. 2011 es bilardismo decisorio puro y duro.

 

Es lo que hay: punteros del progresismo kirchnerista, de la banda de Filmus, que no saben cómo se hace una toma de tierras. Y del otro lado, el barrabravismo municipal punterista de la banda de Macri, que no sabe como carajo hacer la contención inicial, la más importante para evitar el desborde. De ahí para arriba, asistimos al bazar amateurista de funcionarios autistas que sólo atinan a reducir el margen de costo político a pagar, y que así consideran que se lo endosan al otro. Lo que pasó en Soldati, sólo podía pasar en la Ciudad. Y así fue.

Porque, ¿sabés cuantas tomas de tierras se hacen por día en el país? Muchas, porque la cuestión de la vivienda en la Argentina es un drama, y no sólo para la negrada. Salvo que creamos que la mayoría de los que habitan “el campo popular” ganan las 9 o 10 luquitas que te permitan ir con un tubito de oxígeno al crédito hipotecario. El otro día hablaba con un guacho que fue empleado bancario, un compañero que aguantó los trapos en el pintoresco Banade, un cumpita que le tiraba bolitas de acero a la montada en el marchón de la multipartidaria contra la dictadura, el ´82, y me decía, nene, Lucianito querido, ahora son todos chantas, que verso ese de hacer una marchita pedorra bajo el trademark “el hambre es un crimen” u otras boludeces, acá hay que marchar por cosas concretas: pedir por la tasa de interés, loco, y se termina la inflación, esta pendejada kirchnerista boludea mucho, la épica que tienen que pedir es contra el spread bancario, los bancos la siguen juntando en pala y no hay crédito para comprar el rancho propio, acá el único que dio a tasa baja y para todos, vos lo sabés, nene, fue Perón.

 

Está dicho: los punteros de hoy no son los de antes, y menos en la CABA. Porque si bien no hay un manual de instrucciones, todos sabemos cómo se debe hacer una toma de tierras, porque una toma nunca es espontánea, no es el mito del pueblo que cincela su liberación desde el fondo de la historia. A la gente hay que cebarla y organizarla. El primer contingente que entra a la ocupación es clave. Y acá la banda filmusiana hizo todo mal.

 

Genealogía de una ocupación de tierras en el Conurbano: podríamos dar clases, montar una consultora política ¿no? y que toda esta truchada militante aprenda un poquito, con una premisa básica: no te cagués en la gente que llevás a ocupar. Un puntero retirado, un compañero avejentado por los rebencazos de la vida, me decía que la toma se charla con el Estado: se toman tierras fiscales, no terrenos privados o en uso. Se toman tierras abandonadas porque a una situación conflictiva como la ocupación, no se le pueden agregar conflictos aledaños. Pero claro, este anciano puntero había estudiado el tema, se asesoraba, racionalizaba la acción que iba a realizar, y además de todo eso, leía a Perón. Porque ahí está todo. Es un salmo: no causes un conflicto que no puedas encauzar, porque el desborde será castigado. Lo tenían tatuado en la mente.

Se toman tierras fiscales, para después facilitar la compra del Estado y la posterior adjudicación y escrituración. Los punteros que comandaron la toma deberían saber que un parque público no puede ser loteado, que de ahí los van a sacar. En el Conurbano las tierras tomadas son las que se van entregar, porque hay que pensar un poquito loco: una toma se dialoga con el Estado, no se hace de prepo. En el Conurbano, mientras la ocupación se hace, ya está bajando el Municipio al lugar, meten el trailer sanitario, llevan bolsas de morfi, y se empieza a censar. Después cae Viales  o los Argentina Trabaja y hacen la nivelación del terreno, se va ordenando el quilombo. Una toma de tierras siempre va negociada, no es una lucha de clases. La base de todo eso es tomar un territorio tomable, porque sino va a haber goma. Como hubo. Porque te digo, acá en el conurba, yo me acuerdo de tomas mal hechas (pocas): una vez se quisieron meter a un terreno baldío de varias hectáreas perimetrado que rodeaba a unos monoblocks, y los sacaron cagando todos los vecinos. Era una risa, los negros saltando la reja y no les daban las patas para correr, y lo vecinos (tan negros como ellos) los corrían de caño, tiraban al cielo al grito de vayan a laburar, hijos de puta.

Lo veíamos por tele al gorrita que punterea para Filmus meta que Macri esto, Macri lo otro, y el puntero anciano me miraba y hacía gestos con la cara, parecidos a los que hacía Olmedo cuando frenaba el sketch y miraba a cámara, sacaba los dientes superiores para apretarlos contra el labio inferior y ampliaba los ojos para que se viera la mayor blancura del globo. Que la politiquería la haga Filmus, me decía, este pibe tiene que hablar de la toma, dar tranquilidad y hablar del acceso a la vivienda, contar como vive esa gente; este pibe es responsable por la gente y ya tiene tres muertos, no por los políticos. Pero eso lo están haciendo Canal 26 y Crónica, le digo y me dice sí, sí y nos reímos. “Si sos responsable político frente a la gente que llevás, tenés que saber también que Macri no usa toda la capacidad instalada del Estado, porque no quiere y porque no sabe. Y vos le tenés que cuidar el culo a tu gente.”

 

Evaluación de costos políticos: Macri seguro, pero también el gobierno nacional, porque retrasó la entrada en escena para ver si podía sacarle jugo a las piedras, y en el interín hubo tres fiambres. Cristina venía bien con el pacto social, pero esto no ayuda. El gobierno nacional tiene más que perder que Macri, porque, aunque sea de un patetismo político lamentable, Macri se aferra discursivamente a ese 35% de electorado cautivo. Por eso Macri va a ganar las comunales, y porque después de 10 años de progresismo partidario gobernando, tiene hándicap para ir por 10 años propios. Pero el gobierno nacional demoró su entrada y garpó. Garpó, loco.

 

Ahora se escucha alto chamuyo, oriundo de la factoría progre. A esta izquierda cultural que banca al gobierno, y lo hace mal, habrá que decirle que si quieren conspiraciones de alta gama que vayan a ver Ghostwriter, la última de Polanski. Quieren vivir el sueño de los justos, y ahora están deprimidos porque palmó Néstor, porque Cristina “se derechizó”. Yo creo que Cristina hace bien en regalarles estatuitas de la pirámide de mayo para entretenerlos, de organizarles festivales con los fósiles musicales de la primavera alfonsinista y con esa mentira bienpensante del hermanismo latinoamericano que es Calle 13. Ellos necesitan mantener el reconocimiento neurótico y el ego en alto, y está muy bien. Yo prefería que no contraten a ninguno de esos muertos, y le pusieran una suculenta tarasca a McCartney. Macca en la 9 de julio. Eso es nacanpopismo.

 

Alto chamuyo para apelar al chingui-chingui de la desestabilización, Duhalde. Y la verdad es que invocar este argumento de Duhalde (tenga o no verosimilitud) significa que estás cagado. Que se te escapó un poquito y lo tenés en el calzón. Es muestra de debilidad, imperdonable electoralmente. De miedo, de desconcertación. Es autismo velado, es atajo politiquero. Es apartase del timming que requiere una lectura callejera. El golpismo duhaldista es la vedette conceptual de la progresía, de los radicales; nosotros no, eh. Un gobierno peronista se la tiene que bancar, y no llorar porque le pegan. Que pasa, qué pasa, que está lleno de maricones el gobierno popular. Así no ayudan a Cristina. Lo imperdonable no es que Aníbal y Alak avalen la desmesura federica, lo imperdonable es que dos mazorqueros con palmarés y prontuario, dos tipos todoterreno, hablen de la conspiración duhaldista, del drama clientelar y de la xenofobia para despegar del quilombo al gobierno, con el mismo amateurismo que sólo puede encontrarse en el exangüe panel de 678. Este hecho los condena a la tacha de infamia: Aníbal está muy jugado, perdió tiempismo, está cansado, ya está. Con argumentos de llorón radical no, no se puede.

Porque lloran. Una vez hubo inundaciones, sacaron a los funcionarios a la calle, a colaborar con la evacuación. Un radical, un cuello duro que cortaba el bacalao en Ceremonial, no quería ir. Tenía miedo, decía. Tenía que subirse a un colectivo, junto con unos bultos de Prestopronta, unos packs de Villavicencio y unos ladrillos de falopa y asegurar la entrega en una escuela con evacuados. Era el mismo radicheta que en condiciones normales se subía al ego del cargo y montaba escenas de escabrosa comisaría política o de diva loca desenlechada. Y ahora lloraba y no quería subir al colectivo. Entonces se le acercaron un par de muchachos que lo fueron cuerpeando amablemente hasta un rincón del playón. El cuello duro se fue al piso rápido, cobró. Quizás de más, es cierto. Lo pateaban bastante en la cara, hasta que se hizo el mítico charco de sangre. Los muchachos le seguían dando, se reían, le decían tu jermu no te reconocía la pija, ahora tampoco te va a conocer la cara, y le hacían una cirugía estética a suelazos. Cuando me vieron a mí, pararon. ¿Querés venir a pegarle vos, Luciano? y esperaban que fuera. No, péguenle ustedes, les dije, y me fui. Los que ahora plantean el terror de Duhalde me hacen acordar a este llorón; y creo que muchos funcionarios y fans del gobierno, merecerían que los caguen a palo del mismo modo. Por el solo hecho de querer cagarse (ellos) en la gente. Por la falta de  seriedad con la que hacen política.

 

Pero paremos acá, que me revienta la casilla de mails. Amigos, familiares, militantes, fanas de la política, blogueros kirchneristas y peronistas, compañeros cuentapropistas: escribite algo, Luciano. Escribí, hijo de puta. Veo mucha ansiedad en los mensajes: me explicás que mierda hace Cristina, murió Néstor ¿y ahora?, no cazo una, esto es un quilombo, ¿qué hago con la guita? ¿compro dólares o una cochera? ¿va a ser Cristina?, no le pueden dar la Federal a HV,  gasté 63 pesos por un kilo y medio de milanesas de pollo y tres cuartos de carne picada, Macri es un desastre ¿va a ser Scioli?.

La muchachada quiere saber, y es lógico que ya no encuentren respuestas confiables en la gran humareda del periodismo oligarca, del progre y del nacanpopero. La gente quiere que le tiren la posta, que amaine el verso. Calma, compañeros.

 

Y ese es uno de los problemas que deberá afrontar Cristina: cuando caduque el plazo de gracia, habrá que sostener los votos del peronismo con gestión. Cada error de la viuda, se va a cotizar en bolsa. Por eso, es necesario una purga ministerial y como dijo el morocho de oro de la blogosfera, que vengan los profesionales, sean de izquierda o de derecha. Tipos que se tomen la política en serio. Porque la calle está pesada, y en la volteada caen todos.

Políticamente Cristina se enfrenta a una fase microquirúrgica: el kirchnerismo ya tiene ocho años. Ya es cada vez más difícil echarle la culpa de las cosas que pasan en el país al neoliberalismo, a Menem o a la dictadura. Y va a ser cada vez menos aceptable socialmente ese argumento, aún cuando sea verosímil. Y va a quedar al desnudo que si el kirchnerismo hizo cosas positivas desde 2003 hasta acá, esas cosas tampoco cambiaron de manera cualitativa la vida de mucha gente. Esto hay que aceptarlo con humildad, sería lo más inteligente a la hora de la propuesta peronista para el turno 2011- 2015. El kirchnerismo tiene sus miserias: las reparaciones fueron paliativos para que la olla a presión no estalle. El plan federal de viviendas, un paliativo. Lo demuestra ese negro que se tira en palomita del tren que pasa por el Parque haciéndole el salteo a la Gendarmería, y cuya plasticidad estética nos recuerda aquel gol de Aldo Pedro Poy en el nacional 71 o aquella más rústica de Luque en la transa peruana del ´78.

 

La AUH, un paliativo. Son avances. Pero mientras sean paliativos, son facturables electoralmente. Tienen potencialidad regresiva a los ojos del pueblo. Y si esos ojos ven fragmentación laboral, ineficacia de la asistencia social que no permite una ciudadanía social de cierta estabilidad, eso en el tiempo, genera consensos complejos, brechas culturales irreductibles, bronca. Y no va alcanzar con indignarse o “no estar de acuerdo”; porque es tan real que el que va a toma tierras está jugado y en el fondo de la tabla (y desde el 2003, nunca salió, eh), como que el que vive en un monobloc y cobra 3 lucas de sueldo no tiene porque bancarse (por tener “un poco más”) cualquier cosa. Además de hipócrita, pensar así hizo que a muchos países les fuera muy mal. Esos consensos complejos, van a crecer en el tiempo: y la política, más que cuestionarla, va a tener que actuar sobre esa realidad. Ayuden a Cristina: a los que usurpan cargos en nombre de la buena conciencia y el oportunismo, los que avivan el verso nacanpopista de pico, tengan honor y váyanse. Porque no da para más. Porque se necesitan tipos que hagan política en serio, en  un momento serio. Porque el viaje de egresados se hace en la adolescencia.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

La Pax Cristinista

Esta moderación es necesaria porque:

 1. Hay que sostener el viento de cola político inaugurado con el período de inmunidad por viudez.

2. En la economía no hay crisis terminal sino inconsistencias de incidencia intermedia que solo se pueden encauzar vía negociación.

3. Los problemas laborales que se vienen los causan los límites de capacidad instalada, y desde otro punto de vista, la creciente fragmentación del mercado de trabajo y el modo subjetivo y diferenciado en que esto impacta sobre la vida cotidiana. Nada de esto se resuelve “en la calle”.

4. Cualquier despliegue cualitativo de los mecanismos de alcance de la asistencia social está completamente desrelacionado del campo de una conflictividad política saturada.

5. Con prescindencia del futuro electoral que subyaga del punto 1, e inclusive incluyéndolo como decisión final, darle centralidad política a los puntos 2, 3, 4 y a los que indirectamente se les relacionen, contribuye a la galvanización indudable de la candidatura peronista para las presidenciales, provinciales y comunales de 2011.

 

¿Cuánta gente votó a Cristina en el 2007 porque prometía un Pacto Social? Más allá de los hechos, esa promesa, y ese 46% reflejan una comunión entre votante y elegida por la cual se iba asimilando y amortizando en grados parejos, si analizamos esa compleja dinámica que el voto tiene aún en el momento aparentemente estático de su emisión. La sola mención de un Pacto Social implicaba el acuerdo tácito de que ya no estábamos en 2003, que se estaba ante nuevas realidades y nuevos problemas. Que el problema más acuciante promedio haya dejado de ser el desempleo para pasar a ser el empleo en negro y la precariedad salarial habla de un avance indudable, pero el riesgo peligroso en el que pueden caer quienes sufren de glaucoma político es perpetuarse en el dogma festivo del “estamos mejor que en el 2001 e invisibilizar cual es el cambio de agenda que la política va pidiendo, y entonces ver cuales son los mecanismos más idóneos para enfrentar esos nuevos problemas.

 

En un año electoral, ¿qué importa más? ¿la participación de 10 % en las ganancias para trabajadores de convenio fuerte o la convocatoria al Consejo del Salario para acomodar el mínimo vital y móvil que cobran los trabajadores ennegrecidos, los blanqueados sin convenio o de convenio débil? ¿Qué porcentaje ocupan uno y otros en el fragmentado mercado laboral argentino? Porque además de la meseta de empleo por el fin de la capacidad ociosa, las carencias laborales de 2011-15 van a transitar por la irritante brecha laboral: la aristocracia obrera va en avión, el resto va a gamba y por el sahara. Un error habitual ante esta realidad es echarle la culpa a la CGT y a la “burocracia sindical” por todo aquello que queda fuera de su protección, desconociendo que la organización sindical  peronista, al garantizar niveles de estabilidad laboral y social sólidos que afianzan la estabilidad política que el Estado necesita para actuar sobre los sectores populares más postergados, pierde alcance ante esos a quiénes el Estado todavía no puede incorporar. Esta deuda social no puede achacarse a la CGT, porque a lo largo del tiempo y frente a las deserciones del Estado y el sector empresario, la organización sindical tuvo que desplegar prácticas defensivistas. Digamos que allí residen también los problemas que el sindicalismo peronista tiene para viabilizar su inserción política: un tema que le comió el bocho al gordo Cooke, al flaco Carri, y que hoy hace que Moyano deba sumar a los movimientos sociales para fijar extensiones en el campo político. En la coyuntura 2011, la cuestión sindical va pasar más por lo sectorial que por lo político: en el marco de un Pacto Social que busca dormir la aceleración inflacionaria, los techos de la paritaria para la aristocracia obrera deberían ser el correlato moderado de las amplificaciones que el gobierno debiera motorizar en la parte media y baja de la pirámide salarial. Si lo que se busca es reducir la esmerilación del poder adquisitivo, el trípode jubilaciones, planes sociales y salario mínimo es una recomposición que está muy por delante de las expectativas de la aristocracia obrera. En todo caso, esas expectativas pueden cumplirse si se discuten con el gobierno y el empresariado pautas de inversión, productividad e impuestos, lo cual llevaría a la discusión de otros temas inherentes a las variables macro y al “modelo”.  Pero mientras no se entre en esa sintonía fina y se actúe “con lo puesto”, el gobierno tiene la prioridad de los atrasados en el sendero salarial y los que ni siquiera están en él, y no mucho más. Salvo, claro, que no se quiera ganar la elección de 2011.

 

La inflación no necesita, para ser discutida, hacerse desde bibliotecas económicas heterodoxas en contra de las ortodoxas, o viceversa. En economía no hay dogmas que seguir hasta las últimas consecuencias; la inflación no es buena o mala según la teoría económica que más nos guste. La cosa parece simple: los límites de tolerancia popular ante los fenómenos económicos que liman el poder adquisitivo se suelen percibir con claridad cuando estos llegan. Si derivan de un ajuste salarial o del aumento inflacionario, esto poco importa si la percepción social traduce un “no va más” con respecto al tema. Hoy no existe esta percepción frente a la aceleración inflacionaria (bastante notable en alimentos y bebidas); es decir que de no empinarse la aceleración durante 2011, no se votaría según inflación, como equivocadamente sí piensa la oposición. Dicho esto: que no se vote según inflación no quiere decir que no se trate de un problema concreto y serio a resolver. Se dice: el “modelo” es inflacionario. Precisamente porque sabemos que es así, la resignación a la inflación no es admisible. Si se considera que la inflación es el mal menor frente a las cosas positivas del “modelo”, también habría que tener la responsabilidad política de pensar qué decisiones económicas hay que tomar cuando la inflación se comienza a acelerar al punto de licuar porciones no contingentes del poder adquisitivo, pensar qué pasa socialmente cuando la liquidez de billetes no permite el ahorro y solo exacerba el consumo. Porque ya no estamos en el 2003 llenando capacidad instalada y monetaria desinflada. Sin embargo, el debate político de la inflación está desajustado: se suele confundir inflación con pobreza estructural, cuando en realidad las medidas para enfrentar una y otra son completamente diferentes. Por el lado de los economistas hay mucho marketing de humo: los ortodoxos alertan sobre una espiralización inflacionaria por expectativas que concretamente no podría producirse mientras el BCRA tenga la cantidad de reservas que tiene; y por el lado de los laxos de la heterodoxia se le baja el precio a la inflación como problema de progresiva incidencia macroeconómica. Tácitamente, los heterodoxos plantean un “que ajusten los malos cuando ya no estemos” y esto explicaría por qué nunca comandaron un equipo económico presidencial. El kirchnerismo tuvo tres ministros: Lavagna, Lousteau y Kirchner+Redrado. Las conclusiones son obvias.

 

Desde hace un año, hay en el terreno económico (ahora sí) viento de cola. Si el núcleo duro del crecimiento del PBI está en la soja y en la exportación automotriz a Brasil, la cuestión de la inversión y el crédito surge a la vista como una cuestión central del turno 2011-15. Sobre todo si es que interesa generar empleo y blanqueo por sobre las previsiones que están por arriba de recuperar el terreno perdido en 2009 por la crisis internacional. La realidad es que una variable más para bajar la inflación se relaciona con el fomento de la competitividad hacia el interior de cada actividad industrial, para que no sea la empresa líder del sector la que imponga las condiciones de producción; pero para lograr esto, más que una lucha contra las corporaciones, lo que se necesita es la decisión política de generar pisos de competitividad para pymes y otras empresas que son las primeras en sufrir el ahogo cuando hay atraso cambiario, para no referirnos al impacto directo sobre el empleo. Es interesante señalar que si la industria automotriz hace punta, es porque es la actividad industrial que registra mayor capacidad instalada modernizada durante los noventa y esto le permite absorber la demanda generada. No sucede lo mismo en el resto de la industria, donde la expansión no es equilibrada. Un Pacto Social puede servir para discutir estos temas, y que las decisiones sobre inversión, incentivo y empleo se realicen desde la autonomía política, y no desde la unilateralidad empresaria.

 

No interesa el tenor real del off the record “desde ahora, al que corta una ruta lo mato”. Ni siquiera interesa la taxatividad de la frase, ni siquiera si realmente fue dicha. Sí interesa aprender el teorema: cuando el peronismo está en el poder, no se debe generar un conflicto social que no pueda ser encauzado. La ampliación de la asistencia social junto con las pautas que se puedan alcanzar en un pacto social, significaría que el gobierno no va a generar las condiciones para una espiralización de la conflictividad social. Esta Cristina weberiana debería ser leída: desde ahora, todo se tramita por cauce. Corresponde acá hacer una lectura que ajuste cual es la importancia de la idea “no represión de la protesta social” para los Kirchner. Un rasgo político central, sin duda, y que continua salvaguardado. Pero también habría que decir: ningún gobierno peronista puede caer en desgracia (o caer) porque existen actos de represión y de muertes que no le son claramente imputables. La Alianza (el progresismo partidario que gobernó la nación) hizo una sacralización insana de la no corrupción, y se amortizó políticamente en la primera de cambio por la Banelco. Si el Estado no debe matar, también es cierto que un gobierno debe custodiar  su poder frente al complejo problema de la represión: el retroceso político frente al hecho represivo (la renuncia, la intervención) no resuelve el problema del accionar de las fuerzas de seguridad. En lo que refiere a la represión en Formosa y a la inviabilidad de una intervención federal, todo ha sido dicho en esta escritura memorable del gran Abel Fernández. Yo agregaría que los que aprovechan estos hechos fatales para pasar el lampazo y hacer cirugía mayor “contra el peronismo cavernario que debe morir”, se dediquen también, y con seriedad, a ofrecer los reemplazos correspondientes y a tomar en cuenta, a la hora de reflexionar, la perspectiva de las mayorías populares de esos territorios. Quiénes lo hagan verán que la intervención federal no sirve y que la opaca relación entre las fuerzas de seguridad y el poder político no es una tara congénita sólo atribuible al peronismo, y al feudal en particular. No va a ser la primera vez que, desde una política de las buenas intenciones se terminen tomando medidas mucho más lesivas para la gente que se dice beneficiar.

Ah, recomiendo la lectura del gran Manifiesto Meler para la joven militancia kirchnerista.

domingo, 28 de noviembre de 2010



Era conmovedor verlo descomprimir, verlo decir traeme la fotocopia de la partida de nacimiento cuando puedas y entregar en mano la libreta blanca de la AUH. Algunas se sentaban para descansar del crío que les colgaba del brazo en el que no llevaban papelas sellados, y hojeaban la libreta vacía con cara neutra y aliviada. Mucha musculosa fucsia o turquesa las chicas, porque hace calor y era una suerte no tener que hacer la cola afuera y arriesgarse al conato de insolación. Una espera al filo del tumulto y los roces involuntarios, pero cordial bajo el viento que echaban los ventiladores de metal en las oficinas de la justicia social. Si no fuera un día tan caluroso, las chicas lucirían sus camperitas adidas entalladas y con capucha, pero no: hoy es día de musculosa y rodete.

Cae uno de prosegur a hacer un trámite. Tiene unos culones de botella de carey, se parece a Rodolfo Walsh, no solo por los lentes y el arma que calza sino por la cara de intelectual sufrido. Se está recagando de calor con ese chaleco antibalas, pero los empleados son eficaces, lo atienden y lo despachan rápido para que vuelva a custodiar el camión de caudales, la torre de puerta madero o el consulado español. Ahí al costado, dos chicas cierran cada diálogo con risitas. Una dice que en la última casa que laburó la tomaron como cocinera y le terminaron endosando el rubro niñera, que ahora no la agarran más, niñera no, ni loca.

La atención desde mostradores estatales es un arte: el de despachar sin bemoles burocráticos. El empleado apostólico es el que desafía el obstruccionismo administrativo y coquetea con la ilegalidad, el que afloja la rienda corta de la requisitoria para entregar esas justicias sociales módicas. Y estos empleados lo hacen bien, le ponen música a la trinchera, porque desde atrás de los mostradores, desde algún escritorio tapiado de legajos que no dejan ver la forma humana de quién lo ocupa, brotan los acordes famélicos de Midnight Rambler, esa canción hecha desde el bajo de Wyman. La canción que escuchaba y bailaba la juventud montonera antes de saber que iba a serlo. Una vez me dijeron: los mejores montoneros (los que siguieron) escuchaban a John Mayall, no a Quilapayún. Los blancos que mejor hacían esa cosa que era de negros.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

La Esperanza Blanca C´est Moi

Mucho se ha escrito que a la izquierda de Kirchner no había nada, y en todo ese tiempo, poco se dijo de lo que había por el callejón derecho, en esa zona mal iluminada por el análisis político más previsible, más señalizador de lo bueno que ocurría en ese lado izquierdo de esta pequeña historia que blanqueador de los cauces continuistas que venían de aquel bosque embrujado llamado los noventa. Me refiero, obviamente, a la muerte del imaginario nacional-popular (tal como fue concebido durante los patronazgos políticos de los ´70) como mecanismo de explicación de lo que debe regir a ese espacio de autonomía que existe entre el Estado y el sector empresario. Muerte temprana: en 1983 el PJ ya empezaba a reformular la lectura de sí mismo, que comenzaba por lavar toda la ropa sucia dentro de la praxis propia. Mucha transpiración, mucho ida y vuelta, poco tiki-tiki. No son sino los desaciertos seriales del alfonsinismo (ese candor bienintencional de izquierda, ese terciopelo socialdemócrata que guarda una ballester molina entre sus pliegues) los que ponen en el tapete la relación Estado-Gobierno y sector empresario como relación pura y dura, concreta y necesaria para darle viabilidad económica al país. Podría decirse que desde allí, la historia política de la democracia es la historia de esa relación. Lo que hoy sobra (y siempre sobró) son palabras como neoliberalismo o progresismo para explicar el fondo nodal de esa relación, relación que deberá reacomodarse una vez más frente a la hegemonía política que dominará el turno 2011-2015. Si, como se pensó largamente, a la izquierda del kirchnerismo siempre estuvo la pared, también habría que pensar que a la derecha hay otra, o que por lo menos, ya la vaya habiendo. Una tarea bien peronista, que requiere de la reivindicación de todos los Harry Callahan de la política (amén) y de la preparación epocal del Partido Justicialista. Este es un hiato estival muy propicio para leer economía, ciclos macro, demanda agregada, inversión infraestructural, largoplacismo ganado-sojero, meseta laboral. En ese sentido, también aparece como central analizar la sintonía fina de la relación entre Estado y sector empresario durante los tres primeros años del gobierno de Menem, menos en los contenidos que en las formas. Las formas en que el Partido del Orden resuelve la supervivencia del margen de maniobra estatal pero para sostener además una capacidad instalada de la economía: en la leyenda intelectual, “el empresario es malo”, pero en la práctica, el que “marcha preso” ante los corcoveos económicos y  por decisión popular, es el político. No otra cosa explica esa incólume fe cavallista de Kirchner, soldado austral del superávit fiscal primario, y que junto con una cultura política, contaba con una cultura empresaria que le permitió de modo bastante efectivo establecer los grados de separación (y de convivencia política) con la muchachada que tiene que dar laburo a los argentinos.

Claro es que este tema no saldrá de la pluma narcótica de Zaiat, ni de los trazos excesivamente gruesos (y muy de manual universitario) de los ancianos del plan fénix: 2011-2015 requerirá de algo más que subsidiar demanda, y habrá que recuperar algunos libros menemistas de la buena memoria, para entender que en economía todo está mucho más mezclado de lo que parece, y que, después de ocho años, invocar  la barbarie neoliberal (por ejemplo, para narrar el drama de tercerizados ferroviarios que se subemplean en una empresa mixta en la que el Estado tiene vasto margen de maniobra) es un medicamento conceptual vencido, y amortizado electoralmente por todos los que votaron a los Kirchner desde 2003 a 2009. Por eso Cristina se derechiza y pone una cubetera con hielo sobre la pija dura de los que piden “ir por más” desde la comodidad del revolucionarismo tuitero, los que braman rage against the corporaciones pero nunca pensaron en la ingeniería para hacer viable el pasaje de la suma no remunerativa a salario. Para eso sirve un pacto social, para ponerle hielo en la pija a las minorías intensas que deben morir para que el peronismo gobierne después del 2011, para que desde la autonomía fraguada por Kirchner sobre el trabajo callahaniano que hizo Menem con el Estado, se encare esta nueva fase en la relación del Estado con los empresarios: fase menos kirchnerista que peronista, y la primera que lo entendió así fue Cristina. Si la política recuperó el lugar perdido gracias a Kirchner (y es cierto, pero no lo digamos más, la sociedad ya lo sabe), el lenguaje económico es un legado popular de los noventa que no “hay que superar”, sino encauzar. Las fuentes de financiamiento discursivo que brillaron para explicar la singularidad política kirchnerista, tienen poco para decir de las nuevas correntadas que trae el río, a menos que readecuen la mira. No se trata de una figura, se trata del tiempo (del que pasó y del que viene): si es ella, Cristina va a ser la candidata del peronismo, no del kirchnerismo. Lo mismo para Scioli o Lole. Hecho maldito y esperanza blanca corren de la mano, ese es el imaginario popular, capitalista, conservador y subversivo, la gramática ganadora del peronismo. Tendamos la mano al que está a nuestra derecha.

martes, 2 de noviembre de 2010

La conclusión que surge es evidente: Hay que acelerar el ritmo de incorporación de niños y en especial sabiendo que los restantes con mucha probabilidad los de mayor nivel de marginación dado su ubicación geográfica tan dificultosa , muy probablemente en sus hogares no están recibiendo ahora mismo ningún plan social anterior a la AUH.

viernes, 29 de octubre de 2010

Ozono en Aerosol

… para cuidar la piel. El holograma justicialista que moldeó la fuerza de las oleadas que cincelaban el clima durante el velatorio es el signo de todo aquello que quedó cristalizado súbitamente con el drama. En principio, un núcleo indiviso kirchnerismo-peronismo que se incorpora en las alforjas históricas del movimiento como el dato irrefutable de siete años de liderazgo. Algunos discutirán cuánto de la dosis kirchnerista quedará inoculada en el peronismo, o si el kirchnerismo nace o muere. Ninguna de estas elucubraciones, por válidas que sean, me interesa. La negrada habló y dijo: lo logrado es un envase no retornable. No te lo devuelvo, me lo quedo. A mí, con eso me alcanza para hacer la comprensión política que corresponde. A mí, que no leo a nadie, que no tengo libros en mi casa, que no quiero comprar ninguna teoría política que no estaría capacitado para leer, me alcanzan algunos comportamientos mudos para comprender que parte de estos siete años de hegemonía traducida en realidad popular ya no se discute más. Sólo los eyaculadores verbales, los que gozan de correrse en las palabras, pueden hoy marcializar la voz para proferir la candidatura, cuando Cristina aún no está vestida con la encorsetada extrañeza de la viudez. Eh, pero ¿el pueblo que dice?, y, el pueblo es esquivo, y el que lo percibió y lo trató con crudeza analítica fue Perón, por eso fue el más grande político y conductor de la historia nacional, el tipo que conjuró las “puñaladas traperas” de las bajamares sociales y domó cada desborde eufórico de la masa con el mismo rostro labrado de campechanía. El pueblo habla por etapas, y sin un libro de historia en la mano. Su historicidad el pueblo no te la cuenta, tan sólo te obliga a que vos (vos, cuadrazo militante) la veas. Un laberinto lleno de escombros: he ahí la búsqueda. ¿Vos sabés lo que es estar un año en ese laberinto? Es política.

Serían más o menos dos o tres meses para galvanizar la gobernabilidad, hacer los recambios ministeriales básicos que cubran  el vacío de tareas que se ausentan. En política, tener el don de la correcta elección de los hombres que la ejecutan, te soluciona el 50% del problema, y más urgente es lograrlo cuando el que comandaba era una bestia política y cuando lo que mortecinamente se quiere instalar es una sensación de isabelización que no tiene ninguna base fáctica. En ese lapso, el peronismo debiera decretar el toque de queda para la puja interna. Pero la quietud partidaria dependerá en mucho de lo que vaya definiendo Cristina gubernamentalmente y en la jefatura del PJ que le debiera ser concedida como reflejo defensivo adecuado. Que no quepa duda, el año de gestión que viene se procesará en la cuna de hierro bamboleante del peronismo realmente existente, como en todas las etapas históricas desde 1983.

Néstor dejó consignas que reverberan bajo el sol: profundizar el modelo fue un norte ambiguado por abstracciones. Cristina deberá ponerle realidad a ese deseo, porque ¿qué es profundizar el modelo? Para mí, que no leo a nadie, sería lograr operativamente que la AUH llegue a los 2 palos de pibes que no la cobran. Sería crear empleo en un modelo que ya no puede incorporar más, y que tiene que cualificar la discusión para crear condiciones mínimas de expansión de la base productiva sí o sí. Sería ir por el blanqueo laboral hasta las últimas consecuencias, lo que también obliga a discutir los límites y crujidos de la capacidad instalada de la economía. Sería implementar un plan de seguridad pública alejado de prejuicios ideológicos que sólo ayudan a petrificar la situación (el delito violento lo sufren más los pobres que los ricos). Sería reordenar la actuación del Estado para mejorar el servicio de transporte público y su relación con el aparato productivo: que el amigo Hugo no se enoje, pero el dilema es trenes o camiones.

Sería crear una política de crédito hipotecario para gente de carne y hueso, con salarios de carne y hueso. Porque el envase no es retornable, pero eso no quiere decir que los muchachos no quieran tomarse otra botella. Y hoy todos estos temas populares están arrumbados en el cuarto de servicio, el de la mucamita. Parece que a las visitas hay que mostrarles postales de Estocolmo, modales londinenses, temas  taquilleros, pasiones de compromiso ideológico, las mil y una luchas contra las corporaciones. Para mí, que perdí todos mis libros en la única y primera mudanza ideológica hace 16 años, que no leí a Gramsci, que de Weber sólo sé que llamaba ética de la responsabilidad a lo que para mí  siempre fue desprendimiento en la acción estatal de todo egoísmo político, y que no leo a nadie, hay líneas temáticas y argumentales que caducaron hoy. Porque la escala cromática de los agolpados contra el féretro, de los que viajaron y fueron, los que fueron a despedir (y no sólo ni tanto a agradecer una jubilación o una pensión no contributiva, la cosa no funciona tan así) a un presidente de la nación no lo hicieron con una mezquindad material sobre el lomo que los obligaba (los sectores medios tenemos que hacer un esfuerzo mayor para comprender a la negrada, y entonces hablar del “Proyecto” sólo en reuniones políticas). Estuvieron cuando había que estar, y eso desautoriza todas y cada una de las líneas argumentales que el gobierno desplegó en los últimos tiempos. Es lo que contó Felipe Solá (y lo podría haber dicho cualquier otro político) cuando entró al velatorio y notó que en toda esa gente que despedía, ahí, ahí estaba el peronismo. Y agrego: como hace casi 70 años. Esos pequeños descansos en los que el peronismo deja de ser el partido del orden por un rato, esos descansos donde fulgura más esa llamita que se niega a morir.

miércoles, 27 de octubre de 2010


En estas horas, he estado pensando mucho en Cristina. Pienso humana y políticamente en Cristina, en lo que queda del día. Pienso en todas las especulaciones, las roscas, las encuestas y las ingenierías retóricas que caducaron ayer, porque cambió todo. Pero, antes de todo esto, pienso en Cristina, en el añoso sendero que nos toca recorrer, en las generosidades que harán falta para recorrerlo. Pienso en la adultez política que se requerirá a las dirigencias, ¿estarán a la altura?

Porque la política es ingrata. Nunca cesa, y entonces pienso en Cristina. Yo confío en que los instintos de pertenencia estén a flor de piel, porque es necesario que todos comprendamos la magnitud del esfuerzo. Y desempolvo una vieja frase, que no es original, pero que hace mucho que no usaba y que en este momento tiene una significación quirúrgica: si le va mal al gobierno, nos va a ir mal a todos. Inclusive a los asalariados y cuentapropistas que hoy están festejando.

Pienso en toda una generación (un poco más jóvenes que yo) que vieron en Kirchner a un líder, a un tipo que justificaba interesarse y meterse en política, que los hizo militar, que los hizo enfangarse en las complejidades infinitas del peronismo, en asumir una identidad política. En algún pasaje democrático debía haber una figura que devolviera el vínculo perdido entre política y juventud. Fue Kirchner, y por eso hoy banco más que nunca a miles de pibes que hoy están hechos mierda, tristes, que han llorado ante la noticia, y les digo: pendejos, cualquier proceso popular que el país encarne, en la figura que sea, los necesita. Esta muerte no necesita ni del martirologio ni del festejo. Necesita de esfuerzos, porque la política no se sustancia en la contemplación de un fotograma sepia.

Pienso, también en la figura de Néstor Kirchner, en el tipo que supo leer mejor que ninguno lo que la mayoría de la sociedad pedía después de 2001, un tipo que fue mejor presidente que acompañante político: no es fácil instituir una hegemonía en la democracia argentina moderna, y el tipo lo logró, porque dormía con los ojos abiertos.

Y ahora, vuelvo a pensar en Cristina, en una larga marcha, en caminar con paciencia, en asegurar cada paso que se da. A Cristina la tienen que pasar a rodear los mejores (los mejores son los mejores ¿se entiende?, y ya no hablamos de un tema ideológico), y que los oportunistas pasen a retiro. Néstor ocupaba un espacio de poder demasiado amplio como para negar la medularidad de esta cuestión, y espero que todos estemos a la altura.

Últimamente no me he estado acostando temprano, pero hace unas horas que sólo puedo pensar en Cristina.

martes, 12 de octubre de 2010

Alquimias


¡Cómo están los blós!, hagamos un poco de tiki-tiki electoral, un poco de fantasismo retórico utilitarista, que la política es también eso. Un largo año para las elecciones, en el cual the Scioli´s affair  es el primer episodio de una compleja miniserie que no tiene sus capítulos finales grabados, entonces ¿de que preocuparse? ¿por qué incurrir en diagnósticos lapidarios que se parecen más a la voluntad de una profecía autocumplida? ¿por qué muchos amigos blogueros se resignan a la exclusión de las candidaturas de Néstor y Cristina, cuando no hay elementos visibles que le den cuerpo a esta posibilidad? Por alguna razón extraña, parece que los que creyeron fervientemente en el 40+1, hoy no dan dos mangos por los Kirchner. ¿pasó algo en estas semanas para que los humores sociales cambiaran tanto?. Yo creo que no. Pero también creo que Scioli siempre fue una baraja que estuvo en el mazo, y nadie debería sorprenderse por eso. Las ausencias de legado son atribuibles a Kirchner, no al Partido Justicialista, se sabía desde 2003. Si mañana aparece una encuesta que le da bien a Néstor… ¿euforia for ever?

Subterráneamente, lo que surge como debate en torno a Scioli es una disputa entre peronistas y no peronistas que se conjugan en la afinidad al kirchnerismo, pero que tienen distintas cosmovisiones a la hora de establecer escalas en el hacer de la política. Nada nuevo, nada grave, sino una tensión que estuvo durante todo este proceso político, y que difícilmente se zanje. Tensión que no fue impedimento para que los Kirchner gobernaran con fuerte perfil decisionista, ni para que desde la casa rosada se digitaran armados políticos no siempre aceptables, pero aceptados. Por eso ahora, (cuando la cosa está difícil, pero no nítida ni definida)  que algunos salgan a cantar la traición del pejotismo para desmarcarse y mantener la conciencia limpia es previsible, pero remite a ciertas gestualidades en la valoración del peronismo con las que uno no está de acuerdo.

 

1/ La perspectiva de que el arco panradical (Alfonsín-Binner) se acerque al tercio electoral es una luz de alarma que obliga al PJ a hacer los reacomodamientos necesarios para la supervivencia. Esto Kirchner (presidente del PJ) lo tiene claro: la épica de la derrota que postula el ultrakirchnerismo es extraña a la cultura política peronista, y la aparición de la variable Scioli responde a una cuestión de adn: el peronismo apuesta a ganador. Perder con Messi en el banco es de una testimonialidad que contraviene la idea de defender los logros del kirchnerismo. Lo que deba defenderse, se defenderá con lo que hay disponible ¿cuándo fue de otra manera? ¿Néstor y Cristina quedan excluidos de este combo? Para nada, los que los excluyen son los entusiastas tardíos que pelaron el kirchnerómetro para juzgar lealtades y armar rígidas lecturas de los días políticos que nos tocan vivir.

 

2/ Si el panradicalismo progresista perfora el 30%, el peronismo no tiene margen para dividir votos. Por izquierda ya no puede morder más (la seducción al progresismo está completada), sólo le queda disputar y vaciar las representaciones medias y bajas asociadas al peronismo federal y en menor medida al PRO. La disputa es tanto de estructuras como de votantes: el pedido de una “agenda de derecha” a labrar por el gobierno no era un capricho ideológico de quienes lo planteamos (y por lo que nos ligamos insultos), sino una percepción relacionada con la inestabilidad del votante medio y bajo, que tiende a ambiguar sus pretensiones electorales: ello está sucediendo con una grámatica política diferente a la que encara el kirchnerismo como oferta electoral. El PJ necesita los votos neutros y/o peronistas que hoy son del peronismo federal y del PRO para ganar la elección nacional.

 

3/ Las colectoras son un suicidio político: no le garantizan el 45% al candidato presidencial, y pueden llevar a la derrota del peronismo en la PBA. Una colectora provincial con Scioli, Massa y Sabbatella es la derrota lisa y llana del peronismo. Con este esquema, habrá gobernador panradical en 2011 con el 30% (Cobos o Stolbizer llegan a ese piso). Las colectoras distritales materializarían la derrota en casi todos los municipios del primer cordón: se pierde en Lomas de Zamora, Lanús, Avellaneda, Tres de Febrero, entre otros. ¿Se puede pedir semejante sacrificio político en nombre de una entelequia llamada proyecto nacional, cuando esta estrategia electoral no asegura el triunfo presidencial? Una derrota estrepitosa del PJ en la PBA con la pérdida de la gobernación incluida tendría además efectos negativos sobre el movimiento sindical: Moyano, como conductor del PJPBA, sería el responsable político de una derrota inapelable que fulminaría su proyecto político y de inserción sindical, debilitando aún más al peronismo.

 

4/ Cualquier candidato peronista (Néstor, Cristina, Scioli) deberá comprender que existe una amplia porción del electorado (clase media y pobrerío) que votará sin acogerse al estigma de “el desastre de la Alianza” como discurso de eficacia terrorista. Existe una percepción social de que aquellas condiciones de 1999 ya no están vigentes, y mucha gente ya no tiene ganas de seguir votando peronismo: el radicalismo progresista puede encarnar, en cierto imaginario de clase media, la continuidad de un “kirchnerismo sin excesos”. La merma de esos votos que alguna vez fueron kirchneristas (hasta 2007), ameritaba una nueva estrategia que volcara la aspiradora de votos hacia abajo y a la derecha: en nuestra jerga, se trata de un compleja peronización de las acciones (que no tiene nada que ver con la doctrina, la marchita, y los símbolos, aclaro) que no se hizo y llevó al fracaso del 28J de 2009. En 2011, no habrá margen para fallar.

lunes, 11 de octubre de 2010


Era una legisladora del partido socialista popular a la que a sus espaldas llamábamos Rebeca, menos por ser una mujer inolvidable que por parecer el clon bonaerense de Rebecca De Mornay. Básicamente, la legisladora era una rubia otoñal que no reparaba demasiado en las erecciones involuntarias que provocaba su paso por las cuevas administrativas del Estado, porque a ella sólo le interesaba su labor parlamentaria, la historia del partido socialista y hasta donde no le incomodara mucho, la política. ¿Por qué le decís Rebeca? me preguntaba el mestizaje escalafonario que sostenía aquel dispositivo oficinista que a su vez sostenía el estrellato legislativo de la Rebeca socialista. La filmografía De Mornay que les recomendé afianzó el apodo entre el personal peronista, y hasta alguno era capaz de hacer una mutilada sinopsis de La Mano que Mece la Cuna, aunque la mayoría había flasheado con Risky Business. A la legisladora todos le decían Rebeca. Rebeca iba a las cuevas a pedir antecedentes legislativos para armar la cartografía de sus propios proyectos de ley. Soñaba con la publicación, al final de su mandato, de unos tomitos de obra parlamentaria para repasar en las horas huecas que anteceden al jardín de paz.

Rebeca tenía un guardaespaldas igualito a Lemmy Kilmister, que la cuidaba en el recinto los días de sesión. Algunos cánticos procaces que escupía el populacho desde las barras le habían inoculado el miedo a la legisladora. El miedo a ser abofeteada, cagada a palo, ultrajada sexualmente o matada, vaya uno a saber que pasaba por la cabeza de Rebeca cuando la muchachada que llevaban otros legisladores para meter un poquito de presión sobre determinados temas del orden del día empezaba a gritar, a lanzar algún vasito de plástico (acaso con restos de meo, es verdad, pero no era para tanto) sobre el mar de bancas, a ensayar una picaresca de puteadas, nada más. Rebeca elegía sufrir en vez de disfrutar la situación, que nunca iba dirigida contra ella, porque pertenecía a un bloque minoritario que no incidía en ninguna votación, y entonces ¿de qué tenía miedo?, pero Rebeca no pensaba así, mirá Luciano lo que es esto, así no se puede trabajar, una pide la palabra y nadie presta atención al discurso, a la importancia de este proyecto que otorga subsidios a la nueva biblioteca popular de Carhué, lo que pasa es que en este país a nadie le interesa la cultura, toda esta gente que ustedes (aunque vos sos distinto, Luciano, pero) traen para patotear es una vergüenza, esta pobre gente es así por la falta de educación, un día voy a salir lastimada del recinto, acordáte, esto no puede ser… Con la custodia de Lemmy y media pastilla de alplax, Rebeca aguantaba toda la sesión, pero quedaba destruida y al otro día no iba a la oficina, pobre Rebeca, se hace mucha mala sangre decían las chicas de la cocina mientras ponían Gilda como música de fondo que salía suavecito de la mayordomía.

Una vez  Rebeca me invitó a participar de una reunión de la juventud socialista, yo le dije pero eso es un oximoron y nos reímos. Es para que veas como discuten política nuestros chicos y vos que sos culto, les enseñes a los tuyos, me dice Rebeca en una inusual faceta provocadora que yo hubiera podido frizar contestando que a mí la política me había enseñado que no había que enseñar nada, que todo se limitaba a comprender. Pero no dije nada y fuimos a esa reunión de los jóvenes socialistas, un local chiquito que olía a 1930, a 1955, a naftalina teórica. Un gordito seborreico se presentó como el maestro de los niños socialistas pero no era joven, se trataba de un nostálgico del MNR, un universitario crónico que había conservado por inercia la jefatura de ese grupo de jóvenes a los que ponía en situación de historicidad para iniciar la carrera partidaria-parlamentaria. No había nadie, me sirvieron café, esperamos, Rebeca y el gordo hablaban del drama educativo, de la lucha docente, el gordo tiró un “claro, más universidades y menos cárceles” y yo evitaba cagarme de risa, el gordo me miraba como para que opinase, yo me hacía el boludo y le miraba las piernas a Rebeca para entretenerme. Cayeron otros adultos con barba que se presentaron como jóvenes del socialismo popular, y  al final aparecieron tres chicas que no sobrepasaban los veinte años, en musculosa y shorcito, las allstar botita, saludaron a Rebeca y dijeron ¡qué calor!, pero calor no hacía. Rebeca me comentó que las chicas eran hijas y sobrinas de no se qué dirigente del partido, y que se estaban iniciando, las chicas querían militar, asumir un compromiso, ascender a una moral política digna de la estirpe socialista de un Ghioldi, un Repetto. Las chicas se dejaron caer en los asientos y miraban a todos, se hacían las tímidas pero tenían demasiada piel a la intemperie y era fácil sacarles la ficha, les dijeron reunión de juventud, habrá chicos, vamos. Y se les notaba en las caras la desilusión ante todos esos prolijos adultos que no les daban bola, que ya se habían enfrascado en parloteos políticos intestinos con Rebeca y el gordo que los comandaba, era un club de cultura socialista venido a menos y las chicas se aburrían antes de empezar. Lo más interesante de la reunión era observar como las chicas fingían escuchar al gordo que peroraba mientras buscaban alguna complicidad ocular con el sexo opuesto, los ojos de las chicas socialistas pedían caricias, quizás llegar a la instancia de la humedad, quizás abrir vías de acceso al coito, quizás encontrar un amor. Eran chicas Blaisten que no estaban dispuestas a cerrarse por melancolía, querían extender el campo de batalla y goce, querían coger y recién después comenzar a apasionarse con la figura excelsa de Guillermo Estévez Boero a la cual el gordo reformista dedicaba ahora un lacrimógeno panegírico en su memoria, y ahí estaba el retrato de don Guillermo colgando de la pared con el pañuelito estanciero atado al cuello, un hombre honesto, íntegro, un diputado de la nación que palmó en pleno ejercicio aliancista, y que tuvo la suerte de no ver el final de gestión del primer gobierno progresista partidario de la historia nacional.

Cuando la reunión moría y las chicas socialistas ya pensaban que hubiera sido mejor quedarse en casa y hacerse una lenta y prolongada paja, el gordo se salió del libreto y me indagó con alguna pregunta política menor, ¿cómo ves la gestión socialista de la intendencia de Rosario?, el gordo quiso salir del iglú parlamentario,  y mi inconsciente lo único que tenía para traducir en palabras (y fue lo único que dije en toda la reunión) fue que todo bien, pero mientras Alfredo Palacios y Alicia Moreau de Justo se sentaban en la Junta Consultiva y se sacaban fotos sonrientes con Aramburu y Rojas, José Ignacio Rucci era delegado de Catita y ponía caños, organizaba a las masas, era perseguido y encarcelado, resistía junto al pueblo contra la dictadura que tus ídolos bancaban, gordo, así que no me jodas. Rebeca se asustó un poco, ay Luciano no te puedo invitar a ningún lado, y cuando todos se fueron, se rió.

En cierta ocasión, a Rebeca el mestizaje la embaucó y le dijo que era mi cumpleaños, los negros eran tremendos cuando querían joder, y Rebeca viene a mi oficina y dice ay Luciano, yo sé que vos no sos socialista ni lo vas a ser, pero esto te va a gustar, es un regalo. Era una foto de Salvador Allende. Allende estaba con el brazo extendido y la banda presidencial puesta, podía estar tanto saludando a la multitud como parando un taxi, según como nos imagináramos el contracampo. Miré la foto, levanté la cabeza y miré a Rebeca. Se le escapaba una lágrima, era un idealista, dijo, un gran hombre, dijo, no mancilló sus convicciones, dijo, dio la vida por su patria, dijo. Y yo no dije nada, conmovido por Rebeca y no por Allende, le agradecí la foto y por la puerta del costado vi a dos cumpas que me hacían caritas, se cagaban de risa a espaldas de Rebeca y de frente a mí. Yo a los 16 fui fan de los montoneros, me emocioné con la inmolación de Allende, el fusil de Fidel, las alamedas y el hombre nuevo. Pero había pasado el tiempo y cuando ya tuve un poco más de pelo en el pubis, me dediqué a analizar el gobierno de Allende. Lula es mejor político que Allende. Recordé, mirando la foto de Rebeca, que Allende no quiso cerrar con Tomic, el médico cajetilla se había subido al caballo y no creía en las alianzas de gobernabilidad. Y recordé aquella escena de 1972, cuando Allende le habla a los obreros mineros de Chuqui para que levanten la huelga y les explica las bondades de la expropiación sin pago de indemnización, los obreros lo miran con cara de gano un sueldo de hambre, capo y Allende les dice que son los elegidos de nuestro mundo proleta, y que si los sueldos son bajos, eso no es culpa del gobierno sino del imperialismo yanqui. Recordé también, con la foto en la mano, la conversa de Perón con la JP en Gaspar Campos, el 8 de septiembre de 1973, faltaban tres días para que Allende cayera y el Viejo ya le hacía pelo y barba al socialismo a la chilena, les narraba a los niños jotapés todos los errores que Allende había cometido, pobre amigo Salvador en que quilombo se ha metido por poner la Ferrari a 300 por hora en una curva, un turro el Viejo que decía poco menos que a Allende se le había escapado la tortuga porque no entendió nada, no leyó bien el contexto latinoamericano y mundial, ¿se acuerdan? eso decía Perón de Allende. Yo respetaba las emociones postreras que Allende generaba  entre sus fans, en Rebeca, en el PSP, pero a mí me pedían mucho, yo tenía un carcinoma de insensibilidad y estaba seco ante la foto, ante los documentales, ante el mito.

Con Rebeca teníamos en común la variada sintomatología de la sensación de pánico y en su oficina ocurrían charlas médicas que eran deploradas  con la burla por mis compañeros y compañeras que no tenían esos problemas, andá al loquero, Luciano y llevate a la Rebeca, y se reían, claro ustedes qué se van a estresar si no laburan, les tenía que decir porque sino te gastaban todo el día.

El día que Rebeca trajo a una colega española del PSOE para que diserte ante la militancia socialista argenta, se congregaron varios pavos reales que querían una foto con la flaca, socialistas de cabotaje que así se sentían parte del poderoso socialismo español ejecutivo y hegemónico. Rebeca trajo a la diputada a su oficina, le mostró su templo laboral, la presentó con orgullo y salió el tema de la fenomenal producción cultural durante la transición  y el destape, se emocionaban con las películas de Pilar Miró, de Garci. ¿tu las has visto?, me pregunta la gallega y sí, las vi en Función Privada con Morelli y Berruti durante el alfonsinismo, pero yo prefiero las películas de Jess Franco porque había que tener huevo para filmar eso durante el franquismo, en la transición filmaba cualquiera. ¿Vos viste las de Franco? y la diputada se pone colorada, quiere cambiar de tema, Soledad Miranda y Lina Romay la rompían frente a la cámara le digo, Rebeca no entiende nada, la diputada no le explica, mucho destape pero se turban por unas vampiresas trolas en celuloide.

El drama mayor de Rebeca era que cada tanto, digamos dos veces por año, le visitara la oficina alguna familia carenciada en busca de ayuda social. Extrañamente, esa información (que ella era legisladora) llegaba a las capas más bajas de la sociedad bonaerense, y algunos atrevidos se creían con el derecho de ir a pedirle beneficios. Rebeca podía sacárselos de encima con unos billetes, pero su ética y el miedo de que volvieran la paralizaban, y se desesperaba, no sabía como resolver, y se veía obligada a pedirnos ayuda. Rebeca no conocía el funcionamiento de las áreas ejecutivas del Estado ni tenía contactos en esos paisajes lejanos llamados direcciones, secretarías, ministerios. Entonces sucedía que algún mestizo de la planta se llevaba a los pobres que iban a pedir la cuota diaria de subsistencia (como en la tómbola, ese día le había tocado a Rebeca) a una dependencia estatal más conducente.

Rebeca ama a Binner, me habla del proyecto para niños de Tonucci que Hermes implementó, del presupuesto participativo (del que participa la clase media), y yo le digo que sí, que tiene razón. Y no digo más nada, porque a veces es conveniente fraternizar con el silencio.

jueves, 7 de octubre de 2010

A New Sensation

De las últimas palabras que se pueden encontrar en el acervo bloguero sobre el tema de la seguridad pública, éstas de Alejandro. La marcha en Plaza de Mayo merece un paneo lento para un problema transversal. Si aceptamos que no hay soluciones políticas que talen de cuajo, y que el kirchnerismo heredó las causas que hoy hacen que la inseguridad represente lo que representa para una mayoría popular, el dirigente político puede apelar a gestos. Alejandro habla del abrazo, ese momento en que la clase política puede romper el hielo que baña de preconceptos ideológicos todo acercamiento al tema.

Yo lo que veo es que el pedido popular añora esa presencia: que un político (el Estado) los acompañe en el llanto. El reclamo de seguridad no espera la presencia política demorada para putearla y escupirla, y ahí noto un temor infundado en los políticos que prefieren mirar por televisión. Y es mejor que el abrazo llegue ahora, cuando el reclamo todavía  se expresa racionalmente (aún cuando el crimen violento predisponga para lo peor) en la tríada Paz, Justicia y Orden bajo código democrático. El cantito “la sensación, la sensación, se va a la puta que lo parió” demuestra que societalmente se sigue con rienda corta lo que se dice desde despachos gubernamentales, que hay una expectativa política: que Cristina esté. Que se espera la palabra presidencial, la invitación a los familiares.

Decir que la inseguridad es una sensación enciende los días de ira de las personas que ya cargan con el dolor. La “sensación” y los datos estadísticos son fórmulas de escapismo que no están a la altura del reclamo en curso: no es necesario que el fusilamiento de Campana deba tener la historicidad de los de José León Suárez para que haya una respuesta política que consuele. O el riesgo, a mediano plazo, es que el reclamo por seguridad se hiperinflacionice.