miércoles, 12 de noviembre de 2014

Esas anchas avenidas


Podría decirse que cada presidenciable se rige (hoy) por su propia lógica de inserción a la disputa electoral antes que por la severidad práctica de sus respectivos discursos políticos. Si las ventajas relativas que los candidatos exhiben (Macri un proyecto opositor, Massa un liderazgo y expertise macroeconómica, Scioli un consenso continuista) son verosímiles para tramos significativos del electorado, lo que hay que determinar es cuál de esas opciones puede aglutinar una mayoría relativa.

En ese sentido, tanto Macri como Scioli han optado por una “fidelización” del voto en función de estrategias que son concurrentes: afianzar el polo oposición-continuidad para tratar de evitar drenajes en sus respectivas bases electorales, antes que buscar la “liquidez” de las mayorías. Toda fidelización es, por definición, a la baja. Scioli imbuido de dialecto kirchnerista, Macri declamando que todo lo demás es peronismo: son estrategias conscientes de su propio déficit de representación, y que de alguna manera, contribuyen a sostenerlo.

Es evidente que Massa, por tributar a una lógica de inserción electoral diferente a las otras, tenga una estrategia distinta, tanto en el terreno del discurso como de la construcción política. El FR se origina en 2013 como un desprendimiento del oficialismo y con un voto PASO donde la base electoral se constituyó a partir de un voto poskirchnerista extraído al oficialismo, a lo que se sumó luego el voto “desplazado” a campo panperonista, tan progresivamente característico en el mapa electoral bonaerense, y que podría calificarse como “voto opositor atenuado”, proclive a las anchas avenidas. El desafío de Massa es instalar esa ecuación a nivel nacional.

Podría decirse entonces que el caudal electoral de Massa no se estructuró sobre la base de la polarización, y también que en general ninguna mayoría silenciosa se basa sobre esos parámetros a la hora de votar. A su vez, Massa es tributario de su propia lógica electoral al efectuar una acumulación frentista de orden transversal que no está presente ni  en el FPV ni en el PRO, y que en la política posmoderna es importante a la hora “demostrar” la representación con la que cuenta un proyecto de poder para amortiguar políticamente y sostener ese plus de gobernabilidad que toda hegemonía que se inicia necesita en los primeros meses de gobierno. Una transversalidad operativa es, antes que una muestra ideológica, un síntoma de autoridad política.

En sentido opuesto, Scioli va con un esquema duhaldista de inserción electoral que privilegia la ortodoxia defensiva. En el plano interno también despliega un esquema ortodoxo al privilegiar una alianza relativa con los gobernadores (muchos de ellos sin reelección, y por lo tanto sin incentivos) que desecha el lugar de los intendentes dentro de la institucionalidad peronista. Hace unos meses dijimos que la agenda política de los gobernadores no es la misma de los intendentes.

En el caso de Macri, se privilegia el esquema de “partido” sin atisbo de acumulación frentista: un modelo “europeo” que ante el desorden representativo del orden político argentino termina expresando limitaciones representativas y territoriales que luego se reflejan en la índole de las posibles alianzas políticas.

En un cierto punto, la acumulación y control de orgánicas diversas, y hasta contradictorias entre sí (el barro y la bosta) son la prueba de la blancura para cualquier liderazgo que se precie de ser tal. 

Sin embargo, tanto Scioli como Macri al recostarse sobre las capacidades instaladas de sus respectivos “partidos”, parecen ir por un sendero contrario, donde la falta de liderazgo limita la capacidad de representación, en total coincidencia con el polo oposición-continuidad que pretenden usufructuar.

Esas mismas diferencias se verifican en la relación de Massa y Macri con el panradicalismo. El dilema de la conducción nacional de la UCR se debate entre aceptar la estrategia territorial o la del partido: ganar gobernaciones o colar cargos. Concertación plural o frepasismo. En el fondo, se trata menos de un problema ideológico que de construcción política. 

Como parte de la estrategia a la baja del efepeveísmo, es lógico que de hacer el panradicalismo un acuerdo, prefieran que lo haga con Macri. Pero como dijimos hace meses, la índole de un acuerdo UCR-PRO no es aritmética, porque siempre habrá un radicalismo de gestión (con pretensiones  bipartidistas en el horizonte) que se irá con Massa.

Si la discusión de la víspera en el efepeveísmo es si van con candidato único a las PASO o dejan jugar, lo que entonces no estaba tan claro era la marcialidad de los números partidarios por encima de la electorabilidad. El fantasma de la PASO de candidatos por sobre la de partidos llegó a puerto kirchnerista.

Oblicuamente, esta inquietud da cuenta del estado de situación de la puja bonaerense entre FR y FPV y la eficacia de la reducción de daños en el GBA, ya sin “fierros” provinciales y nacionales que incidan en la ecuación municipal.

Es evidente que las PASO sirvieron para reducir la testimonialidad del sistema de partidos pero que también crearon una dinámica propia a cargo del electorado que las formaciones políticas “tardaron” en decodificar. 

Sotto voce, son cada vez más los dirigentes y militantes de todos los partidos políticos (pero sobre todo, y ésta es la paradoja, de los más competitivos) que advierten que el mecanismo tiene singularidades “no previstas” por el legislador.

Desde que el sistema está en vigencia, el efepeveísmo como partido de gobierno prácticamente no celebró la interna en los rangos subnacionales, y en el 2013 el FR tuvo más primarias distritales que el partido justicialista bonaerense; es por eso que la “estructura” piensa que hay que recalibrar la lectura de la ecuación de electorabilidad-territorialidad que emerge de las PASO.

Esto explicaría también las reservas de los intendentes efepeveístas a anticipar un apoyo explícito a Scioli, el jefe político del kirchnerismo provincial y candidato presidencial de esa formación, a menos de un año de las PASO. Para muchos de ellos está latente la experiencia de 2011, cuando los que pidieron lista “dentro” de la interna cobraron peor que los que fueron con la boleta muletta (o la boleta corta), una situación que da para que las ambulancias extremen sus trabajos a medida que se acerque el cierre para las PASO.

En el plano económico, la tregua cambiaria expresa en qué medida la macro permanece intocada, y por lo tanto, en qué medida cada vez que Scioli habla de economía, habla de un wishful thinking y no de los datos duros a partir de los cuales se construye una estabilidad económica para “airear” cualquier hegemonía política. En ese campo, las ventajas de Massa con su legión de economistas del partido del orden son evidentes.


La baja del dólar con emisión de deuda en títulos del tesoro dollar linked implica que las propias expectativas cambiarias que el bono genera se transfieren más allá de diciembre de 2015, con una lógica de endeudamiento bastante “lesiva” para las finanzas públicas (con dollar linked suelen hacer sus endeudamientos forzados Scioli y Macri) que le agrega presiones devaluatorias al próximo gobierno. 

Muchas veces la pax financiera se logra en base a la caída de la economía real.

La paradoja es que el gobierno de Cristina no pueda sofisticar su macro para oxigenar el poder adquisitivo por la vía tributaria, ya que el asalariado va a “financiar” estos papeles a 8,50. 

Por el momento, con las cotizaciones del bono de ypf  no se come, no se cura, ni se educa.