miércoles, 17 de febrero de 2010

Los Kirchner y la Gente

A unos meses de la aprobación de la ley de medios que intentará atenuar la fiebre concentradora de la propiedad de las empresas de comunicación, parece interesante hacer una reflexión graduada, casi despojada de emociones, de lo que fue apareciendo como producción mediática alternativa a lo que se llamó con inusitada pompa “cadena nacional de desinformación”, u otras denominaciones por el estilo que surgieron en plena batalla por la sanción de la ley. Una ley, que como todos sabemos, era absolutamente necesaria frente al festival adquisitivo de las empresas periodísticas del país, pero que abre un campo fértil también para los conglomerados extranjeros que quieran invertir en la Argentina.

Hay que suponer, en principio, que hubo un apoyo popular tácito al fútbol para todos, una movida que casualmente se efectuó antes y por fuera de la dichosa ley, y que ningún argentino lloró por el destino del Grupo cuando la ley de medios se sancionaba con holgadas mayorías en el parlamento. Hasta ahí, se ve claro el consenso taciturno que flotó alrededor de esta cuestión, más allá de que muchos amigos pendeviejos de la jotapé (la gloriosa) lo vivieron como una revancha personal y como una victoria política bisagra en treinta años de democracia moderna.

¿Y que vino después de la ley? La pregunta parece razonable, si consideramos que el ala progresista del kirchnerismo (la que domina la producción discursiva del gobierno en este tema, por decisión de Néstor y Cristina) planteó como sustancial para la confrontación política venidera con la oposición y para ganar el favor popular, la imperativa necesidad de construir un polo mediático alternativo que mostrara la verdad oculta tras las fauces de lo que se llamó también, con temeraria creatividad, “cerco mediático” (cualquier parecido con el otro cerco es mera coincidencia, supongo) o “complejo agro-mediático”.

Fueron, en ese sentido, muy instructivas las apariciones de Mariana Moyano en el noticiero de la televisión pública explicando las técnicas de verseo con las cuales los tanques del massmedia nos mentirían a todos los argentinos que no tuvimos la suerte de leer a Stuart Hall, Pierre Bourdieu o al resto de los cráneos de los Estudios Culturales (mientras escribo esto, estoy escuchando un impresionante compilado de música electrónica que me regaló un dj europeo), a los cuales no nos quedaría otro remedio que ser unos pelotudos inexorables que nos creemos todo lo que con engolada voz nos dice Luis Otero.

Conviene aclarar que en la era de la globalización, la conformación de una subjetividad no se puede disociar de las introyectadas técnicas de comunicación audiovisual que están arraigadas en cada ser humano; pero de ahí a establecer una linealidad alienante por la cual los medios de comunicación lavarían el cerebro y lo reformatearían de acuerdo a sus designios políticos más explícitos, hay un trechito largón. Nadie miró televisión, se transformó en un zombie, y metió la boleta de De Narváez en la urna. Como nadie votó a los Kirchner tres veces seguidas (2003, 2005, 2007) porque leyeron Clarín y se creyeron todo lo que el diario dijo en esos años.

Sin embargo, la rama progresista del kirchnerismo consideró esencial profundizar las contradicciones que al parecer se originaban en una disputa de la narración de La Verdad (Pravda), que se le estaría escamoteando al pueblo todo. Se trataría de un clientelismo cultural  que socavaría la capacidad de comprensión de toda la ciudadanía, y que sería necesario desmontar para que se descorra el velo de la mentira. Desde ya, la raíz de este criterio reflexivo se origina en el conspirativismo como vara para medir toda la realidad política, algo muy típico en los pensamientos de la izquierda cultural. De ahí que a esta altura, todo hecho político que amenace al gobierno tenga la marca clarinista en el orillo, o por lo menos se lo valore de esa manera.

La producción mediática que surgió como oposición a los monopolios periodísticos no mostró nuevos modos de concebir una única realidad, sino que más bien reprodujo la mediocridad de los grandes medios. Se trataría de un Clarín al revés, urgido por la inmediatez de la confrontación. Desde el setentista Miradas al Sur, pasando por el barcelonesco El Argentino, el progresismo cauto de páginadoce y el a esta altura inclasificable delirio que es 678, lo que se verifica es una confrontación de elites intelectuales (llamémosle de derecha e izquierda) que no le mueve ni un solo pelo a la mayoría de la sociedad.

Habría que comprender que no hay ningún rédito político a obtener si se sigue dialogando desde el atril presidencial con las sucesivas tapas de Clarín. El consenso popular en este tema llegó hasta la sanción de la ley, y de ahí en más comenzó un diálogo entre elites (Gobierno y Medios) del cual la mayoría de la sociedad se quedó afuera, más urgida por cuestiones de la vida cotidiana como la inseguridad y la inflación. Y más distancia se coloca entre el gobierno y el pueblo cuando estos dos temas urticantes se subestiman como parte de una “ficción mediática” que los instalaría malamente: la negación del problema es directamente proporcional al malestar que crea en la población, y  a una eventual merma de votos.

Resulta esencial decir qué tan resbaladizo, subjetivo, confuso y autocomplaciente es estructurar una disputa política integral en torno a una infinita discusión sobre la índole de la verdad mediática: es un terreno muy étereo que se sintetiza en una guerra de relatos perpetua, que termina por olvidarse de lo que le pasa a la gente.

Con todo, lo más sorprendente es que dos personas realistas como Cristina y Néstor se hayan excedido tanto en el uso de ese discurso elaborado por los cuadros progresistas del kirchnerismo, aunque no hay que dejar de apreciar que el tópico conspirativo es muy útil para sostener una estrategia defensiva de conservación de poder. Aun cuando exacerbarla  implique cortar el vínculo con la gente. Porque yo todavía espero que Cristina y Néstor le vuelvan a hablar a la gente.

lunes, 15 de febrero de 2010

De la Medida de la Vara, y del Modo en que Cimbrea

La orfandad interpretativa que asuela a las minorías letradas progresistas y conservadoras hace que sus buques dominicales de fermentación ideológica acudan al negraje dirigencial para que les soplen la textura de la realidad política en estas horas crepusculares, mientras los entusiastas de salón hacen autopsias o panegíricos que sólo relatan el pasado.

Más grave sería leer lo que dicen La Negra y El Negro como discursos contradictorios y no complementarios de una época matizada por las transiciones, y más que nunca, por la relatividad de las verdades invocadas. Con todas las objeciones que puedan hacerse, Camaño y Moyano actualizan doctrina sobre la base ríspida de los hechos.

Es tan pertinente avisarle al establishment político (que incluye al peronismo en las figuras de Kirchner, Reutemann, Solá o De Narváez porque todos ellos representan a una elite) que la organización sindical encarnará la primera línea de resistencia ante el ajuste, como preguntarle a este gobierno cuánto pobrerío estructural se puede bancar esta democracia real.

Sería ingenuo pensar que Moyano sólo le habla a Lole o al Colorado; tampoco Camaño plantea cuestiones que sólo le competen a los Kirchner. Moyano advierte algo habitual en la dinámica peronista: que ante un eventual retroceso de los beneficios materiales de las masas, la única defensa social realmente existente va a provenir de la organización sindical peronista con sus respectivas burocracias malditas. Los movimientos sociales, el yaskysmo, el partido de Sabbatella o los propios Néstor y Cristina podrán declamar también su oposición a un posible ajustazo post-2011, pero no van a incidir sobre ninguna correlación de fuerzas porque carecen de una envergadura organizativa acorde a las circunstancias de la confrontación. Hacia dentro del esquema cegetista, son los camioneros los que pueden desarrollar con mayor eficacia una política obstruccionista de largo aliento, que conociendo al Hugo, va a ser algo más que vandorismo puro y duro. Sino, que lo diga Menem.

Graciela Camaño se limita a describir la realidad kirchnerista 2008-2010 cuando dice que el gobierno está excesivamente ideologizado (algo que en este blog pedorro veníamos diciendo hace  muuucho) y marca los datos arrojados por la inflexión electoral de 2009 cuando afirma que Kirchner no representa a EL peronismo. Es lógico que esta realidad tarde más en ser asimilada por la militancia que por la sociedad, pero no por ello las huestes kirchneristas debieran negarlo.

Los Kirchner perdieron una hegemonía, y es absolutamente razonable que a partir de allí el liderazgo del peronismo ingrese en litigio, en una disputa inexorable y necesaria (cuando los muchachos huelen sangre…). Es verdad: Kirchner no tiene la representación del peronismo, como no la tienen Duhalde, Reutemann, Felipe o Gioja. La reasunción de Néstor en el PJ es un error político para la salud del movimiento nacional justicialista, pero para él es una jugada táctica de retroceso acorde a un político inteligente que va a defender con uñas y dientes el espacio de poder que conserva.

Notemos que Camaño no objeta el trazo grueso de los seis años de gobierno kirchnerista (Massa, Giustozzi y Bruera tampoco), sino las relaciones de NK con el movimiento  y sus malas decisiones de conducción (la transversalidad se está facturando ahora). Y la pregunta por la pobreza estructural está vigente después de seis años de crecimiento, consumo, sindicalización y asignación universal por hijo. Este es un tema doloroso, porque el kirchnerismo se narró asimismo como gobierno popular pero nunca pudo recrear un sentimiento de comunión con los pobres, nunca cuajó con la idiosincrasia popular más sumergida al punto de restablecer formas subjetivas de la dignidad, y convengamos que modalidades de empleo ficticio como el programa Argentina Trabaja no contribuyen demasiado a establecer una cercanía: el pueblo no quiere ser cooperativista, quiere ser camionero.

Me comentan que en un taquillero blog progre-kirchnerista (que lamentablemente, no leo) se gastan horas intentando dilucidar cómo es posible que los jubilados no agradezcan con el voto ganar 900 pesos por mes, cómo es posible que las mamás solteras que perciben los 180 no devuelvan la prestación militando para el kirchnerismo. ¿Por qué esos viejos alienados no le chupan, como deberían, la pija a Kirchner? ¿Por qué esas negras cojedoras de la villa no se esclarecen y le chupan, como deberían, la concha a Cristina?

La intelligentzia progre-filo-kirchnerista se desloma en la incomprensión, va a terapia y muestra la hilacha de toda hipocresía: quieren que los pobres sean menos pobres, pero más quieren que no dejen de serlo. Quieren que los pobres agradezcan ser menos pobres, pero que nunca coman en los restaurantes que ellos frecuentan, ni vacacionen en las playas que ellos fatigan. Al progre, el gorilismo le asoma en sus buenas intenciones, que incluyen casi siempre subestimar los deseos y realidades de la negrada.

Que la pobreza estructural exceda a este gobierno no implica atenuar la responsabilidad política. La Negra Camaño señala una cuestión social actual: antes no vivían ancianos en las villas, ahora sí. Antes, la villa era una estadía transitoria en la vida del pobre de la cual, a los tumbos, se salía. Antes no te morías en la villa, ahora sí. Quiere decir que antes con un laburo y después de algunas décadas de rotura de culo, te podías comprar un terrenito y ladrillos, y vivías tu edad madura (la del ocio y el descanso) fuera de la villa, en una casita. Ahora con un laburo o un plan comés, pero no salís. La dignidad es una compleja subjetividad que no se construye con la automática entrega de algunos pesitos.

Moyano anticipa el rol político que le tocará jugar en el nuevo escenario. Acá hay un tema que después de 2011 va a pesar: el kirchnerismo se va a ir con dos períodos presidenciales sin recibir paros generales, y esto es un producto concreto de la política laboral que cualquiera que venga deberá como mínimo, garantizar. Moyano está perfectamente esclarecido respecto de que lo que le toca defender son hechos concretos, paritarias, convenios, derechos y no a una figura política. Por eso habla tan poco de Kirchner en la entrevista: el futuro llegó hace rato, y no tiene a NK en el titulo estelar de la marquesina. En política, aunque no guste, hay que acostumbrarse a la realidad para adaptarse y operar sobre ella.

Y yo creo que todavía hay mucha militancia peronista (los más jóvenes que entraron con Kirchner) que tendrá que matar a Néstor. Matar al padre político para poder seguir. El peronismo defiende logros, no personalismos. Defiende hechos que son del pueblo, no caprichos individuales. Porque yo veo muchas personas que apoyan a este gobierno, pero que piensan que Néstor es imprescindible. Piensan más en la iconicidad de Néstor, están más preocupados por que un flaco de la jotapé siga siendo presidente (uno de los nuestros, je) y no piensan tanto en los modos y formas de organización política que se necesitan para defender logros concretos que ya no tienen autor intelectual, porque la sociedad los adoptó. Los más soberbios deberán meterse un poquito en el culo ese constante “Kirchner lo hizo” con el que aturden a los sectores populares (“este boleto tiene subsidio del Estado Nacional”) que en realidad saben perfectamente qué se hizo y qué no: si decimos que Lupín es imprescindible, se lo hacemos creer a él y subestimamos otra vez al pueblo. Y si el pueblo no cree que Kirchner es Dios ni Perón ¿por qué habríamos de creerlo nosotros? En todo caso, la imprescindibilidad de NK la determinarán los que gobiernen después de Cristina.

A los peronistas de a pie no nos debería desvelar el destino de Kirchner, si se va a un café literario, si se pone a levantar hoteles, si se separa de Cristina, si termina en Sierra Chica, si se va a jugar al ajedrez a El Calafate, si preside Unasur o si no le sube el agua al tanque. Porque los peronistas vamos a estar preocupados por defender hechos, y que no se vuelen las chapas del rancho. No va a haber tiempo para pensar en Kirchner. Una de las cualidades  de la política real es que te obliga a olvidar rápido, porque ya estás pensando en conseguir el ungüento para aliviar las nuevas heridas sociales; como dice La Negra, en cada bandazo de la economía se queda más gente afuera, y más vale decirlo antes de que el bandazo llegue. El Negro también amenaza antes de que el latigazo llegue, porque no serán, llegado el caso, Kirchner, Reutemann, Solanas, Alfonsín, Sabbatella, De Narváez o Cobos quiénes instalen el hospital de campaña para atender a los heridos.

Eliminemos confusiones: los reparos hacia la figura de Kirchner y las corrientes críticas que se visualizan en la sociedad y en gran parte de la militancia peronista no implican una impugnación a los resultados de gestión. Hay compañeros que se confunden, que mezclan a NK-figura política con la gestión. Cuando Balestrini declara que Massa es menemista porque veranea en Pinamar, se equivoca. Hace valoración digna de un amateur como Claudio Lozano. Es el exceso de ideologización, diría La Negra Camaño.

Balestra se tiene que relajar (porque acá va a haber un interna, y cuantos más haya, mejor: Massa, Bruera, el Colo, Felipe, Duhalde, La Negra) y ejercer con perfil propio la jefatura del PJPBA: porque él sabe que Camioneros tiene un hotel en Pinamar. Y el pueblo quiere ser camionero: quiere veranear en Pinamar.