De las últimas palabras que se pueden encontrar en el acervo bloguero sobre el tema de la seguridad pública, éstas de Alejandro. La marcha en Plaza de Mayo merece un paneo lento para un problema transversal. Si aceptamos que no hay soluciones políticas que talen de cuajo, y que el kirchnerismo heredó las causas que hoy hacen que la inseguridad represente lo que representa para una mayoría popular, el dirigente político puede apelar a gestos. Alejandro habla del abrazo, ese momento en que la clase política puede romper el hielo que baña de preconceptos ideológicos todo acercamiento al tema.
Yo lo que veo es que el pedido popular añora esa presencia: que un político (el Estado) los acompañe en el llanto. El reclamo de seguridad no espera la presencia política demorada para putearla y escupirla, y ahí noto un temor infundado en los políticos que prefieren mirar por televisión. Y es mejor que el abrazo llegue ahora, cuando el reclamo todavía se expresa racionalmente (aún cuando el crimen violento predisponga para lo peor) en la tríada Paz, Justicia y Orden bajo código democrático. El cantito “la sensación, la sensación, se va a la puta que lo parió” demuestra que societalmente se sigue con rienda corta lo que se dice desde despachos gubernamentales, que hay una expectativa política: que Cristina esté. Que se espera la palabra presidencial, la invitación a los familiares.
Decir que la inseguridad es una sensación enciende los días de ira de las personas que ya cargan con el dolor. La “sensación” y los datos estadísticos son fórmulas de escapismo que no están a la altura del reclamo en curso: no es necesario que el fusilamiento de Campana deba tener la historicidad de los de José León Suárez para que haya una respuesta política que consuele. O el riesgo, a mediano plazo, es que el reclamo por seguridad se hiperinflacionice.