¡Cómo están los blós!, hagamos un poco de tiki-tiki electoral, un poco de fantasismo retórico utilitarista, que la política es también eso. Un largo año para las elecciones, en el cual the Scioli´s affair es el primer episodio de una compleja miniserie que no tiene sus capítulos finales grabados, entonces ¿de que preocuparse? ¿por qué incurrir en diagnósticos lapidarios que se parecen más a la voluntad de una profecía autocumplida? ¿por qué muchos amigos blogueros se resignan a la exclusión de las candidaturas de Néstor y Cristina, cuando no hay elementos visibles que le den cuerpo a esta posibilidad? Por alguna razón extraña, parece que los que creyeron fervientemente en el 40+1, hoy no dan dos mangos por los Kirchner. ¿pasó algo en estas semanas para que los humores sociales cambiaran tanto?. Yo creo que no. Pero también creo que Scioli siempre fue una baraja que estuvo en el mazo, y nadie debería sorprenderse por eso. Las ausencias de legado son atribuibles a Kirchner, no al Partido Justicialista, se sabía desde 2003. Si mañana aparece una encuesta que le da bien a Néstor… ¿euforia for ever?
Subterráneamente, lo que surge como debate en torno a Scioli es una disputa entre peronistas y no peronistas que se conjugan en la afinidad al kirchnerismo, pero que tienen distintas cosmovisiones a la hora de establecer escalas en el hacer de la política. Nada nuevo, nada grave, sino una tensión que estuvo durante todo este proceso político, y que difícilmente se zanje. Tensión que no fue impedimento para que los Kirchner gobernaran con fuerte perfil decisionista, ni para que desde la casa rosada se digitaran armados políticos no siempre aceptables, pero aceptados. Por eso ahora, (cuando la cosa está difícil, pero no nítida ni definida) que algunos salgan a cantar la traición del pejotismo para desmarcarse y mantener la conciencia limpia es previsible, pero remite a ciertas gestualidades en la valoración del peronismo con las que uno no está de acuerdo.
1/ La perspectiva de que el arco panradical (Alfonsín-Binner) se acerque al tercio electoral es una luz de alarma que obliga al PJ a hacer los reacomodamientos necesarios para la supervivencia. Esto Kirchner (presidente del PJ) lo tiene claro: la épica de la derrota que postula el ultrakirchnerismo es extraña a la cultura política peronista, y la aparición de la variable Scioli responde a una cuestión de adn: el peronismo apuesta a ganador. Perder con Messi en el banco es de una testimonialidad que contraviene la idea de defender los logros del kirchnerismo. Lo que deba defenderse, se defenderá con lo que hay disponible ¿cuándo fue de otra manera? ¿Néstor y Cristina quedan excluidos de este combo? Para nada, los que los excluyen son los entusiastas tardíos que pelaron el kirchnerómetro para juzgar lealtades y armar rígidas lecturas de los días políticos que nos tocan vivir.
2/ Si el panradicalismo progresista perfora el 30%, el peronismo no tiene margen para dividir votos. Por izquierda ya no puede morder más (la seducción al progresismo está completada), sólo le queda disputar y vaciar las representaciones medias y bajas asociadas al peronismo federal y en menor medida al PRO. La disputa es tanto de estructuras como de votantes: el pedido de una “agenda de derecha” a labrar por el gobierno no era un capricho ideológico de quienes lo planteamos (y por lo que nos ligamos insultos), sino una percepción relacionada con la inestabilidad del votante medio y bajo, que tiende a ambiguar sus pretensiones electorales: ello está sucediendo con una grámatica política diferente a la que encara el kirchnerismo como oferta electoral. El PJ necesita los votos neutros y/o peronistas que hoy son del peronismo federal y del PRO para ganar la elección nacional.
3/ Las colectoras son un suicidio político: no le garantizan el 45% al candidato presidencial, y pueden llevar a la derrota del peronismo en
4/ Cualquier candidato peronista (Néstor, Cristina, Scioli) deberá comprender que existe una amplia porción del electorado (clase media y pobrerío) que votará sin acogerse al estigma de “el desastre de