La obsesión del político es la logística. Las horas de esa escalada empresarial en el poder son la obra que el político cuida entre algodones. Gobernar es parte de esa escalada. Kirchner fue un gobernador feudal y a diferencia de Menem, un primus inter pares en la mesa de los empresarios. Un hombre de estado, y de empresa. Daniel Hadad, un periodista y un hombre de empresa. Esa dualidad común mostraba al empresariado nacional posible que germinaba tras la máquina a vapor del ex modelo de tipo de cambio competitivo con inclusión social en la época en que todavía se llenaba capacidad ociosa, los verdaderos años dorados de Kirchner (2003-2007) de agroindustria pura y dura, de reestructuración de deuda y de moratoria previsional.
Cuando lanzó a Boudou, Cristina narró a la renegociación de deuda como la medida base de la década kirchnerista que murió el 25/6/11. Lo mismo opina Daniel Hadad. C5N es el canal de noticias que mejor captura el sentido común social emergente de la estabilización kirchnerista de la economía. Nacido en la mitad de esa década forjada por agrodólares salidos a mansalva del surtidor comercial externo y de la temperatura cálida de la Bolsa de Chicago, C5N fue la gran inversión productiva con sustentabilidad logística que le permitía a Kirchner abandonar el matrimonio con Clarín con las garantías de neutralidad antitestimonial que un canal de noticias requiere para tener poder de fuego. Porque antes de la lluvia y de la sobresaturación empalagosa de “sentidos y representaciones” que llegaría al promediar la presidencia de Cristina, la idea de Kirchner era jugar sobre terreno seguro, explotar esos espacios comunes de empresa en los que Hadad (o Brito, o Franco Macri, o el viejo Blaquier, o Werthein)) no era una idiosincracia extraña, es decir, insertar política como un líquido que se distribuye y gotea al ritmo del pistoneo propio de la lógica empresarial que tienen todos los medios de comunicación. Por fuera de las coyunturas políticas y de las ocasionales mesas en las que se pronunciaba la frase-oferta “te compro todo” como contracara impiadosa y realista de la grasa teórica, C5N fue el gran canal kirchnerista de la vida cotidiana de esa mayoría silenciosa que le hizo clavar un 46% a Cristina en 2007. C5N es la transmisión de todos los discursos de Cristina en vivo, y a continuación y sin intermediaciones el informe del caos de tránsito, esos cortes de calle que tanto nos rompen las bolas a los votantes de Cristina en la nación, de Macri en la ciudad, y de Scioli en la provincia. Hay que ver con que muñeca C5N surfeó las escenas más álgidas de la batalla mediática y se apartó de la línea de fuego que terminaría condenando al oscurantismo binarista a varios. Podríamos decir que el lema de Hadad siempre ha sido: la línea editorial no será negociada, así como Kirchner no negociaba su línea política. El encanto de los discursos del poder: eso es lo que la sociedad espera de sus liderazgos.
C5N es un canal de mayorías que no se hunde en las ansiedades autodestructivas de TN y “los medios militantes”, y es el telón de fondo informativo-tecnológico del modelo petro-sojero con reparación social. Didáctica del touch screen, plasmismo, planos tipo dogma 95, estética de la digitalización: C5N es la infraestructura audiovisual del orden que instauró Kirchner, y de una época. Y esas zonas de intimidad político-empresaria que Kirchner transitaba y trabajaba con furia y con experiencia están reflejadas en esa frase casi familiar que tiró Hadad hace unos meses a modo de deseo: si Cristina se animara a ser en público como es en privado…
Quizás lo que más moleste de Daniel Hadad (el tipo que tiene la virtud de estar siempre “a tiro de Nextel” para la muchachada de la Rosada) es esa autoridad implícita que tiene, ahora, para narrar al cristinismo, para detallar “el juego de las diferencias”, frente a una cierta intelligenzia progrekirchnerista que se siente con derechos adquiridos sobre las teorías y los usos de los medios de comunicación, pero que al mismo tiempo no paró de comerse todos los amagues que Néstor tiraba y de sufrir el daltonismo político que los hunde (por cualquier boludez) en los sucesivos estados de euforia, decepción, negación, depresión, euforia…, y que no se bancan admitir con alegría que a muchas reuniones políticas Kirchner no iba con “los mejores cuadros”, sino con sus testaferros. Porque los discursos del poder son la esperanza de la Nación.
Pero lo que más nos gusta de C5N es que lo miramos cuando queremos ver la noticia en bruto, como miramos a la Selección por Telefé con Niembro-Closs porque queremos ver el partido tranquilo y sin pensar en que hay que realizar la operación ideológica forzada de darle rating a canal 7. Y ver a Eduardo Feinmann retomar la poética de Pasolini para cargarse a los adolescentes hiperpolitizados del Pellegrini que tienen tiempo libre y necesidades básicas satisfechas es vernos en el espejo del voto cruzado para la paz social, un voto a los Partidos Políticos del Orden. Por C5N desfilan la sobrina cheta de Daniel Osvaldo, Domínguez y su ser de luz, Elio Rossi y su mansa carnicería deportiva, una milf de perfil bajo y alta solvencia profesional como Débora Plager que nos recuerda a las chicas de las películas de Silvio Bandinelli, un Novaresio picante que gasta en vivo a Doris Capurro (la princesa del saraseo y el humo sobre el agua) cuando le pregunta si ahora las encuestas tienen un margen de error de +20% o -20%, y que tiene a la gran Paola Juárez y su estilo minimalista para desplegar la crónica carveriana de la rosca con la sabiduría que surge de conocer bien el backstage diario de la política, de tener buenos teléfonos y lograr buena data. Paola es una de las pocas periodistas políticas que hace sonar en sus labios el sintagma “costo político” a la hora del análisis (¿alguna vez viste a uno de páginadoce hablar de “costo político”? y ese realismo árido nos copa mucho, por eso nos gusta C5N, y Política en vivo es mi programa favorito. Y mientras esperamos que llegue el 14 de agosto que va a fijar los pisos reales, nos preguntamos cómo va a construir Cristina el consenso político que le falta al consenso electoral que tiene.