Y sí, fue un cierre de listas a todo culo, con mucho hematoma y mucha bandera blanca forzada. Nada nuevo bajo el sol, pero con una progresión que en
Últimamente me estoy acostando temprano, y dejo la lectura de los diarios para el otro día, dejo que el diario sea un pasado leve. Hay días que no leo el diario, porque con youtube alcanza y sobra. Uno se puede ir con youtube a una isla desierta. El problema es que la realidad política de este tiempo muerto preelectoral es leída progresiva y casi estrictamente a través del vidrio opaco de los medios, del espadeo vendehumista del editorialismo frenético (desde todos los wines, eh), y la lógica escriba-periodística se impone a la lógica política, abaratando el debate. Cuando alguien se me acerca sobreexcitado y me pregunta si leí lo que escribió Pagni, JMS, HV o Wainfeld, suelo contestar que no, que a mí me gusta la política. Quizá el corolario menos favorable de la “batalla cultural” es la nítida consolidación del pablollontismo como fase superior del lanatismo. Es decir, la construcción de un tinglado esquizo de conspiretas para el fogoneo de las profecías autocumplidas como forma perversa de leer la política. En realidad, no hay nada más lejano de la política. Nada más lejano de lo que se necesita pensar para una neohegemonía plenamente árida, que no puede repolitizarse más. Hay más lógica política en Cosecha Roja que en Clarín o páginadoce, y si sos paja como yo y no te gusta leer, te clavás The Wire y listo. Más política que ahí, no hay. Más agenda que la que requiere este cada vez más complejo mix entre democracia, instituciones y mercado, no hay. La política peronista empieza a trabajar sobre terrenos amesetados, sobre un empleo privado calificado formal que se parece mucho a una esponja llena de agua, sobre una política social paliativa que ya no tendrá rasgos inerciales. Si política y “batalla cultural” ya no son conceptos complementarios sino levemente antagónicos, la antipolítica ya no es lo que fue durante la década kirchnerista (esa década nestorista que acaba de morir luego del cierre de listas del sábado), la antipolítica ahora es otra cosa, pero no vamos a tirar hipótesis todavía, todavía no tengo timming para hablar de eso, dejemos que pasen algunos adelantos electorales y vemos, vamos ajustando los tiros para que no nos pase lo de las hermanas Williams en el césped londinense. Hoy el negro Tsonga vino de atrás y se cargó a Federer en cinco y esto nos da tristeza porque confirmamos que el gran Roger ya no volverá a ser número uno jamás. Si el cristinismo es alguna clase de neoperonismo blanco sin mayores precisiones, la elección de Boudou confirma la neoépoca. Boudou puede hablar con todos y de cualquier cosa, y además puede explicar cualquier cosa. Boudou es el dato de una nueva pragmática peronista. Cualquier otra definición que se quiera hacer del tipo ahora está de más, es inconducente. La elección del converso del cema es la metáfora compleja del trayecto peronista (menemismo-kirchnerismo-cristinismo-…) y es, paradójicamente, lo que muchos nunca quisieron que el peronismo fuera (las famosas “desviaciones”- ¿pero respecto de qué?) pero que fue. La equivalencia que se quiere hacer entre Boudou y la juventud kirchnerista es errada. Boudou es algo más complejo, otro adn, porque Amado es la potencialidad de situar el boudismo, en cualquier tiempo y espacio.