Kirchnerismo a tres bandas: asumir las muertes peronistas negadas, realizar la promesa menemista del derrame y recodificar la noción abrillantada de progresismo ahora pasada por el tamiz del poder.
Si el cartaabiertismo se apresta a hincarle el diente a las carencias de la construcción política del kirchnerismo, debería hacerlo sabiendo que las clases de cookismo las dicta la Manzanera y no ya las jotapés o las usinas de algún organicismo intelectual.
Después de los estrepitosos fracasos de la transversalidad y la Concertación Plural, hablar de construcción política y hacerlo con absoluta prescindencia de la necesaria producción de poder, significa persistir en el error y eludir arteramente la pregunta profunda: bajo qué pautas el Estado y la política tramitan su relación cotidiana, compleja, concreta y real con los sectores populares de la nación aquí y ahora. Pregunta para la que sólo sigue teniendo una respuesta el peronismo, aún después de sus tan anunciadas muertes durante la larga marcha democrática. ¿Qué cimientos siguen firmes luego del terremoto?
Discutir la forma de una construcción política es TODO, y no debiera adquirir los modos de una tesis académica. Las posiciones políticas se defienden con los pies en el barro, y sí, te manchás, se trata menos de proclamar que de justificar. Carl Schmitt fue funcionario de Estado durante Weimar y después escribió sobre teoría política.
Pepe Nun fue secretario de cultura, y después le contestó al seminarista Gargarella: flaco, no hablés de clientelismo, ni de intendentes del conurbano, que vos no sabés un carajo, en tu puta vida conociste un puntero o una manzanera, desconocés terrenos y modismos, nunca te preocupaste por aprender. Ese velado desdén (“no hablés de lo que desconocés”) que Cristina desgrana cuando le piden que defina a Carrió y dice “alguien que es candidata a diputada”. El famoso “tu no has gobernado nada” y si lo has hecho, fue entre los fatídicos años de 1999 y 2001.
Discutir una construcción política es hacerlo munido de un pensamiento estructurado desde matices y mediatizaciones entre ideología, poder y empiria: el conurbano se recorre mejor con “los libros” de Evita y Mugica. Aunque se encuentre muy lejos de la frontera, algo de esto parece intuir Nun cuando le responde al sacro Gargarella, ese bienintencionado simpatizante de (casualmente) Carrió hasta que, y miren ustedes, se decepcionó. Se viven decepcionando, no encuentran el zapato de la cenicienta.
Si el cartaabiertismo quiere discutir las alternativas de una construcción política para el kirchnerismo hasta sus últimas consecuencias deberá saber que en el fondo del callejón, los espera el problema del pejotismo: cualquier análisis debe evitar el atajo argumental de la demonización, deslindar filas con la caduca retórica albertista y pensar desde un realismo árido que nos muestra que el kirchnerismo sostiene su poder apoyado en la CGT, los intendentes del conurbano y los feudos provinciales (Salta, San Juan, Chubut, Santa Cruz). Todas ellas variadas formas del pejotismo, aquello que las usinas letradas a diestra y siniestra denuncian como lo perimido, pero que, como verifica el apesadumbrado Marcos Novaro, sigue atravesando la matriz del proceso político nacional contemporáneo. Novaro era el tipo que esperaba que entre el menemismo y la irrupción del Frepaso se llevara a cabo la obra de destrucción del peronismo y que disimula haber errado el pronóstico. Novaro, el ex - asesor de Graciela Fernández Meijide que eligió definir políticamente al mejor intendente de la historia de Avellaneda por su sola “impresentabilidad”: caminando las calles de Domínico, los vecinos añosos me dirán que no recuerdan a Herminio a partir de aquel epíteto. Novaro, el tipo que escribió un libro sobre la historia del Frepaso y fundó un club político (sic) para desmontar la mentira kirchnerista, y que en realidad, para él, es la peronista.
El cartaabiertismo se centrará, saludablemente, en la reflexión de las ausencias en la construcción política de la ontología kirchnerista y acaso lo haga demasiado tarde, pero con la inapreciable ventaja de saber que los movimientos sociales, el hellerismo, los vestigios del Frente Grande y el “apoyo crítico” de la CTA y el sabbatellismo no incidieron sobre ninguna correlación de fuerzas hacia el interior del dispositivo kirchnerista porque antepusieron exigencias ideológicas abstractas justo allí donde lo que se necesitaba era una experiencia territorial intrínsecamente ligada a la producción de poder político. Algo de lo que este espacio filo-kirchnerista carece irremediablemente por su proverbial indisposición con la sinuosidad del poder: aquello sobre lo cual el dirigente popular debe estar perfectamente esclarecido, como le advertía Rucci a Tosco. La cuestión central que Ricardo Forster desarrollará con lucidez, seguramente, en las próximas cartas del colectivo intelectual.
Dime como haces política y te diré que resultado electoral obtienes. Discutir la construcción política es todo.