miércoles, 4 de febrero de 2009

Clima y Deseo


“Entre marzo y mayo los Kirchner van a atravesar una situación que determinará si las elecciones de octubre son solamente legislativas. Estos muchachos nunca perdieron una elección, nunca gobernaron en la adversidad y no los veo corriendo el riesgo de una derrota. Si creen que pueden gobernar la Argentina con las bases tradicionales del peronismo bonaerense, rapiñando puntitos en algunas provincias y sin tomar en cuenta que la relación con el campo y las clases medias urbanas está irremediablemente quebrada, no ha entendido un pito. Lo que han generado estos muchachos en materia de rencor es inédito. La gente me para para preguntarme cuándo se van. No hay un clima destituyente, hay un deseo destituyente de un gran sector de la sociedad. Y no es gorilismo: La Elegida no es Evita, no despierta amor; ellos no son tipos que despierten afecto. Y el peronismo ante todo es afecto. El peronismo tiene una densidad afectiva sin la cual no se entiende. Cobos es el “plan B” de todos. Dicen: “Si estos muchachos se desmoronan, Cobos ya”. La gran discusión es si Cobos por cuatro meses o Cobos hasta el fin del mandato. Los medios no la blanquean, pero esta discusión se escucha en todos lados.”

 

Habría que preguntarse las razones por las cuales se tiene en tan bajo precio el grosor de la democracia. Acaso la misma clase política haya contribuido a que todo sea reducido a pautas mínimas, donde inclusive se ponga en discusión la legitimidad, o se relativice, la decisión electoral. 

La secuela más disvaliosa del 2001 es este espasmo gutural del “use y tire”que se ha naturalizado en amplias franjas sociales. Una perversa espera a que se de “el mal paso”, para descargar el arsenal guardado, sin que se expresen fundamentos políticos de relieve que respalden la decisión. 

Como si lo verdaderamente importante de la política esté en cuánto antes de finalizar el mandato se tienen que ir los elencos gobernantes. Pero realmente, confieso que me parece muy pobre que se naturalice el “¿cuándo se van?”. Para este gobierno y cualquier otro que venga. 

Ya sabemos que el actual período democrático de veinticinco años nació con fallas congénitas que incluían la valoración de esa propia democracia como un concierto aséptico donde lo político aparecía reducido a gerencia. Por lo menos esa era la visión de quiénes “no querían saber más nada”. 

Pero la enseñanza básica que dejó la dictadura, es decir dentro de la democracia todo, fuera de ella nada, se deslizó hacia las aguas fangosas de la destitución como concepto único a ser blandido a la hora de interpelar a la realidad política. 

Digo: la idea de destitución es en sí misma una idea distorsiva de la realidad, porque se naturalizó como parte de cualquier análisis político, más allá de las implicancias concretas a las que remite ese análisis.

En todo caso admitiría que la idea de destitución consiste en un estado de excepción, un último recurso que sólo estaría a cargo de las mayorías populares, CUANDO ELLAS LO DECIDAN, y no como la comidilla política diaria de formadores de opinión y corrillos políticos representativos de absolutamente nada más que sus propios intereses.

¿En que quedamos, Turco? Decías hace unos meses que lo destituyente era una absoluta construcción de intelectuales nostálgicos, y ahora nos hablás de un “deseo destituyente” comprobado en tus caminatas urbanas, que sería distinto de un “clima”. Y al parecer, ese deseo debiera ser satisfecho sin más, porque te lo dicen “por la calle”. Ya sé, Turco, estás operando, te divertís, la cosa no es para tanto, pero…

El peronismo es afecto, decís, y ella no despierta ese sentimiento las masas; esta sola condición merecería, parece, la salida de la escena. Una ganga. Con este criterio, también Menem y Duhalde deberían haberse ido, porque ¿Quién despierta esos sentimientos en el pueblo peronista mas allá de Perón y Evita?

Acá es donde se nota la enorme trivialidad con que se mensura el concepto de destitución, más vinculado a la opereta y al factor micro-climático que a la realidad política concreta.

La crítica política concreta ha dejado paso a una superficial invocación integral que anula la discusión democrática, y desvirtúa los roles de oficialismo y oposición en el sistema.

Esa invocación integral se enmarcaría en un “hacen todo mal y se tienen que ir”.

¿A esto se reduce la complejidad de la política?