Corría el dilatado y bello conflicto del campo. Y una noche tórrida me hallé de modo azaroso frente a mi tele Zenith de catorce pulgadas adquirida a mis amigos de Las Casuarinas como producto de una expropiación popular en zonas residenciales. En la pantalla exigua, un programa político, de los tantos que asuelan al magro cable. Inefables shows televisivos conducidos por periodistas desconocedores de la política junto con abigarrados elencos estables de políticos con casete.
Me aprestaba a manipular el control remoto para dar curso a un furioso zapping, cuando aparece en imagen el dúo dinámico de la canción de protesta (me quedo con el verdadero y popular Dúo Dinamico cantando con Marisol): el pececito Eduardo Buzzi y el gato con botas Víctor De Gennaro.
“¿A ver qué dicen estos pardepe?” me dije, y subí el volumen. Y dijeron lo usual.
El gato Víctor arrancó con el famoso “acá hay cuatro vivos” que no se perjudican, las cerealeras, los pools de siembra, bla, bla, bla. Recuerdo que lucía el gato una chombita desteñida que lo hacía más proletario, más honesto. El pececito Eduardo desplegó su hit “estos muchachos se equivocan” con el tono monocorde y aplomado de todo discípulo del terrorífico Fernando Nadra, y agregó que “no sabía si podía controlar a las bases desbordadas".
Luego, el pececito y el gato cantaron a coro con circunspección impostada una estrofa compleja: dijeron que noooo, que no había ni hubo desabastecimiento. “¡Qué capacidad para componer buenos versos tiene estos dos!” me admiré ante este tremendo dúo zoo-musical.
Buzzi y De Gennaro, animales políticos, que dieron fe de sus credenciales de luchadores populares históricos en cruzadas épicas como el mítico Frenapo, marchando contra el hambre a diestra y siniestra. Grossos. Me pudren, pero no cambio de canal, porque mi neurosis incluye el masoquismo.
Ahora hablan de la cadena de comercialización: ahí está el problema, los intermediarios que forman precios y ostentan el monopolio. Y proponen la solución al flagelo: que se establezcan ferias alimentarias donde pequeños productores y la ciudadanía de a pie se encuentren en sacra compraventa, sin intermediaciones ni sanguijuelas; chacareros y asalariados a la vera de la ruta recreando el comercio popular, y con el tiempo, la sociedad sin clases.
Una bella idea. El gato y el pececito son así, los protagonistas musicales de una fábula que siempre nos deja una lección: que tienen altruistas propuestas, pero que nunca explican cómo implementarlas en la práctica. Cuando les vamos a hacer esta pregunta ya es tarde, porque el pececito y el gato ya no están. Se han ido cantando por el río, felices por su creatividad.
Pero imagino al fiel espectador progre, al fan de la CTA que nunca vota peronismo, que leía Pagina/12 hasta que se hizo oficialista, que entonces leyó Crítica esperando encontrar ahí el bálsamo para su progresismo aséptico, y que ahora no sabe que carajo leer, entonces lee Clarín, lo imagino diciendo: “¡Qué buena idea la de las ferias! ¿Por qué no lo hace el gobierno, eh? No ves, no son progresistas”.
Se van Buzzi y De Gennaro. Corte. Obviamente, no explicaron como hacer lo de las ferias, pero no se privaron de afirmar que era muy fácil. Como siempre. Vuelve el programa. En el piso, el melifluo Sergio Massa. El periodista le pregunta que tal le parece la idea del gato y el pececito, radiante. Massita se ríe. Y cuando él se ríe, yo me río. “Bueno, esa idea es más voluntarismo que otra cosa. ¿Cómo se haría, en qué lugares? Hay que implementar controles bromatológicos, inspecciones laborales, habilitaciones comerciales, tendría que intervenir el Estado para regular la actividad. No es fácil, y de eso nada se dijo.” Massita se ríe como diciendo “hablemos en serio, muchachos, no hagamos tribuneo retórico para la gilada”.
Y digo: Massa tiene el reflejo incorporado de aquel habituado a gestionar (mal, bien o regular), a pensar en términos prácticos. El gato y el pececito, en cambio, viven tirando fuegos artificiales, bellos pero efímeros. Cambio de canal. Venus da una película repetida.
Pienso que el gato y el pececito (y todos los de su clase) son eternos acreedores al famoso proverbio chilavertiano: “Tú no has ganado nada”.
Me aprestaba a manipular el control remoto para dar curso a un furioso zapping, cuando aparece en imagen el dúo dinámico de la canción de protesta (me quedo con el verdadero y popular Dúo Dinamico cantando con Marisol): el pececito Eduardo Buzzi y el gato con botas Víctor De Gennaro.
“¿A ver qué dicen estos pardepe?” me dije, y subí el volumen. Y dijeron lo usual.
El gato Víctor arrancó con el famoso “acá hay cuatro vivos” que no se perjudican, las cerealeras, los pools de siembra, bla, bla, bla. Recuerdo que lucía el gato una chombita desteñida que lo hacía más proletario, más honesto. El pececito Eduardo desplegó su hit “estos muchachos se equivocan” con el tono monocorde y aplomado de todo discípulo del terrorífico Fernando Nadra, y agregó que “no sabía si podía controlar a las bases desbordadas".
Luego, el pececito y el gato cantaron a coro con circunspección impostada una estrofa compleja: dijeron que noooo, que no había ni hubo desabastecimiento. “¡Qué capacidad para componer buenos versos tiene estos dos!” me admiré ante este tremendo dúo zoo-musical.
Buzzi y De Gennaro, animales políticos, que dieron fe de sus credenciales de luchadores populares históricos en cruzadas épicas como el mítico Frenapo, marchando contra el hambre a diestra y siniestra. Grossos. Me pudren, pero no cambio de canal, porque mi neurosis incluye el masoquismo.
Ahora hablan de la cadena de comercialización: ahí está el problema, los intermediarios que forman precios y ostentan el monopolio. Y proponen la solución al flagelo: que se establezcan ferias alimentarias donde pequeños productores y la ciudadanía de a pie se encuentren en sacra compraventa, sin intermediaciones ni sanguijuelas; chacareros y asalariados a la vera de la ruta recreando el comercio popular, y con el tiempo, la sociedad sin clases.
Una bella idea. El gato y el pececito son así, los protagonistas musicales de una fábula que siempre nos deja una lección: que tienen altruistas propuestas, pero que nunca explican cómo implementarlas en la práctica. Cuando les vamos a hacer esta pregunta ya es tarde, porque el pececito y el gato ya no están. Se han ido cantando por el río, felices por su creatividad.
Pero imagino al fiel espectador progre, al fan de la CTA que nunca vota peronismo, que leía Pagina/12 hasta que se hizo oficialista, que entonces leyó Crítica esperando encontrar ahí el bálsamo para su progresismo aséptico, y que ahora no sabe que carajo leer, entonces lee Clarín, lo imagino diciendo: “¡Qué buena idea la de las ferias! ¿Por qué no lo hace el gobierno, eh? No ves, no son progresistas”.
Se van Buzzi y De Gennaro. Corte. Obviamente, no explicaron como hacer lo de las ferias, pero no se privaron de afirmar que era muy fácil. Como siempre. Vuelve el programa. En el piso, el melifluo Sergio Massa. El periodista le pregunta que tal le parece la idea del gato y el pececito, radiante. Massita se ríe. Y cuando él se ríe, yo me río. “Bueno, esa idea es más voluntarismo que otra cosa. ¿Cómo se haría, en qué lugares? Hay que implementar controles bromatológicos, inspecciones laborales, habilitaciones comerciales, tendría que intervenir el Estado para regular la actividad. No es fácil, y de eso nada se dijo.” Massita se ríe como diciendo “hablemos en serio, muchachos, no hagamos tribuneo retórico para la gilada”.
Y digo: Massa tiene el reflejo incorporado de aquel habituado a gestionar (mal, bien o regular), a pensar en términos prácticos. El gato y el pececito, en cambio, viven tirando fuegos artificiales, bellos pero efímeros. Cambio de canal. Venus da una película repetida.
Pienso que el gato y el pececito (y todos los de su clase) son eternos acreedores al famoso proverbio chilavertiano: “Tú no has ganado nada”.