(Advertencia: este post no es recomendable para mayores de 35 años por el contenido musical del mismo, salvo que tengan onda. Se solicita a los lectores que clickeen en las palabras en color para tener imagen y audio de cada uno de estos temazos que marcaron una época en la Argentina no sólo del saqueo del patrimonio nacional, sino también la de la alegría y el baile de las masas adolescentes. Cópense, loco, que hice una selección del carajo.)
Junto con la apertura comercial que generó un aumento exponencial de las importaciones, la década peronista-menemista inaugurada en 1989 trajo otra apertura gloriosa: el paulatino ingreso a esta comarca tercermundista de la sacra música dance europea. Inconfundibles y emocionantes fraseos de teclado, riffs pegadizos y una contundente base marchosa (descalificada como “punchi-punchi”), conmovieron los cuerpos de los adolescentes y jóvenes argentinos, que danzaron con adicción desmedida al ritmo de logradas coreografías.
La asunción de Menem en 1989 trae aparejado en el plano político la sanción de la ley de Emergencia Económica que habilita la desregulación de las inversiones foráneas en el país y la derogación de la ley del Compre Nacional. Pero en el plano musical, se iniciaba el desembarco dance con esta banda belga y su hit inicial, que ya invitaba a mover los piecitos. Tiempo de matineés, de salir rajando de la escuela, tirar los guardapolvos y entrar al boliche a la hora crepuscular; entonces las amigas feítas del colegio se transformaban en potenciales minones después de producirse.
1990: Ley de Reforma del Estado. Empieza el regalo privatista de Carlitos Saúl, y Erman no logra controlar la inflación. En las calles y en las disco, el dance crece como una imparable metástasis positiva de disfrute y celebración. Se privatizan ENTEL, Aerolíneas Argentinas, se amplía la Corte y se dicta el indulto. Tres hitazos del gobierno que así y todo no pueden empardar a este hit dance emblemático de origen alemán; el riff de sintetizador es colosal, inconfundible.
El año 1991 tiene el greatest hit menemista: arranca al Convertibilidad. Desaparece la inflación. Un pueblo feliz; pero más felices eran los púberes, adolescentes y jóvenes que hacían desastres con pasitos antológicos, mientras en las bandejas sonaban cosas como este himno tecno-dance (y algo más). Infernal, la vida era una fiesta, y la mala onda no estaba invitada.
El peronismo menemista y la música dance crecen en popularidad, y 1992 es el año donde se privatiza Gas del Estado y se termina de liquidar YPF. El dance alemán vuelve a entregar otra pieza musical memorable.
Va a ser 1993 el año de inicio del apogeo del dance, con este clásico indestructible que muchos recordarán haberlo bailado arriba de un parlante y cantado hasta desfallecer. En ese mismo año, un DJ suizo (que hace honor a su nombre) sale a escena con este tema brillantemente coreografiado. En la vida política nacional, Menem le dedica un hit a la futura clase pasiva: se instala la jubilación privada con las AFJP, y se sigue desfinanciando el Estado.
El menemismo y el dance hacen furor, y tienen su punto de contacto en templos bailables como El Cielo y Pachá. Pero el conurbano cuenta con discotecas míticas, y ajetreadas movidas nocturnas que atraían las miradas de la Capital Federal.
En la zona sur, tenemos a La Fábrica en Temperley, el eterno Elsieland y Club XXI en Quilmes, y la zona oeste (Ramos Mejía) tenía al histórico Pinar de Rocha, en esa época rebautizado Flight City. 1994, el dance a punto de ebullición con cuatro éxitos inolvidables: esta canción-insignia del dance italiano, un clásico del dance alemán, una cantante danesa con un sábado agitado, y un auténtico rompe-pistas del dance holandés. La música dance en la cúspide, las chicas contoneándose sobre parlantes y tarimas con córeos y pasitos universalmente conocidos, fiesta y descontrol, pero Menem no se queda atrás: reforma constitucional, supresión del servicio militar obligatorio, y fiebre de consumo de bienes importados a cargo del novel tilingaje argento. Todos al palo.
En los albores de 1995 imperó el veraneo clasemediero en el extranjero, los Pet Shop Boys sacan este remix, crece el endeudamiento externo, el uno a uno es más venerado que Dios, otro megahit aportado por el dance italiano. Menem reelecto, y una refinada banda sueca entrega esta bella canción para bailar y escuchar. Buenísima (las cantantes son hermanas).
Finaliza el apogeo del euro-dance y comienza su progresivo declive. Pero 1996 nos concede esta joya bailable siempre recordada y este exquisito ritmo a cargo de una cantante italiana, que hizo estragos en las pistas nacionales. Políticamente, todo mal: Menem echa a Cavallo, la burbuja convertible se debilita y aparecen los primeros piqueteros, la Carpa Blanca docente atrae la simpatía bienpensante.
La decadencia se ahonda en 1997: un único pero monumental éxito que envolvió en llamas las discotecas, a la manera del canto del cisne, el último y potente estertor de la fiebre bailable que asoló a la Argentina. El gobierno aguanta la convertibilidad, aunque el living se nos empieza a llenar de pobres que aparecen de la nada. Y 1998 es más de lo mismo: pobres a cagarse, y este remix del gran grupo sueco para amenizar la espera. El furor se apaga, el dance-floor se vacía. 1999, y Menem se va con buenos números: 14,5 % de desempleo y 145 millones de deuda externa; el dance da el suspiro final con este mediocre testimonio.
Historias paralelas y diferentes: el menemismo murió con pesada herencia, la música dance está viva en la historia porque es, fue y será la más grande música jamás compuesta en lo que a música para bailar se refiere, nunca superada. El actual y penoso reggaettonto (según el diccionario capusottiano) está para documentarlo.