Sostiene el intendente de Morón Martin Sabbatella que para el progresismo, la experiencia kirchnerista no debe ser desdeñada ni descartada, porque es valiosa para el proceso político actual, en tanto establece un piso alto (de progresismo), aunque el techo es bajo (el kirchnerismo podría ser más progresista de lo que es).
Sostiene Sabbatella que toda fuerza política progresista debe estructurarse incorporando los valores nacional-populares para no repetir experiencias fallidas (Frepaso).
Desde esta concepción, Sabbatella sostiene su apoyo crítico al peronismo kirchnerista; dato no menor en un contexto de decisivos reacomodamientos en el escenario político (en especial en el progresista) a partir del conflicto de las retenciones agrarias.
El posicionamiento del peronismo gobernante ante el reclamo agrario-empresarial (más allá de fallas de manejo que no analizaré acá), instaló en las fuerzas progresistas un dilema que no es nuevo sino "la pesadilla que vuelve": la crisis del progresismo es el real y efectivo producto de las posiciones asumidas por el peronismo kirchnerista.
¿ Cómo se explicaría esta crisis concreta que atraviesa nuestro progresismo que se desangra en medio de indignadas acusaciones a la "mentira kirchnerista"?.
Enumero: Derechización desembozada de Carrió, ruptura del ARI y formación del SI, fractura del Partido Socialista entre K y no K, fuertes desavenencias internas en la CTA, eclosión intestina de Proyecto Sur, encontrados posicionamientos en Diálogo por Buenos Aires (Heller-Ibarra); hasta el trotsko-marxismo criollo se debate en antagonismos, a pesar de contar con clarividentes cuadrazos: el MST alentando la revolución agraria, el Partido Comunista apoyando al reformismo kichnerista. Causa de todo ello: el peronismo.
¿Se puede atribuir tamaño fenómeno conflictivo al "doble discurso kirchnerista"?
Cabría preguntarse si un simple doble discurso (desmontable fácilmente por cualquier experimentado político), una nimia pirueta retórica puede generar tamaña crisis en la partidocracia progre. Como me inclino a pensar que no, deduzco que hay cuestiones reales y concretas que provocan la dolorosa desagregación del por tanto tiempo cohesionado ideario progresista, originadas en el accionar político del peronismo.
Sostiene Sabbatella que (como el techo progresista del peronismo es bajo) hay que construir una nueva fuerza progresista popular que sea el correlato superador de la actual etapa. No aclara Sabbatella de que modo esa fuerza será estructurada para no sufrir las desventuras de los añejos PI o Frepaso.
Sostiene Sabbatella su repudio a las practicas clientelares del PJ, ya que representan viejas estructuras y modos de hacer política incompatibles con una nueva fuerza política progresista. Lo que no define Sabbatella es el lugar del peronismo en este ambicioso proyecto: ¿ Adentro, afuera, al costado? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que las posibilidades de esa fuerza progresista popular (no de existir, sino de ser opción de poder) depende esencialmente de lo que haga (o no) el peronismo.
Mientras ese proyecto progresista popular (hoy una abstracta esperanza) no desarrolle una estructura organizativa integral y con intenciones de provocar un verdadero anclaje en el terreno y la problemática popular, con vocación de poder y niveles de gestión eficaces a gran escala (varios municipios, provincias grandes), la organización de masas del Partido Justicialista seguirá siendo la única presencia tangible que gestione política y cotidianamente con los sectores populares más postergados.
Al margen de valoraciones ideologicas y morales, el PJ está allí donde los demás no están; hace el "ingrato trabajo" de tener que verle la cara a los pobres todos los días. Ésto es lo que lo diferencia del resto, y allí reside su poder político real, del que otras fuerzas políticas carecen. De pretender Sabbatella armar una fuerza popular, se verá enfrentado al dilema que presenta esa "incómoda certeza" llamada PJ.
Veremos con quién decide asumir coincidencias Sabbatella: si con Miguel Lifschitz o con el "Barba" Gutierrez.
Dilema que Néstor y Cristina Kirchner no desconocen, y al que habría que atribuir el fracaso de lac transversalidad antes, y la decisión de recostarse institucionalmente sobre el partido Justicialista ahora.
Es elocuente que ante un revés coyuntural en una disputa significativa como lo fue el conflicto campestre y la derrota parlamentaria posterior, el Gobieron quedó debilitado y para no perder poder, maniobró conforme a ello: se replegó sobre el peronismo partidario (PJ) y sindical (CGT),
únicas organizaciones populares realmente existentes y garantes del poder político.
El progresismo K (Sabbatella, CTA) sólo tenía para ofrecer un apoyo moral e ideológico, una palmadita en el hombro muy encomiable y valiosa, pero muy insuficiente en terminos de política concreta.
Cuando Kirchner preguntó a los intelectuales de Carta Abierta"¿Qué hubiera pasado con el gobierno durante el conflicto agrario y los cacerolazos si yo no era el presidente del PJ?", dificilmente alguno hubiese tenido una respuesta adecuada y convincente para dar.
Como vemos, aún el progresismo que apoya al peronismo kirchnerista lo hace dudando a cada paso, cargando con un dilema moral altamente nocivo a los efectos de la construcción política.
Sostiene Sabbatella que el peronismo kirchnerista debería formular sus alianzas políticas en base a coinciencias ideológicas genuinas y no por conveniencia o intereses de ocasión. Seguramente. Sucede que a esa afirmación se le interpone brutalmente la realidad: el peronismo puro y duro, existiendo todos los días en la praxis política popular.
Sabbatella pretende que el peronismo kirchnerista prescinda del PJ y arme con sus aliados progresistas: es curioso, porque esta pretensión certificaría el suicidio político del peronismo kichnerista, y no creo que Sabbatella quiera que ésto acontezca.
En todo caso deberían ser los aliados progresistas del kirchnerismo los que vayan pensando en ver cómo articulan y se adaptan al peronismo, en vez de desdeñarlo.
No vaya a ser cosa de que de tanto mirar el techo, el progresismo K tropiece por no mirar el piso.
Sostiene Sabbatella que toda fuerza política progresista debe estructurarse incorporando los valores nacional-populares para no repetir experiencias fallidas (Frepaso).
Desde esta concepción, Sabbatella sostiene su apoyo crítico al peronismo kirchnerista; dato no menor en un contexto de decisivos reacomodamientos en el escenario político (en especial en el progresista) a partir del conflicto de las retenciones agrarias.
El posicionamiento del peronismo gobernante ante el reclamo agrario-empresarial (más allá de fallas de manejo que no analizaré acá), instaló en las fuerzas progresistas un dilema que no es nuevo sino "la pesadilla que vuelve": la crisis del progresismo es el real y efectivo producto de las posiciones asumidas por el peronismo kirchnerista.
¿ Cómo se explicaría esta crisis concreta que atraviesa nuestro progresismo que se desangra en medio de indignadas acusaciones a la "mentira kirchnerista"?.
Enumero: Derechización desembozada de Carrió, ruptura del ARI y formación del SI, fractura del Partido Socialista entre K y no K, fuertes desavenencias internas en la CTA, eclosión intestina de Proyecto Sur, encontrados posicionamientos en Diálogo por Buenos Aires (Heller-Ibarra); hasta el trotsko-marxismo criollo se debate en antagonismos, a pesar de contar con clarividentes cuadrazos: el MST alentando la revolución agraria, el Partido Comunista apoyando al reformismo kichnerista. Causa de todo ello: el peronismo.
¿Se puede atribuir tamaño fenómeno conflictivo al "doble discurso kirchnerista"?
Cabría preguntarse si un simple doble discurso (desmontable fácilmente por cualquier experimentado político), una nimia pirueta retórica puede generar tamaña crisis en la partidocracia progre. Como me inclino a pensar que no, deduzco que hay cuestiones reales y concretas que provocan la dolorosa desagregación del por tanto tiempo cohesionado ideario progresista, originadas en el accionar político del peronismo.
Sostiene Sabbatella que (como el techo progresista del peronismo es bajo) hay que construir una nueva fuerza progresista popular que sea el correlato superador de la actual etapa. No aclara Sabbatella de que modo esa fuerza será estructurada para no sufrir las desventuras de los añejos PI o Frepaso.
Sostiene Sabbatella su repudio a las practicas clientelares del PJ, ya que representan viejas estructuras y modos de hacer política incompatibles con una nueva fuerza política progresista. Lo que no define Sabbatella es el lugar del peronismo en este ambicioso proyecto: ¿ Adentro, afuera, al costado? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que las posibilidades de esa fuerza progresista popular (no de existir, sino de ser opción de poder) depende esencialmente de lo que haga (o no) el peronismo.
Mientras ese proyecto progresista popular (hoy una abstracta esperanza) no desarrolle una estructura organizativa integral y con intenciones de provocar un verdadero anclaje en el terreno y la problemática popular, con vocación de poder y niveles de gestión eficaces a gran escala (varios municipios, provincias grandes), la organización de masas del Partido Justicialista seguirá siendo la única presencia tangible que gestione política y cotidianamente con los sectores populares más postergados.
Al margen de valoraciones ideologicas y morales, el PJ está allí donde los demás no están; hace el "ingrato trabajo" de tener que verle la cara a los pobres todos los días. Ésto es lo que lo diferencia del resto, y allí reside su poder político real, del que otras fuerzas políticas carecen. De pretender Sabbatella armar una fuerza popular, se verá enfrentado al dilema que presenta esa "incómoda certeza" llamada PJ.
Veremos con quién decide asumir coincidencias Sabbatella: si con Miguel Lifschitz o con el "Barba" Gutierrez.
Dilema que Néstor y Cristina Kirchner no desconocen, y al que habría que atribuir el fracaso de lac transversalidad antes, y la decisión de recostarse institucionalmente sobre el partido Justicialista ahora.
Es elocuente que ante un revés coyuntural en una disputa significativa como lo fue el conflicto campestre y la derrota parlamentaria posterior, el Gobieron quedó debilitado y para no perder poder, maniobró conforme a ello: se replegó sobre el peronismo partidario (PJ) y sindical (CGT),
únicas organizaciones populares realmente existentes y garantes del poder político.
El progresismo K (Sabbatella, CTA) sólo tenía para ofrecer un apoyo moral e ideológico, una palmadita en el hombro muy encomiable y valiosa, pero muy insuficiente en terminos de política concreta.
Cuando Kirchner preguntó a los intelectuales de Carta Abierta"¿Qué hubiera pasado con el gobierno durante el conflicto agrario y los cacerolazos si yo no era el presidente del PJ?", dificilmente alguno hubiese tenido una respuesta adecuada y convincente para dar.
Como vemos, aún el progresismo que apoya al peronismo kirchnerista lo hace dudando a cada paso, cargando con un dilema moral altamente nocivo a los efectos de la construcción política.
Sostiene Sabbatella que el peronismo kirchnerista debería formular sus alianzas políticas en base a coinciencias ideológicas genuinas y no por conveniencia o intereses de ocasión. Seguramente. Sucede que a esa afirmación se le interpone brutalmente la realidad: el peronismo puro y duro, existiendo todos los días en la praxis política popular.
Sabbatella pretende que el peronismo kirchnerista prescinda del PJ y arme con sus aliados progresistas: es curioso, porque esta pretensión certificaría el suicidio político del peronismo kichnerista, y no creo que Sabbatella quiera que ésto acontezca.
En todo caso deberían ser los aliados progresistas del kirchnerismo los que vayan pensando en ver cómo articulan y se adaptan al peronismo, en vez de desdeñarlo.
No vaya a ser cosa de que de tanto mirar el techo, el progresismo K tropiece por no mirar el piso.