martes, 28 de octubre de 2008

Cartas



Hace mucho tiempo que el peronismo no piensa sobre las ideas que construyó. A muchos les pasa de largo todo un proceso histórico del cual el peronismo fue mentor a partir de mutaciones que fueron las de cada una de las circunstancias que le tocó afrontar. En ese derrotero imperfecto, imprevisto, cambiante, hubo no obstante ciertas constantes. El antiimperialismo, la justicia social, el desarrollo nacional.

Factores laxos que de todos modos fueron moldeando el modo de existir en la historia de ese movimiento popular. Más allá de las interpretaciones y perspectivas asumidas por sus elementos revolucionarios, ortodoxos o conservadores, "se sabía" que el proyecto de Perón no era equivalente al de " los otros", el poder conservador económico y la partidocracia desde derechas a izquierdas.

Para mí fue esa certeza de que el peronismo era otra cosa, la que hizo posible la convivencia dentro del movimiento de esas diferentes, y hasta encontradas perspectivas.


Perón fue un constante productor de ideas, nacidas de las experiencias políticas concretas y efectivas que entregaba la historia; nunca se ponía por delante de los acontecimientos, nunca se divorciaba de ellos para elaborar sus ideas.
Digo esto porque no han sido muchos los que estuvieron en condiciones de postular formulaciones teóricas novedosas a partir de la experiencia entregada por el movimiento popular, dimensionando en ideas lo actuado y lo por actuar del peronismo.
Perón no tuvo interlocutores en este plano que estuvieran a la altura de las circunstancias. O quizás sí, tuvo uno.

No es fácil lograr que un intercambio epistolar se transforme en un texto político. Que de un conjunto de cartas emanen análisis que se complementen y retroalimenten a nuevas ideas, dónde ninguno de los contendientes cede, proponiendo cada vez ir más allá, ingresar en terrenos desconocidos.

Perón y Cooke se desafiaron a pensar el peronismo sobre las bases concretas de lo sucedido, sin ideologismos o desvaríos teóricos de ilusión.

Cartas elaboradas al calor de los hechos, del exilio, la persecución, un peronismo que estaba inflexionando hacia nuevas realidades, y que entonces debía pensarse de acuerdo a esa nueva etapa, que precisamente planteaba fuertes cuestionamientos a las formas originarias de la alianza de clases que el movimiento popular propugnó, y que después de la caída de 1955 debían ser al menos debatidas.

Ahí aparece Cooke para asumir el compromiso de actuar políticamente en una correlación de fuerzas en retroceso (cuando otros sectores del movimiento decidían una plácida retirada del campo de batalla), y al mismo tiempo pensar la situación que se transitaba. Se actúa y se escribe.

Perón y Cooke se escriben las cartas que van a constatar la necesidad de inyectar nuevas ideas sobre las bases constitutivas del movimiento popular, ideas necesarias porque algo cambió: los hechos habían comprobado la deserción y fuga de la burguesía nacional y las fuerzas armadas, otrora partes claves de la composición policlasista del movimiento, y las ramas politicas y sindicales sufrían parciales crisis dirigenciales.

En esa etapa, Perón y Cooke pensaron al peronismo, escribieron. Hecho importante cuando históricamente el peronismo relativizó el ejercicio intelectual-político por considerarlo erróneamente como un vicio ideologista inconducente. Las cartas de Perón y Cooke demostraron que ello no siempre es así.

¿ Por qué después de esta correspondencia política, no hubo otra, con otros dirigentes?

¿ Por qué Perón no tuvo interlocutores en el plano que sí tuvo con Cooke?

¿ Por qué los dirigentes del peronismo no sintieron la necesidad de pensar nuevas variables de actuación política?

¿Por qué siguió siendo Perón la única usina de ideas del movimiento, y no tuvo otros interlocutores junto a los cuales producir ese necesario ejercicio politico-intelectual a partir de las experiencias concretas?

No hubo una correspondencia Perón-Vandor, Perón-Rucci, Perón-Paladino, pero tampoco Perón-Firmenich. Me refiero a un debate político sustancial, creador de ideas, que se necesitaban ( y se necesitan).

A este desafío, las tendencias ortodoxas del movimiento sólo han contribuido con el silencio. Las heterodoxas han hecho un aporte innegable y enriquecedor, aún cuando puedan ser cuestionables. Sucede que estos cuestionamientos siempre partieron de esos sectores ortodoxos que no ofrecían nada a cambio, sino vacuos recitados que evadían la discusión y la cerraban colocando etiquetas.

Hoy, a pesar de los denuestos de aquellos peronistas que piensan que junto con Perón murió el peronismo, hay algo llamado peronismo que todavía existe.

Que existe no sólo como partido político o movimiento sindical, sino y más aún, como cultura popular de la vida cotidiana (algunos le dirán mito), y eso es lo que permite pensar que todavía se puede pensar en un proyecto nacional fiel a las ideas de Perón.

Los peronistas que añoran a Perón, y por eso cuestionan (ayer a Luder, Menem, Duhalde, hoy a Kirchner) como no peronismo a todo lo que vino después ¿ qué alternativa ofrecen? ¿ no asumen a su modo una postura cómoda e hipócrita al desentenderse de todo?.

Hoy muchos de ellos en la crítica se valen de argumentos que poco se diferencian de los blandidos por el discurso conservador-dominante; son pocos los que critican "peronistamente".

Al proclamar que "ninguno es como Perón", se está suturando cualquier aporte a pensar la realidad concreta de lo que hoy es peronismo, nos guste o no nos guste. Se renuncia a intervenir sobre la realidad concreta, se putea desde la platea y así se cae en un particular ideologismo. Una paradoja inconcebible para el propio peronismo.

Las añoranzas no deben anular la intervención de un pensamiento político concreto para esta hora política. Renunciar a eso e insultar porque las cosas no son como fueron, encerrarse en el espasmo nostálgico, poco tiene que ver con lo que el peronismo fue ( y es), y mucho se acerca a un peligroso testimonialismo.

Será cuestión, me parece, de volver a escribir cartas.