Lo vimos venir por entre la hilera de árboles recién plantados, mi viejo le dijo qué hacés, Víctor y él tiró un hola-hola administrativo y siguió hasta el borde de la cancha, raspó los dedos en el pasto, se persignó y entró a picar, hacía violentas pasadas desde el círculo central hasta la línea lateral, iba y venía como un poseso en la ceremonia del precalentamiento. El mobiliario de hormigón en la zona de parrillas tenía mal hechas las terminaciones y si a eso sumamos que en el marco del buceo te raspabas mal contra el fondo de la pileta (rugoso en vez de liso, la concha de la lora), uno cerraba la jornada tajeado, cortado, raspado y paspado, como eyectado de una sala de torturas y encima había que bancarse un partidito de once entre ATE capital y ATE provincia porque jugaba el macho, el líder, el papi de la causa neosindical, el poronga intelectual que preparaba los papiros para romper con
Víctor elongaba de cara al inicio y yo lo imaginaba respondiendo a la cámara “muevo yo Mauro, Víctor De Gennaro”; tenía una camiseta verde con vivos blancos, pantalón y medias blancas y la otra seccional de ATE lucía camiseta roja con pantalón y medias azules: el mismo panorama cromático que hace algunos meses atrás cuando con mi tío fuimos a la cancha de Vélez (platea) a ver un Independiente-Ferro por la rueda de ganadores del nacional 85, un 0-3 sufrido hasta la médula ósea a causa de un Oscar Román Acosta intratable que le comía la espalda a un negro Clausen que iba pero no volvía y a una inusual insolvencia defensiva de Villaverde-Trossero-Enrique, que permitían que los estiletazos al área que partían de la zurda de Oscar Román sean trocados por gol por aquellos innombrables delanteros de Ferro. Goyén se juntaba los índices enguantados y se los mostraba al negro, pero Néstor Rolando ni bola, se iba para adelante en busca de un descuento utópico, y había que pensar que esas desavenencias premeditaron la golpiza Goyén-Clausen en la bruma del vestuario de unos meses después (dicen que, desnudos, se masacraron a toallazos mojados) inaugurando una larga etapa de relaciones tormentosas entre arqueros y zagueros rojos que tendría su culminación emocional con el tándem explosivo que formaron Islas y el polaco Arzeno durante la era Brindisi. Pero dejemos el costumbrismo futbolero para la pluma liberal de izquierda del fofo Eduardo Galeano, que además es un boludo que concibe al fútbol como un factor de liberación nacional, el verso ese del talento sudamericano y la tosquedad europeísta (¿no lo viste jugar a Alex Del Piero, al Roby Baggio? y todo narrado con una densidad épica que no siempre el fútbol tiene; más literarios son los haikus futboleros de mi viejo, hechos de concisión y tajancia: Grillo fue mejor que Maradona, lo que pasa es que en esa época no había televisión.
Bastaba ver el camping de ATE, y compararlo con el de SMATA de Cañuelas que uno ya conocía (porque a los niños nos gusta una infraestructura competitiva y cómoda, nos gusta que haya inversión), más la leyenda negra que se tejía domésticamente para evitar hablar de las instalaciones de UPCN, para no entender por qué “Víctor es un cuadrazo y Andrés Rodríguez un hijo de puta”. En todo caso podíamos decir que Víctor había copirraiteado la frase “esos cuatro vivos” para designar imprecisamente al establishment económico, las corporaciones, al Goyo Pérez Companc y Bunge y Born (que habían sido la burguesía nacional peronista en la década del ´50) y que la usaba como estribillo en todas sus presentaciones, que bastoneaba de afuera en el frepaso de lanús, que puso a Carlitos Custer como lobbysta en el vaticano y que bien valía la pena preguntarse si aquel camping tardío no fue bancado con créditos blandos del banco ambrosiano. Y no mucho más. Pero el afiliado de ATE es un hombre político muy creyente en la estética del sufrimiento, quería winds of change y si el costo era tener una obra social indigna, el costo se pagaba porque Víctor es un cuadrazo, aunque los que pagaban eran los hijos que no contaban con lugares adecuados para la atención médica y la recreación. La pileta de SMATA tenía el fondo lisito, se podía bucear con el esternón pegado al piso. A UPCN, directamente, se le aplicaba la dictadura cultural. El fan de ATE (hay que entender) venía con mucha historieta setentera, con una constelación de mambos no saldados que condicionaban su visión de la política y del sindicalismo. Para 1985, completamente limados y apaleados por lo que ellos leían como una derrota cultural (un sintagma fatal que no se conocía en el almacén de la esquina), votaban directa e indistintamente al partido comunista, al partido socialista, al pi o al mas, se entusiasmaron con la ilusión electoral del Fral y leían con fruición un librito infantil de Néstor Vicente titulado casi paradojalmente Sin dogmas ni trampas, iban a buscar consuelo a la ferifiesta, pedían con histeria mal disimulada el fin del bipartidismo, pinchaban con alfileres un muñequito de Andrés Rodríguez, estaban muy mal. No sé si sabían que en esa desesperación, ellos se distorsionaban: creían luchar por el armado de un frente de masas (FRENTE amplio de liberación, FRENTE del sur, FRENTE grande, FRENTE país solidario) cuando en realidad a lo único a que se resistían era a ceder espacio en la disputa de la palabra, y lo lograron, porque ellos no veían como un costo leer la realidad política a través de un imperfecto sistema braille. Porque si además de llevarse mal con el campo de los hechos, les venían a disputar las palabras, podía volver la náusea, pero todavía no.
¿Cómo se conforma el plantel docente de un colegio privado progresista del primer cordón? Con un muestrario político que va desde el pc hasta el peronismo de izquierda, como corresponde. Con afinidades gremiales enlazadas al tronco ATE-CTERA, como corresponde. ¿Cuándo se fue al carajo la revista Línea? En su etapa noventista, cuando Mary Sánchez se convirtió en columnista y pedían el armado de un FRENTE nacional contra un presidente peronista. Cuando no entendieron al menemismo. Pero ¡qué plantel docente el de mi colegio privado progresista! Pececitos, socialistas, montoneritos, carpablanquistas. Gente muy apaleada para prestarse al humor (o a lo sumo un humor lesluthierista bastante choto), gente muy aferrada al Estatuto (al que confundían con la justicia social), pero con los que se podía negociar si se mostraba uno pacífico y acorde en el terreno de la palabra, si no disputaba. Un colegio privado y progresista que promovía el garantismo educacional: no había sistema disciplinario, el núcleo alúmneo se autogobernaba sobre la base de pautas de convivencia y el muñequeo pedagógico de docentes integrados al campo popular. El sueño húmedo de Paulo Freire, de la compañera Adriana Puiggrós. En la práctica, un sistema basado en la rosca y la persuasión para acceder a privilegios, ir a tomar un café con el docente afín y cerrar el paquete para tener un año sabático en el plano de las exigencias educativas. Para nosotros un negocio redondo, pero el alumnado con menos luces, los que no explicitaban su pertenencia al palo, ni demostraban rasgos de sobrepolitización, ni iban a las manifestaciones del 24 de marzo, estaban jodidos porque no se enquistaban en la endogamia de “la comunidad educativa”, y se les exigía más, se les pedía que estudien, y los docentes militantes los miraban con cara de ojete porque no había desprecio más lógico que el que se dirigía al que no asumía un compromiso político, una causita existencial, los que no querían vivir del limosneo ideológico. Pero eran una minoría, y el resto mayoritario ingresábamos en el pacto de liviandad educativa cerrado con docentes y directivos. Que laburen los giles, nosotros hablamos de política. Y era cierto, se hablaba de política, algo muy distinto a hacer política, porque, y digámoslo claramente, al docente ceterista no le gusta laburar, así como al empleado de ate no le gusta laburar. No es ni bueno ni malo, es la realidad, y lo que no tiene es remedio, ellos creen estar para cosas más importantes, el efluvio político, el marchismo desenfrenado (no puedo más con la abstinencia, necesito una marcha), desgastan horas laborables en el clickeo de interminables cadenas de mails de fuerte consignismo, textos aparentemente esclarecedores, se cotidianizan en la gimnasia del pasilleo, le huyen con pánico a los programas de capacitación alentados por la administración pública, Weber es un anatema para los guachos estos. Cuando Cristina decidió proveer a los argentinos de un nuevo DNI y se puso a tope la capacidad tecnológica y operativa del Renaper, cuyo correlato implicaba tener recursos humanos acordes a un servicio estatal eficaz y de profesionalidad (donde lo que se necesita es laburar y no romper las pelotas), Cristina cerró con Andrés Rodríguez, porque la cara del Estado necesitaba empleados consustanciados con el servicio público, y así fue: el Renaper es upecenista. El día que el tronco ctera-ate deponga su actitud, cuánto más amplificada estará la capacidad instalada del estado, esa “boludez” que van a empezar a manguear los votantes a partir del
Es más fácil tomar un colegio que sentarse en una mesa con el docente y macerarlo en base a palabritas, haikus, citas choreadas. Se lo decimos a los pendejos del pellegrini y del nacional que no tienen aguante verbal, y te toman el colegio influidos por el breviario trosko-pequebú. Grow up, pendejos, y den la batalla culturalllll con palabritas, café de por medio con el sistema docente, cepillen a Bullrich en una mesa de negociación, discutan currícula y no edificios, boludones, que te refuten una carpeta propositiva y no estrofas consignistas, volteen argumentos y no puertas de baños, porque sino se parecen a los forros del mayo francés, ese gran artificio pequebú de la adolescencia europea que se cargó Sheila en esta canción política que fue censurada por la gauche intelectual francesa bajo la excusa de ser pop barato y comercial sin pretensiones artísticas serias, bla, bla: verso. Sheila sacó el tema en junio del ´68 y anunció, parodiando el elitismo wertheriano de esos niños ricos que tenían tristeza y fumaban caprichos, el aluvión gaullista de votos que se venía: al mayo francés lo liquidó una canción yeyé, pero nadie dice nada. Sheila, al ritmo del madison, les había sacado la ficha a aquellos niños aburridos que se amargaban porque los obreros volvían al trabajo, esos chantas que no querían planificarse una vida, en definitiva, pibes cómodos que no querían disputar la palabra por los canales institucionales, enemigos declarados de la inversión productiva, del estado benefactor y del acceso al crédito hipotecario. Acá somos displicentes, insinuamos que estamos para más para no confirmarlo nunca, somos displicentes como GaGa en el pop o Neymar en El Brasileirao (o en