No las inventó Perón, así que bien vale honrar la memoria de aquel 24 de enero de 2003, días peligrosos y de desborde piqueterista, cuando el PJ en el Congreso de Lanús rediseñaba la concepción político-electoral para la supervivencia del sistema político. Las colectoras nacieron como el punto de sutura ante una sangría macro en los niveles estamentales del partido del orden (del partido de estado), y en esa instancia era ocioso detenerse a observar las eventuales contraindicaciones; estaba en juego el sistema, el piso histórico al que se acudía para sustentabilizar un sistema de poder, que era la consecuencia amarga de ganar elecciones.
Se fraguó allí una concepción político-electoral que terminaba de atar (con los instrumentos legales a la vista) los sucesivos futuros electorales del partido del orden a la base bonaerense. O por lo menos así fue concebido en términos teóricos, aún cuando a veces los hechos (las testimoniales de 2009) no confirmaron aquel aserto. Pero las colectoras también forjaron, en los planos municipales, esa competitividad que ya no se podía encauzar en las estructuras políticas, y ahí se abría un hueco de maniobra que explotado inteligentemente daba margen para disputar hegemonías, lo que odiosamente el campo político no peronista llamó la insufrible y perenne interna general peronista que sumía en el lodo al sistema de partidos. Las estrategias nacionales tomaron como propio y solidificaron el sistema de arrastre. Entiéndase que por más ofensiva que sea, la estrategia electoral del peronismo se arma de atrás para adelante, es decir que está signada estructuralmente por la lógica defensivista, porque hay que ganar siempre. En este punto no hay diferencias conceptuales entre un Menem, un Duhalde, un Néstor o una Cristina. Si las colectoras provocan daños colaterales a la base gestiva bonaerense, eso es algo sobre lo que el peronismo todavía no muestra voluntad política por discutir, e incluso los aparentemente perjudicados nunca se han preocupado por explicitar cualitativamente este “problema”, situación que les cercena hoy el derecho al llanto. Los que quieran y puedan, saltarán la valla hacia el futuro, o se quedarán en la estacada: no es la primera vez que esto pasa.
Con admirable lógica de hierro, Cristina sacó las reglamentaciones gemelas para blindar su porcentaje y la tropa parlamentaria (defensivismo puro, negro, porque hay que ganar) y quedará para la mesa de los apoderados decidir hasta donde se acepta adherir; como siempre esto tendrá que ver con una hottie negociación política y no con la fría letra de la ley. En la reglamentación espejada que Cristina armó para