viernes, 17 de abril de 2009

República y Corrupción


Es cierto, el peronismo no debería dejar abandonado al uso impune que hace de él la partidocracia, el discurso sobre “lo republicano”.

No deberíamos admitir como verdadero que los republicanos sean los otros.

Algo que ya había interpretado el Perón del ´73 de la unidad nacional. Más aun cuando los balances históricos certifican que los fiscales de la república tienen manchadas las manos con sangre.

Pero a partir de los ´80 se empezó a gestar la maquinita cultural nacida del "villancico" de Parque Norte, y se comenzó a pensar que la honestidad moral era la condición de posibilidad de la política. La densidad problemática, conflictiva y material del accionar político dejó paso al cuento de hadas de una política vaciada de contenidos fácticos, deshistorizada.

Los significados políticos se tornan inocuos, se licuan a favor del nuevo paradigma: ser o no corrupto, that is the question. Sólo una vez aceptada esta perspectiva se puede entender que López Murphy sea esencialmente ungido como un “tipo honesto”, aun cuando sus ideas económicas se propongan hacer cagar de hambre a la mayoría de la población. Hasta los ´70, en este país se discutió política, y la corrupción no hegemonizaba ninguna agenda.

¿Cuándo cambió la cosa? Alfonsín colocó la semilla, y entonces se estableció una "relación genética" entre el peronismo y corrupción, que luego iría en crescendo hasta la frase “nos van a gobernar los nietos de Moyano”. 

O quizás empezó cuando Chacho dijo que “la corrupción estructural era el problema más grave del país”, o cuando se hizo la best-selleriana glorificación de un libro como Robo para la Corona, o cuando Página/12 empezó a hacer “justicia popular” con un caso de corrupción por día: importaban más las espectaculares y detectivescas ornamentaciones del Yomagate que la política de endeudamiento externo o el desempleo. Importaba más la pintoresca crónica del “retorno” de Matilde Menéndez que la gestión del PAMI.

En definitiva, una gran novela policial que las clases medias devoraban con esmero. De política, nada: la eliminación de la corrupción haría renacer la política en el nuevo país de los honestos. Y una falacia germinó: que los únicos corruptos eran  los peronistas, y entonces, eliminando la corrupción….

La "encuesta" de Perfil es el retrato acabado de la antipolítica, la misma que permitió la canonización de Alfonsín como “hombre honesto”.

Digo: es equivocado analizar procesos y hechos políticos con la vara de “la corrupción”, porque llevando esta lógica hasta las últimas consecuencias, caemos en la negación absoluta de la política, porque todos son corruptos. Y todos, es todos.

RA y el festival del Hipotecario, CSM y las privatizaciones, DLR y la Banelco (¿se acuerdan de la corruptela y los “contratos” en Desarrollo Social bajo la gestión Graciela? yo sí), K y el capitalismo de amigos, los diputados progreSIstas y CíviCos que hacen “travesuras” con las pensiones graciables.

Con esta lógica de hierro, no quedaría nada en pie, la moralina barrería con la política, y terminaría importando más la veneración abstracta de “las instituciones” que el plato de comida que le falta a un pibe desnutrido. La densidad que reside en lo político sería soslayada, y en esa pasteurización, pierden las mayorías populares.

Lejos quedaron las épocas donde la gestión pública era un baluarte ético: el país cambió, erosionado culturalmente.

Los infernales infladores anímicos que dictaba Evita en la Escuela Superior Peronista a los funcionarios y empleados de la burocracia estatal (“cumplen una función trascendental”, “el que roba o se corrompe traiciona al pueblo”) forman parte de una realidad que ya no existe.

La función pública está desjerarquizada. Y a esta situación contribuye la estigmatización de lo político-público a cargo de “los morales”.

Y la vacuidad del discurso domina a tal punto el repertorio opositor, que un peronista como Felipe habla de “boleta única” y “fraude electoral” con una pasión digna del no-peronismo.

El kirchnerismo transita a contrapelo, repolitizando, con contradicciones, desvíos y tumultos, la trama conflictiva que tiene todo acontecimiento político. De manera incipiente, volvemos a hablar de política.