Mire qué precios, señora, señor...
El debate y la polémica que giran en torno a “la ilegalidad”del complejo La Salada me tiene podrido.
El desembarco de Montoya en la feria pidiendo facturas y boletas como si fuera lo más natural del mundo, me remitió nuevamente a la habitual escena de la hipocresía que pulula. Ir a joder a La Salada es intentar cortar el hilo por lo más delgado, y no afrontar que el problema de la evasión tiene actores más poderosos y mecanismos más complejos, que no declaran mucha más guita que la que se pretende obtener regularizando La Salada. En un país que todavía padece la evasión de los grandes capitales, ir a pontificar sobre cultura tributaria a la feria es inadmisible.
La Salada da laburo a mucha gente. Los que venden ahí son pymes familiares. Y muchos pibes consiguen como changadores y carreros, eso evita que salgan a chorear.
Sin embargo La Salada participa de la estigmatización social al ser etiquetada como “la feria ilegal más grande de América Latina”. De ahí a “la cueva de chorros”, un paso.
Complejos comerciales de estas características aparecen y se consolidan a partir de un Estado y una sociedad que no ofrece alternativas “legales” a la masa excluida, que debe arreglárselas sin ayuda para subsistir.
La autoridad fiscal debería contemplar planes de facilidades para la especificidad de la actividad que se desarrolla en La Salada, y no ahogar a los puesteros con exigencias irreales. Montoya debería ir a tocar a los importadores de la materia prima, pero prefiere cuestionar éticamente a los puesteros que no piden la boleta y compran en negro. Pero ese rastreo es más jodido, y Montoya quiere recaudar ya, esa es la realidad.
El que vio el filón discursivo de campaña fue Prat Gay, pero sus intenciones electoralistas no hacen menos ciertas sus palabras. El tipo tiene razón.
La CAME, de terror: "El comercio y la industria organizados consideran que a los grupos sociales excluidos -utilizados por fuertes intereses clandestinos- se les deben ofrecer opciones productivas para integrarse".Me encanta la buena conciencia de quiénes no sufren dificultades estructurales, que señalan la “utilización” del pobrerío como causa del mal ¿No les suena conocido?
Habría que preguntarse por qué La Salada crece. ¿Será por la sencilla razón de que venden barato, mientras que el circuito legal vende a precios siderales? Con la crisis y el cuidado del manguito, cada vez serán menos los que se inmolen por “las primeras marcas”.
Hasta cierto tilingaje que hace un tiempo lapidaba ese “antro ribereño de negros”, ahora me pregunta con simpatía y velado temor: “Che, vos que sabés, ¿cómo llego a La Salada?”
Autor de la foto, aquí