sábado, 20 de septiembre de 2008

Me veo en tus ojos




"Lo de Evita era así, vea, yo le voy a contar una cosa. Una mañana entro al despacho de Evita ( Evita a mí no me quería, en general no quería a los intelectuales, a los que ella consideraba cráneos. Tenía razón en no darle confianza a los bochos, tenía razón, los intelectuales lo han demostrado) y me quedo en el pasillo... Había mujeres con hijos cargados, embarazadas con hijos en brazos, sucias, enfermas, en fin, todo ahí, treinta, cuarenta sentadas, y ella atendiéndolas una por una, una por una. Ella operaba así, fulana venía y planteaba su problema: marido borracho, quiere una máquina de coser para poder coser para fulano; entonces ella hacía el papelito y se lo daba a un tipo, éste salía y antes de que terminara ya tenía que venir el tipo, con la constatación de si era cierto o no era cierto; entonces Evita se despedía de la mujer y la besaba en la boca y le decía: pasado mañana va a tener solucionado, o fulano se va a ocupar de su asunto a ver si se puede arreglar. A veces, no se podía. Bueno, le digo lo de la despedida por esto: Evita besaba en la boca a todas estas mujeres, al despedirse; ella se levantaba y la mujer la besaba.  Y una vez había una mujer que tenía un absceso repugnante en el labio y estaba Castiñeira de Dios, el poeta, que fue chupamedias de Evita, en la punta de la mesa, y Castiñeira para evitarle a Evita eso se echó sobre el escritorio, se interpuso entre la mujer y Evita y dijo: "Señora, yo le quería decir...", para dar una oportunidad, para que Evita la salteara y Evita lo sacó a Castiñeira y la besó en la boca. Pero cuando terminó la audiencia lo llamó y le dijo: " Castiñeira, nunca más vuelva a hacer eso porque éste es el precio que yo pago"".


                                                Arturo Jauretche, Escritos Inéditos