Ciertos ortodoxos del peronismo, en exceso doctrinaristas, evalúan todavía a las corrientes revolucionarias del movimiento que propiciaron el camino político que termina en 1973 como elementos extraños al peronismo, en modo alguno pertenecientes a su identidad y su historia. Este es un relato sostenido sobre bases pantanosas, en tanto negador de precisamente aquel rasgo prístino del movimiento: constituirse en la identidad política que asumieron para sí los sectores populares al emerger a la vida institucional en 1943. Si ésa es la marca política que deja el peronismo en la historia de manera irreversible, el correlato no es entonces el extremo conservadurismo de aquellas posiciones tradicionales ( un imposible dogma peronista) que decidieron que los peronistas de izquierda eran falsos peronistas y, más tarde, enemigos a aniquilar.
Lo mismo cabría decir respecto del guerrillerismo que eligió a sus enemigos dentro del movimiento, en la cabeza de las burocracias sindicales. Pero con una diferencia: los establishments sindicales y partidarios nunca fueron considerados peronistas apócrifos. ¿ En qué momento el discurso de ciertas dirigencias peronistas se comenzó peligrosamente a parecer al de los sectores reaccionarios contra los cuales el peronismo nació para replantear las inconmovibles bases del republicanismo liberal vernáculo? Bueno sería que los variados peronismos post-dictatoriales puedan reflexionar más allá del anecdotario de personajes que poblaron el relato de los 70, y entonces lo hagan en terminos de qué proceso se quiso o no para esos tiempos complejos en rumbo a 1973.
Los 70 tuvieron, para mí, que no los viví, algo singular ( que no se trata del remanido folklore épico), algo intangible, irresuelto, tergiversado, oculto, brumoso. Algo. ¿ Qué fue lo que el pueblo votó mayoritariamente en marzo y setiembre de 1973? ¿ Solamente la vuelta del Estado bienestarista o un proyecto más abarcador en gradual pasaje hacia un cambio social ahora dentro de cauces institucionales en ejercicio de un poder democrático que se planteaba las metas reconditas de la liberación nacional?
Desde 1971 se asistió a una inaudita incorporación de capas medias juveniles, peronizadas, que se asumen ( por primera vez en la historia del movimiento) en comunión con los sectores populares, y agregan a las luchas históricas del peronismo un relato histórico para completar la confrontación con el liberalismo en un nivel cultural de fuertes simbolizaciones.
En ese proceso que se acentúa desde 1968, 69 hasta el 73 hay cierta excepcionalidad que no puede desmerecerse, más allá de cruciales errores políticos, ideológicos y metodológicos de la vanguardia montonerista que la van llevando a alejarse del pueblo y no modificar los objetivos luego de la asunción de Cámpora, allanando el camino a la tragedia.
La épica no sirvió para alimentar la movilización de JP en una dirección político-democrática organizada de masas, con una interesante correlación de fuerzas favorable, ahora a gestionarse desde el poder reconquistado.
Todo esto está claro, pero ¿ alcanzan estos desaciertos y alucinaciones pensados por las conducciones en su torre de marfil para invalidar por completo lo que anidó en las experiencias de vastas corrientes peronistas a lo largo de un período que hasta 1973 recogía crecientes apoyos populares? El fotograma final de violencia y terrorismo en espiral enajenada no puede ser la única referencia a la hora de retratar la época, esa época tabú para la sociedad argentina, que oscila entre el olvido y los escarceos de la memoria involuntaria ( como Proust buscando el tiempo perdido) que vuelve. Por algo vuelve.
Lo mismo cabría decir respecto del guerrillerismo que eligió a sus enemigos dentro del movimiento, en la cabeza de las burocracias sindicales. Pero con una diferencia: los establishments sindicales y partidarios nunca fueron considerados peronistas apócrifos. ¿ En qué momento el discurso de ciertas dirigencias peronistas se comenzó peligrosamente a parecer al de los sectores reaccionarios contra los cuales el peronismo nació para replantear las inconmovibles bases del republicanismo liberal vernáculo? Bueno sería que los variados peronismos post-dictatoriales puedan reflexionar más allá del anecdotario de personajes que poblaron el relato de los 70, y entonces lo hagan en terminos de qué proceso se quiso o no para esos tiempos complejos en rumbo a 1973.
Los 70 tuvieron, para mí, que no los viví, algo singular ( que no se trata del remanido folklore épico), algo intangible, irresuelto, tergiversado, oculto, brumoso. Algo. ¿ Qué fue lo que el pueblo votó mayoritariamente en marzo y setiembre de 1973? ¿ Solamente la vuelta del Estado bienestarista o un proyecto más abarcador en gradual pasaje hacia un cambio social ahora dentro de cauces institucionales en ejercicio de un poder democrático que se planteaba las metas reconditas de la liberación nacional?
Desde 1971 se asistió a una inaudita incorporación de capas medias juveniles, peronizadas, que se asumen ( por primera vez en la historia del movimiento) en comunión con los sectores populares, y agregan a las luchas históricas del peronismo un relato histórico para completar la confrontación con el liberalismo en un nivel cultural de fuertes simbolizaciones.
En ese proceso que se acentúa desde 1968, 69 hasta el 73 hay cierta excepcionalidad que no puede desmerecerse, más allá de cruciales errores políticos, ideológicos y metodológicos de la vanguardia montonerista que la van llevando a alejarse del pueblo y no modificar los objetivos luego de la asunción de Cámpora, allanando el camino a la tragedia.
La épica no sirvió para alimentar la movilización de JP en una dirección político-democrática organizada de masas, con una interesante correlación de fuerzas favorable, ahora a gestionarse desde el poder reconquistado.
Todo esto está claro, pero ¿ alcanzan estos desaciertos y alucinaciones pensados por las conducciones en su torre de marfil para invalidar por completo lo que anidó en las experiencias de vastas corrientes peronistas a lo largo de un período que hasta 1973 recogía crecientes apoyos populares? El fotograma final de violencia y terrorismo en espiral enajenada no puede ser la única referencia a la hora de retratar la época, esa época tabú para la sociedad argentina, que oscila entre el olvido y los escarceos de la memoria involuntaria ( como Proust buscando el tiempo perdido) que vuelve. Por algo vuelve.