martes, 27 de octubre de 2009

Mientras la agenda nacional empieza a discutir qué tan universal debería ser la asignación por hijo, en la provincia y sin tanta promoción mediática se lanza el Envión, que Cacho Alvarez ya venía implementando eficazmente en Avellaneda (¿o no, Conu?) y que ahora se instrumenta a nivel provincial para los pibes de 12 a 21 años que no estudian ni laburan.

Lo interesante del Plan, es que viene tácitamente a retomar un debate en torno a la implementación político-social de los planes de asistencia  y su efectividad real sobre la vida popular.

Como siempre, el problema no es la abstracción universalidad-focalización, ni empleo o asistencia directa, sino qué recursos humanos y materiales se tienen para la instrumentación, además de una diagramación que posibilite el acceso rápido y masivo al beneficio, tipo Plan Jefas y Jefes de Hogar en el 2002.

El Plan Envión reinserta un elemento crucial en la política social: la necesidad de contar con una organización territorial que despliegue un rol socio-político insustituible para la perdurabilidad y eficacia del plan.

Aunque Cacho Alvarez no lo diga, la discusión que está detrás del Envión remite a las fallas estructurales de la política social de Arroyo: la debilitación de las manzaneras a partir de la implementación de la tarjeta alimentaria, que quedaron relegadas en sus roles de referentes barriales, situación que provocó fallas en la contención social de los sectores más postergados. Demás esta decir que las manzaneras desactivan quilombos jodidos que exceden largamente a la cuestión alimentaria. Para los que siguen pensando que se trata sólo del canje de bolsas de morfi por eventuales votos, la insuficiencia y las fallas que mostró la tarjeta alimentaria como supuesta panacea contra la pobreza y el clientelismo, habla de la complejidad del problema.

La aplicación del Envión (que le da una beca mensual a cada pibe mientras se capacita y estudia para entrar al mercado laboral, además de base alimentaria y actividades adicionales como deporte y arte) se hace en sedes barriales, devolviendo una dinámica social que se había perdido con la bancarización de la asistencia y el corrimiento de los beneficiarios del PJJH al Plan Familias (que anulaba las atribuciones del referente barrial para actuar en el territorio) promovida por la cosmovisión arroyista, cuyo fracaso se comprobó en los hechos. Con el Envión de Cacho vuelve, en parte, la política social posta. Que así sea.