viernes, 13 de mayo de 2011

Bajo estos colores

La política está llena de story tellers, y a mí me gusta que me cuenten esas historias vertidas del pico, porque en estos temas la palabra impresa derrapa y abomba la escena, la llena de espectros, le pone un vidrio polarizado delante, y los simples hechos se vuelven conspiraciones culpógenas, una mierda. El story teller diría: que cada interna bonaerense que se pospone para “mejores tiempos políticos” es tirar una granada inexplotada que queda semienterrada en el patio trasero peronista. Scioli-Massa es la oxigenación, viento fresco y lysoform para darle cauce político a las ambiciones humanas de todos los que estamos bajo estos colores, y de todos los empadronados que quieren expresarse sin conflictividad por el cauce democrático habilitado. El peronismo como partido de gobierno anda siempre apurado por correr detrás de la gestión, satura los espacios que una voluntad de poder reclama cuando una oposición exangüe retrocede (porque le dan mucha bola a la palabra impresa, porque basan la acción política en la opereta que leen en los diarios o en twitter, y el peronismo hace al revés, arma la opereta que mejor pista le da para avanzar políticamente) y es a la vez oficialismo y oposición, “llena de polución” el sistema político pero lo hace sobrevivir en interna general perpetua, dinamiza la metástasis que partidos más institucionales suturan bajo pena de fractura. Es decir: la nueva política es verso (siempre lo fue, en los noventa también) porque los únicos que se pueden bancar una interna sin romper son los que hicieron el bipartidismo de los últimos cincuenta años. Pero desde 1989, el peronismo está apurado, tiene muchos teléfonos en las manos, muchas llamadas urgentes que no dejan tiempo para las importantes. En los mejores años de mi generación, es decir, en los noventa (sí, chicos, ya elevaremos una plegaria para Carlos), hubo una etapa futbolística en la que después de hacer un gol, en vez de festejar Batistuta formaba una hachita con la mano y la blandía cerca de su rodilla jodida, sobre la rótula escorada de la gamba cañonera. Es el gesto que a esta altura del campeonato democrático, el peronismo le (se) hace al partido del orden. Y el story teller diría que si el gobierno nacional no tiene aguante para bancarse una interna del FpV en la PBA porque afectaría el razonable bilardismo cristinista que rige hasta octubre, se estaría confundiendo la galvanización de los armados (que el peronismo necesita ofrecer en la PBA para no dejar a gamba a la candidatura presidencial, y para oxigenar las listas) con el hipotético riesgo de un rumbo de gestión que nadie cuestiona, pero que transita por un andarivel distinto. Sabemos que la reforma política urdida por Lupo es un traje a destiempo, pero en esa huella se metió, impensadamente, la interna pop de Scioli y Massa, dos productos genuinos de la década kirchnerista, la interna que indigna al sobrepolitizado que nunca participó de una interna y entonces le mete el impune tag derrota cultural, y lo que no saben es que la verdadera derrota cultural es seguir verseando un acting macabro de los noventa, que no es otra cosa que un sendero chotón para ganar guita fácil, para seguir sin optar por la dignidad del trabajo. En unas primarias presidenciales administrativas, sin sed de poder, Scioli-Massa es el hecho maldito de la patria rosista, el oxígeno para esos tipos anónimos que todavía se calientan por abrir una básica un par de veces a la semana, aunque la palabra impresa diga que “el sistema no los necesita”: los libros se escriben después de los hechos. Massa, otro educado en el círculo virtuoso del peronismo (y sí, es para entendidos, no es lineal, pero no lo voy a explicar, es lo que cuenta el story teller, una historia de nombres propios y no de “procesos”) se sacrifica y va por adentro, respeta un legado que los peronistas sub-40 no solemos conocer por razones históricas, y ahí hay una chance de purificar el subsistema peronista con ciertas reglas, y que nadie pise la granada. Pase lo que pase, Scioli-Massa ya dejó una certeza: Moyano y la conducción del PJPBA ya sabe y entiende que si hay un retador que cumple con el peso, negar la interna trae (más) costo político. Y en unas primarias de cartón, los votantes obligatorios van a ir a votar a los que quieren ganar, a los que huelen sangre, y si lo único que hay en el horizonte es un Scioli-Massa como superbowl electoral que caliente el invierno político, ¿a la primaria de qué fuerza va a ir a votar la gente?