La política está llena de story tellers, y a mí me gusta que me cuenten esas historias vertidas del pico, porque en estos temas la palabra impresa derrapa y abomba la escena, la llena de espectros, le pone un vidrio polarizado delante, y los simples hechos se vuelven conspiraciones culpógenas, una mierda. El story teller diría: que cada interna bonaerense que se pospone para “mejores tiempos políticos” es tirar una granada inexplotada que queda semienterrada en el patio trasero peronista. Scioli-Massa es la oxigenación, viento fresco y lysoform para darle cauce político a las ambiciones humanas de todos los que estamos bajo estos colores, y de todos los empadronados que quieren expresarse sin conflictividad por el cauce democrático habilitado. El peronismo como partido de gobierno anda siempre apurado por correr detrás de la gestión, satura los espacios que una voluntad de poder reclama cuando una oposición exangüe retrocede (porque le dan mucha bola a la palabra impresa, porque basan la acción política en la opereta que leen en los diarios o en twitter, y el peronismo hace al revés, arma la opereta que mejor pista le da para avanzar políticamente) y es a la vez oficialismo y oposición, “llena de polución” el sistema político pero lo hace sobrevivir en interna general perpetua, dinamiza la metástasis que partidos más institucionales suturan bajo pena de fractura. Es decir: la nueva política es verso (siempre lo fue, en los noventa también) porque los únicos que se pueden bancar una interna sin romper son los que hicieron el bipartidismo de los últimos cincuenta años. Pero desde 1989, el peronismo está apurado, tiene muchos teléfonos en las manos, muchas llamadas urgentes que no dejan tiempo para las importantes. En los mejores años de mi generación, es decir, en los noventa (sí, chicos, ya elevaremos una plegaria para Carlos), hubo una etapa futbolística en la que después de hacer un gol, en vez de festejar Batistuta formaba una hachita con la mano y la blandía cerca de su rodilla jodida, sobre la rótula escorada de la gamba cañonera. Es el gesto que a esta altura del campeonato democrático, el peronismo le (se) hace al partido del orden. Y el story teller diría que si el gobierno nacional no tiene aguante para bancarse una interna del FpV en