jueves, 5 de agosto de 2010

Operativo Dorrego

1. Las relaciones carnales que sostiene Carrió con las formas antipolíticas de pensamiento es lo que explicaría, quizás parcialmente,  por que la oposición carece de la idoneidad para rumbear discusiones medulares como la de las retenciones y el 82% móvil para los jubilados. Y el problema es que estos planteos parten de un erróneo deber ser basal (y pantanoso hasta las lágrimas) que por ahora no vamos a encontrar en ningún catálogo de gestión. La cosa es algo más que cambiar retenciones por impuesto extraordinario a las ganancias; la cosa es algo más que garpar el 82% con los luminosos fondos de un sistema previsional sueco que no existe. Inclusive la propuesta comprensible del progresismo realpolitiker que solicita la elevación de los aportes patronales a los valores de las edad pre-cavallista para financiar el 82% desconoce una cuestión central: hasta que punto la performance administrativa diaria del Estado Nacional está signada por el serpenteo subterráneo y latente de una estatalidad menem-kirchnerista que podrá ser denostada en el discurso, pero que todavía hace mover al Estado. Que hace que el Estado se levante a la mañana, labure, y se acueste a la noche, y así todos los días. Acá radica un tabú que por el momento el discurso progresista más estacionado no puede abordar con la adultez de no nombrar más al neoliberalismo, y lo más probable será ver  al peronismo nuevamente tomar el dilema por las astas; el sistema tributario y el previsional están tabulados por aquellas reformas estructurales que afrontó el peronismo menemista (algún día, algún día…) y que ahora sólo admiten una resolución compleja: no hay que tirar ninguna estantería al suelo. En un rincón del ring, Adrián Pérez te dice que el 82 se banca con los fondos que la Anses no debiera tener en inversiones y fideicomisos, y por otro lado Lo Vuolo pide la revolución previsional (¿por qué Lo Vuolo no es peronista? ¿por qué el tipo hace la elección eterna de los márgenes del instituto de estudios de políticas programáticas sociales públicas….? Veníte al barro, Lo Vuolo.) para que finalmente el 82% no se pague. Debate mal calibrado, que no centra la discusión sobre la realidad y la elasticidad de maniobra imputable al gobierno aquí y ahora. Lo discutible debe discutirse aceptando las potestades que el gobierno puede hacer valer como propias; se discute sobre la política de subsidios, sobre lo evadido, sobre lo cortoplacistamente no gravado: el 82% se puede pagar hoy raspando la olla de una regresividad sobre la que hay que estar perfectamente esclarecido. Y una vez que ya se esté pagando, entonces ensayamos los divinos pasos de la progresividad. El otro día Carrió dijo que el clivaje era decencia-corrupción (ya ni siquiera izquierda-derecha) y noqueó una vez más la verosimilitud de cualquier acercamiento valedero a estos temas. Y si bien este comportamiento no autoriza al gobierno a gestualizar mezquindades (“no se puede porque ustedes bajaron el 13%” y otros mensajes grabados en el random select), tampoco lo obliga a meterse en el debate. Y está bien que no se meta.

 

2. Lo dramático no sería tanto que los muchachos del peronismo disidente paseen por la Rural, sino que Duhalde piense que el rabino Bergman es un tipo valioso para abordar el tema de la inseguridad, y lo quiera convertir en un referente temático de ese espacio. Y vienen a mí las palabras que en estos días susurra Roxana Latorre a sus compañeros: “Miren, muchachos, que nosotros, como peronistas…” y éste es todo un tema, que muchos dirigentes no parecen visualizar claramente todavía: el peronismo disidente tiene que admitir (no ya en palabras, pero si en la prudencia de los hechos) todos los quilombos que el peronismo kirchnerista desactivó en estos siete años. Si ellos no admiten esto y obran en consecuencia, no van a poder gobernar el país que la sociedad va a pedir a partir de 2011, como tampoco lo podrá gobernar (por otras razones más estructurales) el espacio no peronista que podría imponerse en un eventual ballottage contra uno de los dos candidatos peronistas. Lo deberán admitir por la sociedad, y por las militancias que en unos meses van a tener que afrontar el doloroso trance de pujar entre sí en un territorio y en una vida diaria que comparten, con sentimientos e identidades anudadas. Puja de compañeros, acá abajo. En la divertida jornada tigrense del martes, Artemio López lo explicó con claridad: 2011 nos va a encontrar en una disputa política (que es también una disputa de poder) entre peronismos, y el cuerpo a cuerpo va a suceder abajo. Y (yo digo) ahí no podemos ir con la cantata ideológica de “los medios hegemónicos”, “la ampliación de derechos individuales”, “el crecimiento del PBI”, “el complejo agro-mediático” “la restauración conservadora” “la ley de entidades financieras” y otras reliquias retóricas que no conmueven la índole esquiva y desagradecida del voto. La elección que viene no la va a definir una pulseada en la construcción de sentido en el ámbito de la clase media. No jodamos más con la clase media como instancia decisoria electoral clave; y si lo es, no lo es más que la clase baja. Hay un dato incontrastable: el peronismo (más allá de los resultados electorales) viene perdiendo masa de votos en el conurbano (y también en la especificidad del segundo cordón) desde hace muchos años, décadas. Y para 2011, el peronismo orgánico ya sumó lo que tenía que sumar progresistamente  y por izquierda. Ahora hay que morder por otro lado, si querés ganar. Abajo (municipalmente), con matices, se sigue votando radicalismo(s) o peronismo(s).

 

3. Todo esto nos lleva a evaluar la situación del peronismo en la PBA. Vamos a los bifes: ¿cuánto necesita sacar el peronismo oficial en la provincia para sostener las posibilidades de la candidatura nacional? Yo no quiero tirar porcentajes, pero la respuesta a esta pregunta se tiene que sincerar. El laissez faire que promueve Kirchner dentro del peronismo bonaerense contribuye a una descompresión necesaria. Con Moyano a la presidencia del PJ se abre un juego interesante de tensiones hacia el interior del partido originado en el cruce lógico de “aparatos” (el sindical y el pejotista). Si hay más aparatismo, hay más cumpas cubriendo el territorio, y eso nunca puede ser negativo.

Pero 2010 es un sinuoso camino regido por la gestión: allí estará depositada la vara que mida los humores políticos y sociales, y no en las auto-postulaciones y la opereta de encuestas que ya cansan, pero que no le interesan a nadie. Y uno lo dice con mucho dolor, pero lo cierto es que después de tres años de gestión, lo de Scioli en la gobernación es malo. Con una ecuación económico-financiera mucho menos apremiante que la que tuvo que afrontar Solá entre 2002 y 2007, la gobernación de Felipe sigue siendo en términos relativos muy superior a la gestión de Scioli. Decía el otro día Cafiero en el cónclave tigrense que cuando es una vocación, la política te persigue, y que la vocación política para el peronista se traduce en una vocación de gestión. Bueno, lo que queda claro en el caso de Scioli es que vocación política no tiene, y su relación con la gestión es voluntarista pero no vocacional. Scioli quiere gestionar, pero no sabe cómo. No piensa la gestión en perspectiva política, entre otras cosas porque carece de autoridad política, porque concibe la gestión desde la asepsia gerencial allí donde lo que deben tomarse son decisiones políticas. Combatir la inseguridad es una decisión política, y no sólo un devenir determinista del accionar policial. Antes de gestionar, y para gestionar bien, hay que saber de política, pero Scioli, al igual que Macri, la política no la comprende, y esto a larga termina siendo nocivo para la cultura política del peronismo. Si Scioli lo único que tiene para exhibir como capital político es “una lealtad inquebrantable”, entonces tiene muy poco si quiere seguir gobernando la provincia, porque el post 2011 va a requerir una sintonía cada vez más fina (más política) para lograr una gestión exitosa. En política, el guillotinazo (en el cuarto oscuro, en las mesas políticas, y en los territorios) te llega en la antesala sacra de la revelación: cuando la gestión te molesta.