viernes, 6 de noviembre de 2009

Ayer veíamos con Américo del Verbo la espera nocturna en carpas, bolsas de dormir y sillas de playa. Dos y pico de la madrugada, y la pesadez climática del acampe a las puertas del nuevo cielo: la Anses de Lanús. Escenas similares se pueden constatar en varias dependencias.

Yo digo que la asignación por hijo tiene un sentido político cuando pensamos en su instrumentación, porque necesita de la movilización de recursos humanos para tener una llegada rápida y masiva al confín del núcleo duro.

Se dice que el cobro es automático. Sí, para quiénes tiene algún grado de registración en la base de datos de la seguridad social. El resto tiene que hacer la cola.

Sin embargo, y como dice Moira en el post anterior, son las madres solas las que aparecen en la primera línea de urgencia, y son ellas, generalmente, las que no pasaron por una situación de laborabilidad (sobre todo las más jóvenes), y si no son o fueron beneficiarias de algún Plan, no tienen CUIL, y no cobran la asignación automáticamente en diciembre. Tienen que hacer la cola.

Probablemente también los hijos de estas mujeres no tengan DNI, por lo que la tramitación del beneficio necesite de otra previa, que dilata los tiempos. Tienen que hacer otra cola.

También está la reacción, el comportamiento de la gente ante la información: en ciertas zonas de los conurbanos nacionales (en las villas) nadie va a ir a un cyber a leerse e imprimir el pdf de la página de Anses para verificar los requisitos. Tienen que hacer la cola.

Y si desconfiás de la precisión quirúrgica de la base de datos de la Anses, también tenés que hacer la cola.

Y si estás registrado pero después te quedaste sin laburo y no cobraste seguro de desempleo o planes y tuviste hijos, tenés que hacer la cola.

Yo digo que con la Anses no alcanza, y hay que descentralizar a los barrios, hay que armar un dispositivo humano conocedor y facilitador. Para que este derecho se realice, hay que punterearlo (en el buen sentido de la palabra, que lo tiene). Que lo puntereen los curas.

A veces hay una mirada un poco aséptica que sueña (prescindiendo de los medios realmente existentes) con el pobre extremo redimiéndose en la “ciudadanización” del trámite individual, viajando libremente en bondi a la oficina estatal en zonas céntricas, un pobre al parecer “definitivamente desclientelizado” que en un sólo y doméstico paso accede, procesa y actúa la información disponible. Como lo haríamos nosotros.

Con la Anses no alcanza, me sopla al oído Graciela Camaño, y me despierto agitado.