La escena más tierna de esa película en blanco y negro: la caricia en la frente de parte de quién sostiene el cuchillo hundido en el abdomen del rostro acariciado y que se asocia en silencio a la agonía del otro que provoca. Ya está, no grites, no corcovees, hagamos que este momento se extinga entre pacíficas caricias y en silencio. Una muerte que no es asesinato, sino un conmovedor acto de amor.
Un kirchnerismo derrotado por desdeñar una comunión con los pobres, por no abrevar en las aguas de la peronización, debe hacer concesiones de agenda. No hay asesinato, el voto fue un acto de amor.
La intelligenzia kirchnerista se indignará, se hundirá en el consuelo de las teorías conspirativas, “nos derrotó el Poder Económico-Mediático por ir tras la liberación nacional”, Forster hará arder su pluma en una página dominical, “los 12 de la van” dirán que no se puede confiar en el aparato pejotista, H.V. encontrará todos los males en la oligarquía ganadera, “quisimos pero no nos dejaron”, los pibes de La Cámpora se seguirán ofrendando a Cristina corazón para la liberación a cambio de jugosos contratos, Sabbatella “confirmará” que las prácticas pejotistas están perimidas y que la solución son él y el Huevo Ceballos, Solanas convocará a una gesta emancipatoria desde el proletario Hotel Bauen y luego irá a presentar un documental a Cannes, Carrió gritará el fin de la dictadura kirchnerista para hacer menos audible su miseria. El pueblo, en cambio, seguirá viviendo.
Me cayó como el orto el maltrato de Cristina al periodista en la conferencia de prensa del otro día. Alguien debería decirle (no serán los perimidos Zanini o Parrilli, seguramente) a Cristina que se tranquilice, que la corte un poquito, que no cuesta nada hacer una lectura real de la derrota. Porque el periodista no criticaba un logro del gobierno, sino algo que debió ser corregido hace rato.
Cristina debería convocar otra gente, sacarse fotos, anunciar la reapertura de la inscripción a los Planes Jefes y Jefas de Hogar, rajar a Moreno, mandar al congreso la triple indemnización y la extensión del subsidio de desempleo (la ley de medios puede esperar), sentarse con Felipe y los de la Mesa de Enlace para cerrar el tema. Conceder agenda es imponerla y no implica arriar las banderas, ni, como gusta decir Cristina, dejar las convicciones en la puerta de la casa de gobierno. Menos Laclau y más sudor. Volver a los atardeceres sesentistas de Tolosa, cuando la pequeña Cristina Elisabet aprendía a leer con una edición rústica de Conducción Política.
La golosina política de la víspera es “para donde rumbear” ahora que el horizonte no muestra rituales folkloricos de las formas nacional-populares y sí un peronismo árido, “conservador”. Algo que no debiera asustar tanto, dado que el kirchnerismo es conservador de sus logros y los del duhaldismo, aunque por cortesía nacional-popular, Cristina omita confesarlo.
Las jóvenes viudas de la transversalidad lograron que la frase “movimiento nacional y popular” suene tan bastardeada en sus grámaticas como “ingreso universal ciudadano” en las de Carrió, y sueñan con que Kirchner arme por afuera ese frente popular y progresista con “pata peronista” y sin pejotismo, y así surfear la ola que Chacho no pudo. Un sueño que podrá hacerse o no, pero que siempre estará lejos de los sueños del pueblo: está bueno sentarse al fogón y tocar las más bellas cantatas en endogámica ceremonia, porque la luz de la llama no nos permite ver más allá de nuestras espaldas. La penumbra es la morfina que nos hacen olvidar los monstruos que habitan en esa opaca periferia.
El otro día hablaba con un joven cuadrito kirchnerista capitalino que me decía que mientras sufría viendo el escrutinio por televisión rogaba que los votos de La Matanza dieran vuelta la tendencia y “nos salvaran”(¿?): un boludito que quería que los negros de La Matanza le salvaran su militancia kirchnerista clasemediera, rentada y de nene bien. Hacete de abajo, boludo.
Otros pibes, más sensatos, prefieren afiliarse al PJ y jugar en la interna.
Para las viuditas, escuchen a Loretta, eso es pueblo.