Cobos pide licencia, y comenzará a recorrer el país para intentar ser presidente en el 2011. El fotograma de la víspera no permite calibrar la magnitud de un desenlace para el que todavía faltan dos largos y exhaustivos años y medio de peronismo gobernando. La lógica indica que al kirchnerismo le conviene afrontar una táctica de “partido por partido”: es decir, tema por tema de una agenda propia a partir del plagio a los reclamos opositores sobre los que hay consenso y son positivos para la sociedad. Se trataría de sacar del centro de la comidilla política diaria aquellos microclimas de batalla final que desde el conflicto de la 125 fueron construyendo el relato kirchnerista sobre pies de barro, porque grandes bolsones de la sociedad no se sintieron interpeladas ni incluidas en esa tempestad jacobina que envió a un rincón oscuro a la Gestión, el gran patrimonio kirchnerista durante cinco años y medio. Sacar de la línea maginot al kunkelismo, al gullismo, al luisdeliismo (a quién aprecio), porque el kirchnerismo debe recuperar una sintonía fina que le permitió gobernar sin zozobra durante años, y que desde la 125 transmutó en una espiral de distorsiones impropias que desembocó en el resultado de junio.
Alberto Fernández sigue entregando memorias de la nostalgia transversal y de los años dorados en variopintas entrevistas, pero en una de ellas dijo algo que es verdad. Dijo que Reutemann no debería ser un adversario del “proyecto kirchnerista”, que si son así las cosas, algo anda mal. Yo podría extender la lista (Felipe) y decir que muchos posicionamientos son hijos del error no forzado y no de rupturas ideológicas terminales, y que la reexaminación de las relaciones de Kirchner con el peronismo son las que se necesitan recomponer y reconducir con urgencia para sostener esta larga etapa, que es también la que definirá la suerte del peronismo en 2011. Si se quiere, que se capture agenda “por izquierda”, pero que se comprenda que las alianzas políticas para la tramitación gubernamental deben solidificarse con algún peronismo no kirchnerista, y no con el pinosolanismo emancipador. Las actuaciones en el campo de batalla registran que lo mejor que puede hacerse es robarle la agenda al progresismo y cincelarla con apoyo pejotista.
¿Puede el kirchnerismo postular y consensuar las bases de un plan agropecuario medianamente serio dejando de lado el férreo clivaje ideológico (que existe, y es real) y haciendo un “tema por tema” sobre intereses concretos de los múltiples que habitaron el conflicto campero, privilegiando actores y separando paja de trigo? No habría razones para pensar lo contrario, así como no hay más que una depreciación política en la elusión de la cuestión. Si hay alguien que puede sentarse en una mesa, y que además no subestima la capacidad de fuego de un kirchnerismo golpeado pero en el gobierno, porque lo dijo, es Felipe Solá, que no está cómodo con sus aliados.
Para la oposición queda un sabor agridulce: una victoria inesperada en la PBA trae bajo el brazo la responsabilidad política frente a las expectativas depositadas por los votantes, y lo que allí se constata es que ganar elecciones no es lo mismo que hacer política: diciembre de 2001 siempre estuvo cerca, aunque se pueda aseverar que estamos lejos.
Es delicioso ver como el tándem Asís-Puerta opera para consagrar el entrismo macrista: ¿Por qué los victoriosos del 28 no convocan YA a una Moncloa? se pregunta exasperado el querido Turco, dejando expresada fehacientemente la falta de iniciativa política que parece signar a Macri y De Narváez. Ahí no hay Durán Barba que pueda tallar, y es comprensible la preocupación de algunos. El Momo y Barrionuevo, aunque abusen de la pirotecnia doctrinarista vacía que tan disvaliosa le fue al peronismo en los tempranos ochenta de la alborada demócrática (el kirchnerismo no es peronismo, Kirchner no nombra a Perón, y otras inconsistencias), ya trazaron los límites que le espera a aquella intención. El cruce entre Busti-Puerta y Barba-Cacho de ayer en TN es sólo una muestra de las pulseadas que se vienen para determinar no sólo las hegemonías y candidaturas, sino de qué modo se sustentan o no los logros obtenidos durante los últimos ocho años, y el rumbo a tomarse de aquí a cinco años.
Y creo que lo medular de esa discusión no va a pasar por los afluentes progresistas que sobreviven alimentándose del kirchnerismo (de su agenda), sino por el peronismo, o por lo que él deje en el camino para que se abran brechas a capitalizarse “por derecha”.
¿Se viene, ahora sí, la asistencia social, la “peronización” del modelo?