El diálogo se abre desde el contrapiso democrático menemista: dentro del superávit fiscal todo, fuera del superávit fiscal, nada. Con el agregado natural de la herencia intelectual duhaldista: a alguien se le ocurrió preguntar quién pagaría los costos del ajuste fiscal, mientras de reojo veía como (desde ese valle que había sido verde) los puntos negros se movían, dejaban de ser remota bruma para trocar en nítida presencia.
La oposición política se verá obligada a precisar con qué fondos se sustituirán las sucesivas desfinanciaciones del Estado que derivarían de esas consignas que titilan en la marquesina etérea: eliminación de retenciones, reducción del IVA, eliminación del impuesto al cheque, ingreso universal, blindaje social. Y como, de derechas a izquierdas, la oposición es progresista, pedirán que TODO se financie con impuesto a las Ganancias, a la renta financiera y a la petrolera, y sin mayores evaluaciones, pasarán a discutir cuestiones más digeribles como el consejo de la magistratura y los superpoderes, y quizás se reproduzca aquel memorable debate noventista en el que Cavallo (con decisión peronista) destruía conceptualmente a Raúl Alfonsín en la arena parlamentaria. Quizás ahora “los Cavallo” sean Aníbal F. o el soldado Rossi, y los epígonos parquenortistas sean los devaluados Morales, María Elisa Avelina, Lozano o Ricardito. (La discusión de superpoderes nunca es seria, en tanto surge de un acto hipócrita: negar la existencia de El Príncipe con las notas de Bonaparte).
Lo cierto será que los números fiscales no van a cerrar, los dialoguistas se empastarán, y los inmaduros directamente huirán de la mesa, y las distancias serán proporcionales a los lugares que ocupa cada actor en el tablero político, y el susurro angelical de la armonía será opacado por la rispidez de los intereses que elastizan el canal dialoguista. De Angeli pedirá que las retenciones se suplan con la alícuota de Ganancias y la UIA saldrá a cruzarlo con las pymes a la cabeza, el progresismo pedirá que el blindaje social (ese titanic conceptual abstracto) se subsidie con un hipotético gravamen a las rentas: a la financiera, y entonces habrá presiones sobre el tipo de cambio y la inflación; o a la petrolera, y entonces YPF emitirá un comunicado y habrá que importar petróleo venezolano. Es decir, una pluralidad de intereses cruzados y contradictorios entre los sectores productivos donde la agudeza política pasará por garantizar que el culo que deba sangrar no sea el de la masa asalariada, el cuentapropismo doméstico y los changadores de esta patria grande, para que la paz social no sea vulnerada a causa de la propia defección de los paladines del consenso.
Si el gobierno cristinista pide a la oposición además de un listado barato de propuestas programáticas, el detalle de instrumentación y partidas presupuestarias a afectar para que cada una de esas bellas propuestas sea una realidad concreta y no una carta a los argentinos, veremos como el temario dialoguista se reduce vastamente y las buenas intenciones nunca dejarán de serlo. Los jacobinos exclamarán que no aceptarán la convocatoria y alzarán las bayonetas, volviendo a su hábitat natural: el jardín de infantes.
La reforma política es el tabú que desnuda las fallas garrafales de organización que aqueja a numerosos sellos de goma y carcazas electorales como el ARI, el Partido Socialista, Proyecto Sur, el EDE, el PRO, que ante la sola expresión “internas obligatorias” recuerdan la pesadilla que sufrió Chacho Alvarez en la interna con Bordón (los impresentables pejotistas le dieron de beber a Chacho de su propia medicina renovadora). Peligraría, para estos sellitos, la vocación sectaria, las expulsiones de militancias, las variadas intervenciones distritales, y el dedazo endogámico como mecanismo para dirimir cargos y listas legislativas (¿cuánto hace que Delia Bisutti se recicla?). Por eso el ACyS ya manifestó que no se puede hablar de reforma política hasta no erradicar el clientelismo político, que en realidad quiere decir: no tengo militancia, no quiero tenerla, no quiero laburar territorialmente, no quiero ir a disputar políticamente la interpelación real de los sectores populares al peronismo, quiero que el ingreso universal se entregue por una ventanilla virtual así directamente no hay que verles la cara, quiero voto calificado, quiero que el consenso deje afuera a esa masa cetrina con la que realmente no sé que hacer…
El cristinismo, por eso, debería no limitar la discusión a la reforma política, sino abrir el juego a un temario abierto, para que la lluvia vaya lavando, y porque si el cristinismo no está en condiciones de dar un debate político abierto sin escamoteos, es porque no tiene los cuadros políticos que se necesitan en esta hora: no se necesitan funcionarios temerosos que consulten al celular de Dios a cada paso. Cintura política para que la lluvia lave, el resto importa poco. Si es que la oposición va, o elude la responsabilidad política que nace de los votos conseguidos.
Para los que todavía gritan “traición” de los intendentes del Conurbano al proyecto “nacional-popular” (como flota en el vacío el cartaabiertismo ¿no?, yo igual los aprecio): en Tigre, Malena Galmarini ganó por afano porque labura, “baja”, y escucha. Bien formada por una familia grossa del peronismo (mamá lo hizo), ella sacó los votos. Si el testimonial hubiese sido el marido, sacaba menos (mucho menos) que Malenita.