Se cerró el primer sobrecito electoral sin el fraseo desafinado de la vulgata republicanista que instala el escozor del fraude y de la impugnación judicial cuando la definición se huele cerrada. Ni ganadores ni perdedores optaron por soliviantar ánimos que sin duda no estaban entre las expectativas del electorado, y todos se fueron a festejar o a dormir temprano. Nunca amé tanto esta aridez democrática que nos pone sobre la percepción de que los que meten la boleta en la urna no tienen intención de dramatizar el efecto político del resultado electoral. Esa es mi primera y más aliviada impresión catamarqueña: la de que no se votó en situación de emergencia, no se entró al cuarto oscuro bajo el sonido de ambulancias espirituales, y que todo lo que esté por encima de ese panorama grisáceo y sano nos sirve para escribir la novela política del 2011 hasta octubre, esa que escribimos nosotros, los que nos interesamos por la política durante más días que la mayoría de los que votan.
Estamos muy lejos de la provincia como para decir qué votaron los catamarqueños. Posiblemente hayan votado varias cosas a la vez, pero es básico leer que en una elección ejecutiva provincial se vota gestión del gobernador , y en este caso, 20 años de radicalismo en el poder como bonus track nada menor. Para medir la inserción de la gestión nacional y de la figura política de Cristina en la polarización primero y en el triunfo peronista después habría que hacer una lectura más fina para la que se necesitarían computar más elecciones provinciales. Aún con varios adelantos provinciales en la bolsa, la porción analizable es parcial mientras no haya una disposición popular firme en votar nacionalmente, aunque puede servir para ir midiendo la calidad de la candidatura presidencial. Sí podemos decir que los logros de la década kirchnerista juegan como telón de fondo en la compulsa provincial, lo que no significa que Cristina defina su candidatura presidencial de acuerdo a lo que surja de los capítulos provinciales, sino al margen de aceptabilidad que tenga su propia postulación con numeritos reales en la mano. En este sentido, es posible pensar que el entorno masque chicle encuestológico, pero Cristina aprendió a hacer política de otra forma. Cuando celebré el cierre unificado del peronismo santafesino como la estrategia más eficaz para ir a internas o a la elección, lo fundamenté en la imperiosa necesidad de que las estrategias provinciales no se subordinen a lo que se piensa para una ecuación nacional. Lo mismo es aplicable para Catamarca, dónde se cerró el acuerdo mazzonista del todos por adentro y los trapos se lavan después de ganar. La mansa declaración de Corpacci donde aclaró que ganamos todos viene a documentar un clima de época que le pide al peronismo la absorción pacífica de sus elementos internos. Se parece mucho a lo que Cristina le pidió al PJ en Olivos, pero también a la izquierda peronista en Huracán. Y si bien cada uno tiene sus predilecciones, ningún peronista puede habilitar la embestida gorila que para deslegitimar el triunfo del peronismo catamarqueño ensalce la barbarie de tener a Saadi en el paquete. Calladito, macho, que el peronismo (y la política) a veces se hace con silencios. Y los que habiliten ese brulote desesperado (gorila) ensalzando a su vez la pureza kirchnerista de una fórmula integrada por la prima de Saadi y el primo de Urtubey, cometerán el error de no (re)conocer las representaciones que trazan a los peronismos provinciales más lejanos a la culta buenos aires.
La fuerte polarización bipartidista nos hace ver que a pesar del triunfo peronista, el desgastado radicalismo sacó el 45% de los votos, lo que nos debería poner a resguardo de cualquier escenario de triunfo categórico a la hora de la planificación electoral venidera; sobre todo cuando vemos que las encuestas volvieron a fallar: ninguna acertó a dar ganadora a Corpacci; aún en la franja condicionada del empate técnico, todas le daban ventaja a Brizuela del Moral. Si gran parte de la población define el voto en tiempo suplementario, o los encuestadores no pueden acertar la tendencia en la fluctuación del voto, en todo caso ambos ítems deberían ser centrales para cualquier estrategia electoral. El domingo pasaremos a otra singularidad provincial: en Chubut habrá interna peronista. ¿Se podrá decir que si gana Das Neves pierde Cristina o viceversa?
Pero si ese 45% radical catamarqueño es lo suficientemente sólido como para no hacer extensiones nacionales de fondo, sí impacta simbólicamente liquidando a Cobos, porque es un candidato no posicionado que necesita estos enviones para emerger como opción algo más que brumosa. Pero ese es un problema de la novelita radical. Catamarca, Santa Fe, Córdoba: el peronismo tiene que cerrar paquetes. Que de nuestra barbarie intelectualicen los demás.