martes, 11 de mayo de 2010


Hasta el momento, la asignación universal por hijo es la transferencia del plan Familias más los registros existentes de Anses. Para los que cobraban planes sociales, la asignación es un refuerzo del paliativo: por eso le llaman el plan, indiferenciándola de otras prestaciones recibidas anteriormente (Plan Trabajar, PJJH), y eso más allá de las consideraciones que desde las oficinas ministeriales se hacen en cuanto a la universalidad y el derecho adquirido que situaría a esta prestación por encima de otros modelos de asistencia. Con esto digo que la implementación práctica de la asignación no previó en ningún caso una fuerte tarea de despliegue humano-territorial de relevamiento social en villas, asentamientos y barrios refractarios a cualquier índice de registración estatal. Así las cosas, la asignación no llega a quienes más la necesitan, porque la logística de implementación nunca pretendió perforar el núcleo duro de pobreza e indigencia estructural.

Quiénes leen este blog desde su inicio, sabrán que la crítica profunda a la concepción y modo de desarrollo de la política social que tienen los Kirchner estuvo desde un principio. Como peronista, considero que la asistencia social desplegada desde el Estado debe ser, junto con la promoción laboral, una política central.

Siempre tuve claro que desde que en 2003 Kirchner dijo que “la mejor política social es el trabajo”, las reales políticas sociales quedarían relegadas al costado menos iluminado del escenario. Siempre pensé, también, que el aserto kirchnerista era teóricamente compartible, pero se tronchaba contra la realidad social que te tiran en la cara veinte años de retiro progresivo del Estado de la vida cotidiana. Y que por más desdén y aprensión que se tenga por el asistencialismo, la realidad político-social termina subvirtiendo al prejuicio, cuando de tomar decisiones se trata. Debo decir, también, que como peronista, me es difícil digerir que otro compañero (en este caso, Néstor y Cristina) se refiera al clientelismo en tono demonizador y estigmatizante casi del mismo modo en que lo hacen otros políticos con los que no comparto una tradición y una pertenencia política. Pero como la política es, entre otras cosas, la obligación racional de deglutirse ciertos sapos, uno se la banca.

Fue ese anticlientelismo, (y en la práctica, la desactivación parcial del esquema de manzaneras, esquema basado en las experiencias de los Comités de Defensa de la Revolución de la Cuba castrista y el Plan Nacional de Acción Comunitaria del Chile de Allende) uno de los elementos que influyó en la derrota electoral del peronismo en la PBA en junio pasado. Como parte del proceso de debilitación territorial llevado adelante por el tándem Alicia Kirchner- Daniel Arroyo se introdujo el criterio de la bancarización del beneficio vía tarjeta “para cortar con los intermediarios, los punteros y el clientelismo”,  como si una cosa tuviera que ver con la otra. Hubo otros intentos de desactivación más absurdos, como tratar de cambiar el nombre “manzaneras” por “margaritas” (segundo nombre de la todavía ministra de Acción Social).

En la práctica, estas decisiones minaron la capacidad estadística, de acción política y social, e investigativa del Estado para leer las nuevas realidades a las que una política social debe hacer frente del modo más eficaz y rápido posible. Una política social no es de derecha ni de izquierda, es eficaz o no lo es.

No es objeto de este texto explicar cual es la índole del clientelismo, y de qué modo se representa esa realidad para el aparente rehén clientelizado; el que a esta altura no lo sabe es porque no entiende mucho de política y de humanismo, o porque se es muy hipócrita para analizar los hechos sociales.

Eva Perón decía que la dignidad la daba el trabajo, pero que mientras tanto no se puede esperar, y “hay que ir dando”. Sólo los que no conocen cuál fue la magnitud de aquel “ir dando” (a nivel movilización de recursos materiales y humanos, de organización, y de despliegue y alcance territorial) pueden decir que la actual asignación universal por hijo es un “gran avance” y produce “modificaciones profundas” en la vida popular más castigada.

Se ve, también, que los que diseñan la política social no se encuentran entre los que “no pueden esperar” según Eva: el profesional flacsista ministerial que planifica desconoce por completo las nuevas realidades y comportamientos de la negrada más abismada. Desconoce que la subjetividad de un pibe villero de 12 años es radicalmente diferente a la de uno de 14 de la misma villa, y más diferente es la de uno de 16 y uno de 18. Uno nace pibe chorro, el otro se hace. Uno viene de un entorno deslaboralizado por dos o tres generaciones, otro de una sola generación. No entienden que el pibe que cobra el plan y va a la escuela no deja automáticamente de robar. Porque robar es el laburo.

El concepto de laburo de un pibe de 12 años (con familiares chorros en la mayoría de los casos), el único que conoce, es el afano. Esa realidad no la tuerce una asignación por hijo. Nadie se puede alegrar por cobrar los 180. Es más, en una casilla con cinco familias hacinadas, no saben que existe la asignación por hijo. Y ahí el Estado no llega, y con mucha suerte llega el puntero, si todavía queda alguno en la villa, porque cuando no esté el puntero, ese lugar lo va a ocupar el narco. Es así. Con suerte, también, llega la Iglesia, si hay una parroquia cerca. Y no hay mucho más.

Yo creo que hay una concepción errada del Gobierno Peronista cuando visualiza la aplicación de esta asignación por hijo desde la ventanilla de Anses. Como si fuera tan simple: vas, hacés el trámite, y la cobrás. No es así. Es un síntoma de desconocimiento tremendo. La política social debe ir al encuentro del necesitado, no al revés. Se debe facilitar el acceso al beneficio. Por eso hoy la asignación no la llegan a cobrar los pibes del núcleo duro más pobre. Esto es imperdonable. Para llegar hay que poner gente en la calle, ir a relevar aquello que no figura en ninguna estadística preexistente, confiar en la organización popular y política para algo mucho más sagrado que ir a escrachar periodistas. Confiar en los punteros, las manzaneras, los curitas, galvanizarlos organizativamente para que el beneficio llegue. La Iglesia se moría por participar en el relevamiento ¿por qué no se le permitió juego? ¿Porque Bergoglio es “de derecha”? Me parece muy mezquino pensar así, porque los únicos que se joden son los pibes que hoy no cobran la asignación. ¿Por qué no se puso a los movimientos sociales a hacer ese laburo estadístico que hoy falta? ¿Por qué no se le da juego al Partido Justicialista en su base punteril para fortalecer el territorio? ¿Por qué no se sumó a mucha militancia radical boinablanquista que podría haber colaborado?

Se ha perdido una gran oportunidad, y en política social, el tren no suele pasar dos veces.