lunes, 8 de junio de 2015

La sombra del caudillo





Las elecciones de medio término en los Estados Unidos Mexicanos arrojaron resultados que permiten leer como acertada la decisión política de Peña Nieto de acelerar la batería de reformas pautadas por el Pacto por México (PPM) durante el 2013, aprovechando el envión de los votos al flamante presidente para tomar medidas de cierto largoplacismo.

Esa aceleración de entrada (las reformas energética, electoral, impositiva, medios y telefonía móvil, educativa) le permitió al gobierno federal llegar con envión al medio término, que lucía conflictivo por una macro casi estancada y la violencia originada en la disputa narco que termina por amortizar el capital político de todo oficialismo.

Peña Nieto usufructuó el PPM en dos niveles: uno centralmente institucional (la gestión ejecutiva de las reformas como motor del gobierno) y otro más político por el cual el pacto disciplinó la enjundia de los partidos opositores y les quitó armas para diferenciarse.

Esa utilidad política del PPM que pensó Peña Nieto para compensar los recursos hegemónicos que había perdido el PRI luego de su salida del poder federal y posterior modernización partidaria en el llano, no pueden minimizarse entonces a la hora de analizar la elección de ayer. 

Si bien se preveía una performance a la baja de las tres fuerzas políticas principales, el PRI hizo una elección bastante dominante tanto en el tramo de diputaciones federales con mayoría simple como de representación proporcional: 29% de PRI neto + 7% de PVEM para llegar a 36% dentro de la coalición priista, más 4% del sello Nueva Alianza-PANAL que el PRI pone por cuerda como pata sindical para sumar boletas en el cuarto oscuro.

40% para “plebiscitar” a Peña Nieto es un número que está por encima de las expectativas y oficia como sólida plataforma de arranque para este segundo tramo del mandato que ya empieza a registrar los efectos “sociales” de las reformas del 2013: la reducción de tarifas en los servicios públicos.

El PAN quedó con el 20%, y sin una figura electoral nacional potente, apostó a las elecciones estaduales y municipales, aprovechando la incidencia que ganó en el voto rural a expensas del PRI durante sus 14 años de gestión federal.

La fractura de la izquierda mexicana quedó evidenciada en las urnas: el PRD se desplomó al 11% y la nueva franquicia de Andrés Manuel López Obrador (Morena) recogió 8.5 % y dominó la elección municipal en el DF. La naturaleza eminentemente capitalina y universitaria de la izquierda mexicana explica la puja de PRD –Morena en la eleccion a delegados en el DF y le da chances a López Obrador para la intendencia en 2018, mientras en el PRD ya empezaron a pedir la alianza con Morena para parar la fuga de votos.

Quienes desconocen la idiosincrasia y la dinámica de la política mexicana, pronosticaban una caída letal de Peña Nieto por el caso de los estudiantes asesinados en Ayotzinapa, sin reparar en la dimensión “histórica” de la violencia narco para un país como México, y del exacto mapa de esa violencia dentro del territorio mexicano.

En ese sentido, la elección sirvió para graficar cual fue la apreciación social realmente existente al matizar las responsabilidades políticas: la vinculación directa del PRD a las narcobandas que asesinaron a los estudiantes explican el triunfo del PRI tanto en el municipio de Iguala como en la gobernación de Guerrero.

En el nivel estadual no hubo cambios sorpresivos en la distribución de poder: el PRI perdió tres gobernaciones, recuperó dos y retuvo tres, el PAN perdió una, ganó una y retuvo una y el PRD recuperó una y perdió una.

La victoria categórica del extrapartidario “El Bronco” Jaime Rodríguez en Nuevo León (la San Pablo mexicana) debe leerse menos como el “fin de los partidos tradicionales” por razones sociológicas o vilmente tonynegristas que con las propias decisiones aperturistas del gobierno de Peña Nieto al aprobar la reforma electoral que permite la postulación de candidatos extrapartidarios.

Las conclusiones de esta elección revelan una constante, lenta pero segura, en el sistema político mexicano: 1) un partido nacional que se moderniza y sacrifica en esa transfiguración su capacidad hegemónica; 2) la apertura democrática a opciones políticas no subordinadas a la rigidez del partidismo histórico, promovida por el PPM aun en contra de los intereses de los partidos tradicionales que motorizaron el pacto; 3) la celebración de comicios cualitativamente transparentes frente al esquema larvado pre 2000, provocado por la deformación hegemónica del partido de gobierno, una vez fallido en la representación.