martes, 15 de julio de 2014

Keynes-Kaldor-Thirlwall

El discreto encanto de los economistas radicales que se quemaron con leche en 1989 y 2001: cierto conformismo pseudo-realista del manejo de la economía que hoy les permite explicar y bancar la política económica del gobierno en su tendencia contractiva y recesiva como el “mal menor” frente a las presiones cambiarias sobre el dólar.

Que el respaldo“técnico” al gobierno provenga de estas biografías que hicieron crisis de fe cuando no pudieron “calzar” políticamente la relación entre el manejo del Estado y la economía, explica también por qué los economistas del partido del orden (es decir, los que suelen ver “la película completa”) están en “otro lado”: no están con Cristina, pero tampoco están con los herederos del FPV.

Si los dos años de la “ficción expansiva” de la economía (2010-2011) bajo el combo ancla cambiaria-suba artificial del salario real-“inflación buena”-peg no pudieron ser contenidos luego por una “sintonía fina” (costos, subsidios, cadenas de valor) donde el Estado como institución financiera hace el “sacrificio” y evita, por razones políticas, descargar el problema en la presión impositiva sobre clase media, media-baja y aristocracia obrera, lo que no hubo entonces fue una respuesta política adecuada del partido del orden a su propio patrimonio distributivo.

De ahí que sea el gobierno el que autogenera (mejor dicho, autoacelera) el problema de la restricción externa, a lo que responde con la salida clásica: devaluación para hacer caer importaciones y bajar los costos en todos los sectores de la economía vía caída de la actividad. Un recurso demasiado rústico para un partido del orden que sustentó gran parte de su supervivencia política bajo una lógica distribucionista.

Esas fallas terminan de amortizar la titularidad de los capitales políticos: el kirchnerismo no tiene macro para arreglar la restricción externa, y amodorrar la economía para “llegar” (tasa de interés + endeudamiento) es un programa económico demasiado conservador que sigue descargando el costo  en el poder adquisitivo del asalariado y el cuentapropismo minorista, sin incentivos en la inversión y las exportaciones.

A la salida clásica para afrontar el déficit de dólares (que no difiere de lo hecho por otros gobiernos tan disímiles como los de Onganía o Alfonsín) se agrega, en los últimos meses, una falta de respuesta política para contener el conflicto social que surge de la decisión de deprimir la economía.

Es decir, no hay una intervención diferenciada del Estado-partido del orden
frente a la protesta social, por un lado, y frente a la inseguridad pública, por el otro. Leña u omisión, según el caso, a falta de una estrategia que incorpore a los sindicatos, y de gestión pura y dura para disminuir la incidencia del delito violento.

La devaluación sin exportaciones hecha en el verano no corrigió la tendencia del frente externo, y la caída de la actividad desaceleró el aumento de inflación pero desde el mes pasado se verifica una reaceleración, con alimentos y bebidas en un rango del 45%.

Es evidente que traducido al campo electoral, se comience a insinuar una disputa por la “titularidad” del partido del orden como parte del reclamo de representación.

Que varios intendentes del conurbano se pregunten cómo se va a avanzar en la relación entre la asistencia social estatal y la generación de empleo privado (como un problema bastante urgente en los municipios) habla de una agenda que desafía el statu quo efepeveísta y pone las expectativas en otro lado: no es casual la visibilidad que Massa busca darle a sus economistas de traza duhaldo- nestorista (la expertise en la tormenta como biografía) para que digan las palabras económicas que hoy no son dichas por el gobierno: cambio alto, restricción externa, exportaciones industriales, elasticidades de comercio exterior, la demanda interna no funciona sin dólares, empleo privado.


Un lenguaje bien distinto al conformismo explicativo de esos economistas que se quemaron con leche en el ´89 y el 2001 y hoy justifican el programa oficialista con beneficio de inventario de los errores no forzados (Moreno y el manejo de impos,  la gestión Marcó del Pont del BCRA, el cepo, la devaluación sin dólares de Kicillof-Fábrega, etc), expresando un pragmatismo defensivo (“no se puede hacer otra cosa de lo que se hace”) que se parece demasiado a la fe testimonial del converso, y muy poco al decisionismo intuitivo hacia adelante que se le reclama al partido del orden para que siga siendo tal.