Entre los reflujos y las volatilidades de la zona post- PASO,
florece el subsistema: se alzan las expectativas de Massa y decaen las de
Macri.
Finalmente, el efecto político “Tucumán” + las corruptelas seriadas
(Niembro, Amadeo, Tagliaferro-Vidal) como problema
endógeno del PRO acentuaron la modificación de algunas tendencias
electorales preexistentes: Massa reacciona mejor a su 3º puesto en las PASO que
Macri a su 2º, lo cual refleja un dato político más profundo que lo meramente
electoral.
La campaña de Macri entró en una fase defensivista de la
cual parece muy difícil que pueda salir, que se expresa tanto en el frente
interno (la extrema dificultad de Macri para ejercer una conducción hospitalaria
sobre la UCR, que habilita “el fuego amigo” y le obtura la fidelización) como
en el externo (el desconcierto estratégico frente al catch all, al cual se renuncia).
Esta semana se confirma como Scioli hace seguidismo operativo
de Massa en el plano “propositivo”; en un punto determinado de la campaña, las
propuestas no son una entelequia, sino un requisito “administrativo” que el
electorado examina no por entusiasmo teórico, sino para medir la solidez de los
candidatos en el plano de la labor política.
En ese ítem crucial para “trabajar” en la zona del catch all también parece
claudicar Macri.
Esta lógica defensivista continuó con la acusación de un
pacto “peronista” entre Massa y el kirchnerismo como “causa” de la impericia de
Macri para usufructuar su lugar de privilegio obtenido en las PASO.
Hasta el propio Pagni advirtió la inconducencia de un
argumento que solo está destinado a los “fieles”, al partido sobrepolitizado
del 20%, mientras hay una porción mayoritaria del electorado no oficialista que
no define sus prioridades bajo lógica “antikirchnerista” (“Massa es k”) ni
antiperonista (“el pacto de iguales”).
En ese sentido, el reflejo duranbarbista de Macri retorna
eternamente como mecanismo constitutivo del espíritu político del PRO, con una
percepción distorsiva de la realidad del escenario electoral. Macri caza en el zoológico
(pura lógica “kirchnerista”), mientras Massa captura los animales sueltos.
La tendencia ascendente de Massa parece convalidar una
intuición política básica percibida con los resultados de las PASO todavía
calientes: que efectivamente hubo un voto “destemplado” en PBA y conurbano(s)
que Macri captó en agosto y que ahora refluye a una zona volátil en disputa que
Massa parece recapturar con la “memoria del 2013” y la firmeza adquirida luego
de aguantar la presión cruzada del FPV y el PRO en el terreno microclimático pero incidente de la instalación
de los candidatos en los meses previos a la PASO.
En el plano “partidario”, Massa fue eficaz para involucrar a
De la Sota en la nueva etapa electoral y meter presión en los válidamente emitidos
del eje Córdoba-Santa Fe, dejando stand-by la “pesca” de Scioli sobre los votos
“peronistas” de la región centro, y con el objetivo final de bloquear las performances
relativas de Scioli y Macri en esa zona.
El otro objetivo de Massa es polarizar con Scioli en el NOA,
y galvanizar su 2º lugar en la región. Es evidente que la dinámica post-PASO ya
“juega” en el norte del país, donde los radicalismos territoriales son más
afines a Massa que a Macri, en un fiel reflejo idiosincrático de las
preferencias electorales.
Si para principios de octubre esta tendencia en las
expectativas hacia Massa y Macri se confirman, los tiempos políticos exigirán
una pregunta: ¿qué pasaría si el electorado vislumbra la paridad?
Massa y Macri no comparten la misma naturaleza política originaria
(por lo tanto hay identidades diferentes) y esto desemboca en un hecho cierto: Massa tiene muchos más lugares hacia donde crecer
que Macri.
Esa mayor productividad electoral de Massa es vista por el
electorado como un signo de “autoridad”, que contrasta con una gestualidad
defensiva de Macri que lo hace aparecer poco preparado tanto para afrontar
competitivamente un balotaje como una primera vuelta.
Si esta percepción se acentúa, el desmembramiento del voto
opositor histórico hacia una mayoría “no-oficialista” que busque votar a un
candidato ganador por encima de “la virtud ideologista” puede ser el cauce que
defina el rumbo final de los votos. Nada personal, solo política.