domingo, 24 de abril de 2011

Los votos del Frente Nacional


Si las líneas retóricas de la ministra Garré sirven también para ser abrojo de ciertas expectativas electorales que conviene tener ahí, un debate real sobre la seguridad pública no debiera olvidar esas experiencias seriales que ya forman parte de la realidad del amba, y del origen que tuvo una instancia fundacional kirchnerista: el arreglo Kirchner-Aníbal F.-Valleca para establecer objetivos concretos que estuvieran en sincro con los nuevos aires de la época. Un proceso de vinculación que tuvo un margen de eficacia nada despreciable en términos políticos, y que hoy algunos prefieren olvidar en nombre de una aparente renovación conceptual para abordar el tema, que en la práctica no hace más que emprolijar discursivamente aquello que ya fue trabajado por las sucesivas reformas policiales que ocurrieron en la PBA y por las sucesivas conducciones nacionales que habitaron el área de seguridad. Lo que ahora Garré presenta catalogado y en encuadernación de lujo, ya había sido masticado en aquel cónclave sórdido: límites al accionar policial en reclamos sociales, y detrás de ello quedó bien visible la complejidad de la relación político-policial, porque Kirchner hizo lectura rápida, cuenta de almacenero, y pensó: ¿Cómo obtengo rédito político y eficacia decisoria en este tema sin que en ese acto sufra una hemorragia de poder político?

Los que no quieren gobernar la nación y la provincia pueden evitar hacerse esta pregunta, y escribir libros sobre el neverland policial y otros paraísos perdidos.

Otros tips del catálogo nildista, como participación comunitaria y purga comisarial, ya fueron tratados en las reformas policiales provinciales de los últimos quince años de vida política metropolitana, con dispares resultados. En todo caso, lo que no hay en la política de Garré son conceptos y acciones novedosas, sino más bien una nueva y bastante improvisada incursión en la cinta de moebius que es la compleja relación entre política y fuerzas de seguridad. Quizás porque en la lectura política nunca se incluyen todas las hilachas del realismo policial, es que no se acierta a dar con un marco decisorio que supere la mediocridad del efímero efectismo ideologista.

El de la seguridad es un debate que necesita vacunarse contra la impostura intelectual: “la fórmula mágica” que venden progresismos y derechas que ya tuvieron el manejo ejecutivo de la política de seguridad por la vía gobernante del Partido Justicialista en distintas etapas de los últimos veinticinco años en la PBA deberían servir como un invaluable material empírico a tomar seriamente a la hora de elaborar hoy una propuesta viable y realista para mejorar el servicio de seguridad pública. Si el manodurismo mostró su fracaso, lo que no se dice tan claramente es que muchos aspectos de la reforma Arslanian también fracasaron, con lo cual la lectura de los “avances y retrocesos” que hacen ciertos sectores políticos provinciales con eje en esa reforma carece de todo sustento y no aporta nada al real problema de la seguridad. Lo que se niega aviesamente es que las bases estructurales de la reforma Duhalde-Arslanian iniciada en 1997 están vigentes en el sistema policial bonaerense. Las DDI que reemplazaron a las brigadas de investigaciones, el control civil de asuntos internos, la disminución de la intervención policial en la instrucción penal, el fraccionamiento operativo y la descentralización de los cuerpos policiales, los mecanismos de participación popular previstos en la ley, el protocolo de limitación en el uso del arma y en la detención policial: todo esto está vigente en la PBA, y si hoy no existe eficacia policial para la prevención del delito, no es tanto porque no se completó la reforma, sino porque hubo temas no atendidos por ella. Una propuesta de seguridad para la provincia se hace desde los errores conceptuales del manodurismo, pero también considerando que la reforma Duhalde-Solá-Arslanian-Cafiero-Saín no es una revolución interrumpida, sino una medida árida que promovió avances, y que fue inocua en varios aspectos. Punto. Estas dos tendencias que anclan su postura ideológica en la conciliación o en la disputa con la institución policial olvidaron por años el problema del financiamiento y la inversión: pasaron desde el cavernario Casanovas hasta el moderno Saín, pero el policía sigue cobrando una poronga. Después del 2001, las decisiones políticas se reflejan en la inversión; no hay mayor y mejor control político de la policía que aquel que se legitima en una inversión estatal ya realizada, que le permite luego al gobernante una facturación política impiadosa, si no disminuye la corrupción policial y no se labura según las previsiones de la autoridad política (en este caso, tanto el gobernador como los intendentes). Dicho de modo académico: si vos pusiste guita y logística adecuada, podés tener a la cana cagando; en estos casos, la legitimidad no brota de la baba discursiva, sino del cuerpo a cuerpo territorial que cincelan día a día las autoridades políticas y la policía. La decisión política de imponer condiciones a la fuerza policial a partir de la inversión realizada es lo que muchos intendentes (con una muñeca política que hay que admirar) hacen para dar respuestas a las demandas sociales que Daniel Scioli todavía no puede colmar. Dos casos concretos son Tigre y Almte. Brown, donde Massa y Giustozzi lograron amplificar la capacidad instalada de la trama municipal para mejorar la prevención barrial. Esta tarea supone acordar laburo con la policía departamental y el control político del accionar policial para que la tarea se lleve a cabo, y que no sea el intendente el que garpe el costo político. Esta tendencia que marcan Massa y Giustozzi (y que otros intendentes que no se quieren quemar políticamente, ya están aplicando) tira abajo la estigmatización progre-gorila de “la connivencia entre barones y comisarios” como aparente raíz analítica del “drama de la inseguridad en la PBA”. En todo caso, lo que deja en claro el comportamiento político de estos dos intendentes es que el eje manodurista-garantista que se funda en la conciliación o la confrontación con la institución policial como principal y único concepto para enhebrar una política de seguridad, ha caducado y que se hace necesario introducir una mirada más realista que se centre en un financiamiento integral. Si la clave es la inversión y la responsabilidad política, y Massa y Giustozzi tienen 70% de intención de voto en sus distritos, la ecuación política cierra sola. La otra opción es no subir la capacidad instalada municipal en seguridad, y tener miedo de que Sabbatella te coja por colectora.

Atrapado en esa lógica binaria quedó Scioli, sin recursos políticos para salir “por arriba” del laberinto. A simple vista, el estado provincial tiene poder para optimizar el trabajo policial, lo que falta es una mirada política que ordene la relación con la policía (inversión y exigencia política, en ese orden). Si las policías comunales son una necesidad, es porque el gobierno provincial todavía no pudo lograr que las policías de distrito y la Buenos Aires 2 cumplan con su función de prevención y proximidad en el conurbano: para eso fueron creadas y fraccionadas operativamente ambas policías por la reforma Arslanian, y en ese fracaso deberían ser leídos los puntos oscuros de aquella reforma, y no predicar falsos avances y retrocesos que sólo están en el imaginario de quienes no van a gobernar la provincia desde diciembre de 2011.

Digo: Arslanian estuvo seis años como ministro de seguridad y dijo que una reforma policial razonable se hacía en dos años. De lo negativo que hubo en este período también debemos hacernos cargo para hoy buscar las soluciones que un tema tan complejo necesita, sin embargo yo los escucho a estos especialistas en seguridad y parece que hicieron todo pipí-cucú, que no incurrieron en ningún moco, que no hay nada para revisar en las reformas aplicadas. Insisto: Scioli gobierna sobre una realidad donde la reforma Arslanian está vigente y consumada, porque Scioli no tomó medidas de fondo y con una orientación medioplacista: hizo purgas, escaneó con asuntos internos, subió un poquito los sueldos, maquilló con la rezonificación de las jefaturas departamentales, pero nada de esto se tradujo en una mayor eficacia del trabajo policial en las tramas barriales, aun cuando el fraccionamiento de la función policial siga operativamente vigente desde los años progres y realpolitikers de Arslanian. El problema no está entonces en el falso dilema manodurismo-garantismo: como cuerpos teóricos aplicados, ambos manifestaron su fracaso en la tierra bonaerense, porque los intendentes siguen aguantando puteadas civiles, laburantes, y tuvieron que crear policías locales de facto como una necesidad política. Qué año quirúrgico, desideologizado, escarpado, sutil, político, que será el 2012 para los que quieran gobernar la nación, la provincia y los municipios ¿no?

lunes, 18 de abril de 2011

AUH y campo administrativo de batalla

La extensión de la AUH a las embarazadas presupone, además de un impacto concreto en la trama social, un desplazamiento operativo que dejaría de atar el beneficio estrictamente a la escolarización. El trabajador social, ese cuerpo cavernoso del andamiaje municipal, te va a decir que el requisito de escolaridad es una limitación que no permite traspasar al pobrerío, que la AUH tiene que estar atada a otro fiordo estatal, a uno que interlocute diaria con más eficacia en las zonas calientes de la necesidad. Atar al sistema sanitario puede romper el cerco operativo que el sistema de seguridad social se autoimpuso en una etapa anterior de expansión inicial del beneficio, hoy ampliamente superada, y que necesita vigorizar la capacidad instalada de Anses.

Que junto a los hospitales, la inscripción al plan nacer se pueda hacer en unidades sanitarias podría ser una opción expansiva que Anses debería decidir implementar para no disminuir esta etapa de acceso a la AUH, donde lo hecho no puede ocluir aquello que en un fangal de pobreza aparece asociado a algo más que meter guita en el bolsillo, allí donde dar la guita es la condición inicial para comenzar a trabajar en una asistencia estatal más compleja por su singularidad micro. Porque atar AUH a escolaridad en esos tramos sociales a los que los 220 no llegan, implica transitar hacia el error de la ineficacia, imperdonable en la asistencia social, que como sabemos, no es ni de derecha ni de izquierda. Con poblaciones juveniles en un frenético ingreso-egreso-ingreso-egreso del sistema educativo, además de la necesidad de otros planes sociales complementarios que tengan el combo guita+masa estatal humana, si la AUH es efectivamente un derecho (aunque se conciba como plancito en la zona de fuego) tiene que buscarse otro anclaje adicional o muletto a la escolaridad: para que el pibe no quede renunciado al beneficio en la primera de cambio, sobre todo cuando la recidiva escolar aparece con la misma naturalidad con la que se puede prescindir de la AUH, esa misma naturalidad con la que los pibes esperan la baja del beneficio (y que tarda un par de meses en los que zafan y cobran los 220, y lo dicen con naturalidad, sin quejarse) una vez rajados de una escuela que les choca, esa naturalidad que, obviamente, no está en los hijos de padres seisieteochistas, padres que con amabilidad, con bondad sovietizante, cantan: Paka-Paka o muerte.

domingo, 17 de abril de 2011

Superlógico

No las inventó Perón, así que bien vale honrar la memoria de aquel 24 de enero de 2003, días peligrosos y de desborde piqueterista, cuando el PJ en el Congreso de Lanús rediseñaba la concepción político-electoral para la supervivencia del sistema político. Las colectoras nacieron como el punto de sutura ante una sangría macro en los niveles estamentales del partido del orden (del partido de estado), y en esa instancia era ocioso detenerse a observar las eventuales contraindicaciones; estaba en juego el sistema, el piso histórico al que se acudía para sustentabilizar un sistema de poder, que era la consecuencia amarga de ganar elecciones.

Se fraguó allí una concepción político-electoral que terminaba de atar (con los instrumentos legales a la vista) los sucesivos futuros electorales del partido del orden a la base bonaerense. O por lo menos así fue concebido en términos teóricos, aún cuando a veces los hechos (las testimoniales de 2009) no confirmaron aquel aserto. Pero las colectoras también forjaron, en los planos municipales, esa competitividad que ya no se podía encauzar en las estructuras políticas, y ahí se abría un hueco de maniobra que explotado inteligentemente daba margen para disputar hegemonías, lo que odiosamente el campo político no peronista llamó la insufrible y perenne interna general peronista que sumía en el lodo al sistema de partidos. Las estrategias nacionales tomaron como propio y solidificaron el sistema de arrastre. Entiéndase que por más ofensiva que sea, la estrategia electoral del peronismo se arma de atrás para adelante, es decir que está signada estructuralmente por la lógica defensivista, porque hay que ganar siempre. En este punto no hay diferencias conceptuales entre un Menem, un Duhalde, un Néstor o una Cristina. Si las colectoras provocan daños colaterales a la base gestiva bonaerense, eso es algo sobre lo que el peronismo todavía no muestra voluntad política por discutir, e incluso los aparentemente perjudicados nunca se han preocupado por explicitar cualitativamente este “problema”, situación que les cercena hoy el derecho al llanto. Los que quieran y puedan, saltarán la valla hacia el futuro, o se quedarán en la estacada: no es la primera vez que esto pasa.

Con admirable lógica de hierro, Cristina sacó las reglamentaciones gemelas para blindar su porcentaje y la tropa parlamentaria (defensivismo puro, negro, porque hay que ganar) y quedará para la mesa de los apoderados decidir hasta donde se acepta adherir; como siempre esto tendrá que ver con una hottie negociación política y no con la fría letra de la ley. En la reglamentación espejada que Cristina armó para la PBA, se habilitan sin restricciones las colectoras (porque Cristina quiere sumar votos de todo pelaje ideológico, el sectarismo y la excluyencia es para mediocres, porque hay que ganar), aquellas que la llevaron al triunfo en 2007, y se fijan las primarias que dirimirán (según el espíritu del legislador) las candidaturas partidarias. Allí se concitarán las expectativas, pero este clima de colectoras para todos me obliga a pensar (yo no quiero, eh, pero) en la capacidad de daño que tendría una colectora peronista en el escenario PBA, ya en ese contexto fuertemente fraccionado, situación infartante si las hay, porque como se sabe, en un festival de colectoras puede ganar cualquiera.

miércoles, 13 de abril de 2011

Urtubey - Moyano: una discusión peronista

… sobre la que no habría que dramatizar. Un error conceptual que distorsionó la cosa: se pensó más en que discutían el jefe de la CGT y el gobernador de Salta, y no que ese chicaneo era el que entablaban el presidente del PJPBA y vice del PJ nacional con el presidente del PJ salteño. Y estos disturbios no deberían leerse como tomas de posición política definitivas que “mantienen o signan” el rumbo del gobierno, porque cuando Urtubey y Moyano se sienten y arreglen, los que pedían cabezas van a quedar en una situación un poco ridícula. Digo: no se puede estar volviendo todo el tiempo a fojas cero. Estos debates no ponen en discusión el liderazgo de Cristina en esta etapa política, ni la representación sindical de Moyano y su laburo paritario. Las divergencias que existen en el movimiento justicialista están en su raíz natural, hacen germinar su potencialidad y eso no está mal. Se abre un tiempo político que necesitará de muchos debates, y escamotearlos por la permanente obsesión de confirmar cuestiones que están fuera de discusión es nocivo, el peronismo no es así, no obstruye sus expresiones internas. Urtubey le hizo sentir a Hugo que él es el jefe político de su provincia, y cincuenta puntos electorales de diferencia. Algo muy habitual en política, algo que no tiene nada que ver con el “modelo”, ni con un juicio del movimiento obrero, ni con la labor sindical de la CGT. A veces leer los diarios intoxica un poco, crea espectros. Si tenemos ideas políticas propias y claras, no debería interesar que dicen La Nación y Clarín de Urtubey o de mongo (sobre todo porque son diarios que no saben como funciona el peronismo). Eso de forjar nuestra opinión política según lo que nos dicen los diarios no ayuda mucho, no le da consistencia al pensamiento político. Urtubey tiró: hay sectores del kirchnerismo que creen que hay que obliterar el debate bajo la falsa idea de que así se sostiene el poder político, la cohesión del movimiento, cuando es exactamente al revés, cuando hay diversidad interna es cuando el peronismo crece. Yo creo que sí, que hay sectores del kirchnerismo, pero muy minoritarios, que le escapan al debate político real, de alta gama. Pero la mayoría quiere debatir, y una minoría mezquina no puede condicionar la apertura del juego. Que la discusión política no nos dé miedo.

martes, 12 de abril de 2011

Lo vimos venir por entre la hilera de árboles recién plantados, mi viejo le dijo qué hacés, Víctor y él tiró un hola-hola administrativo y siguió hasta el borde de la cancha, raspó los dedos en el pasto, se persignó y entró a picar, hacía violentas pasadas desde el círculo central hasta la línea lateral, iba y venía como un poseso en la ceremonia del precalentamiento. El mobiliario de hormigón en la zona de parrillas tenía mal hechas las terminaciones y si a eso sumamos que en el marco del buceo te raspabas mal contra el fondo de la pileta (rugoso en vez de liso, la concha de la lora), uno cerraba la jornada tajeado, cortado, raspado y paspado, como eyectado de una sala de torturas y encima había que bancarse un partidito de once entre ATE capital y ATE provincia porque jugaba el macho, el líder, el papi de la causa neosindical, el poronga intelectual que preparaba los papiros para romper con la CGT, pero todavía no. A ese camping de ATE que se estrenó a los ponchazos y con las retroexcavadoras y niveladoras en pleno laburo le faltaba infraestructura, se olía un paisaje posguerrista y una arquitectura masoca de la privación bastante jodida, muy inoculada en estos tipos que desprecian al afiliado y al confort burgués en general. Yo no alcancé a ver entre los veintidós a Germán porque no le conocía la cara, pregunté y me dijeron no está, está Víctor, pero no, el tipo que inventaría el frente grande no estaba, seguramente no creyó conveniente irse hasta la rotonda del vapor para tocar e ir, para meter cambios de frente raspando la bola con el empeine y que quede mansita a los pies del receptor, para gritarle al tres salí siempre para afuera y no para adentro, para acomodar al habilidoso rival a los dos minutos de juego a base de aforismos obscenos y acupuntura botinera en los tobillos.

Víctor elongaba de cara al inicio y yo lo imaginaba respondiendo a la cámara “muevo yo Mauro, Víctor De Gennaro”; tenía una camiseta verde con vivos blancos, pantalón y medias blancas y la otra seccional de ATE lucía camiseta roja con pantalón y medias azules: el mismo panorama cromático que hace algunos meses atrás cuando con mi tío fuimos a la cancha de Vélez (platea) a ver un Independiente-Ferro por la rueda de ganadores del nacional 85, un 0-3 sufrido hasta la médula ósea a causa de un Oscar Román Acosta intratable que le comía la espalda a un negro Clausen que iba pero no volvía y a una inusual insolvencia defensiva de Villaverde-Trossero-Enrique, que permitían que los estiletazos al área que partían de la zurda de Oscar Román sean trocados por gol por aquellos innombrables delanteros de Ferro. Goyén se juntaba los índices enguantados y se los mostraba al negro, pero Néstor Rolando ni bola, se iba para adelante en busca de un descuento utópico, y había que pensar que esas desavenencias premeditaron la golpiza Goyén-Clausen en la bruma del vestuario de unos meses después (dicen que, desnudos, se masacraron a toallazos mojados) inaugurando una larga etapa de relaciones tormentosas entre arqueros y zagueros rojos que tendría su culminación emocional con el tándem explosivo que formaron Islas y el polaco Arzeno durante la era Brindisi. Pero dejemos el costumbrismo futbolero para la pluma liberal de izquierda del fofo Eduardo Galeano, que además es un boludo que concibe al fútbol como un factor de liberación nacional, el verso ese del talento sudamericano y la tosquedad europeísta (¿no lo viste jugar a Alex Del Piero, al Roby Baggio? y todo narrado con una densidad épica que no siempre el fútbol tiene; más literarios son los haikus futboleros de mi viejo, hechos de concisión y tajancia: Grillo fue mejor que Maradona, lo que pasa es que en esa época no había televisión.

Bastaba ver el camping de ATE, y compararlo con el de SMATA de Cañuelas que uno ya conocía (porque a los niños nos gusta una infraestructura competitiva y cómoda, nos gusta que haya inversión), más la leyenda negra que se tejía domésticamente para evitar hablar de las instalaciones de UPCN, para no entender por qué “Víctor es un cuadrazo y Andrés Rodríguez un hijo de puta”. En todo caso podíamos decir que Víctor había copirraiteado la frase “esos cuatro vivos” para designar imprecisamente al establishment económico, las corporaciones, al Goyo Pérez Companc y Bunge y Born (que habían sido la burguesía nacional peronista en la década del ´50) y que la usaba como estribillo en todas sus presentaciones, que bastoneaba de afuera en el frepaso de lanús, que puso a Carlitos Custer como lobbysta en el vaticano y que bien valía la pena preguntarse si aquel camping tardío no fue bancado con créditos blandos del banco ambrosiano. Y no mucho más. Pero el afiliado de ATE es un hombre político muy creyente en la estética del sufrimiento, quería winds of change y si el costo era tener una obra social indigna, el costo se pagaba porque Víctor es un cuadrazo, aunque los que pagaban eran los hijos que no contaban con lugares adecuados para la atención médica y la recreación. La pileta de SMATA tenía el fondo lisito, se podía bucear con el esternón pegado al piso. A UPCN, directamente, se le aplicaba la dictadura cultural. El fan de ATE (hay que entender) venía con mucha historieta setentera, con una constelación de mambos no saldados que condicionaban su visión de la política y del sindicalismo. Para 1985, completamente limados y apaleados por lo que ellos leían como una derrota cultural (un sintagma fatal que no se conocía en el almacén de la esquina), votaban directa e indistintamente al partido comunista, al partido socialista, al pi o al mas, se entusiasmaron con la ilusión electoral del Fral y leían con fruición un librito infantil de Néstor Vicente titulado casi paradojalmente Sin dogmas ni trampas, iban a buscar consuelo a la ferifiesta, pedían con histeria mal disimulada el fin del bipartidismo, pinchaban con alfileres un muñequito de Andrés Rodríguez, estaban muy mal. No sé si sabían que en esa desesperación, ellos se distorsionaban: creían luchar por el armado de un frente de masas (FRENTE amplio de liberación, FRENTE del sur, FRENTE grande, FRENTE país solidario) cuando en realidad a lo único a que se resistían era a ceder espacio en la disputa de la palabra, y lo lograron, porque ellos no veían como un costo leer la realidad política a través de un imperfecto sistema braille. Porque si además de llevarse mal con el campo de los hechos, les venían a disputar las palabras, podía volver la náusea, pero todavía no.

¿Cómo se conforma el plantel docente de un colegio privado progresista del primer cordón? Con un muestrario político que va desde el pc hasta el peronismo de izquierda, como corresponde. Con afinidades gremiales enlazadas al tronco ATE-CTERA, como corresponde. ¿Cuándo se fue al carajo la revista Línea? En su etapa noventista, cuando Mary Sánchez se convirtió en columnista y pedían el armado de un FRENTE nacional contra un presidente peronista. Cuando no entendieron al menemismo. Pero ¡qué plantel docente el de mi colegio privado progresista! Pececitos, socialistas, montoneritos, carpablanquistas. Gente muy apaleada para prestarse al humor (o a lo sumo un humor lesluthierista bastante choto), gente muy aferrada al Estatuto (al que confundían con la justicia social), pero con los que se podía negociar si se mostraba uno pacífico y acorde en el terreno de la palabra, si no disputaba. Un colegio privado y progresista que promovía el garantismo educacional: no había sistema disciplinario, el núcleo alúmneo se autogobernaba sobre la base de pautas de convivencia y el muñequeo pedagógico de docentes integrados al campo popular. El sueño húmedo de Paulo Freire, de la compañera Adriana Puiggrós. En la práctica, un sistema basado en la rosca y la persuasión para acceder a privilegios, ir a tomar un café con el docente afín y cerrar el paquete para tener un año sabático en el plano de las exigencias educativas. Para nosotros un negocio redondo, pero el alumnado con menos luces, los que no explicitaban su pertenencia al palo, ni demostraban rasgos de sobrepolitización, ni iban a las manifestaciones del 24 de marzo, estaban jodidos porque no se enquistaban en la endogamia de “la comunidad educativa”, y se les exigía más, se les pedía que estudien, y los docentes militantes los miraban con cara de ojete porque no había desprecio más lógico que el que se dirigía al que no asumía un compromiso político, una causita existencial, los que no querían vivir del limosneo ideológico. Pero eran una minoría, y el resto mayoritario ingresábamos en el pacto de liviandad educativa cerrado con docentes y directivos. Que laburen los giles, nosotros hablamos de política. Y era cierto, se hablaba de política, algo muy distinto a hacer política, porque, y digámoslo claramente, al docente ceterista no le gusta laburar, así como al empleado de ate no le gusta laburar. No es ni bueno ni malo, es la realidad, y lo que no tiene es remedio, ellos creen estar para cosas más importantes, el efluvio político, el marchismo desenfrenado (no puedo más con la abstinencia, necesito una marcha), desgastan horas laborables en el clickeo de interminables cadenas de mails de fuerte consignismo, textos aparentemente esclarecedores, se cotidianizan en la gimnasia del pasilleo, le huyen con pánico a los programas de capacitación alentados por la administración pública, Weber es un anatema para los guachos estos. Cuando Cristina decidió proveer a los argentinos de un nuevo DNI y se puso a tope la capacidad tecnológica y operativa del Renaper, cuyo correlato implicaba tener recursos humanos acordes a un servicio estatal eficaz y de profesionalidad (donde lo que se necesita es laburar y no romper las pelotas), Cristina cerró con Andrés Rodríguez, porque la cara del Estado necesitaba empleados consustanciados con el servicio público, y así fue: el Renaper es upecenista. El día que el tronco ctera-ate deponga su actitud, cuánto más amplificada estará la capacidad instalada del estado, esa “boludez” que van a empezar a manguear los votantes a partir del 2012. A esta fauna la tenemos junada desde los 9 años, desde que Víctor De Gennaro apareció trotando desde los vestuarios por entre los árboles recién plantados y hacia el verde césped para asegurar con pases cortos y dársela redonda siempre a un compañero. ¿Y con el garantismo educacional, Luciano, qué pasó? Obviamente, en él germinaba el huevo de la serpiente: el núcleo alúmneo más politizado que firmaba el pacto amigable de no disputa de la palabra, también podía voltearlo, porque si en su momento aprovechamos la zona liberada gestada por el personal directivo para proceder a la ejecución verbal de Alberto Albamonte, también podíamos cargarnos al docente militante amigo con el que hacíamos lobby para “inflar” las calificaciones; como verán, la realpolitik nos tomó por asalto temprano, y nos hicimos inmunes al verso mientras convivíamos con él. Y empezamos a usar la palabra, un uso prostitutivo, para sacar intereses, para joder, para disputar con displicencia, sin las solemnizaciones que el docente apaleado tomaba tan en serio, el pacto se quebraba porque nosotros éramos más dúctiles con la palabra, la poníamos al servicio de nuestra vanidad, de pulsiones un poco sórdidas, y el docente militante quedaba atrapado en la rigidez ceterista, en el consignismo pusilánime que envilecía el lenguaje, y se empezaron a poner nerviosos. Quisieron imponer el orden, o reclamar piedad. A un pececito que dictaba filosofía le preguntaba por Hegel ¿por qué no das Hegel? y el pelilargo canoso te llamaba aparte, pará Luciano, aflojáme un poco que yo hice un cursito para sumar horas cátedra y de Hegel no sé una mierda, no me escrachés. Transpiraba el fan de Patricio Echegaray, y en realidad era gracioso porque uno de Hegel tampoco sabía una mierda, era insufrible leer esos fiambres que los tipos habían escrito para evitar coger (Kant) o para coger al mínimo (Hegel), lo que pasaba es que nosotros manejábamos mejor la palabra, insinuábamos, parecía que sabíamos, construíamos mejor el verso. ¿Cuándo fue certera la revista Línea? En el ochentismo dictatorial, por eso era censurada. Porque hay que ver, señores, lo que escribía Salvador Ferla en Línea, cómo describía el pasaje 1975-76, con qué adjetivos, ésa era la época que se vivía, y no, no nos ruboricemos por lo que escribía Ferla, todavía no. Cómo contener a esa jauría letrada que se mordía la cola, que incurría en un rebeldismo incausado incomprensible, ese era el drama del docente militante del tronco ctera-ate, qué hacer con un cráneo destinado a promedios dorados en la uba que se aburría ante el enciclopedismo progresista que salía de la boca de una docente militante pseudojiposa, hoy masa crítica de proyecto sur, y ayer de la gloriosa unidad socialista, pseudojiposa porque se compraba los jeans en el equivalente de lo que hoy sería Tucci, y el cráneo, un rubiecito tipo Axel B. que como él tenía un futuro bárbaro que se malograría, se aburría, se bajaba la bragueta, pelaba y la dejaba ahí, y seguía escuchando. Una cosa muy asexuada, lúdica, por eso las chicas pispeaban y se reían, y la pseudojiposa quisó averiguar la causa de las sonrisas, fue y pispeó, y uno nunca va a entender qué era lo escandaloso de verle la pija planchada a un adolescente ubista, era imposible que la jipi no las hubiera visto de todo tamaño y curvatura, pero era notorio que la pseudo estaba un poquito intervenida por los estudios de género y leía la situación como una agresión exhibicionista sobre el propio cuerpo, un acto violento o quién sabe que cosa, lo curioso es que las chicas no lo habían tomado de ese modo, sino que se cagaban de risa. La pseudojiposa nos quiso castigar con un examen relámpago ahí mismo, indignada, con una cara que equivalía a la que tienen ciertas chicas esculpidas por la ausencia estructural de pija o aunque más no sea de un dildo, la verdad era que no sé entendía la causa de tanta ojetez, de tanta virulencia. Sabíamos que la pseudojiposa le armaba carpetas a Alfredo Bravo, memos, papers, ideas cruciales contra la reforma educativa que impulsaba la compañera Susi Decibe, la amiga del Guille Moreno, y todo nos remitía a la gloriosa jotapé, porque debió ser Susana, y no el antipolítico Dani Filmus, la ministra educativa del compañero Kirchner. La pseudojiposa nos conminó a la exacción de una hoja para ejercer su revanchismo, y perdió. Se le dijo al bombón de la escuadra alfredobravista-ceterista: que se equivocaba, que incurría en una confusión conceptual al castigar una inconducta con una examinación sorpresiva del conocimiento. Que conocimiento y disciplina eran ámbitos separados de la vida educativa, que lo que correspondía en todo caso era una sanción disciplinaria y no ejercer una especie de castigo intelectual que no tenía nada que ver. La mina quedó aturdida y si hubiera existido un 0-600-Alfredo-Bravo-te-escucha, hubiera llamado para pedir instrucciones, algo con que rebatir a esta pendejada soberbia que se atrevía a disputar con solvencia y no con bardeo vacuo en el campo de la argumentación, de las palabritas, del chamuyo, de esa evanescencia tan apartada de los hechos. El bombón del Tucci marcadito tiró la toalla: había perdido algo más que la autoridad docente, había perdido la autoridad intelectual y eso el viejo tronco ctera-ate era algo que no podía tolerar: sentir el vientito pesado de una temporada alicaída en las palabras. Se tomaban muy en serio el verismo en el terreno del chamuyo, y era una pena. Así decaía un colegio privado progresista, con la ruptura de un pacto amorfo de buena conciencia ideológica y el inicio de una reposada tensión verbal en el ámbito de la enseñanza, el sutil acicateo al docente militante que daba el mal paso. Para nosotros, un divertido testeo de nuestra furibundia letrada antes de anotarnos en la uba, para ellos una situación insostenible desde el punto de vista psicológico.

Es más fácil tomar un colegio que sentarse en una mesa con el docente y macerarlo en base a palabritas, haikus, citas choreadas. Se lo decimos a los pendejos del pellegrini y del nacional que no tienen aguante verbal, y te toman el colegio influidos por el breviario trosko-pequebú. Grow up, pendejos, y den la batalla culturalllll con palabritas, café de por medio con el sistema docente, cepillen a Bullrich en una mesa de negociación, discutan currícula y no edificios, boludones, que te refuten una carpeta propositiva y no estrofas consignistas, volteen argumentos y no puertas de baños, porque sino se parecen a los forros del mayo francés, ese gran artificio pequebú de la adolescencia europea que se cargó Sheila en esta canción política que fue censurada por la gauche intelectual francesa bajo la excusa de ser pop barato y comercial sin pretensiones artísticas serias, bla, bla: verso. Sheila sacó el tema en junio del ´68 y anunció, parodiando el elitismo wertheriano de esos niños ricos que tenían tristeza y fumaban caprichos, el aluvión gaullista de votos que se venía: al mayo francés lo liquidó una canción yeyé, pero nadie dice nada. Sheila, al ritmo del madison, les había sacado la ficha a aquellos niños aburridos que se amargaban porque los obreros volvían al trabajo, esos chantas que no querían planificarse una vida, en definitiva, pibes cómodos que no querían disputar la palabra por los canales institucionales, enemigos declarados de la inversión productiva, del estado benefactor y del acceso al crédito hipotecario. Acá somos displicentes, insinuamos que estamos para más para no confirmarlo nunca, somos displicentes como GaGa en el pop o Neymar en El Brasileirao (o en la Copa, mirá esta pepa hecha con una displicencia guasa), porque no hay nada más divertido que joder con las palabritas, tirar amagues, punchi-punchi o tiki-tiki, a disputar, a disputar…

lunes, 11 de abril de 2011

Salta y los nombres propios

Y el turro le dedica el triunfo a Ragone y enlaza hegemonías, y yo digo: éste tiene paño, éste manya, éste se educó políticamente en el palo que conocemos y que yo llamo el círculo virtuoso del peronismo (ok, es para entendidos, sorry), éste está leyendo para los ocho años políticos que se vienen y no hablo tanto de una lectura electoralista sino política. ¿Qué le va a pedir la gente a los que quieran gobernar la nación, las provincias, los municipios? , y entonces ¿qué le va a pedir al peronismo al ritmo de ese calorcito que se meta por la ventana? Porque Urtubey es uno de los que entendió que hay que atender en los dos mostradores: que hay una escena material a entablar con la clase media, pero que el fundamento político de las ideas y las acciones del peronismo sigue estoicamente asido a esa lealtad política de los que menos tienen, y que hay que tener reserva política cuando una parte del electorado te larga duro. Y aunque Urtubey cosechó lo contrario a un abandono electoral, bueno es explicitar esas alianzas cuando se trata de renovar una confianza política para fortalecer una hegemonía, y con una pila de votos que asusta: bueno es empezar a celebrar una victoria diciendo qué es lo que falta, aceptar como una prioridad el problema de la justicia social, sin soslayar lo que se hizo y la importancia del aporte del gobierno nacional. Porque los que juegan al binarismo, a izquierda-derecha, los que se presentan como garantes ideológicos en tiempo de descuento, esos se van a quedar sin aire rápido, y esta carrera es larga.

La elección de Salta confirma algo que en este blog mínimo, marginetón, decíamos hace un rato: que las estrategias electorales provinciales no tenían que estar atadas a una lectura de la contienda nacional, y que un grado no menor de la elección desdoblada está definida por el voto a una gestión local. A eso hay que sumar un armado unificado del peronismo detrás de un liderazgo muy potente como el de Urtubey, que además metió por izquierda y por derecha, desde el Partido Renovador hasta el Frente Grande, porque inteligentemente se avizoró que el tiempo de las mezquindades y del anti se acabó y esa es una evaluación política muy valiosa, porque está en consonancia con lo que gran parte de la sociedad está pensando políticamente en este momento. En ese sentido, haberle plantado a Urtubey otra candidatura peronista que el escenario no admitía fue un error político bastante grave, no tanto por el impacto electoral sino por desnudar fallas de apreciación de un cuadro de situación, por el capricho de no admitir lo que Urtubey representa en los planos de liderazgo y gestión pero también como continuidad (y no como ruptura) de lo que representa la figura de Cristina, no para los politólogos, sino para los tipos que van y meten la boletita en la urna. Porque Urtubey (y el caso podría ser aplicable a Massa y a otros nombres propios) es una insoslayable construcción política que se fragua dentro del proceso kirchnerista, que hereda sus huellas pero que también marca las propias porque esa es la ley de la política: la esclavitud política es para los mediocres. Porque el chupapijismo no es una cualidad que los votantes admiren en un político. Lamentablemente, la candidatura de Wayar fue un error porque ni siquiera sirvió para esmerilar, porque la pobreza de los números la tornó inocua y Urtubey se ocupó de hacerlo sentir, ejerció de perdonavidas, muchachos se equivocaron pero esto es el peronismo y pueden volver y le tiró el centro al negro Hugo, vení hablá conmigo, no jugués solo que perdés. Esta cuestión se enlaza con algo que decíamos hace un rato en este blog mínimo, marginetón, vilipendiado por los ultra: que la lectura política del moyanismo está descalibrada, y que esto no es conveniente para el peronismo ni para Moyano como presidente del PJPBA, porque manejar un sindicato no se replica en la conducción de un partido político y esa eficacia del pasaje político que pretende el moyanismo implica la escala previa del diálogo con el peronismo. Digo: hasta Cristina comprendió que el correlato provincial de su figura es Urtubey, y se abstuvo se hacer fogoneos indebidos, y aceptó la provincialización de la elección porque oblicuamente le garpaba a ella, porque sabe que cerrar estos sobrecitos electorales le garantiza nafta en el tanque para llegar con margen, para sostener este piloto automático gestivo hasta octubre.

Urtubey habló de Ragone, de su hija Clotilde que hoy fue a votar (a votarlo a él) y tocó una fibra íntima, loco, mientras un par de politólogos se esforzaban en tn, en el programa de mi milf favorita Marilauri Santillán por decodificar si el tipo es kirchnerista o conservador populista o de centro o no sé que carajo, quizás porque no sepan dónde meter a Urtubey, en que puto clivaje, y Urtubey, ajeno a esa discusión chiquita seguía hablando de Ragone, del juicio que va a meter presos a sus asesinos, ahí hablaba el tipo que acababa de sacar el 56% (y subiendo) de los votos válidamente emitidos y que ahora apreta y dice que si Cristina no se presenta hay que ir a internas (internas, la palabra temida en la PBA), un tipo que no tiene drama en reconocer los logros de la década kirchnerista sin dejar de mostrar sus diferencias, porque esto no es nada personal, tan sólo política.