domingo, 26 de enero de 2014

Si se calla el cantor



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En el kirchnerismo dirán que “no quedaba otra” que devaluar. Esto sería cierto si se cree que antes de ello el gobierno usó todo el instrumental que tiene la política económica para hacer correcciones. En todo caso, después de dos años de decisiones económicas erráticas y equivocadas, la sensación de que una devaluación era inevitable puede sonar verosímil a los oídos creyentes. Una de las discusiones que quedará emplazada para el liderazgo que asuma en 2015 es de qué manera el Estado, ante las tensiones cambiarias y fiscales que surgen del fin del tasachinismo, absorbe los costos él mismo en su política de recursos y gastos, sin trasladarlos de manera directa a la sociedad asalariada. Desde ya esto necesita de una política económica un poquito más sofisticada pero que se tornará obligación política en un país de crecimiento bajo o moderado con capacidad instalada completa. Hace ya varios años que el kirchnerismo abandonó la política de fogoneo de inversiones para centrarse exclusivamente en el consumo como motor de crecimiento; pero además, se entendió que ese consumo sólo debía (o podía) ser sostenido con incorporación constante de pesos al mercado, sin apelar a otros instrumentos que la política económica ofrece para mantener un consumo activo y diversificado que a la vez ayuda a mantener costos fijos en el mercado interno. Claro que para eso se necesita una política de recursos y gastos más ambiciosa que la que tiene el gobierno. Podríamos enumerar más “omisiones” del manejo económico gubernamental que ahora hacen creer en la inexorabilidad devaluatoria: es obvio que el sector agropecuario no se va a negar a las “virtudes” de una devalueta tan jugosa, pero el problema no era la rentabilidad, sino que siguen siendo los costos de producción, es decir, la inflación. Si cada vez que se acumulen problemas de competitividad, el Estado va a tomar la decisión política de socializar el costo en la masa asalariada y no absorberlo como institución económico-financiera, lo que se terminará devaluando es la expertise estatal en el manejo de la economía en un país pos-tasachinista.


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En 1997, y luego de una violenta devaluación del peso mexicano, el gobierno del PRI armó un plan social de becas alimentarias y educativas para niños y jóvenes que no estudiaran ni trabajaran. El programa se llamaba Progresa, el PAN lo continuó y en 2002 lo pasó a llamar Oportunidades. Lo interesante es que hoy y después de 17 años de vigencia del programa, en México se abrió una discusión profunda sobre los alcances y modalidades del plan que se relacionan con los resultados relativos obtenidos y con las necesidades productivas y de empleo de un país que necesita crecer y crear clase media al mismo tiempo. Después de 17 años, se verificó que el perfil asistencial del programa no alcanzó para insertar productivamente a los jóvenes y que el anclaje “educativo” del programa no tenía un correlato laboral firme para los jóvenes adultos. Es decir que como programa asistencial el plan cumplía sus objetivos, pero que el problema central de esa franja etaria de la PEA era el trabajo y solo parcialmente la asistencia social. Es por eso que Peña Nieto está encarando un rediseño del plan para pasar (en el rubro jóvenes ni-ni) de un anclaje educativo a un anclaje laboral como eje operativo (de objetivos y exigencias) que permita sortear la atrofia social del programa.

En estos días Cristina anunció un plan similar al mexicano para los ni-ni de 18 a 24 que era necesario porque fija la vista en las poblaciones más problemáticas de los conurbanos del país. Una política social “guita en el bolsillo” siempre es el comienzo para atacar el problema. Sin embargo, el kirchnerismo tiene a las políticas de “guita al bolsillo” como límite de su acción social, no como “comienzo”. Un breve contacto que cualquier militante político barrial pueda tener con las poblaciones ni-ni y con quienes desde el estado y el punterismo gestionan diariamente en la zona de fuego, alcanza para comprender que el problema central de los ni-ni no es la “guita en el bolsillo” (“la guita, si la tienen que conseguir, la consiguen”) sino todo lo demás que no permite llegar con perspectivas al terreno laboral. Otro problema del plan es que mete un anclaje educativo que en la mayoría de los casos no respeta la realidad de un ni-ni de 18 años que ya está en una fase de la adultez que no está motivada ni urgida por terminar y avanzar en los estudios. Por lo tanto, quedará también para el liderazgo que arranque en 2015 revisar el anclaje del programa y dotarlo de recursos humanos que puedan controlar y trabajar en el territorio junto a los beneficiarios de las becas.


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Al lanzar el Progresar, Cristina también ensayó un discurso político sobre coyuntura bastante inconsistente, con poca capacidad de enlazar a la coalición FPV con una instancia de nuevas representaciones como las que demanda el 2015. Es posible que Cristina haya optado (por el momento) concentrarse en su propio cierre de etapa como presidenta, lo cual implica desentenderse de cualquier herencia mínimamente ventajosa para una coalición efepeveísta que necesita construir una oferta política de mayorías que pueda ser competitiva en 2015. Esto explica por qué Scioli salió a revitalizar su campaña permanente en medio del estío, pero también explica que el espacio de representación está demasiado angostado desde la irrupción electoral de Massa, una cuestión que la propia Cristina se encargó de confirmar como preocupación personal cuando salió a pegarle a la policía municipal, y al darle centralidad política a un episodio menor sucedido en un municipio del conurbano. Que la “advertencia” del sciolismo político al FR sea hecha en función de los comportamientos de la orgánica partidaria y no de la representación a construir es la aceptación de que la fractura de la representación peronista puede tener una incidencia importante de cara al 2015, pero a la vez expresa las limitaciones de la coalición efepeveísta para adaptarse a ese escenario por fuera de lo partidario. Esa es la razón por la cual las distintas líneas municipalistas del peronismo nacional (en contraposición a algunas líneas provinciales) ya plantean cada vez más fuerte la necesidad de configurar una nueva coalición peronista; es un debate que recién empieza.

sábado, 4 de enero de 2014

Peronista es el que gana



“El que se equivoca para atrás muere, y el que se equivoca para adelante tiene el porvenir asegurado”

          Dicho político popular mexicano, acuñado y difundido durante la institucionalización del PRI en la década del ´30.


1. Un consenso democrático que se reafirmó por la autoridad política durante la última crisis terminal que vivió el país: no se permite la injerenciamilitar en los asuntos internos de la nación. Una discusión terminada a fuerza de poder civil y con un oído puesto en el suelo de la representación. Hoy el tema es parcialmente retomado por Cristina por dos razones: la interna palaciega de inteligencia que sufre todo gobierno en declinación hegemónica, y la vandorización (permitida) de las FFSS ante una situación de angostamiento distributivo que desde el Estado cuenta con menos instrumentos políticos de intervención que hace dos años. Pero además el kirchnerismo retoma una idea sepia de la relación entre “ejército y política” que desnuda hasta qué punto ha visto carcomida su sistema de alianzas la coalición FPV en estos años: sangrías políticas, sindicales y empresariales que pretenden ser suplidas tácticamente con el endorsement a Milani y su “fidelidad partidaria”.
Estas “equivocaciones hacia el pasado” están atravesadas por una respuesta que el kirchnerismo no acierta a dar luego del revés electoral de octubre: “¿a quién queremos representar?


2. No preocupa tanto la situación “ochentista” de la economía como una respuesta ochentista del gobierno sobre la economía. Que no haya otra cosa que una carrera entre lo que se devalúa y lo que se infla y detrás de eso solo medidas más contingentes que hacen evocar lo que muchos economistas ex kirchneristas plantean por estos días: la relación esquiva entre tiempo político y shockeo de la economía, a pesar de la expertise peronista en el manejo del Estado. Capitanich abandonó la retórica de la “etapa de complejidad relativa”, pero además existen otras inconexiones: los planteos que hizo el JGM sobre revisión de las cadenas de valor y estructuras de costos (fases de angostamiento previas al ajuste clásico vía inflación y salario) en un contexto donde las “correcciones” se están haciendo vía devaluación y ya con inercia inflacionaria alta en alimentos y bebidas, evaporan cualquier clima político para hacer aquellas “revisiones” que aparecen sobrepasadas por la economía real, porque aun cuando se hagan “bien”, ya son tardías (la estructura de costos se suele revisar “antes” de que la inflación “empiece”) si antes no se ejecutan pautas para bajar la inflación.


3. Tres consensos de la economía que implícitamente suscriben los políticos que pueden gobernar la Argentina: que hay que tomar deuda, que los dólares de corto plazo los trae la agroindustria y que el tipo de cambio tiene que sostener el mercado interno. Sin embargo, hay matices que pueden afectar el rumbo de la economía: para Scioli, el endeudamiento tiene extrema centralidad política a la hora de incorporar dólares, mientras que para Massa el eje pasa por subir la productividad de las exportaciones agroindustriales. En ese sentido, las discusiones entre producción agroindustrial y sostén del mercado interno aparecen como un problema a dilucidar en lo que queda del gobierno de Cristina y por quién sea su sucesor en 2015. Es evidente que la política del Estado hacia la agroindustria necesita de algo más que la capacidad extractiva de renta: a la falta de dólares se suma la reprimarización forzada del resto de las economías latinoamericanas, la decisión política de China de “crecer menos” por exportaciones para centrarse en el mercado interno y la recuperación fuerte de los chacareros estadounidenses con un agregado de valor altísimo en la cadena agroindustrial yanqui. En suma, un panorama complicado, donde el gobierno argentino deberá extremar el scouting de dólares con alguna propuesta más sofisticada para la agroindustria además de las retenciones si quiere que el circuito económico “derrame” sobre la industria para aliviar una asistencia estatal directa (subsidios) e indirecta (devaluación) que ya no corrige el déficit de competitividad del sector, ocasiona cada vez más problemas en la cuenta fiscal, y acelera la inflación.


4. El otro día charlaba con un comerciante del conurbano sur que me decía entre risas: “le tengo más miedo a los cortes de luz que a los saqueos”. El suelo de la representación en marcha, en un momento en el que la coalición efepeveísta refleja en la interna PJ-UyO un no-lugar de la representación como si se tratara de “nueva representación”; en todo caso, se trata de una representatividad de “lo que queda” en una instancia defensiva, una pulseada por la identidad sobreviviente hacia adentro. La construcción de neorrepresentación siempre se hace hacia afuera de la órganica partidaria y hacia adelante de la agenda.


5. La “amenaza” de Colombi de emitir cuasimonedas viene a templar la índole de la discusión política cruda de acá al 2015. Allí donde el kirchnerismo prefirió pontificar sobre “la negligencia radical” para manejar el Estado, lo que en realidad se ve es la bandera de largada en la puja sorda entre gobernadores y el PEN por la administración del costo político del ajuste ante un hecho concreto: la percepción de una inflación acelerada que ya daña levemente la unidad de cuenta a la hora de fijar precios. El anuncio de Colombi (así como la creación y aumento de tasas de los intendentes) es la forma de presionar para blanquear el origen “nacional” del problema, en condiciones progresivas de inflación que favorecen las capacidades recaudatorias de nación contra provincias y municipios. La potencial emisión de cuasimonedas contraviene esa lógica que pretende el PEN en el prorrateo del costo político: la cuasimoneda “soluciona” en el corto y mediano plazo la ecuación fiscal de las provincias y le carga a la Nación el costo inflacionario. Hay varios gobernadores que, como Colombi, ya orejean las cartas que van a jugar.

La jugada de los intendentes del FR en el conurbano transita la doble vía del blindaje territorial: por un lado anticiparon asistencia a los damnificados por los cortes de luz que empezaron hace un mes por los temporales (agua y grupos electrógenos) y desactivaron la vandorización de “sus” municipales luego del leading case policial dando una bonificación salarial que los intendentes del FPV, lamentablemente, no pudieron dar, para terminar de sellar mejor el riesgo de conflictividad en el conurbano.


6. El haiku mexicano que subtitula se fraguó en los años en que el partido político de la revolución nacional-liberal transfiguraba su nombre y su representación: los pasos que van del maximato callista al cardenismo. Pero que no terminar allí: el problema de la representación seguiría durante la década del ´40. “¿a quien queremos representar?” se preguntaron en cada hora los priístas de esos años. Cada uno pensaba que su representación era “suficiente”.

Hoy en el peronismo sucede algo similar. Hay quienes piensan que con sostener la coalición efepeveísta actual es suficiente. Otros piensan que esa coalición expresa un déficit demasiado alto de representación hacia el futuro, y que hay que articular un nuevo esquema de coalición que interprete las representaciones que vienen. Esta doble mirada atraviesa “institucionalmente” al peronismo realmente existente: la mayoría de los gobernadores adhieren a la primera opción (fruto del defensivismo fiscal, partidario, y electoral), mientras que la mayoría de los intendentes ve como necesario una discusión más profunda de las representaciones políticas que el país necesita. 

Es difícil que estas tensiones se transformen en peleas políticas en este año: todos quieren cruzar el desierto. Pero esta discusión sobre los límites de la representación ya existen: en Catamarca (Corpacci-Jalil), en Mendoza (Pérez-López Puelles), en Tucumán (Alperovich-Amaya), y especialmente en el territorio político que más importa: la Provincia de Buenos Aires.