“El que se equivoca para atrás muere, y el que se equivoca para adelante tiene el porvenir asegurado”
Dicho
político popular mexicano, acuñado y difundido durante la institucionalización
del PRI en la década del ´30.
1. Un consenso democrático que se
reafirmó por la autoridad política durante la última crisis terminal que vivió
el país: no se permite la injerenciamilitar en los asuntos internos de la nación. Una discusión terminada a
fuerza de poder civil y con un oído puesto en el suelo de la representación.
Hoy el tema es parcialmente retomado por Cristina por dos razones: la interna
palaciega de inteligencia que sufre todo gobierno en declinación hegemónica, y
la vandorización (permitida) de las FFSS ante una situación de angostamiento distributivo
que desde el Estado cuenta con menos instrumentos políticos de intervención que
hace dos años. Pero además el kirchnerismo retoma una idea sepia de la relación
entre “ejército y política” que desnuda hasta qué punto ha visto carcomida su
sistema de alianzas la coalición FPV en estos años: sangrías políticas,
sindicales y empresariales que pretenden ser suplidas tácticamente con el endorsement
a Milani y su “fidelidad partidaria”.
Estas “equivocaciones hacia el
pasado” están atravesadas por una respuesta que el kirchnerismo no acierta a
dar luego del revés electoral de octubre: “¿a
quién queremos representar?”
2. No preocupa tanto la situación
“ochentista” de la economía como una respuesta ochentista del gobierno sobre la
economía. Que no haya otra cosa que una carrera entre lo que se devalúa y lo
que se infla y detrás de eso solo medidas más contingentes que hacen evocar lo
que muchos economistas ex kirchneristas plantean por estos días: la relación
esquiva entre tiempo político y shockeo de la economía, a pesar de la expertise
peronista en el manejo del Estado. Capitanich abandonó la retórica de la “etapa
de complejidad relativa”, pero además existen otras inconexiones: los planteos
que hizo el JGM sobre revisión de las cadenas de valor y estructuras de costos
(fases de angostamiento previas al ajuste clásico vía inflación y salario) en
un contexto donde las “correcciones” se están haciendo vía devaluación y ya con
inercia inflacionaria alta en alimentos y bebidas, evaporan cualquier clima
político para hacer aquellas “revisiones” que aparecen sobrepasadas por la
economía real, porque aun cuando se hagan “bien”, ya son tardías (la estructura
de costos se suele revisar “antes” de que la inflación “empiece”) si antes no
se ejecutan pautas para bajar la inflación.
3. Tres consensos de la economía
que implícitamente suscriben los políticos que pueden gobernar la Argentina : que hay que
tomar deuda, que los dólares de corto plazo los trae la agroindustria y que el
tipo de cambio tiene que sostener el mercado interno. Sin embargo, hay matices
que pueden afectar el rumbo de la economía: para Scioli, el endeudamiento tiene
extrema centralidad política a la hora de incorporar dólares, mientras que para
Massa el eje pasa por subir la productividad de las exportaciones
agroindustriales. En ese sentido, las discusiones entre producción
agroindustrial y sostén del mercado interno aparecen como un problema a
dilucidar en lo que queda del gobierno de Cristina y por quién sea su sucesor
en 2015. Es evidente que la política del Estado hacia la agroindustria necesita
de algo más que la capacidad extractiva de renta: a la falta de dólares se suma
la reprimarización forzada del resto de las economías latinoamericanas, la
decisión política de China de “crecer menos” por exportaciones para centrarse
en el mercado interno y la recuperación fuerte de los chacareros
estadounidenses con un agregado de valor altísimo en la cadena agroindustrial
yanqui. En suma, un panorama complicado, donde el gobierno argentino deberá
extremar el scouting de dólares con alguna propuesta más sofisticada para la
agroindustria además de las retenciones si quiere que el circuito económico “derrame”
sobre la industria para aliviar una asistencia estatal directa (subsidios) e
indirecta (devaluación) que ya no corrige el déficit de competitividad del
sector, ocasiona cada vez más problemas en la cuenta fiscal, y acelera la
inflación.
4. El otro día charlaba con un
comerciante del conurbano sur que me decía entre risas: “le tengo más miedo a los cortes de luz que a los saqueos”. El suelo
de la representación en marcha, en un momento en el que la coalición efepeveísta
refleja en la interna PJ-UyO un no-lugar de la representación como si se
tratara de “nueva representación”; en todo caso, se trata de una
representatividad de “lo que queda” en una instancia defensiva, una pulseada
por la identidad sobreviviente hacia
adentro. La construcción de neorrepresentación siempre se hace hacia afuera
de la órganica partidaria y hacia adelante de la agenda.
5. La “amenaza” de Colombi de
emitir cuasimonedas viene a templar la índole de la discusión política cruda de
acá al 2015. Allí donde el kirchnerismo prefirió pontificar sobre “la
negligencia radical” para manejar el Estado, lo que en realidad se ve es la
bandera de largada en la puja sorda entre gobernadores y el PEN por la
administración del costo político del ajuste ante un hecho concreto: la
percepción de una inflación acelerada que ya daña levemente la unidad de cuenta
a la hora de fijar precios. El anuncio de Colombi (así como la creación y
aumento de tasas de los intendentes) es la forma de presionar para blanquear el
origen “nacional” del problema, en condiciones progresivas de inflación que
favorecen las capacidades recaudatorias de nación contra provincias y
municipios. La potencial emisión de cuasimonedas contraviene esa lógica que
pretende el PEN en el prorrateo del costo político: la cuasimoneda “soluciona”
en el corto y mediano plazo la ecuación fiscal de las provincias y le carga a la Nación el costo
inflacionario. Hay varios gobernadores que, como Colombi, ya orejean las cartas
que van a jugar.
La jugada de los intendentes del
FR en el conurbano transita la doble vía del blindaje territorial: por un lado
anticiparon asistencia a los damnificados por los cortes de luz que empezaron
hace un mes por los temporales (agua y grupos electrógenos) y desactivaron la
vandorización de “sus” municipales luego del leading case policial dando una
bonificación salarial que los intendentes del FPV, lamentablemente, no pudieron
dar, para terminar de sellar mejor el riesgo de conflictividad en el conurbano.
6. El haiku mexicano que
subtitula se fraguó en los años en que el partido político de la revolución
nacional-liberal transfiguraba su nombre y su representación: los pasos que van
del maximato callista al cardenismo. Pero que no terminar allí: el problema de
la representación seguiría durante la década del ´40. “¿a quien queremos representar?” se preguntaron en cada hora los
priístas de esos años. Cada uno pensaba que su representación era “suficiente”.
Hoy en el peronismo sucede algo
similar. Hay quienes piensan que con sostener la coalición efepeveísta actual
es suficiente. Otros piensan que esa coalición expresa un déficit demasiado
alto de representación hacia el futuro, y que hay que articular un nuevo
esquema de coalición que interprete las representaciones que vienen. Esta doble
mirada atraviesa “institucionalmente” al peronismo realmente existente: la
mayoría de los gobernadores adhieren a la primera opción (fruto del
defensivismo fiscal, partidario, y electoral), mientras que la mayoría de los
intendentes ve como necesario una discusión más profunda de las
representaciones políticas que el país necesita.
Es difícil que estas tensiones
se transformen en peleas políticas en este año: todos quieren cruzar el
desierto. Pero esta discusión sobre los límites de la representación ya
existen: en Catamarca (Corpacci-Jalil), en Mendoza (Pérez-López Puelles), en
Tucumán (Alperovich-Amaya), y especialmente en el territorio político que más
importa: la Provincia
de Buenos Aires.