sábado, 4 de enero de 2014

Peronista es el que gana



“El que se equivoca para atrás muere, y el que se equivoca para adelante tiene el porvenir asegurado”

          Dicho político popular mexicano, acuñado y difundido durante la institucionalización del PRI en la década del ´30.


1. Un consenso democrático que se reafirmó por la autoridad política durante la última crisis terminal que vivió el país: no se permite la injerenciamilitar en los asuntos internos de la nación. Una discusión terminada a fuerza de poder civil y con un oído puesto en el suelo de la representación. Hoy el tema es parcialmente retomado por Cristina por dos razones: la interna palaciega de inteligencia que sufre todo gobierno en declinación hegemónica, y la vandorización (permitida) de las FFSS ante una situación de angostamiento distributivo que desde el Estado cuenta con menos instrumentos políticos de intervención que hace dos años. Pero además el kirchnerismo retoma una idea sepia de la relación entre “ejército y política” que desnuda hasta qué punto ha visto carcomida su sistema de alianzas la coalición FPV en estos años: sangrías políticas, sindicales y empresariales que pretenden ser suplidas tácticamente con el endorsement a Milani y su “fidelidad partidaria”.
Estas “equivocaciones hacia el pasado” están atravesadas por una respuesta que el kirchnerismo no acierta a dar luego del revés electoral de octubre: “¿a quién queremos representar?


2. No preocupa tanto la situación “ochentista” de la economía como una respuesta ochentista del gobierno sobre la economía. Que no haya otra cosa que una carrera entre lo que se devalúa y lo que se infla y detrás de eso solo medidas más contingentes que hacen evocar lo que muchos economistas ex kirchneristas plantean por estos días: la relación esquiva entre tiempo político y shockeo de la economía, a pesar de la expertise peronista en el manejo del Estado. Capitanich abandonó la retórica de la “etapa de complejidad relativa”, pero además existen otras inconexiones: los planteos que hizo el JGM sobre revisión de las cadenas de valor y estructuras de costos (fases de angostamiento previas al ajuste clásico vía inflación y salario) en un contexto donde las “correcciones” se están haciendo vía devaluación y ya con inercia inflacionaria alta en alimentos y bebidas, evaporan cualquier clima político para hacer aquellas “revisiones” que aparecen sobrepasadas por la economía real, porque aun cuando se hagan “bien”, ya son tardías (la estructura de costos se suele revisar “antes” de que la inflación “empiece”) si antes no se ejecutan pautas para bajar la inflación.


3. Tres consensos de la economía que implícitamente suscriben los políticos que pueden gobernar la Argentina: que hay que tomar deuda, que los dólares de corto plazo los trae la agroindustria y que el tipo de cambio tiene que sostener el mercado interno. Sin embargo, hay matices que pueden afectar el rumbo de la economía: para Scioli, el endeudamiento tiene extrema centralidad política a la hora de incorporar dólares, mientras que para Massa el eje pasa por subir la productividad de las exportaciones agroindustriales. En ese sentido, las discusiones entre producción agroindustrial y sostén del mercado interno aparecen como un problema a dilucidar en lo que queda del gobierno de Cristina y por quién sea su sucesor en 2015. Es evidente que la política del Estado hacia la agroindustria necesita de algo más que la capacidad extractiva de renta: a la falta de dólares se suma la reprimarización forzada del resto de las economías latinoamericanas, la decisión política de China de “crecer menos” por exportaciones para centrarse en el mercado interno y la recuperación fuerte de los chacareros estadounidenses con un agregado de valor altísimo en la cadena agroindustrial yanqui. En suma, un panorama complicado, donde el gobierno argentino deberá extremar el scouting de dólares con alguna propuesta más sofisticada para la agroindustria además de las retenciones si quiere que el circuito económico “derrame” sobre la industria para aliviar una asistencia estatal directa (subsidios) e indirecta (devaluación) que ya no corrige el déficit de competitividad del sector, ocasiona cada vez más problemas en la cuenta fiscal, y acelera la inflación.


4. El otro día charlaba con un comerciante del conurbano sur que me decía entre risas: “le tengo más miedo a los cortes de luz que a los saqueos”. El suelo de la representación en marcha, en un momento en el que la coalición efepeveísta refleja en la interna PJ-UyO un no-lugar de la representación como si se tratara de “nueva representación”; en todo caso, se trata de una representatividad de “lo que queda” en una instancia defensiva, una pulseada por la identidad sobreviviente hacia adentro. La construcción de neorrepresentación siempre se hace hacia afuera de la órganica partidaria y hacia adelante de la agenda.


5. La “amenaza” de Colombi de emitir cuasimonedas viene a templar la índole de la discusión política cruda de acá al 2015. Allí donde el kirchnerismo prefirió pontificar sobre “la negligencia radical” para manejar el Estado, lo que en realidad se ve es la bandera de largada en la puja sorda entre gobernadores y el PEN por la administración del costo político del ajuste ante un hecho concreto: la percepción de una inflación acelerada que ya daña levemente la unidad de cuenta a la hora de fijar precios. El anuncio de Colombi (así como la creación y aumento de tasas de los intendentes) es la forma de presionar para blanquear el origen “nacional” del problema, en condiciones progresivas de inflación que favorecen las capacidades recaudatorias de nación contra provincias y municipios. La potencial emisión de cuasimonedas contraviene esa lógica que pretende el PEN en el prorrateo del costo político: la cuasimoneda “soluciona” en el corto y mediano plazo la ecuación fiscal de las provincias y le carga a la Nación el costo inflacionario. Hay varios gobernadores que, como Colombi, ya orejean las cartas que van a jugar.

La jugada de los intendentes del FR en el conurbano transita la doble vía del blindaje territorial: por un lado anticiparon asistencia a los damnificados por los cortes de luz que empezaron hace un mes por los temporales (agua y grupos electrógenos) y desactivaron la vandorización de “sus” municipales luego del leading case policial dando una bonificación salarial que los intendentes del FPV, lamentablemente, no pudieron dar, para terminar de sellar mejor el riesgo de conflictividad en el conurbano.


6. El haiku mexicano que subtitula se fraguó en los años en que el partido político de la revolución nacional-liberal transfiguraba su nombre y su representación: los pasos que van del maximato callista al cardenismo. Pero que no terminar allí: el problema de la representación seguiría durante la década del ´40. “¿a quien queremos representar?” se preguntaron en cada hora los priístas de esos años. Cada uno pensaba que su representación era “suficiente”.

Hoy en el peronismo sucede algo similar. Hay quienes piensan que con sostener la coalición efepeveísta actual es suficiente. Otros piensan que esa coalición expresa un déficit demasiado alto de representación hacia el futuro, y que hay que articular un nuevo esquema de coalición que interprete las representaciones que vienen. Esta doble mirada atraviesa “institucionalmente” al peronismo realmente existente: la mayoría de los gobernadores adhieren a la primera opción (fruto del defensivismo fiscal, partidario, y electoral), mientras que la mayoría de los intendentes ve como necesario una discusión más profunda de las representaciones políticas que el país necesita. 

Es difícil que estas tensiones se transformen en peleas políticas en este año: todos quieren cruzar el desierto. Pero esta discusión sobre los límites de la representación ya existen: en Catamarca (Corpacci-Jalil), en Mendoza (Pérez-López Puelles), en Tucumán (Alperovich-Amaya), y especialmente en el territorio político que más importa: la Provincia de Buenos Aires.