Con tendencias electorales que siguen sin admitir el proceso
polarizador, nos queda entonces la confirmación de algunos hechos políticos que
ya se apreciaban en la gestualidad electoral de las PASO.
1. La baja (casi nula)
expansividad de Macri en la instancia del catch all, que otorga la
referencia previa para llenar el formulario de competitividad en un hipotético
balotaje.
A pesar de ser 2º en las PASO y tener la chance de explotar
la centralidad política de esa posición, Macri experimentó una tendencia
inversa: no pudo fidelizar a fondo el voto radical de su propia coalición que
le permitiera “dar el salto” para cazar fuera del zoológico, y directamente no tuvo una estrategia
hospitalaria sobre el voto flotante de Stolbizer o Massa para crear una
sensación de dominancia ganadora de cara al balotaje. El electorado reaccionó a esa indisponibilidad virando
(tendencialmente) hacia Massa.
2. Hay un voto de clase
media del conurbano que en las PASO canalizó su bronca “antikirchnerista” de
manera poco matizada hacia Macri pero que ahora refluye hacia Massa. Lo
anticipamos a días del cadáver caliente de las PASO: la cartografía del voto
bonaerense mostraba esta “anomalía” de índole demasiado volátil, que ahora se
corrige frente a la elección real de
acuerdo a la histórica dinámica “panperonista” del electorado provincial, donde
el 75% del padrón no vota de acuerdo a un criterio centralmente
“antiperonista”.
En ese aspecto y casi obviamente, Massa muestra mayor
comprensión de la idiosincrasia bonaerense; propuestas que pueden parecer
“irritantes” como la incorporación de las FFAA en el combate contra el
narcotráfico se explican a partir de una lógica defensiva (porque Massa
presiona “desde atrás”) que es muy eficaz para sumar votos en la provincia.
El discurso “punitivo” estatal siempre estuvo en el
instrumental defensivo del peronismo bonaerense a la hora de afrontar una
coyuntura electoral desventajosa (Rucucu gobernador, Insaurralde en 2013, los
intendentes del conurbano en todas
las elecciones) y está claro que como mínimo, es una ecuación “atávica” de la
genética bonaerense que permite conservar votos cuando las condiciones de
dominancia electoral no son del todo favorables.
3. La tendencia
ascendente de Massa mantiene a Scioli “pisado” por abajo del 40% y permite la
instancia de ballotage. La inocuidad de Macri en la zona del catch all hace
que la expectativa del balotaje recaiga sobre Massa, tanto para forzarlo como
para ser competitivo dentro de él.
Es evidente que Massa fidelizó la cota de los votos de UNA
con mayor facilidad que Scioli y Macri sus “votos afines” desde un muy
inhóspito 3º puesto en PASO, quebrando la tendencia histórica que mostró este
instrumental electoral desde su debut en 2011; esa tendencia inercial trabaja
“uno a uno” sobre los válidamente emitidos de Macri, pero en ciertas regiones
electorales también capta voto “peronista flotante” (Córdoba, Santa Fe, NOA,
PBA) que Scioli pretende para si.
Si estas tendencias se mantienen más o menos estables en la
víspera electoral, la situación del “segundo” en una hipótesis de “voto útil”
(que se produce o no de acuerdo a lo que “transmitan” los candidatos a la heterogeneidad mayoritaria del
electorado no oficialista) se define entre una acumulación cuantitativa de Macri o una acumulación cualitativa de Massa en relación al poder de fuego
dentro del balotaje.
Los seis grados de separación que hay entre la
transitoriedad líquida de ser segunda minoría o ganar la elección.