El fin de una etapa distribucionista basada en el consumo y
el precio de las exportaciones de materias primas como motores exclusivos de la
economía latinoamericana está obligando a los países de la región a proyectar cambios
de estrategia en la trama continental que se relacionan también con coyunturas
internas que no tienen la holgura distributiva que caracterizó a la última
década.
Durante los ´90 la apertura indiscriminada de la economía de
la región achicó el mercado interno y el empleo. En los 2000 se viró a un
anclaje regional eminentemente político que no alcanzó para avanzar en una
integración económica concreta y más sofisticada, que implicaba ciertos
sacrificios concurrentes de los países integrantes.
Ahora que la inercia distribucionista de la región amaina su
marcha, cada país se vuelve hacia estrategias más tradicionales y asumen el
pragmatismo de las bilaterales. La economía lleva un poco de paseo a la
política.
Los liderazgos políticos que aparecen en la región no pueden
abstraerse de estos cambios, so pena de que otro “arregle” antes que ellos.
En ese contexto pueden ser leídas las declaraciones de Massa
en EEUU:
1) Planteó galvanizar la bilateral de Argentina con ese país
y los del bloque europeo.
Eso mismo ya hace Brasil, por lo menos mientras dure la
paralización del Mercosur, para mejorar la calidad de exportaciones con esos
bloques (de mayor contenido industrial que las que se hacen a Asia) y así
sostener mercado interno y empleo.
2) Dijo que Argentina debe ser, desde el Mercosur, el puente
hacia la Alianza
del Pacifico.
Esta intención es audaz porque insinúa colocar a Argentina
en una posición más activa frente a Brasil, teniendo en cuenta la
interdependencia medular entre ambos países en materia económica, y la táctica
brasileña de “privilegiar” (por el momento) a EEUU, el BRIC y la UE en el plano comercial.
En ese sentido, Bachelet afirmó que para Chile la Celac es el ámbito de integración
política y la AP
el de integración económica. Paraguay y Uruguay se constituyeron en miembros
observadores de la AP
a pesar de ser miembros plenos de Mercosur. Como se ve, y más allá de lo que
declaren políticamente, los países de la región empiezan a poner los huevos en
varias canastas.
Un “puente” a la
AP podría significar la exploración de ventajas comparativas
dentro de la región que hagan mas autosuficiente el comercio y la inversión en
algunos rubros sin acudir a otros bloques continentales, y podría ser un revulsivo para el Mercosur.
También pone en
discusión los límites y las posibilidades de una integración económica que el
bloque sudamericano no pudo constituir debidamente en esta década: Argentina y
Brasil no han podido avanzar en el uso de monedas locales para el comercio
bilateral y los fondos monetarios latinoamericanos (FLAR y Banco del Sur)
quedaron en la nada por la negativa de Argentina y Brasil (que se autosustenta
con el BNDES, y optó comercialmente por EEUU y la UE , debilitando la negociación del Mercosur).
Aun cuando de una “gira de instalación” por EEUU (similares
a las que hacía Cristina en 2007 para pregonar la etapa “institucional” del
kirchnerismo, aquel mítico caniche style luego tan avalado en las urnas) no se puedan
extraer definiciones ideológicas y políticas relevantes (porque no está en el
ánimo de sus protagonistas darlas),
la intervención de Massa en los medios yanquis dejó algunas conclusiones
interesantes.
En la CNN ,
Massa mencionó lo positivo de la década en distribución del ingreso, derechos humanos,
colaboración científico-tecnológica y materia nuclear. También dijo que
Argentina tiene una institucionalidad política fuerte, y se diferenció así del
resto de la oposición, que suele condenar al sistema de partidos.
En otra entrevista televisiva al diario El País, Massa criticó
duramente a los políticos argentinos que viajan al exterior a hablar mal del
país en vez de proponer soluciones, y cuando se le preguntó sobre el
paralelismo Crimea-Malvinas, contestó que en ese punto apoyaba la posición del
gobierno argentino.
En el juego (relativo) de las “rupturas y continuidades”,
Massa introdujo en EEUU ciertas dosis “continuistas” en dialecto propio; el
kirchnerismo plantea ese juego en su
dialecto y con las normas de un consenso que ya está amortizado. En la zona de
la representación a crear, parecen dos
idiomas diferentes.