jueves, 1 de mayo de 2014

A la hora señalada


En 1994, cuando Menem y Alfonsín idearon el sistema electoral que consagró la nueva CN, dijeron: la política da herramientas para construir esta clase de mayoría, si no lo hacés tampoco vas a tener una hegemonía que sostenga los números, ergo no podés ganar. Entre los deseos sostenidos del credo bipartidista, se filtraba la frialdad realista de las claúsulas que auguraba y (se) “anticipaba” (a) los problemas que iban a sufrir el peronismo y el radicalismo en el 2001.

En un sistema político más ríspido y volátil frente a la estabilidad moderna bipartidista que se desvanecía,  el 2001 terminó de sellar el vínculo electorabilidad-hegemonía como activo para gobernar la Argentina: con uno solo no alcanza, porque las “idiosincrasias” de la materia prima (el electorado) se fragmentan, son menos estables.

Una comprensión inexacta del vínculo electorabilidad-hegemonía explicaron el triunfo y caída de la Alianza en 1999, y desde un lugar menos traumático pero no menos elocuente, el muy flojo segundo mandato de Cristina después de alzarse con el 54% de los votos. Una comprensión más exacta de ese vínculo le permitió ganar y gobernar a Kirchner en 2003.

Detrás de estos problemas (que lo son tanto para el subsistema panperonista como para la oposición no peronista) está el problema de la representación. 

Las representaciones que hoy reclama la sociedad no son estrictamente políticas, ni sociales, son algo más. En ese sentido, hacer política ahora es mucho más difícil que en los ´60, los ´70, o en los ´80.

El caso más habitual de incomprensión de este “cambio” lo dan aquellas formaciones políticas que sitúan el eje de la política en la discusión de programas o propuestas. 

El peronismo olfateó antes que el resto esta inconducencia y como un bartleby político dijo: preferiría no hacerlo, prefiero discutir la representación.

Por lo tanto, desde los ´90 para acá analizar la representación es el lugar más sensato y realista desde donde analizar la política. Las propuestas, los programas, la moralina, la ideología,  las estructuras, la clase política: son importantes, pero vienen después de la representación.

Luego de seis meses de la coyuntura electoral de 2013, lo que se ve es que el panorama de las representaciones no ha variado demasiado:

Modificar PASO = déficit del combo electorabilidad-territorialidad: tanto el FPV como Macri y UNEN “ensayaron” la necesidad de reformar las PASO para poder meterle “sensación aritmética” a la representación. Estas intenciones demuestran que, en cada caso, al combo le falta algo. El Frente Renovador rechazó modificar la ley electoral elaborada por NK.

Running por derecha: Es notorio que la irrupción electoral de Massa trastocó el espacio de representación que había generado para su propia hegemonía el kirchnerismo, que a partir de ese momento vio condicionada su agenda.

Eso abrió una tensión sorda dentro del efepeveísmo que gotea transversalmente al interior del dispositivo partidario, lo que dificulta aun más la construcción de representación: ese déficit lo expresaron Insaurralde en plena campaña pidiendo la baja de la imputabilidad para menores, luego Kunkel al solicitar la regulación legal de los piquetes según su legitimidad política, y Granados e Ishii ahora al pedir el servicio militar obligatorio. 

En tres de los cuatro casos se trata de dirigentes que tributan territorialmente al núcleo duro del voto peronista bonaerense, y que al detectar el déficit de representación de su partido político, deciden situarse “a la derecha” de Massa, y disputar agenda en ese andarivel.

Esto revela que el efepeveísmo que “quiere seguir” ve las certezas representativas de Massa, pero que al querer imitarlo para disputar, puede sobreactuar  y errarle, sin que haya productividad electoral: el electorado detecta la defensividad de la postura, y la rechaza. Le pasó a Insaurralde, le puede pasar a Scioli.

La vigencia del teorema de Othacehé: Las encuestas que se vienen publicando en los últimos meses ofrecen algunos datos interesantes, de los cuales el % de adhesión  que tiene cada “candidato” quizá sea el menos  importante, dado que la sociedad no está colocada en situación electoral.

En ellas se confirma el desplazamiento de voto no peronista a terreno panperonista; esta tendencia se ve cualitativamente acentuada en la PBA, aun con la inclusión del PRO en el armado UNEN.

La distribución de preferencias FR-FPV en 1º y 3º Sección Electoral permanece intocada; el teorema de Othacehé parece vigente y sugiere que la territorialidad, por sí misma, no construye representación.


¿PASO de partidos o candidatos?: Aun cuando la PASO del FPV aparezca levemente como la más elegida en las encuestas, el déficit de representación lleva a la pregunta por la candidatura; si el electorado tiene un comportamiento similar a 2011 y 2013, la PASO puede ser vista como una 1º vuelta y la general como un balotaje. El verdadero “candidato ganador” sería aquel que sume más votos que el resto en las primarias, más allá de cual sea la PASO partidaria más votada.