Es posible pensar que desde aquel momento en que el PEN
avanzó en una corrección clásica (disminución indiscriminada del salario real)
del problema macroeconómico, las expectativas de representación se tornen más
modestas de cara al 2015 para quienes pretenden encarnar una “continuidad
nominal” partidaria en relación exclusiva a lo que supo representar la década
kirchnerista. Desde el oficialismo se construye esa representación modesta como
autosuficiente. No hay un horizonte distributivo que facilite la evocación de
viejas y mejores épocas como palmarés a ser voceado electoralmente como garantía
continuista, pero el efepeveísmo no tiene muchas alternativas: tiene que vender
la “reducción de daños” como proyecto de futuro.
La liga de gobernadores del PJ es la que busca darle cuerpo teórico
a este complejo pasamanos político y mostrarlo como autosuficiente; son
mecanismos defensivos lógicos desde los cuales se pretende “transmitir
expectativas” al subsistema peronista y al resto de los partidos políticos. Se
trata por ahora (y por bastante tiempo) de un “juego de cúpulas” que no está
encajado en ninguna situación electoral concreta; habrá que ver, finalmente, si
las expectativas que busca instalar el grupo de gobernadores subestiman o no
las que ostente el electorado en el momento oportuno.
El riesgo de las expectativas también corre para Massa, pero
con algunas diferencias. El intendente-diputado viene con la inercia electoral
de 2013: esto implica que no viene con una expectativa debilitada por una deuda continuista a la que tributar; para el
electorado que lo votó y para muchos de los que no lo votaron, esta es una
diferencia que ya quedó clara, y es
posible que juegue un papel cuando las propias expectativas del electorado se empiecen
construir.
Hay que tener claro una cosa: la amortización positiva del
consenso kirchnerista es un sentido común que no necesariamente se expresa en
una “continuidad nominal” partidaria, si la amortización negativa que deja ese
consenso también es significativa. Quién fermenta expectativas cruzado por
estos sentimientos no piensa (por ejemplo) en lo “neoliberal o no” que puedan
ser los candidatos, ni en qué grado de barbarie “retorna” para “degradar la política”
si entendemos que en la década que se va fue virtuosa su práctica. Lo que más
asusta hoy a la clase política es cómo se va a terminar garpando electoralmente
el consenso de continuidades y rupturas que deja el kirchnerismo y qué va a
terminar pesando más en la balanza. El gobierno tuvo dos años y todas las
herramientas para anticiparse a la sensación de “golpe de mercado”, y este es
un dato político concreto que no deja bien parado al bienio cristinista en el
rubro “expertise del partido del orden”.
La devaluación funcionó como el atajo macro para generar
expectativas en la sutura de reservas, oxigenar la balanza comercial
(encareciendo importaciones, y no tanto
fogoneando exportaciones) y de paso licuar déficit fiscal (que no es
lo mismo que bajarlo), pero antes de todo
eso, bajó el costo generalizado de la mano de obra en toda la trama productiva del
mercado interno.
Conviene recordar que el último gobierno argentino que hizo
un trabajo fino y planificado sobre las cadenas de valor y la estructura de
costos de cada actividad productiva por separado, con muchos “fierros
weberianos” y mucho Estado técnico por área productiva para evitar el cíclico
atajo devaluacionista fue el de Perón-Gelbard de 73-74. A tal punto el gobierno
de Cristina hizo algo del todo contrario a sus posibilidades, que muchos
analistas filokirchneristas trataron de explicar positivamente que esta
devaluación se hizo mejor que la de Krieger Vasena en 1967 (considerada por
muchos como la devaluación mejor ejecutada de la historia argentina). Quizás se
trate en este caso, también, de las expectativas modestas que quiere instalar
el oficialismo de cara al 2015.
Sin viento de cola distribucionista para adelante (más bien
evitar que suba el desempleo), la zona árida de la “agenda del desarrollo” que
se promete no tiene derechos adquiridos. Nada hace prever que Urribarri, Scioli
o Randazzo tengan mejores credenciales que Massa para continuar algo que es
distinto.
Mas allá de las fotos y las encuestas, parece más pertinente
hacer una lectura de la relación que cada formación política puede entablar con
el electorado.
El Frente Renovador todavía se apropia de la inercia
electoral, pero la movida contra el nuevo código penal, después de la espuma mediática,
le sirvió para dar un segundo paso más político con la recolección de firmas en
el territorio donde el despliegue del aparato militante tiene una función
central.
Así Massa trabaja sobre sectores medios y medios-bajos que
los partidos no peronistas sólo cortejan en la instancia electoral; esto le
permite conservar los votos de 2013 y en la misma movida territorial (que en la
práctica no se limita a que la gente “firme” un petitorio) fomentar el
desplazamiento del voto no peronista a terreno panperonista (que se evidenció
como dato crucial en la PBA
2013) y consolidar el voto “kirchnerista” (voto PJPBA clásico) de 2011 que fue al FR y que ahora es núcleo
duro massista (doctrina Meler).
Esta segunda etapa del despliegue territorial del FR en el
2014 tiene dos cauces: profundizar el formato liga de intendentes y acaparar
las estructuras peronistas móviles provinciales que tarde o temprano varios
gobernadores van a necesitar para la desdoblada provincial, y más que nada (y ahí surge el problema
efepeveísta) para el engorde de octubre 2015. Por eso Massa no se saca fotos
con gobernadores, y a Scioli no le queda otra que sacárselas.
El pica-pica de la
PBA (provincia que va a traccionar casi en soledad en octubre
2015) entrega en ese sentido una lectura interesante hacia el electorado. Si
los teoremas de Artemio López y Juan Amondarain
buscan definir comportamientos nacionales, el teorema de Othacehé entrega datos
que pulsan sobre los cascos seccionales madres del conurbano: más allá de su
supervivencia personal, lo que Othacehé refleja es que como mínimo la distribución
del voto FPV-FR en la 1º Sección no va a modificarse para 2015, y que el voto
no está tan clasistamente territorializado como para alterar cualitativamente
una tendencia electoral.
Por eso el teatro de operaciones de Massa sigue siendo la PBA , y en especial el 1º cordón
de la 3º Sección (donde el despliegue de la campaña de firmas es más extendida
que en otros territorios). Hay que aclarar algo: hoy, y fuera de la instancia
electoral, los únicos partidos movilizados son el FR (Massa considera que el FR
tiene que avanzar en la movilización y disputar el control de la calle con el
kirchnerismo si esto fuese necesario y por eso prepara un armado con gremios,
MMSS y organizaciones que funcione como línea interna); y el FPV en aquellos
casos donde los intendentes salieron a “militar” el DNI y el Pasaporte a la
calle para tener alguna presencia en el tramo societal de la doctrina Meler,
pero son pocos municipios los que tomaron esta decisión.
Es lógico que el efepeveísmo desempolve la épica del 40 + 1,
pero en la práctica habrá que ver que pasa con el minuto a minuto en la PBA , porque ese va a ser el
deadline de cara a lo que marquen las encuestas de abril-mayo 2015, y que van a
definir cómo se organiza el combo electorabilidad + territorialidad de cara a
las PASO.