Desde que se inició la campaña electoral, Macri y Massa
ocuparon lugares diferentes dentro del tablero político que implicaron también
estrategias disimiles de acumulación partidaria y captación de votos. Macri se
construye centralmente como un “opositor”, mientras Massa lo hace como un “no
oficialista”.
La congregación en Tucumán está impulsada por un par de
hechos ciertos: la imposibilidad del gobierno provincial para garantizar la
normalidad operativa del comicio en todo
el territorio tucumano y la represión policial a manifestantes pacíficos.
Se trata de dos fallas graves del partido del orden
provincial (en este caso, a cargo del efepeveísmo) que, más allá del resultado
electoral, es imposible que no tengan consecuencias políticas. Son errores no
forzados (que de algún modo reflejan un desgaste hegemónico) que evidentemente
la oposición legítimamente intentará pasar por el tamiz del costo político. The
game.
En esta etapa de la campaña, Massa y Macri están disputándose
electorado entre sí. Después de las PASO, quedó claro que Massa tiene que
recuperar voto “urbano” en el conurbano que se fue a Macri.
Es probable que gran parte de ese electorado sea más impugnatorio
a cierta clase de irregularidades institucionales a la hora de configurar su
voto, aunque sin abusar de la centralidad del tema; esto coincide con un
estancamiento marcado de Macri de cara a octubre, bastante lógico si pensamos
en la integración discursiva y partidaria de Cambiemos, que facilita la disputa.
Si Massa quiere galvanizarse en la PBA y Córdoba, la disputa
central en esta instancia se produce dentro del voto “opositor”, tratando de desplazar
ese voto a zona “no –oficialista”.
Es evidente también que en la PBA el juego
es a varias bandas sobre un voto panperonista que se muestra reactivo a la
gestión de Scioli.
Pero la confluencia puntual de Macri y Massa se explica por
un hecho aun más central: la existencia de irregularidades electorales es un
tema que políticamente limita las posibilidades del catch all de Scioli,
aspecto en el cual el candidato oficialista también (como dice Zanini) parece
estar estancado.