“Yo tengo una forma
particular de hacer política que me costó enfrentarme con los punteros. Trabajé
mucho con los miembros de las ONGs en las elecciones para tener nuestros
propios fiscales y eso me costó otro enfrentamiento con los punteros. Las
aspiraciones y el sueño de abandonar las prácticas informales son la línea que
separa al puntero del vecino común de un mismo barrio. Las políticas estatales
eficaces permiten fortalecer a ese vecino común y disminuir la incidencia de
las intermediaciones.”
Fernando Gray,
intendente de Esteban Echeverría. Reelegido en 2011 con el 63,26% de los votos
distritales validamente emitidos.
“El puntero político
hoy no es el de antes, que tenía el control de un territorio. Ahora está todo
más mezclado, hay más organizaciones, hay más llegada directa del estado, los
punteros han perdido peso político.”
Darío Giustozzi, intendente
de Alte. Brown en Animales Sueltos, 3-10-13. Reelegido en 2011 con el 71,88% de
los votos distritales validamente emitidos.
Lo que no significa que “prescindan” de los servicios de la
intermediación, solo que conciben que ahí no está el “centro de gravedad” de la
construcción de la representación peronista. Es decir, que no está en el
mecanismo, pero sí en las bases votantes. Quizás la grieta entre los “barones”
y los “blancos” de la camada ´07 (que se verifica claramente en los esquemas de
gestión y de acercamiento a la cuestión partidaria) esté en la significación
política que le dan a los mecanismos de intermediación y a los mecanismos de
representación.
Para los “blancos”, son dos cosas distintas. Para los “barones”,
esa distinción no lo es tanto. Para los “blancos”, la “fundacionalidad” de su
propia gestión “incide en/ y modifica” la relación entre intermediación y representación,
la hace menos lineal en términos “clasistas”, las demandas se amplifican y se
ambigua el anclaje de clase. Los “barones” encajonan la demanda sobre los
límites de su electorado “natural”, son supresores de conflictividad básica
antes que rastreadores de neoagenda. Los “blancos” tienen la vocación de
ampliar el campo electoral y son supresores de conflictividad allende el 30%
nuclear. Si ya fue bastante explorada la hermenéutica “lumpen” que tendrá que
transitar el panperonismo fpv-fr, lo que todavía no fue señalado es donde se
hace el corte electoral y qué tan útil es hacerlo si de lo que se trata es de
una sucesión que, con cualquier nombre propio, debe re-construir una hegemonía;
en este sentido, la doble vía electorabilidad-territorialidad cobra una
importancia más relevante que en otros ciclos que cerraron con crisis terminal.
Un dato tampoco analizado es cómo el FR suprimió
conflictividad en el 1º cordón en los
tramos de clase media y media baja + aristocracia obrera para encauzar la
demanda originada en las dificultades que exhibe el FPV como Partido del Orden
nacional y provincial para conducir el angostamiento distributivo desde hace
dos años: pero si hacemos un blow up sobre “sectores populares” (en la precisión
y ambigüedad territorial del voto), se verifica en qué medida la inserción del
FR sorprendió a los “blancos” efepeveistas de la 3ª.
Un análisis somero de la cartografía electoral en el GBA
deja a la vista de que manera se produce la expansión del voto panperonista y
los lugares ríspidos de disputa entre las herramientas FPV-FR, básicamente en la Tercera. En Lomas de Zamora el
dato que preocupó a MI (y varios territoriales) fue la disminución residual
contra las PASO en el circuito 583 (Cuartel IX duro) donde se esperaba un
aumento residual alto (arriba del 7%) y donde hubo un crecimiento del FR (40%
contra PASO) que fue superior al 20% que estimaban en el oficialismo distrital.
La misma situación se verificó en el circ. 587 (mitad Cuartel IX y Lomas urbano
periférico) y 590A (San José), ambos con una distancia de votos visiblemente
menor. Más allá de la foto electoral y de los matices socioeconómicos entre
estos tres circuitos históricamente peronistas integrantes del 30 %, lo se ve es la potencialidad expansiva de la
disputa del FR en un territorio que no es, claramente, de sectores medios. Similar
situación se produce en Alte. Brown (pero al revés) con el FR blindando
Claypole y Don Orione.
Lanús: FR ganó en Caraza-Diamante y el FPV en Chingolo, dos
zonas equivalentes que fueron bastión histórico de los votos manolistas. Una
distribución idéntica de votos se ve entre Libertad, Pontevedra y M. Acosta en
Merlo.
En Avellaneda se ve la puja sobre circuitos homogéneos:
Sarandí (FR), Dominico (FPV) y Wilde (FR), y el crecimiento idéntico en % de
votos de ambas herramientas electorales contra PASO en Dock Sud (FPV).
La certeza idiosincrásica de los “blancos” del fpv es que el
terreno de la disputa es demasiado policlasista como para “cerrar la estrategia”;
en el FR esto fue comprendido mucho antes, cuando Massa y sus intendentes armaron la herramienta
electoral para acelerar un debate que es transversal
al subsistema peronista: todos son conscientes de que la clase media de
Dominico, Valentín Alsina y San Justo y el pobrerío de El Olimpo, Cuartel V y Las Tunas no leen a JMS, Pagni, MW o HV.
La pregunta que fluye detrás de estas variaciones de la
praxis peronista es: ¿Dónde estará el centro de gravedad de la representación
mayoritaria con rumbo a 2015? En lo que parecen coincidir los intendentes del FR
y los “blancos” del FPV (por afinidades de crianza política) es que esa
definición la da una agenda de gestión propia. Para eso se requiere un esquema
de financiamiento que el FR ya tiene definido, y que los del FPV tendrán como
contingencia a resolver cuando desde planificación federal les digan que se
cortó definitivamente la obra pública.
La dinámica del GBA obliga a pensar, también, por fuera de
la trayectoria electoral que deja este turno: es lógico que el FPV interprete
el 33 % nacional y el 32 provincial como un piso, pero desde una perspectiva de
gestión que tiene que pilotear un angostamiento y no un derrame y que en dos
años le pasó el costo a la clase media baja y la aristocracia obrera sin escalas,
las chances de que ese 32% sea disputado por el FR crecerán irreversiblemente.
En ese muy probable escenario de pelea por el voto proletario, quienes “sumen”
la mejor tajada de “sectores medios” no ilustrados periféricos estarán más
cerca del 40%. Si el territorio está en el centro de la representación, la
electorabilidad (un fenómeno estrictamente peronista que dejó la renovación y
que incorporaron para sí Menem, NK y Cristina, como explicamos acá) también
siembra la semilla del poder.