En el discurso de Capitanich el angostamiento distributivo recibe una calificación aún más delicadamente ambigua: etapa de complejidad relativa. En la agenda del JGM resuena la problemática corriente del río que fluyó durante dos años: el Partido del Orden errando voluntaria e increíblemente en toda su política macroeconómica. Esa huella doliente atraviesa como un trauma la neoagenda coquista: debemos ser, al menos escenograficamente, todo lo contrario de lo que fueron esos dos años. Lo que la sociedad le facturó en votos al partido del orden fue algo bastante más concreto que un “problema de comunicación” o un “relato”; en el sentido común de los que votamos a Cristina en 2011 había un llamado más o menos básico: ordename la economía, me voy a bancar que vos me ordenes la economía. Sin embargo, no hubo sensibilidad política para esta lectura, se privilegió una mirada believer de la hegemonía, el “tiempo” pasó, pero el “tiempo” es demasiado en política para dejarlo pasar.
Capitanich, back to the future, viaja a diciembre de 2011
para tratar de rescatar la agenda interdicta en esos días por el propio partido
del orden. La amortización electoral del 27/10 dejó anclado aquel grave error
político y marca la lógica defensivista que despliega el JGM: cerrar el frente
externo para salir a tomar deuda era “casi lo único” que se podía hacer para
salir en el corto plazo a parar la sangría de reservas y tirar un par de
señales para ver si se achica un poco la brecha cambiaria.
Después de todo eso, vendrá una discusión más árida: cuantos dólares tomás, para que los usás, qué lugar ocupa el endeudamiento en el proceso económico y para hacer cuántas cosas te alcanza esa guita. Aún cuando esta cuestión sea prioritaria, es menos central para la economía que el problema inflacionario. Capitanich tiene una misión de “resultados”, y el “manejo” de “la complejidad relativa” va a mostrar su pulso profesional cuando se afronte la pauta para bajar la inflación. Enla Argentina la discusión
política de la inflación siempre se vio distorsionada y empobrecida por las
resoluciones fallidas historicas del vaivén tenso entre tipo de cambio y
mercado interno. Un desafió para el partido del orden entrante en 2015 es
atenuar el dramatismo de esa discusión, si las condiciones de llegada son con
una caja en dólares razonable; Capitanich sabe que todavía existe el “riesgo”
de que la lectura política dificulte la resolución económica de este problema,
por eso pidió licencia como gobernador y no renunció al cargo, dejando latente
la condición del repliegue sobre el subsistema peronista.
Otro rasgo todavía no abarcado es cómo se van a redefinir las relaciones entre consumo, inversión y exportaciones: si esta ecuación no tiene un impacto relevante sobre la economía real para 2015, las perspectivas políticas de una continuidad de la coalición gobernante como partido del orden se verán disminuidas aún contra la merma de votos del 27/10; en la raíz de esta preocupación íntima radica el “ninguneo” a Massa de la víspera por parte del efepeveísmo en deconstrucción, lo que documenta que en términos estrictamente políticos también continúa la lógica defensivista, porque el oficialismo comprueba que el saldo electoral además de la pérdida de votos deja un daño de la representación más difícil de recomponer que la economía, ya que no termina de haber un correlato estricto entre ambos campos.
Después de todo eso, vendrá una discusión más árida: cuantos dólares tomás, para que los usás, qué lugar ocupa el endeudamiento en el proceso económico y para hacer cuántas cosas te alcanza esa guita. Aún cuando esta cuestión sea prioritaria, es menos central para la economía que el problema inflacionario. Capitanich tiene una misión de “resultados”, y el “manejo” de “la complejidad relativa” va a mostrar su pulso profesional cuando se afronte la pauta para bajar la inflación. En
Otro rasgo todavía no abarcado es cómo se van a redefinir las relaciones entre consumo, inversión y exportaciones: si esta ecuación no tiene un impacto relevante sobre la economía real para 2015, las perspectivas políticas de una continuidad de la coalición gobernante como partido del orden se verán disminuidas aún contra la merma de votos del 27/10; en la raíz de esta preocupación íntima radica el “ninguneo” a Massa de la víspera por parte del efepeveísmo en deconstrucción, lo que documenta que en términos estrictamente políticos también continúa la lógica defensivista, porque el oficialismo comprueba que el saldo electoral además de la pérdida de votos deja un daño de la representación más difícil de recomponer que la economía, ya que no termina de haber un correlato estricto entre ambos campos.
Si el triunfo de Massa en la PBA fue el anticuerpo correccional emanado del
propio subsistema peronista ante el fracaso administrativo del partido del
orden, la aparición de Capitanich en la co-conducción gestiva del gobierno
federal es la recepción táctica que la constelación de fracciones del
subsistema presenta ante el hecho electoral, y que tiene una conclusión
política concreta: el kirchnerismo dejó de ser la corriente hegemónica del
peronismo a partir del 27/10. Aunque los intelectuales kirchneristas se afanen
en presentar al fpv como un bloque monolítico (“el kirchnerismo”), la realidad
empieza a mostrar que la coalición oficialista inicia un proceso de
confederalización táctica bastante pragmático, influido por “el incordio
sucesorio” y las distintas realidades regionales e institucionales del
peronismo realmente existente.
En ese sentido, es un error decir que Capitanich es la voz
de la liga de gobernadores; en todo caso representa a un sector de gobernadores
que tienen distintas realidades e intereses en los marcos coparticipables: está
bastante claro que NOA-NEA tiene “problemas internos” a resolver, que la Región Centro tiene otros
intereses y que los patagónicos están jugando otro partido. Agruparlos para
pasar el angostamiento distributivo es una cosa muy distinta que sostenerlos a
la hora de construir representación;
esto es algo que Capitanich sabe al jugarse un pleno, pero que también
saben Urribarri, Scioli y fundamentalmente, Massa.
Lo que también saben todos estos tipos es que vamos camino a
un escenario de ballotage para 2015. Por lo tanto, el problema de la representación
hacia el interior de las candidaturas panperonistas asume una dinámica política
un poco diferente a raíz del achicamiento relativo del “tercio” no peronista.
Como Massa ya hizo su jugada, la salida a la cancha de Capitanich y Urribarri
le trae problemas potenciales a Scioli, ya que no vamos a estar en presencia de
una disputa clásica del llamado voto peronista.
Hay que agregar a esto que tanto Menem como Kirchner construyeron un modelo de coalición “novedoso” para ajustar representación; ése es el déficit parcial de Capitanich, Scioli o Urribarri contra Massa: al menos embrionariamente, el FR es una opción peronista que al tener de principal aliado a un radicalismo gestivo que integró y sobrevivió a la coalición kirchnerista, en los hechos funge como partido del orden distrital y electoralmente no tiene necesidad de hablarle a “su sector social” leyendo los salmos del breviario republicanista, ni tampoco existen los “límites de construcción política” inherentes al progresismo partidario que el kirchnerismo sufrió durante su hegemonía. Ese corrimiento de “los tercios” electorales explica la confederalización del fpv y la incertidumbre sobre “la forma” de salir a cazar votos en la primera vuelta cuando en la pieza del fondo te espera el ballotage, pasando a retiro la “teoría del 40%”.
Hay que agregar a esto que tanto Menem como Kirchner construyeron un modelo de coalición “novedoso” para ajustar representación; ése es el déficit parcial de Capitanich, Scioli o Urribarri contra Massa: al menos embrionariamente, el FR es una opción peronista que al tener de principal aliado a un radicalismo gestivo que integró y sobrevivió a la coalición kirchnerista, en los hechos funge como partido del orden distrital y electoralmente no tiene necesidad de hablarle a “su sector social” leyendo los salmos del breviario republicanista, ni tampoco existen los “límites de construcción política” inherentes al progresismo partidario que el kirchnerismo sufrió durante su hegemonía. Ese corrimiento de “los tercios” electorales explica la confederalización del fpv y la incertidumbre sobre “la forma” de salir a cazar votos en la primera vuelta cuando en la pieza del fondo te espera el ballotage, pasando a retiro la “teoría del 40%”.
Si la llegada de Capitanich a la JGM y Fábrega al BCRA permiten
a priori incorporar una visión macroeconómica que entre 2011-2013 no existió,
el dilema de la tensión sorda no está del todo disuelto: saber demarcar “hasta
donde llegar” con las medidas económicas que se tomen mas allá de la decisión
política de Cristina definirá el éxito o el fracaso del angostamiento
distributivo. Porque lo que todavía no sabemos es si Cristina abre la cancha
definitivamente, o se mantiene en una hibernación táctica hasta que aclare
(algo bastante lógico cuando todavía está fresco el alto reflujo de votos del
27/10).
PS: Si bien por
Guitarra Trasnochada, creemos que es por esta cuequita chapaca (chaqueña) que
el gran Arsenio Aguirre se ganó el cielo de la música argentina. En esta
versión se ve la organización detallada de la interpretación, que arranca con
el punteo del enorme Chato Bazán, sigue con la combinación policlasista de
“palanganas” y “violineros” que fortifican al violín salteño, y se inaugura
vocalmente con la frondosidad a contrapunto de Soledad y El Chaqueño, para
respaldarse luego en la polifonía de Los Nocheros que recuerda mucho a las
innovaciones y el poderío vocal de Los Nombradores. A pesar de ser parte
central del cancionero y las peñas de Salta, esta cueca llegó a las peñas de la
provincia de Buenos Aires, donde es muy tocada al modo de la zamba sureña
bonaerense, con dos guitarras criollas solas, una que lleva y bordonea, la otra
que primerea y puntea. Dedicamos esta cuequita para que la baile con el pañuelo
en alto y alegría la militancia kirchnerista no rentada que, seguramente,
todavía existe.