Algunos nombres para anotar: Martín Llaroyra, Raúl Jalil,
Adrián Fuertes, Martín Soria, Omar Perotti, Ricardo Quintela, Carlos López
Puelles, Juan José Rainone, Ramón Mestre. No salen en los diarios, no declaran
en los medios, no manejan los mismos tiempos políticos que hoy demandan estas
elecciones. Pero están atentos a la redistribución política que se produce en
la provincia de Buenos Aires: Massa funciona para ellos como un primus inter
pares que coloca en una situación optima la discusión del frente fiscal en sus
propios territorios; una temática de gestión que, en varios puntos, se une al
discurso renovador cuando pasan a hablar de política.
Mientras los gobernadores eligen confluir en lo
político-partidario para la foto estática de Matheu 130 (la parrilla
herrumbrada que describe con precisión poética Carlos Pagni), existe otra
confluencia que ancla transversalmente en la gestión, en las mejores
posibilidades que piensan para el circuito de los recursos propios y
coparticipados, en la revisión de las alianzas políticas que deja el fin de una
etapa hegemónica del peronismo después de la conducción kirchnerista.
El angostamiento distributivo que Nación endosó a las
provincias en estos dos años encontró sin reacción a los gobernadores, que no
pudieron armar una caja para sostener expectativas políticas: ningún gobernador
inauguró obras propias en dos años, por lo tanto menos pudieron provincializar
la elección, y cayeron en una merma de votos coincidente con el declive
económico provocado por el manejo inconsistente del stop and go por parte de la
autoridad económica federal.
Este mismo problema podría aquejar a muchos intendentes que
no puedan sostener en el tiempo la administración holgada de sus cuentas, menos
por lo que les pueda transferir Nación que por los efectos concretos de la
macroeconomía. Lo que hizo Massa, antes que anochezca, fue poner a salvo esa
ecuación económico-política que hoy los gobernadores garpan electoralmente
(parece que Sergio algo aprendió de Néstor) y que siembra el dilema entre los
intendentes efepeveístas que ya sienten en la piel el problema de la agenda y
la puesta en superficie, del otro lado del alambre, de una liga de intendentes
que ya le empezó a dar cauce político a los mismos problemas que ellos padecen
y que tiene en la cúspide la electorabilidad de Massa.
Está claro que el FR es, provincialmente, una liga de
intendentes. Pero ¿hay una liga de intendentes del FPV? No, porque no existe
una confluencia de gestión que luego muta a política. El agrupamiento municipal
del FPV es eminentemente táctico, en defensa de Cristina y Scioli. Podrían tener
una agenda propia pero no la tienen, y en esta coyuntura sólo alcanzan a correr
desde atrás la programática massista: policía municipal, inflación, presión
fiscal a asalariados calificados, descentralización judicial. Saben que esos
son los temas, pero además del primereo del FR,
tampoco desarrollaron una mirada propia para pensar soluciones que no
estuvieran atadas a la cesión discrecional de fondos de Nación y Provincia;
ahora que la espuma baja porque el stop and go llegó para quedarse y el peronismo
tiene históricamente pendiente poder armar un populismo módico y solvente sin
tasachinismo, los intendentes del FPV no pueden exhibir la gestión como capital
político. Ahí es cuando sale a jugar el famoso bonustrackeo del massismo ahora
ya en claros términos políticos para construir agenda transversal que no
incluye solo al PJ, sino a todos los tipos que tienen algo para gobernar de acá
al 2015.
Massa dice: si hemos tenido gestiones exitosas y
convalidadas electoralmente que se forjaron desde la asunción de reclamos
sociales que estaban fuera de nuestra jurisdicción y sin la correlación de fondos
que correspondían, es absolutamente lógico pedir ahora que se nos transfieran
las potestades recaudatorias. Si hicimos bien aquello, haremos bien esto. Lo
que Kirchner armó por las vías de hecho devidistas improvisadamente y con el
teléfono rojo, ahora es un vacío político que Massa quiere llenar por la vía de
la institucionalización, basado en la legitimidad popular del bonustrackeo de
gestión.
Si Scioli no puede conseguir la cláusula indexada del Fondo
del Conurbano, entonces la pedimos nosotros, dice Massa. ¿Qué puede hacer el
candidato Insaurralde ante esto? ¿Oponerse? Así como el bonustrackeo de gestión
que le permitió al FR ganar se construyó desde la realidad política y no desde
la letra de las atribuciones jurídicas, recomponer cualitativamente la caja
provincial no tiene nada que ver con lo que hasta hoy entrega Scioli por
coparticipación municipal automática invocando atribuciones y leyes
impositivas. Lo que le pide la liga de intendentes del FR a Scioli es la
expertise política para resolver un problema fiscal estructural que está más
allá de las leyes vigentes y más cerca de las necesidades de los bonaerenses.
Scioli contesta mostrando la escala de fondos enviados según la ley de
coparticipación, bastante influida por la inflación. Son dos discusiones
distintas, una más política que la otra. Massa le pide a Scioli que haga política,
le pide que represente.
A falta de agenda consistente, Scioli y los intendentes del
FPV se recluyen en el PJ, y desde allí se expande el desconcierto de campaña:
se menta al “verdadero peronismo”, se hacen spots con la estética de un video
para cumpleaños de 15 y casamiento, se considera como acto de campaña ir a la
inauguración del emprendimiento textil de Jorge Rial. Una forma muy
malentendida del “tenés que parecerte a Massa” que le sugirieron al candidato,
una banalización bastante antipolitica que no reconoce bien la diferencia entre
forma y contenido, y que no advierte que aunque posmoderna, la política sigue
siendo política.
No hay liga de intendentes del FPV porque la unción de
Insaurralde no nace de ellos sino de la presidenta. Una derrota del lomense
abre la vocación electoral de los demás, que quizás se veían con mejores
chances. La visibilización que le queda a Insaurralde después de la elección es
relativa, porque así como se sobredimensionó el eventual desconocimiento como
déficit de electorabilidad antes de las PASO, ahora lo conoce el 90% del
electorado pero no puede sumar, y los intendentes saben que el que salga de
ellos tiene que ser un candidato ganador para que puedan pactar por encima del
clásico derecho de veto; la resignación defensivista no es compartida por los
intendentes massistas, y asoma como el primer problema de cualquier negociación
en la cual Massa parece garantizar el logro de esos objetivos (más guita
municipal fondeada) por encima de cualquier figura efepeveísta.
Pero la liga de intendentes del FR también construyó
representación, leyó la complejidad de los territorios, se expresó a su imagen
y semejanza: antes que municipalizar, Massa emprendió una regionalización
política, hizo una lectura más integral del conurbano que le permitió ganar
tanto en Moreno como en San Isidro, vio mejor la realidad de la Primera Sección Electoral que
su oponente la de la Tercera. El
conurbano, la composición de los cordones, cambió. Más que realidades
municipales, tenemos realidades regionales: hay distritos que son 1º, 2º y 3º
cordón a la vez, otros son 2º y 3º, otros son 1º y 3º, y así. El tasachinismo
kirchnerista derramó con reparaciones pero desigualmente, y esa nueva realidad
debieron gobernar los intendentes. El “conurbano norte rico” y el “conurbano
sur pobre” es un mito literario que habrá que desterrar del discurso para que
esos territorios puedan ser mejor gobernados. Los bordes del 2º cordón se
parecen al 3º que tan bien interpretó Massa: una conjunción compleja de barrios
cerrados, countries, parques industriales, barrios abiertos, asentamientos, villitas, zonas agrícolas intensivas que nuclean a la
joven inmigración boliviana y de otros países limítrofes, heterogeneidad social
al mango. Tigre, Pilar, Moreno, pero también Ezeiza, Echeverría, Cañuelas, San
Vicente, el fondo de Florencio Varela y Berazategui. El mapa del derrame
kirchnerista, soja, autos y AUH, la nueva tierra periurbana del 3º cordón (y ya
hay un 4º en pañales, porque en las provincias NOA-NEA no hay un mango) donde
más dinámica es la actividad económica pos-tasachinista.
Ese caos organizado, que se ve a así mismo policlasista, es
el que Massa gobierna y al que le dio una mirada política integrada en la zona
norte que ningún intendente del FPV tuvo para la región sur. Un “sur pobre” que
ningún intendente gobierna, una Tercera “peronista” cada vez menos homogénea en
su identidad política. Mitos. Como la “patria industrial y asalariada” en el
país tercerizado del 40% de informalidad laboral.
El derrame kirchnerista trajo más borbotón capitalista. En
ese sentido, el conurbano es profundamente kirchnerista, y lo que puede ser paradójico
pero no lo es, es que sobre ese territorio de country y villa, de parque
industrial y agricultura intensiva, de argentinos y bolitas, de orden,
progreso, reparación y desigualdad, Massa construyó una representación política
genuina, la de alguien que es de ahí.
Blindó la Primera
hasta los bordes de la Segunda
y la Tercera.
¿Qué tienen en común los nombres anotados arriba? Son
intendentes, casi todos de la región centro, y comparten criterios de gestión
muy concretos con Massa. Una agenda fiscal compartida entre la Región Centro y
Buenos Aires es algo muy difícil de rechazar a la hora de conformar los equipos
para competir en la sucesión del 2015. Si
todos los gobernadores le tienen esa misma confianza a su primus inter
pares (¿Urribarri? ¿Scioli?), podremos tener una puja sucesoria interesante.