Ni aun dando recitales gratuitos del Chaqueño y Los del
Fuego fueron a votarlos, la política es ingrata. Docencia y democracia son antónimos.
La historización de la realidad no es la víscera más sensible.
Todavía la lectura política de la PASO está anclada en lo que “le
pasó” al kirchnerismo. Casi nadie analiza desde lo que “le pasó” a la gente. Hace
algún tiempo dijimos desde acá que Cristina había ingresado en una espiral
acelerada de subrepresentación que se relacionaba con dificultades
decisionistas frente a la neoagenda parida en años no atribuibles a hegemonías
anteriores al kirchnerismo. Se fue el sindicalismo, se fue la clase media
despolitizada, se fueron los intendentes. La única verdad es la representación,
aun esa “menos liberal” que desarrolla el peronismo en las mediaciones múltiples
del segundo cordón.
Argentina tiene un sistema político sólido, con un
subsistema peronista que magnetiza todas las representaciones. No existe una
crisis económica terminal. En estos diez años, el FPV no se vio amenazado por
ninguna correlación de fuerzas estrechada en el sistema de partidos. Por eso,
lo que se ve cada vez con mayor claridad en estos dos años es que el gobierno
no se está honrando a sí mismo como Partido del Orden. No está haciendo todos
los deberes que esa tarea requiere. Viendo los datos electorales de los
conurbanos del país (y si no hay cambios sustanciales en la elección de
octubre), surge que la AUH
se amortizó en un 70% con los votos del 2011. Y la pregunta lógica: si este
desequilibrio del garpe no está relacionado ya con un problema irreversible de
representación.
El gran pecado en el peronismo: ir a contramano de esa
idiosincrasia y pedir a otros que armen un partido y ganen elecciones. Porque
esa detección provendrá del propio peronismo, como hizo Massa. Y ahí radica
también el dilema de Scioli: no saber con qué grado de velocidad se está gestando
esa representación en la cabeza de la sociedad. Porque como sabemos, el Partido
del Orden tiene un pacto tácito con la sociedad: la voluntad irrenunciable de
representar a todos, aun cuando los dos sepan que ni todo ni todos pueden ser
representables.