lunes, 9 de marzo de 2009

Catamarca y la caducidad de Neverland


El resultado electoral catamarqueño admite algunas lecturas que hagan eje en los modos de construcción política desarrollados erráticamente por el kirchnerismo desde 2003.

La transversalidad y la Concertación Plural constituyeron intentos que más que ampliar una base hegemonizada por el justicialismo, terminaron suturando la posibilidad de revitalizar y fortalecer la estructura justicialista, que fue desdeñada a favor de armados “económicos” (radicales K y movimientos sociales) que no demostraron ninguna capacidad de aportar masa crítica adicional a la propia del peronismo.

Y si bien es ocioso insistir en la irremediablemente desacertada política de alianzas del kirchnerismo, sí vale la pena destacar que Catamarca es un boceto inacabado, parcial, de cuales pueden ser los resultados de un tipo de conducción política que no termina de otorgarle a la estructura justicialista un rol primordial en el despliegue de la estrategia política de acumulación de poder. Aunque sea esa misma estructura la que ejerza de hecho el poder territorial y aporte los votos.

La ecuación kirchnerista privilegió abonar cash con los de afuera y frizar a los propios, generando malestar y deteriorando la confianza política: el puntero o la manzanera que le pide al compañero Néstor “que no se mande cagadas”.

Los ejercicios de comisariado político de ciertos funcionarios K para con la estructura justicialista no hicieron más que indisponer los ánimos.

Las quejas de Barrionuevo y Saadi no hay que leerlas como las de ellos mismos, sino como la que podría hacer cualquier militante peronista. Esa es la lectura más positiva para Kirchner.

Cuando Barrionuevo dice que él bancó el peronismo en Catamarca durante todos estos años, mientras Kirchner arreglaba acuerdos superestructurales electorales con el FCS y desdeñaba a su propio partido, debilitando la base política justicialista en la provincia, el gastronómico hace un planteo sensato, que habría que evaluar más allá de una valoración personal de la persona que lo hace. Porque es verdad que después de una estrategia de debilitación del PJ local (apostando a la CP que es pan para hoy y hambre para mañana), Kirchner apela a último momento a un PJ al que nunca apoyó ni se encargó de revitalizar. Y los milagros en política no suelen ocurrir.

No obstante ello, la decisión de formular la unidad del PJ de cara a esta elección es positiva más allá del resultado obtenido. Lo que desacertado fue nacionalizar la elección (que no era relevante por cargos y padrón nacional), dándole al irrisorio Cobos alguna página más en los diarios. Los votos son de Brizuela del Moral.

No es para dramatizar, pero sí para reflexionar sobre qué espacios se ponderan a la hora de construir, cuando nuevamente comprobamos que pese a los “ilusionados intentos”, no es posible hablar del kirchnerismo como algo distinto (o fuera) del peronismo. Mientras tanto y a pesar de la realidad, Alberto F. fantasea con Neverland, como si el tiempo no hubiera pasado.