Hace dos meses, el consultor Carlos Fara diagnosticaba un
congelamiento del escenario político a favor del oficialismo, y en menor
medida, del panradicalismo, a partir de su nominación como frente amplio. Reconocía
la táctica defensivista del kirchnerismo como único mecanismo para fijar expectativas
de cohesión política y daba como eficaces un conjunto de medidas con esa impronta:
prórroga de deudas a las provincias, plan de obras de De Vido para el conurbano,
grifo de precandidaturas, renovación autoridades del PJ.
Sin embargo, ese frizado luce relativo:
1. La táctica látigo y mano de seda del PEN se indispone
progresivamente con las estrategias de supervivencia política de cara al
proceso sucesorio. Ese dilema se verifica en las provincias petroleras: ir por
afuera (Río Negro-Neuquén) o acompañar en condiciones electorales severamente
comprometidas (Mendoza-Chubut).
La “coyuntura energética” sirve para que el vandorismo
partidario del MPN se despliegue no solo por los meros intereses sectoriales en
juego (regalías) sino en perspectiva hacia la mejor asociación política con el Estado
Nacional a partir de 2016.
En el caso de Río Negro, la situación política tiene más
aristas: el pase del gobernador Weretilneck al FR restaura un escenario
provincial de tres tercios electorales (FPV, panradicalismo, FR) impensado hace
pocos meses.
Como garante de la coalición efepeveísta local, Pichetto es
el que sale más dañado de la jugada, con un riesgo aun mayor para el PJ: perder
de vista cierta idiosincrasia rionegrina que hizo que un partidista nato (un
ortodoxo hormonal) como el Gringo Soria apelara al instrumento frentista para
ganar la provincia y quebrar la hegemonía radical.
Habrá que ver si los hermanos Soria van detrás de Pichetto y
juegan a suerte y verdad según el determinismo nacional o adelantan tiempos en
la disputa electoral provincial. En cualquiera de los casos, parecen quedar
lejos los tiempos de la hegemonía calma que había gestado el Gringo. Para
Weretilneck se viene un año y medio de política quirúrgica si quiere acertar la
bala de plata que le permita jugar la ficha de la reelección. Hoy tiene el
partido más disputable que hace un año.
Más allá de sus singularidades, la situación rionegrina
refleja, una vez más, las dificultades del oficialismo para restaurar el piso
de representación que una instancia sucesoria reclama. Esa fuga del frentismo
al partidismo acentúa las condiciones de defensividad, a la vez que la evolución
del partidismo al frentismo que evidencia Massa en esta etapa (todavía lejana
de la situación electoral) expresa otra vocación no solo de acumulación, sino
de representación.
2. La obra pública nacional en los municipios de la PBA está parada hace dos años.
El Plan de De Vido (Más Cerca) para realizar “obras inmediatas” (dixit) se
negoció hasta ahora con una bajísima cantidad de intendentes, aun dentro del
universo efepeveísta.
La mayoría de los intendentes viene financiando su propio
cronograma de obras con recursos municipales, y a un año de las PASO, lo que
empieza a pesar es la estrategia de supervivencia política en el marco de una
sucesión presidencial. La relación costo-beneficio se comienza a leer ya no
desde la diaria weberiana, sino desde el “salto de calidad”.
Hay varios intendentes que, sin fierros cualitativos de Nación
y sin asistencia política de Scioli, ya han
“cerrado” la ecuación económico-financiera distrital para llegar “aireados” a
diciembre de 2015, conscientes de que en esta coyuntura importa más llegar con un poco
más de oxigenación política que económica.
3. Decretar un frente nominal no funcionó como línea maginot
para el panradicalismo. Un acuerdo de Macri con la UCR en Córdoba y otras
provincias parece plausible (aunque con un escollo casi insalvable: la PBA ). Massa sumó a la CC-PBA y confirmó el fenómeno
de desplazamiento del voto bonaerense hacia terreno panperonista, cuestión que
a su vez activa el pase de peronistas del FPV que ven que el centro de gravedad
de la representación en la provincia puede cambiar.
La persistencia de estas dos tendencias en el tiempo, y a
escala nacional, arrojan un dato no menor: Macri solo puede sumar radicales,
mientras que Massa suma radicales y peronistas. Esto es así porque ambos “presidenciables”
construyen política en base a diferentes lógicas de inserción electoral, algo
que iremos explicando en futuras notas.