No es con los que se amuchan en el palacio de cristal de la
semiología con quienes haya que charlar sobre los haces de temperatura que
vomitó en estos días el verano violento. Acaso porque no tengan nada para
decir, acaso porque ya no tengan opción para decidir entre el palacio y la
calle, acaso porque ya la calle queda demasiado lejos, lo cierto es que no los
vamos a ir a molestar, ni les vamos a ir a preguntar que opinan, como mucho
observaremos como trafican con el lenguaje (una actividad menor) en el mapa de
los eufemismos (pero el mapa no es el territorio), y nos reiremos.
¿Cómo se enfrenta el Estado a los días the wire de nuestras vidas? En el caso del peronismo, está pregunta
está cargada de mayor densidad: representa al Partido del Orden desde 1989,
obligación histórica que le requiere una constante transformación de la acción
política para responder a las nuevas circunstancias sociales: la vocación de
poder empuja la construcción de la agenda política sobre la base del escaneo
social. La verdad veintiuno de la política que nunca cesa. Cuando Cristina dijo
que la seguridad pública es un problema de las provincias no hizo ninguna
definición política, sino una descripción juridicista de algo que sabemos
todos, pero que no termina de enlazar con los problemas concretos que surgen de
las modalidades que adquiere el delito y de la situación actual (salarial,
logística) de las fuerzas de seguridad. Pero hay otro problema que también se
relaciona con las provincias: la progresión de los saldos de la recaudación
coparticipable, que a esta altura son 70%-30% a favor del Estado nacional, y
que no tienen un correlato con las políticas de seguridad y de asistencia
social que brinda esa instancia estatal. Este tema comienza a ser puesto en la
agenda por algunos gobernadores e intendentes que tienen la responsabilidad
política de prestar esos servicios ante sus respectivas poblaciones de manera
cotidiana, catalizando humores y malestares sociales que no pueden esperar el
acuerdo político para una ley de coparticipación federal, y que tienen que
afrontar los reclamos sociales con esa brecha recaudatoria sobre la cabeza, y
que no ha sido compensada con una planificación de servicios adicionales y
eficaces de parte del gobierno nacional. Hace un año Cristina anunció una
sintonía fina que parecía arrancar (sensatamente) por el desmonte de subsidios
a sectores que podían tranquilamente absorber un aumento; finalmente, se
desechó ese camino y se optó por un recorte más clásico: aumentar la presión
fiscal sobre la clase media (asalariados calificados, cuentapropistas) y
restringir las transferencias a las provincias. Se acelera así la perdida de
poder adquistivo de sectores sociales que están en la zona gris del progreso económico,
donde la recomposición de la paritaria llega a “cubrir” la inflación, pero ya
no a adelantarse a ella. De allí surgen también los problemas en torno a la suspensión
o continuidad de los planes de promoción industrial en las provincias chicas.
Genealogía del saqueo. Seguramente los habitantes del palacio
de cristal estarán leyendo algún pdf de Javier Auyero que los esclarezca, en
esa ansiedad docente por tener la posta. La necesidad de contar con
“argumentos”, con algún link salvador para tirarle a algún otro morador del
palacio, dicen que hay canilla libre de ansiolíticos en el palacio, me dicen
pero a mí no me importa, no los queremos molestar.
El peronismo es como Riquelme. Hay que mimarlo. No conozco
ningún presidente peronista que no le haya dedicado algunas horas diarias a esa
tarea kinesiológica, por teléfono o recibiendo en Olivos, o en oficinas de
puerto madero. Porque puede pasar que, como Román, el peronismo no la toque en
noventa minutos, que tenga partidos malos, pero en los partidos importantes
aparece y te hace la diferencia, trayendo votos o como ayer, haciendo la
contención social. ¿Una bonificación de guita navideña a los planes hubiera
ayudado a controlar daños? Salvo que pensemos que el país está mejor de lo que
creemos, sí, hubiera ayudado. Se hizo otros años, este no.
Genealogía del saqueo: en un saqueo aprovechan todos. Establecer una moral del saqueo es inconducente,
no sirve, no trae soluciones. El saqueo es un crisol del mercurio de muchos
termómetros sociales (delincuentes comunes, banditas de pibechorros que no
laburar ni estudian, bandas del narcotráfico, grupitos políticos, y gente común
que no se caga “literalmente” de hambre pero la pasa mal) enancado en un núcleo
duro de pobreza y marginalidad que está ahí y que no se va a ir solamente
porque le pongas plata en el bolsillo, y más si esa plata se desvaloriza un
poco cada año que pasa. Pero hay otro plano del saqueo que tiene que ver con lo
institucional, con la respuesta inmediata del Estado ante el desorden, la
responsabilidad política del gobernante de tranquilizar a las mayorías, de
garantizar la paz social, de ejercer como Partido del Orden la autoridad
política que relegitima todos los días a cualquier gobierno democrático. Y ahí
falló el gobierno nacional cuando se dedicó a construir una bestia negra que
absorbiera todos los pecados, ay la sobrepolitización, y no a agilizar la tarea de las fuerzas de
seguridad y a dar los mensajes a la mayoría silenciosa.
Ese mensaje árido, sin lustre, que no dio el gobierno ni provino
de la voz presidencial en la reclusión calafateña; ni dio el gobernador de Río
Negro en su provincia, lo terminaron
dando Scioli y Massa. Ambos evitaron jugar a los dardos contra la bestia negra
y mandaron los simples pero tan necesarios mensajes de tranquilidad, de
autoridad política que todos los
votantes quieren ver en los tipos que votan. Porque cuando las papas queman, la
política no necesita de la historia política, de la docencia, ni de informes de
la side: con un esfuerzo de practicidad y sentido común, con intervención del Estado,
alcanza un poco más.