"El triunfo de De la Sota significa el regreso -con gloria- del clasicismo político. En su flamante proyección, marca la ostensible diferencia. Le brinda cierta jerarquía al oficio. Con atributos que se destacan. No se trata de ningún comediante conocido, de los que se atreven a dar el salto. Tampoco se trata del empresario exitoso, que llega para “hacer su aporte al mejoramiento del país”. Ni es el deportista que decide invertir su popularidad, en otro ámbito de competencia.
Es -De la Sota- el político profesional. Sin pedir ningún perdón por la palabra. Procede de la política, que lo legitima. Y la enaltece. Entre sucesivas derrotas y victorias, su trayectoria le permitió protagonizar diversos tramos sustanciales de la democracia contemporánea. Surgió, al plano nacional, con ella. Es el único sobreviviente político del memorable trío de jóvenes turcos que signaron la Renovación Peronista de los 80. El eje Manzano-Grosso-De la Sota. Bajo el manto protector de Antonio Cafiero. Al que acompañó (para perder), en la última gran interna peronista de 1988."