miércoles, 30 de diciembre de 2009

ReVisión: el Peronismo ya tiene quien le escriba


Una revista que llegue a la básica. Ahí había un reclamo, y un agujero negro. ReVisión pretende restituir pinceladas de una cosmovisión propia para analizar la coyuntura y lo que viene.

Creo que la revista intenta, con humildad, rastrear algunas huellas dejadas por Línea, pero en tiempos políticos totalmente distintos, donde lo nacional ha sido profundamente redefinido por el cambio de época, y por lo que cada gobierno de esta etapa democrática dejó como legado más o menos indiscutible.

El dogmatismo es una hoguera en la cual el pensamiento peronista también tiene los riesgos de consumirse, y en ese trance es que nos interrogamos por lo nacional aquí y ahora, cuando la idea de Pueblo ya no es lo que supo ser, porque es un magma desfondado, multiforme y al que hay que encontrarle con mucha lucidez sus susurros y gritos políticos, cuando la política ya no es moda, como en los setenta.

La demanda que este primer número decembrino de ReVisión ha tenido entre la dirigencia y militancia justicialista me hace pensar que, efectivamente, una revista con estas características era necesaria.

De mi parte, agradecer a Diego Lovera, director de la publicación, por la convocatoria a participar de este proyecto, que más allá de los devaneos de la coyuntura, busca revitalizar el debate sobre cuestiones que el peronismo ha postergado durante varios años.

Creo que la blogósfera peronista ha hecho punta en esta revitalización con una producción crítica que no se aprecia en las publicaciones en soporte papel. ReVisión ha comprendido este fenómeno, y agradecemos que el mundo de los blogs esté representado en la revista. La revista que ya leyeron el Negro Hugo, Gioja, Tomada, los barones del conurbano, Néstor, Cristina, y siguen las firmas.

El Consejo Editorial de ReVisión lo integran: Eduardo Rosa, Omar Plaini, Cristina Álvarez Rodríguez, Jorge Rachid, Enrique Oliva, Carlos Barbeito, Santiago Martorelli, Hugo Barcia, Pablo Vázquez y Eduardo Toniolli.

 Dossier de Artículos:

 Editorial, por Diego Lovera.

Bicentenario: Democracia, Justicia y Unidad Continental, por Julio Fernández Baraibar.

La Chantocracia Ilustrada, por Jorge Rachid.

El 17 de octubre del siglo XXI. La lucha por una comunicación democrática y nacional, por Hugo Barcia.

Una Cosa que empieza con P. El movimiento obrero y la trama política del territorio, por Luciano Chiconi.

Cambio de Foco. Economía social y proyecto nacional, por Enrique Martínez.

Más Estado: El debate sobre la Inseguridad, por Diego Lovera.

La Llave de la Cuestión Nacional, por Federico Bernal.

Como lo Previó Perón. La causa estructural de la crisis del poder norteamericano, por Marcelo Gullo.

La Revolución de las Orillas, por José María Rosa.

El Poder de la Representación, por Santiago Martorelli.

Peronismo y Reformismo en la Universidad. Dos modelos enfrentados en el debate universitario, por Aritz Recalde.

 

Y que terminemos bien el año, qué joder.

lunes, 21 de diciembre de 2009

El Tema de la Minería

En la tribuna política esperamos con ansiedad el duelo Gioja-Solanas. Si los dos van a fondo, se puede tratar de un debate político a memorar, a la altura de un Saadi-Caputo, Rucci-Tosco o Romano-Asís.

El tema de la minería ha sido tomado como objeto de culto discursivo de moda por sectores académicos y políticos antes que otras producciones de la economía. La elección se origine quizás en las tentadoras relaciones que la minería tiene con el medio ambiente, la explotación inclemente de la fuerza de trabajo, el capital extranjero y la corrupción política. Aristas que en esta industria se verían más dramáticamente desnudadas que en otras, como se deduce de una frenética y reiterada lectura de Las Venas Abiertas de América Latina. Es quizás esta obra insignia del pensamiento revolucionarista palermitano lo que motive el bienaventurado revival del drama minero.

En estos días vimos otro revival antológico: el de un Telenoche Investiga con añoranzas noventistas, expectorando un lánguido brío denuncista a tres bandas: veto de la ley de glaciares-negociado de la Barrick-corrupción giojista. Todo ello en nombre del salmo ecológico que se disemina en el confort retórico de las covachas académicas, periodísticas y políticas. Un Telenoche antiimperialista que audita los negocios del capital foráneo, y que recuerda los golden times de Telenoche operando como brazo periodístico del Frepaso (¿o el Frepaso era el brazo político de los medios?). Jornadas antípolíticas a toda pompa que la clase media con mayor compromiso político coronaba con festejos estentóreos ante el televisor ante cada caso de corrupción menemista: el régimen neoliberal caería a base de denuncias penales, ese era el anhelo al que instigaba el libro de auto-ayuda frepasista. (Deborah De Corral entrevistaba a Chacho en El Rayo varias veces al mes).

Ayer eran Chacho, Graciela y Aníbal los que testimoniaban ante la cámara telenochesca; hoy son Solanas, Bonasso y Giustiniani los que narran el drama minero de Pascua Lama. The song remains the same.

Hay una distorsión entre el elocuente daño ambiental y las representaciones concretas de la protección del medio ambiente. Desde Greenpeace a Al Gore, pasando por un infinito emporio de fundaciones, asociaciones y clubes de fans, lo que se ve es una gran industria ecologista (del espectáculo, diría Guy Debord) de creciente rentabilidad, construida humanitariamente mediante donaciones, subsidios, mecenazgos, lobbies y estrategias de marketing publicitario que necesitan ser sostenidas y apuntaladas con algunos excesos trágicos, un poquito de terrorismo que mantenga abiertas las canillas y receptivas a las audiencias.

Aclaro: no es que el daño ambiental no se produzca ni sea progresivo (por algo Estados Unidos no firma el Protocolo de Kyoto), sino que hay que verificar magnitudes, para que no haya en el mundo tantos boludos que hagan donaciones telefónicas para pagar los sueldos de la planta de personal de Greenpeace y financien la película de Al Gore. ¿O no?

El tema de la minería se nutre parcialmente de esa impronta, y de un punto en donde la cosa se hace terriblemente imprecisa, empieza la guerra de hinchadas “contamina”–“no contamina”, las documentaciones respaldatorias se derriten, y todo entra en un limbo del cual luego es difícil salir. Ya lo apreciamos con el carnavalesco asambleísmo de Gualeguaychú: los uruguayos tenían la posta.

El ecologismo no tiene discursividades eficaces para integrar alternativas que respondan a las necesidades de producción y desarrollo en un capitalismo cada vez más concentrado, que debe dar empleo y consumo a sus poblaciones más allá de la codicia expoliadora de las corporaciones.

San Juan es una provincia pobre que no puede sustentar una autonomía financiera-política al carecer de una actividad económica propia. Y desde la dictadura del ´76 para acá, las provincias tienen que arreglarse como puedan, y con lo que el Estado nacional les tira. Nadie te cuida el culo de la gobernabilidad, y contar con utilidades adicionales es para un gobernador marcar la diferencia. Sólo hay que ver como las regalías petroleras le dieron viabilidad a la ecuación fiscal de los gobiernos de Neuquén, Chubut y Santa Cruz. Gioja es expeditivo: ¿con que reemplazamos los 45.000 puestos de trabajo que da la minería? Solanas vive en Buenos Aires.

El debate Gioja-Solanas podría ventilar todas las facetas de esta actividad económica, pros y contras, la inermidad a las que están condenas las provincias que cedieron recaudación genuina en sucesivos pactos fiscales con Menem, y que no recuperaron leyes impositivas de devolución de parte del Estado nacional. Solanas podría explayarse sobre la controversia del daño ambiental, y hablar de la minería como actividad que impacta en toda la comunidad sanjuanina y no tanto como exclusivo negocio superestructural (que como que los hay, los hay, no es nada nuevo).

Lo que entusiasma es que Gioja no se esconde, no se mete en un coche con vidrios polarizados cuando le hablan de la Barrick. Me parece que Gioja tiene muchas cosas para decir, aunque en la mesa de TN parta como el gaucho malo; campechano, te dice: si tenés dudas, vení a ver. Vení a ver, Pino.

(Últimamente, de Solanas me resulta curiosa una paradoja que lo atraviesa: que asume todas y cada una de las representaciones de una gestualidad progresista que deploró en Chacho Alvarez, y por la cual se fue del Frente Grande en 1994).

Si se desciende al fango de los números, los estudios de factibilidad e impacto ambiental, los tecnicismos minerales, yo espero que no pase lo perturbador. Espero que Solanas no tome atajos, que no transforme la discusión sobre una industria en un tratado sobre moral y derecho sobre los Gioja: eso que tan bien vende en las audiencias electorales que hay que fogonear para sostener el caudal del 25%. La tentación es grande.

Yo quiero que si Solanas es presidente, pueda pisar San Juan.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Uribe


Ayer veía como el tipo remachaba su discurso con el tintineo de “Estado, autoridad, democracia, liderazgo, Orden” y lo más interesante era contraponerlo con las canciones del corazón que familiarizan al resto de los presidentes de la región. Uribe es una mosca en la sopa que te tira en la cara el problema nacional: yo tengo una guerrilla comercial que todos ustedes no tienen. 

Desde ya, esa causa nacional da lugar al exceso acuerdista con Estados Unidos, y a daños colaterales en la represión interna que Uribe se cuida mucho de explicar como algo más que la lucha contra el terrorismo.

Pero escuchar a Uribe sirve para ver como un Estado interviene en cuestiones menos consensuales y plácidas que la distribución del ingreso. El Estado interviniendo en la defensa nacional y la seguridad pública es menos aceptable por las almas bellas que pueblan la parte menos fértil de la política, y ahí es cuando un discurso como el de Álvaro Uribe genera molestias. Pero también deberíamos agradecer que el resto de los países de la región no tengan sus respectivas FARCs, porque habría que ver que decisiones tomarían esos presidentes.

Esa expansión progresiva de la función militar del Estado durante la gestión de Uribe, buscando combatir a la guerrilla y el narcotráfico y raleando a los paramilitares, es un modo (poco seductor, por cierto) de intervención estatal sobre el territorio que antes no le pertenecía, y las poblaciones que viven en él. Y yo creo que las sociedades prefieren al Estado malo antes que la falta de reglas. En los años más esplendorosos de la productividad guerrillera y narcotráfica, hasta el 40% del territorio de Colombia llegó a estar fuera del control estatal. Con Uribe se redujo a menos del veinte dentro de una estrategia de represión institucional, un Estado “en blanco”, ganando territorio a base de treguas y palos pacientemente alternados. Cuando Uribe legitima una planificación represiva y de seguridad pública urbana a cargo del Estado democrático a través de un discurso político dirigido a toda la sociedad, comienza a entablar (y ganar) una batalla cultural contra la herrumbrada retórica de la guerrilla, que es inexorable. Uribe va a completar sus primeros ocho años de gobierno con un consenso popular sólido que lo encaminan a un tercer período en trámite constitucional. Lo pide la gente. Los largos dramas de la violencia se resisten a la ideologización, y por eso Violeta Chamorro ganó en Nicaragua en 1990. Por pulsiones populares análogas, Perón refrendó el Navarrazo de 1974. Por eso resultan incomprensibles las declaraciones de amor de Chávez a las FARC.

De lo que no habló Uribe, ni preguntó Filmus, es sobre todo aquello que queda tapado por el drama terrorista. Todo aquello que el Estado es en sus otras facetas, y que parece ser la gelatina de la gestión. Desempleo, recesión, consumo. Uribe no es neoliberal.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Semillas bajo el Pavimento


El título parafrasea aquella metáfora con la que Oscar Landi explicaba, en los días invernales de 1988, qué era lo que la Renovación no había visto en la figura de Menem, qué representaciones escaparon a la percepción de una época. Eran las tensiones que una victoria cultural no había resuelto, aun consolidada como lógica del justicialismo. Esa tensión persiste en lo que el peronismo desdeña. Obedece también el título a la frase “nosotros somos los silvestres, crecemos a la vera del camino”, dicha hoy, y que insinúa la benignidad de una tensión que está en los orígenes.

Los amigos de la Revista Zoom me pidieron una mirada del peronismo que viene en estos dos años,  acaso sin percatarse de que es fin de año y la neurona cruje. En un tenaz tour de force alcanzaron a salir algunas reflexiones que terminaron escritas en un artículo sobre los claroscuros del porvenir peronista. No espero que guste, sino que le sirva a alguien para pensar, si es que sirve.

Zoom es una revista con un rasgo que otras revistas políticas no pueden ostentar: siempre tiene algo para leer. Nuestro amigo Adrián D´ Amore escribió una muy buena nota sobre el kirchnerismo y la ley de la gravedad. Y Fernando Di Pasquale hace una  necesaria semblanza de su padre Jorge, un cacho de  historia del sindicalismo peronista.

Mientras tanto, Croqueta Digital sigue con la ciclópea tarea de digitalización de documentos claves para el análisis de distintas épocas del peronismo y del país. Ahora le toca a Envido. Por ahí pedimos mucho, pero si el amigo Javier logra subir a internet los textos medulares de Controversia, yo empiezo a juntar la guita para el monumento.

 “La épica binaria (gobierno-corporaciones, izquierda-derecha, progresismo-neoliberalismo) ha demostrado conmover muy poco al grueso social. Una agenda con las preocupaciones más urgentes (inseguridad, empleo, poder adquisitivo e inflación, calidad de los servicios públicos, entre otras) aparece como un camino posible para un justicialismo que no cuenta con un candidato ganador para 2011.”

 La nota completa, en Revista Zoom

martes, 8 de diciembre de 2009


Son muchas las estaciones nocturnas en las que reposan aquellas cosas que debieran haber sido. Lo que socialmente no pueda contarse dentro del acervo kirchnerista remitirá a una sacra y plácida (persistente) nostalgia menemista, aquellos buenos y viejos tiempos son parte de una memoria de andenes, bares y colas para pagar el saldo de la tarjeta de crédito. Es así. Está bien que sea así. Es la realidad efectiva. Quién herede y vea, verá la luz.

En estos ocho años de ininterrupción peronista, creció un cancionero de quienes se proclaman a la izquierda de la realidad política (sectores políticos que se preparan para asistir a sus propios velatorios perennes) exigiendo una supuesta reforma progresiva del sistema tributario nacional. Coincidirían, estos grupos políticos, en la imperatividad de estas reformas estructurales.

El voluntarismo suele llevarse malamente con el Estado en ejecución. Suelen ser, también, senderos que no se cruzan.

Se dice en claustros, institutos y fundaciones de estudios económicos, que el gobierno debió haber promovido esta ansiada reforma tributaria. Citarán profusas estadísticas que documentarán la regresividad del sistema, harán la trillada comparación con los países de la OCDE sobre presión tributaria (un clásico), recitarán a coro la injusticia del esquema basado en impuestos indirectos. Un frondoso repertoir con el que Zlotogwiazda fatigó redacciones y estudios de tevé hasta el hartazgo desde los días aciagos en los que Menem se comía dos hiperinflaciones después de casi dos años de gobierno y antes del Orden impuesto por la Convertibilidad.

La economía argentina no estuvo nunca en estos ocho años en condiciones de promover una reforma progresiva de impuestos. Es más, hacerlo hubiera provocado más problemas que soluciones, porque todo esto impacta en el esquema de producción y el consumo de modo directo, y en la capacidad real del Estado para gestionar los recursos. Quiénes dicen que la reforma impositiva era viable, mienten o tienen buenas intenciones.

La economía argentina tiene que cambiar muchas cosas antes de tomar medidas progresivas en los gravámenes; porque la progresividad afecta no sólo a los que  degennaristamente se les llaman  los cuatro vivos que manejan el país”, sino a un complejo y amplio entramado productivo, cuentapropista y asalariado que verificará el impacto de las medidas en su bolsillo, y no del modo más festivo.

A cualquier reforma de estas características le precede un largo tiempo de paciente blanqueo laboral que todavía está lejos de consumarse, y que debe hacerse en las condiciones tributarias existentes. Meter mano en el impuesto a las Ganancias Personales con un mercado laboral precario y ennegrecido es prender la mecha en la santabárbara, y yo no creo que Tomada quiera tener más laburo del que tiene (y que muy bien hace). Los que plantean alegremente la “progresividad o muerte” deben tener un desconocimiento rampante del panorama de ingresos de la sociedad.

Dentro del derrame todo, fuera de él, nada. Así lo entiende correctamente el gobierno nacional, bajo fragua de otro peronismo: el menemista. Néstor y Cristina realizaron el derrame, sólo llamado “redistribución del ingreso” por confusión, o acaso, delicadeza.

Que una reforma tributaria sea acogida en las puertas del cielo social está directamente relacionado con una bonanza del poder adquisitivo corroído. Y los días proto-navideños confirman (el índice del supermercado según el Hugo) que lo gradualmente persistente y progresivo es la inflación, ese detalle gris que pone de mal humor al Pueblo. En aquella coyuntura hiperinflacionaria (que hoy está soterrada, salvo que Cobos no siga las instrucciones de Duhalde:-), Menem comprendió cómo era que debía construirse la base tributaria para el superávit fiscal. Por eso ningún gobierno posterior tocó los tributos: el IVA es el bastión del modelo kirchnerista, y por eso los Kirchner fomentaron el consumo popular. Es muy difícil imaginar a los que pregonan la progresividad impositiva haciéndose cargo estatalmente de las consecuencias que esa medida provocaría hoy. Blanqueo y asistencia por largos años, con eso alcanza por ahora.

Pero para eso hoy se verifica un problema que está en el Estado, y que el economista Jorge Gaggero explica con claridad: “el reciente retroceso en el curso de avance de la consolidación y profesionalización de la administración tributaria nacional (AFIP) posterior a la crisis de 2001-02, expresado en la discontinuidad de sus conducciones y de las estructuras de cuadros superiores de gestión”.

Pero como Gaggero tiene sus propias ideas políticas, omite que el fortalecimiento de la administración tributaria es largamente anterior al post-2001: fue el peronismo menemista el que ordenó y dotó de cuadros técnicos al proceso de recaudación impositiva del Estado Nacional, haciendo eficaz la administración tributaria para atacar la evasión, presupuestos básicos antes de cualquier reforma estructural del sistema, y más en países latinoamericanos con bajo PBI per cápita. Precisamente, es este aspecto básico de la gestión estatal el que está fallando ahora, y que con tanta sangre construyó el Estado menemista. Es evidente que la “politización” de ciertas áreas de administración económica que no la necesitan, tiende a desviar los objetivos. La épica es combatir la evasión y profesionalizar aún más al Estado en rol recaudatorio. La progresividad será para quienes gobiernen dentro de diez años.